Llegamos al club de baile y quizá lo único que rescato de la hora y media que pasamos ahí, fue unas cuatro canciones que bailamos con Jennifer y donde me cautivó su ancestro dominicano cuando bailamos salsa, pero especialmente cuando prácticamente me bailó insinuándome su rico trasero con el ritmo tropical de una bachata con movimientos delicadamente sensuales.
La música era muy elevada que era imposible hablar y ni gritando uno se podía comunicar. Yo aproveché que era esta linda chica mi chofer y me tomé tres whiskys a las rocas y Jennifer me había dado algunos besos en la boca saboreando el sabor del whisky que tenía en mi lengua. Obviamente su trasero llama la atención, pero en realidad es toda ella, pues cuerpo y rostro hace de esta chica una linda y apetecible mujer. Tanto llama la atención que Jennifer es una de las pocas por las cuales otros hombres se han acercado y me han dado cumplidos por la mujer que me acompaña. Y no me admiré que este hombre de unos 40 años de edad se me acercara mientras Jennifer había ido al tocador de mujeres y me dijo lo siguiente mientras las esperaba: “Con todo respeto mi amigo, su compañía es espectacular, belleza de mujer”.
Salimos media hora pasada la medianoche, quizá más que todo por el deseo mutuo de follar y creo que Jennifer deseaba como una pequeñuela, jugar con esos juguetes que todavía estaban empaquetados de fábrica. Regresamos a nuestra habitación de hotel y no perdimos tiempo en darnos juntos una ducha caliente que la prolongamos pues en esta ocasión yo tomé a Jennifer por sus espaldas y mientras le besaba el cuello, mi verga se hundía en esas preciosas nalgas y mi glande se paseó de arriba abajo provocando escalofríos a una chica deseosa de ser follada. Le pregunté al oído, y la punta de mi lengua le hizo círculos en su lóbulo:
– ¿Te gusta sentir mi verga entre tus nalgas?
– ¡Tony, me encanta! Me da unas cosquillitas deliciosas que se me eriza la piel.
– ¿Te gusta sentirla cerca de tu entrada?
– ¡Si Tony, siento rico!
– ¿Ya habías sentido una verga entre tus nalgas?
– ¡No nunca! Abrázame y acarícieme los pechos con tus manos. ¡Siento delicioso!
Estuvimos así por unos minutos mientras nos caía agua caliente. Le esculqué su sexo con mis dedos y comprobé que ya se había excitado. En esta ocasión fui yo quien la secó y aproveché en el proceso de besarla y tocarla, pues realmente es una delicia disponer de un cuerpo tan sensual como el de Jennifer. La llevé cargada a la cama y la puse en posición de perrito, esa posición en cuatro que ella misma me había dicho que se sentía insegura o que le daba pena posar. Ella no me dijo nada, simplemente se dejó llevar y después de algunos minutos masajeando esos extraordinarios y sólidos glúteos, me pongo de rodillas sobre la cama, hago que ella tire su cuerpo dejando sus hermosos pechos contra el colchón de la cama y me deja su trasero expuesto haciendo esa curva divina que lo hace a uno soñar y gozar.
Puse mis manos en cada nalga y le di un beso a sus labios de su depilada vulva y ella solo gimió y se abalanzó un poco hacia adelante. Yo le contramine mi lengua contra su concha y la lamí a mi antojo, hasta que mi lengua se hundía en ese rico agujero de un sabor dulce y salado, de un olor al jabón de hotel y la frescura de una piel de solo 19 años. Solo lo hice por unos 5 a 7 minutos, pues parecía que tocaba el cielo, sus gemidos me lo advirtieron y decidí cambiar las villas del placer y quizá avenidas que esta chica novata en estos trotes de la vida, todavía inexplorables.
