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Cuando necesite algo, sabe dónde encontrarme
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Tiempo de lectura: 4 minutos

– “Kiarita, ven a mi oficina”. Ella estaba sonriente puesto que parecía haber conseguido lo que pidió. Fue a dejar sus cosas a su casillero y se dirigió a la oficina del director. Entró a su oficina, la secretaria se había retirado-"mejor, así me es más facil coquetearle"- lo dijo para sus adentros.

Le tocó la puerta y salió a recibirla. Ella pasó y lo abrazó agradeciendo su amabilidad. El la vio a los ojos, le sonrió y le dijo:

-“Kiarita quiero darte una lección de vida, hay mujeres que nacieron para ser respetadas, deseadas, queridas por los varones; nos pueden atraer, nos pueden excitar, pero, nos gusta procurarlas, tratarlas con amabilidad, ser caballerosos y respetuosos. Y las hay como tu, chicas que intentan ser o parecer, imitar o querer ganarles a otras congéneres, esas son las que no nos inspiran el más mínimo respeto, nos producen lástima, desprecio por su comportamiento y a su vez, muchas ganas de poseerlas. A mi me gusta usarlas y pisotealas más de lo que ya están. En la mínima oportunidad quebranto su patética integridad.

Te acercaste a mi por querer ser mi nueva alumna favorita o tener tratos preferenciales, bueno en primera: nada en esta vida es gratis, que trato preferencial me brindas tu a mi para yo quiera hacer lo mismo.” – Le acaricia el rostro –“El segundo punto, el que nos trajo hasta aquí, fue que tú quieres competir con tu compañera por mi condescendencia, pero ella pertenece al primer grupo de mujeres que te comenté. Por supuesto que la deseo, indudablemente si pudiera follarla lo haría gustoso, claro que le coqueteo y me excita su cuerpo, pero, también se ha ganado mi cariño y aprecio, soy condescendiente con ella porque me nace, porque me gusta serlo.

Yo pude ver en tus ojos que quieres ese trato pues, debes darme algo que compense y valga mis atenciones, mi amabilidad y los beneficios para contigo… Viniste buscando algo y lo encontraste…”

Dicho esto, comenzó a manosearle las tetas, a pellizcarlas con los dedos. Ella lloraba callada con el ánimo por los suelos. Solo lloraba y buscaba hacerse bolita, pero él no la dejó, siguió manoseándola y pegándola hacia él. Subió una mano a su cara y la acarició toda de forma libidinosa, con los dedos le estiraba los labios y los lamia lascivamente. La aprisionó en la pared de su oficina, pegando su cuerpo contra el de ella, aplastando sus tetas a ella le produjo dolor y él se envolvía en la excitación que le provocaba el roce de los senos y la dominación que ejercía en ella.

–“Fui tan estúpida e ingenua” -Pensó ella. – Estaba tan metida en sus pensamiento y recriminaciones personales que no hizo nada cuando el comenzó a desabotonar su blusa. Ella se quedó inmóvil y se puso a recordar.

Horas antes de esa situación. Recordando su conversación previa.

Ella se dirigió a su oficina porque necesitaba realizar unos trámites, debía hacer unos movimientos importantes que son tardados y costosos. Sin embargo, la dirección puede otorgar fichas de apoyo al estudiante: las fichas amarillas que sirven para realizar ese papeleo sin un costo y las fichas moradas, pero solo se pueden otorgar tres, para liberar el trámite completo. Es a lo que ella aspiraba.

Al llegar su secretaria la hizo esperar unos diez minutos porque se encontraba ocupado, no le dio mucha importancia, pero cuando se abrió la puerta de su oficina salió una compañera de curso, – “esa estúpida, precisamente esa perra”. Estaba un poco molesta porque él la hiciera esperar por estar precisamente con ella y más porque el director traía en su mano una ficha morada y se la dio a la secretaria para que la sellara y fuera valida. Se la entregó a la chica –“Muchas gracias por su ayuda”. – Ella se despidió de beso de él. – “Para eso estoy” le respondió él. Al salir la chica, Kiara le dijo zorra en voz baja.

Ella se levantó esperando que no escuchara el director y parecía que no, lo saludó de beso y le dio un abrazo al director, el le correspondió el abrazo y la invitó a pasar.

Se sentaron en sus respectivas sillas, ella cruzó la pierna e irguió su postura, comenzó a exponer su petición, la observaba atentamente y respondió:

-“Kiarita me encantaría ayudarla pero se me terminaron las fichas” – ella no pudo evitar fruncir la boca.

-“Sin embargo, por ser usted, haré una excepción. En la tarde solicitaré la impresión de otra ficha, no la puedo tener antes porque debo meter algunos oficios”- ella sonría maliciosamente –“ja ja, lo tengo comiendo de mi mano”.

Esas palabras le estaban retumbando en su mente, lo volteó a ver, volviendo a su realidad y él ya estaba chupando sus pechos, chupaba uno mientras pellizcaba el otro pezón, el mordió fuertemente. Empezaron a rodar lágrimas por sus mejillas no se sabe si de dolor o de impotencia.

Se detuvo unos instantes la volteó a ver y la giró pegando su cara contra la pared. Besó su mejilla, se dirigió hasta su oreja chupándola después lamió el cuello, al mismo tiempo manoseaba sus nalgas, las magreaba con fuerza, estrujándolas, nalgueándola. Cuando sintió que ya no aguantaba más, se bajó el pantalón, sacó su pene erecto era bastante grande parecía que le iba a doler.

Le levantó la falta de tablones, bajó sus pantaletas y la penetró de una embestida. Ella comenzó a llorar más fuerte, a él no le importó y comenzó a follarla sin miramientos, ella lloraba y gimoteaba por molestia y por resignación. El le tapó la boca y utilizó su cara como impulso para follarla más y más fuerte, le lastimaba la cara, le dolía su puchita, la tomó del cabello y lo jaló con fuerza haciendo que se arquera. Cada vez la follaba con más fuerza, más intensidad. Estaba gimiendo cada vez más el director, le apretó del cuello y mordió fuertemente su hombro, ella se quejaba fuertemente pero su mano le ayudaba a amortiguar el ruido. Por cada embestida apretaba los dientes contra su hombro femenino. No dejó de morderla hasta que se corrió dentro de ella haciendo gemidos secos de excitación y culminación. Al terminar, besuqueó su cuello, su mejilla, su espalda en lo que recuperaba el aliento.

Al estabilizar su respiración se separó de ella, acomodándose la ropa. Se dio la vuelta se fue al escritorio. Ella se quedó sollozando y se deslizó por la pared hasta quedar sentada en el suelo abrazando sus pantorrillas. Abrió el cajón para sacar la ficha morada, tomó el sello y marcó la ficha.

Se levantó y se dirigió hacia ella. –“aquí tiene su ficha”. Dijo eso y se la aventó a los pies. El regresó a su silla.

Ella somnolienta y débil tomó la ficha, se levantó como pudo, medio arregló la blusa y camino lentamente hacia la puerta. Cuando estaba en el umbral él le dijo: – “Cuando necesite algo, sabe dónde encontrarme”. Ella siguió caminando sin responder.

Espero les haya gustado, agradecería mucho sus comentarios n.n

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