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Un vagabundo me dio placer
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Gracias a la soledad proporcionada por un viaje de mi esposo de varios días, estaba cachondísima en casa. Pero la desesperación de mi calentura me tenía muy agitada, mojada, excitada. Así que me acosté y me masturbé teniendo al instante un orgasmo maravilloso. Sin embargo, ahí estaba yo, ansiosa por un pene, más para calmarme un poco decidí ir a una bodeguita o tienda pequeña cercana a comprar algunas cosas y chocolates para apaciguar un poco mi ansiedad; el comer chocolates es casi una experiencia sexual para nosotras las mujeres. En la vía está una plaza, allí, sobre un banco, dormitaba un vagabundo. Me paralicé al verlo, quizás mi grado de excitación ya rayaba en la locura e inmediatamente imaginé qué tal sería ese hombre sucio, con harapos y barbudo, desnudo. ¡Cómo tendría su miembro, qué me haría se me tuviese a su merced, si me violara y abusara de mí! Todo aquello pensaba mientras como boba le veía. Las mujeres en ocasiones tenemos la fantasía de una violación pero quizás consentida porque pensamos en alguien que nos guste a pesar que sea un perfecto desconocido ¡Pero de allí a que ocurra! El tipo repentinamente despertó y, al mirarme, me dijo:

– ¡Qué, puta!, ¿quieres que te coja?, ¿Ah?, ¿Qué miras?

Sentí miedo y más calentura al mismo tiempo, empecé a seguir mi camino a la bodega apresurando mis pasos. Hice mis compras pensando en la frase "¿quieres que te coja?" y, de regreso, traté de esquivar pasar por la plaza de nuevo pero un deseo incontrolable me hizo seguir la ruta anterior de vuelta a casa. Allí en el banquito, el vagabundo sentado me vio, quise hacerme la loca y continuar como si nada, pero mi corazón se sobresaltaba, latía rápido… Al estar cerca del vagabundo, giré hacia él y caminé totalmente presa del deseo hasta llegar al banco, me senté a su lado y le ofrecí un pedazo de pan dulce del que había adquirido en la bodega. Su olor era insoportable, así como su aliento, me daba asco pero morbo y ganas a la vez de tenerlo pegado a mí, de tocarlo. Creo que se dio cuenta y sonrió con malicia:

– Gracias flaca -me dijo -es un bonito gesto el tuyo de apiadarte de mí, ¿pero quieres algo de este humilde viejo?

No supe qué decir, quería gritarle que deseaba me tomase allí mismo, que arrancase mis ropas y me acariciara; me sentía perdida, loca, estaba en un trance… ¿Cómo podía desear a ese hombre mugriento?

– A ver, ¿quieres que te coja, es eso?, ¡lo noto en tu mirada y en tu olor a perra!

– ¡Claro me encantaría que me cogiera, es la verdad, deseo que abuse de mí…! -dije sin ton ni son ¡No podía creer lo que había soltado así no más!

– Me gustaría que fuese conmigo a mi casa, señor…

El viejo sonrió de nuevo, sus ojos se desorbitaron ante aquella proposición indecente y absurda que le hacía yo y respondió:

– De acuerdo, vamos putita, ¡vamos ya!

Caminamos sin importar que algunas personas nos veían extrañados, pero quizás pensaban que iba a hacer una obra de caridad por aquel vagabundo. Al entrar a mi casa le dije a ese hombre que me tomará como quisiera, que allí mismo me poseyera, y vaya que reaccionó rápido porque sin más se empezó a desvestir en frente de mí, y lo que me impactó fue que tenía un pene muy grande, era más bien descomunal, no se le comparaba con otro, para mis adentros me dije '¡vaya, qué suerte tengo!', y me quedé pensando que tal vez me iba a hacer gozar muchísimo violándome ¡Olvidé lo cochino que estaba! Entonces me agarró salvajemente por mi cabello y me empezó a arrancar mi blusa rompiéndola, quedaron mis senos al descubierto porque no llevaba sostén, sobó mis pechos, pasó su barba rasposa por ellos y los chupó. Me llevó a mi cuarto y me dijo que me terminara de desnudar, y al estar completamente encuerada, me ordenó acostarme boca arriba porque me iba a penetrar la vagina. Miraba sus ojos desencajados, babeaba, frotaba sus manos y levantando su gran trozo de carne lo dirigió a mi cuevita y empezó a cogerme. Lancé un grito, su cuerpo inmundo ahora pegado del mío se frotaba contra mi ser, me besaba y aferraba con sus brazos como queriendo asegurarme. En verdad estaba gozando, ¡esto era genial!, me daba salvajemente, me gustaba de sobre manera y gemía de placer porque en verdad lo que me estaba haciendo ese viejo asqueroso era fantástico…. Me daba durísimo y a la par succionaba mis pezones y los lamía, pasaba su lengua por mis orejas y cuello.

– Aaayyy, así señor, deme duro, hágame sentir rico por favor ¡Su pene es exquisitooo, me llena! ¡Viólemeee!

– Ufff zorrita, qué rica estás, te cogeré y te haré mía, te haré desearme hasta en sueños ¡tomaaa, tomaa!

– Si, si, deme fuerte, aaahhh, ahhh, ¡qué bien se siente señor! Deme más, más

Después de vapulearme un rato, sacó su herramienta que lucía imponente, me agarró nuevamente por los cabellos y me ordenó esta vez que se la chupara. Yo ya había tenido un par de orgasmos sensacionales. Dudé en mamárselo porque olía tan mal y estaba sucio, de paso mezclado con mis jugos, pero me dijo que si no lo hacía me golpearía y esa amenaza me puso a millón porque sentía que me ultrajaba y me emocionaba, eso quería yo. Así que terminé por chupársela y me exigió que tenía que dejársela completamente limpia. La chupé por varios minutos, mi asco fue transformándose en gusto, ese olor a pipí y sudor empezaban a excitarme bastante y encantarme, me sentía como una verdadera zorra, una prostituta gozando de mamar aquel grosor de verga que hacía un instante me hizo ver estrellas. Besé sus testículos rugosos y cuando metí su pene en mi boca otra vez se derramo dentro, lanzó un gruñido cerrando los ojos, y tuve que tragarme todo su semen, la verdad sabía acidito, no era un mal sabor y sí muy abundante. Luego me ordenó colocarme en cuatro patas porque me iba a penetrar por el culo, su miembro se puso rígido inmediatamente a pesar de haber recién acabado, supongo que por el tiempo sin tener sexo y por lo erótico de poseer aquella mujer joven sometida a él, a sus órdenes, a su merced:

– Aaayyy señor me duele, aaayyy.

– Pues te aguantas puta de mierda, ¿querías que te cogiera, no? Aaaahhh, rico ese culote.

Y así fue, me dio con todo por mi ano que se dejaba atravesar desgarrándome, era doloroso pero ya sabía yo de ello, dejaba escapar gritos fuertes al sentir en mis entrañas semejante cogida. Pero al rato de estar fustigándome, terminé teniendo orgasmos mega intensos entre angustia, dolor y éxtasis, tanto, que me desmayé. Al despertar me di cuenta que el vagabundo se había ido. Ahí en mi cama estaba yo, cogida por todos mis agujeros, algo adolorida ¡pero con un placer inmenso! Revisé la casa, las piernas me temblaban, todo estaba en orden y en su lugar. Pienso que pudo haberme robado, llevado las llaves pero nada de eso ocurrió. Y debo confesar que el viejo maloliente me hizo sentir riquísimo divino, exquisito, ¡qué gusto! Mmmm.

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