Continué masajeando con mi lengua su zona del perineo, ahí me mantuve provocándola adivinar para donde mi lengua se dirigía; jugué con sus ansias, pues milímetro a milímetro la punta de mi lengua se acercaba a ese rico ojete que por las reacciones que le llevaban mis caricias en la zona, divisaba como se contraía ante mis ojos. Su vulva comenzó a segregar un fluido abundante y espeso: Jennifer se quemaba en la pasión imaginando que pronto mi lengua violaría esta parte intima que según ella me lo hizo saber, nunca había sido explorada, ni mucho menos explorada de esta manera. No podía ver su rostro, pero tenía la seguridad que la estaba gozando, pues sus su piel se erizaba y sus piernas temblaban de placer.
¡Dios mío! – fueron sus palabras temblorosas unidas a un sensual gemido cuando finalmente mi lengua conquistaba el maravilloso y divino orificio de su rico ano. Quizá para Jennifer, tuvo la misma emoción al encontrar la sensación pasiva de su primer orgasmo cuando sentía los hilos del relieve de su almohada contraminándolos contra esa pequeña vulva de solo 14 años. Cinco años después de esa primera experiencia sexual, hoy descubriría el placer anal, que los besos en el culo son tan naturales como los besos en la boca. Que de la misma manera que horas antes nos habíamos besado por largos minutos al comienzo de esta aventura, de la misma manera mi lengua estaría en su culo por minutos, yendo de arriba abajo e intentando como primer paso con la punta de mi lengua, expandir su apretado y joven esfínter.
Creo que la acumulación de sensaciones fue tal, que Jennifer no pudo contener la tensión del deseo y con enorme sorpresa para ella, y con el mismo nivel de sorpresa para mí, ella comenzó a mover su pelvis como si estuviera recibiendo violentas embestidas, y su ano ahora chocaba violentamente con mi lengua y me lo dijo resollando en forma de angustia salpicada por el placer: ¡Tony, me vengo, me está haciendo venir, que rico Dios mío… uh, ¡que rico! Uh, ¡me corro!
Se fue de bruces contra de la cama y cae y puedo literalmente ver sus espasmos y como pude, le abrí las piernas y logré sumirle la verga en su concha y ella daba alaridos de placer. Parecía que mi verga en su vulva le provocó otro orgasmo y estuve pompeándola por unos 2 o 3 minutos hasta que recuperó una respiración menos profusa. Se sonríe incrédula y me dice:
– ¡Usted me va a matar! Uh… ¡Dios mío! ¿Qué fue eso?
– ¿Te fuiste rico?
– ¿Rico? Eso fue un ataque orgásmico. ¡Usted me sorprende, esto no me lo esperaba!
– Yo goce de tu corrida… me gusta ver a una linda chica como goza del sexo.
– Es que a esto no solo se puede llamar sexo… esto debería tener otro nombre.
– ¿Tanto así lo gozaste?
– Míreme, mire como aun me tiemblan las manos y los muslos de mis piernas. –y me río.
– ¡Lo más probable fue un orgasmo múltiple!
– No sé lo que fue: lo que sé, es que nunca me había venido de esta manera… bueno, nunca nadie me había hecho esto.
– ¿Pero te gustó sentir mi lengua en tu culo?
– ¡Usted sabe mi respuesta! Pero no imaginaba terminar así.
– ¿Quieres más?
– ¡Déjeme que me recupere! ¿Usted no pudo acabar?
– No te preocupes, tenemos toda la noche.
En lo que retomaba la compostura, le puse las baterías a los tres consoladores, los lavé con jabón y los puse cerca del buró de la cama. Jennifer aguardaba a mi espera y la invito a que hagamos una posición la cual me dejara que disfrute su conchita, mientras me doy gusto masajeando su culo. Es algo similar a que una chica lo monte a uno pero a la inversa, y en vez de tomar la posición sentada, Jennifer se acuesta sobre sus pechos, abre las piernas para que mi falo la penetre, y sus nalgas me quedan expuestas para hacer con ellas lo que me venga en gana. Es una posición muy gratificante en todos los sentidos y con la mayoría de mujeres que hemos compartido cama, esta ha sido unas de sus favoritas y especialmente si la chica está en ese proceso de recuperarse de un buen orgasmo. Jennifer asume la posición, mi verga se hunde en su concha y yo comienzo a manosear esos preciosos glúteos mientras hablamos y nos calentamos con la plática.
