Hola a todos los lectores colentorros.
Voy a continuar con las historias de los encuentros, eso sí consentidos, de mi mujer.
Ya en el anterior relato les conté nuestro primer encuentro con un chico de unos veinte en un hotel de Barcelona, así que siguiendo la cronología, esto es lo que sucedió.
Después de ese primer encuentro, nuestra relación sexual y psicológica alcanzó su máximo exponente, volviéndonos cada vez más colentorros, y compartiendo todas nuestras fantasías.
Mi queridísima esposa había hecho contacto con un chico de unos pocos años menos, en ese momento tendríamos nosotros 37 y el unos 34, mucho mejor, porque a diferencia de nuestra primera experiencia, esta relación es más madura.
Llamémosle J, nuestro nuevo amigo, se desplazó con un amigo a Tenerife, así que aprovechamos para conocerle en persona. Mi mujer estaba muy nerviosa, quería echarse atrás, no estaba segura de dar el paso, habiendo sido tan puta con el anterior encuentro. No dejaba de decir cosas como: y si no es como yo creo? y bla bla bla… eso iba diciendo en el coche, cuando llegando a la terraza, y de lejos, pudimos verlo…
De pronto, la muy puta dice: qué bueno está!! para el coche!!, casi se tira de el, no me daba tiempo a detener el coche…
Mira que eres puta y zorra, pensé para mis adentros. Después de calmarla conseguí aparcar, nos dirigimos a la terraza, y allí estaba, un tiarron de esos aragoneses, de 1,90 de estatura, fuerte. Tengo que reconocer que como tío que soy, Guau!! el tío está buenísimo… "Esta es otra perversión mía, que más adelante, mi mujer hizo realidad, pero esto es otra historia".
Ahora volvamos con J. Llegamos y nos presentamos, la situación era un poco cortante, yo hablaba más con el que mi propia mujer, sé que esto le molestó un poco, así que ella, intervino, y cogió las riendas de la conversación. Al cabo de un rato, decidimos ir a casa para tomar algo y, bueno lo que pudiera surgir, esta era mi intención, estaba salido como una moto, y si hubiera sido por mí, dejaba que se la tirara en el parking. Pero bueno volvamos desde mis perversiones a la realidad. Hicimos el viaje a casa sin incidencias que destacar. Hablando de lo típico como el viaje, las visitas que había hecho, por nuestra parte… que visitar, lugares por los que pasábamos, etc., etc…
Llegamos y nos sentamos en el salón que tenemos en la planta baja de nuestra casa. Al cabo de un rato, y yo con la polla dura, decidí ausentarme un rato con la disculpa de cambiarme.
Tarde un huevo en cambiarme, estaba salido como nunca. Me acerqué a las escaleras, que tienen una cristalera enorme, donde se refleja toda la sala. Desde un reflejo, y por los sonidos que emitían, podía ver como se morreaban, no sé cómo llegaron a ello, pero ahí estaban los dos intercambiando besos. Decidí bajar un poco las escaleras, y entonces pude ver como él estaba de espaldas a mí, mientras mi mujer se había sentado sobre él, de frente, se estaban estregando sus partes a través de la ropa.
La cosa se iba calentando y él estaba sobando las tetas, las muy puta gemía de gusto, pero se aguantaba para que yo, se supone no me enterara. Aproveché para coger la cámara y escabullirse en la cocina, desde allí podía verlos y además grabarlos.
No pude resistir sacarme la polla y empezar a meneármela mientras grababa a la puta zorra de mi mujer dejándose meter mano por nuestro amigo J. Le metía mano por todos lados, así estuvieron un buen rato hasta que, por mala planificación, yo tenía que irme, así que, tenía que interrumpir, para partir todos de vuelta.
Mi esposa tenía las bragas mojadísimas, la muy puta se colocaba la ropa, mientras miraba al buenorro de J.
Mi mujer y J me llevaron al curro y luego los dejé, se supone que ella lo llevaría a Santa Cruz, en la misma terraza que lo recogimos.
Imagínense la situación mía, parado en la entrada del curro, viendo como mi mujer se iba con un tío buenorro, a no sé dónde. Entré, y sin mediar palabra a mis compañeros, me fui a la oficina cerré la puerta, y me hice la mejor paja del mundo. Me imaginé todo tipo de cosas, como le comía la polla, como se metían mano, tuve que esperar a llegar a casa para enterarme de todo. Al parecer se fueron metiendo mano hasta que llegaron al parking, mi mujer llevaba puesto un vestido, así que fue fácil acceder a su entrepierna. Una vez se detuvieron en el aparcamiento, la cosa se intensificó, y mientras J le metía los dedos en el coño de mi mujer, ella le sacaba la polla y se la meneaba, así estuvieron dándole a la cosa, y con la lengua de J hasta la garganta, acabaron los dos corriéndose. Luego salieron del coche y en el ascensor le dio otro meneo que la dejo a 1000. Se lo pasaron de puta madre y yo otra vez sin disfrutarlo en vivo.
Fue una experiencia muy enriquecedora, follamos como locos, recordando cada instante de su encuentro.
Cuando mi querida esposita hace estas cosas, me siento más unido a ella, y reconozco que la quiero más, si eso es posible, es maravillosa. Me encanta que le guste pasarlo bien para mí, o eso me gusta pensar, te diré como se lo pasa ella. Y sobre todo me encanta que sea tan puta.
Como dice nuestro hijo, papa, te motivaste. A ver SI os escribo el tercer capítulo: la Convención. Como mi querida esposa acude a una convención de su empresa, y acaba jugueteando y calentando la polla de un coach madurito y muy calentorro.