– ¡Me encanta tu culo Jennifer, no aguanto por estar adentro de él!
– Por lo visto usted sabe lo que hace, mire que hacerme correr de esa manera: ¡Ni lo imaginaba.
– Dime, en una escala del 1 al 10, ¿qué tanto te gustó?
– ¡Mil! Usted sabe cómo me puso… ¡Todavía no lo entiendo!
– No le intentes entender… solamente gózalo. ¿Te gusta cómo estás ahora?
– ¡La verdad que es rico! Sentir su palo dentro de mí y que me dé masajes en el trasero, la verdad que me siento en la gloria.
– Bueno, vamos a experimentar cosas nuevas. Si hay algo que te incomode, solamente házmelo saber y me detengo.
– Trato hecho… aunque hasta el momento, todo lo me ha hecho me ha gustado… que digo, me ha encantado. ¡Todavía siento ese orgasmo!
– Mira, te voy a dar un consejo. Voy a intentar penetrarte tu precioso culo e iré paso por paso. La clave es que tú estés relajada para que lo disfrutes.
– Tony, por el momento, todo lo que me ha hecho, lo he disfrutado.
– Bueno, hoy me dispongo a invadir este precioso culito, pero no quiero lastimarte, así que tú dime si algo te incomoda. – y le ponía mi pulgar en su ojete.
En esta posición, el precioso ano de Jennifer está a mi antojo. Ella con mi verga en su vagina y yo abriendo sus suculentas nalgas para tener acceso y ver ese rico orificio. Me llené el pulgar con el lubricante anal y comencé lentamente a sobar su ojete, haciéndole círculos, de vez en cuando poniéndole presión para ir poco a poco dilatándolo. Siento la vibración de la vagina de Jennifer, la cual desde la primera introducción me pareció estrecha, reducida y me manda fácilmente ese mensaje de esos músculos cuando me aprieta la verga. Veo que la reacción es como una respuesta a cada intento de sumirle el falange distal, y cuando logro hacerlo, siento como su vagina segrega un líquido caliente que poco a poco llega hasta mis testículos y Jennifer se retuerce y me dice: ¡Tony, que rico!
Tomo el consolador pequeño, que ha de ser como el tamaño de un menique promedio y el cual la muchacha de la tienda donde lo adquirimos lo identificó como el novio desapercibido. Le unté con lubricante anal, le puse la velocidad media y comencé a ponerla la punta a la entrada del precioso culo de Jennifer. Ella solo dio un gemido de placer y poco a poco, el pequeño consolador de unas cuatro pulgadas se hundía completamente en el culo de la preciosa Jennifer. Le pregunté:
– ¿Te gusta Jennifer?
– ¡Esta rico Tony! ¡Creo que me vas a hacer acabar!
Pasé insertando el pequeño consolador por un par de minutos, mientras esta bella chica se meneaba con un ritmo cadencioso y contraminaba su vulva contra mis huevos cada vez que el pequeño consolador se hundía. Había superado ese grosor, esa sensación de tener una masa extraña en el interior de sus intestinos y determiné que estaba lista para el siguiente nivel.
El consolador siguiente, era de unas nueve pulgadas, alrededor de unos 27 centímetros, de un buen grosor y tenía una curva en la punta y eso me hizo llevarla de una manera lenta su penetración. Le recordé de la relajación. Como pude, le hice imaginar y sentir que armonizara sus músculos para recibirlo y no intentar rechazarlo. Le embarré el ano con lubricante y comencé la exploración. Sentí que se puso tensa, pero seguí con mi terapia y le hablé de lo rico que se miraba su culo, de cómo me excitaba sentir mi verga en su concha, que me gustaban sus labios, sus tetas y todo su cuerpo; y de esta manera el consolador se hundió lentamente hasta que yo podía sentir su penetración y la vibración a través de las paredes de su vagina. Jennifer no aguantó más y solo dijo sin mucho movimiento: Tony, me voy, que rico, me voy… Oh Dios mío, usted va acabar conmigo… Uh, ¡que rico!
Su esfínter estaba ya dilatado y la puse en esta ocasión con las piernas abiertas ante mí, quedábamos frente a frente, y me dispuse a untar con el lubricante mentolado el consolador inflable. La puse en la posición para nivelar su ano con mi verga y ella intuitivamente sabe que es lo que quiero hacer, y me brinda sus nalgas para que tenga fácil acceso. Mi verga se hunde en el culo de esta linda mujer y tomando el consolador y con el nivel más bajo de vibración, masturbo su clítoris, mientras ella hace ese movimiento del vaivén y es ella la que se mete y saca mi verga. Desinflado le meto el consolador vibrando a hora en segundo nivel. Siento la vibración y como Jennifer me aprieta la verga con su dilatado esfínter. Inflo un poco el consolador y se siente una presión plena, un vibrar más directo: Jennifer tiene mi verga en su culo y llena su vagina on un consolador que consuela a cualquier mujer y solo miro su rostro de satisfacción. Mueve sus caderas como puede y vuelve a explotar con un tremendo orgasmo y esta vez veo brotar hasta lágrimas de sus lindos ojos color de miel. Es tanto el impacto y la emoción, que acabo en su culo sin siquiera hacer muchos movimientos.
– ¡Usted me va a matar!
– ¡Que rico me he ido en tu culo!
– ¡Nunca había acabado así! ¡Esta es la mejor cogida que me han dado en mi vida!
– ¡Solo tienes 19 años!
– ¡En verdad usted si sabe coger! ¡No sé cuántos orgasmos me ha provocado! Perdí la cuenta.
– ¡Realmente ese tu rico culo me inspiró! Eres muy linda Jennifer.
– Usted me gusta mucho a mí también. ¡No puedo creer que tenga 50 años! ¡Nunca esperé esta cogida!
– Quiero cogerme tu culo otra vez, pero ahora de perrito.
– ¿Qué le puedo decir? ¡Es suyo! Usted ha sido el primero y me ha dado tanto placer que no se lo puedo negar.
– ¿No te ha incomodado ser penetrada por tu ano?
– Siento un leve ardor… poquita irritación, pero tolerable. Me puede coger otra vez si quiere.
Le follé el culo en cuatro, luego se lo follé montando de frente y a la inversa de espaldas. Se lo follé en la posición de misionero pues me pedía que le mamara las tetas. Yo me vine cinco veces en total, una en una rica mamada, otra follándole su rica conchita y tres invadiendo su rico culo. Despertamos a las 9 de la mañana pues su alarma nos despertó. Nos duchamos y se puso un pantalón deportivo negro y una tanga amarilla con su blusa roja. Se miraba tan juvenil en una belleza que solo es cuestión de un tiempo. En la última hora hablamos mucho en el camino y ella me aludó diciendo:
– Admiro su resistencia… ¡usted si sabe complacer a una mujer! ¡Nunca imaginé el maratón de placer sexual que me esperaba!
– ¿Realmente te he causado tan grata impresión?
– ¡Impresión! Tony, solo de verle su rostro de muñeco que tiene a cualquier mujer hace correrse.
– Me gustaría volverte a ver.
– ¡Es que nos tenemos que volver a ver! ¡Quiero volver a sentir por lo menos una vez más ese rico placer!
– ¿Te gusto el sexo anal?
– ¿Me gustó? ¡Me encantó! Tony, usted me tiene enculada.
– ¿Puedo pedirte algo?
– ¡Dígame!
– ¿Me puedes regalar ese calzón que llevas puesto?
– ¡Este y el que usted me pida!
– En ese caso, dámelos todos, quiero tenerlos de recuerdo.
Llegamos al estacionamiento de su apartamento y con una maniobra ágil y muy sensualmente femenina, en mi Mustang Shelby, se quitó su calzón y buscó los otros en su maleta y los puso en el compartimiento de mi coche. Se despedía con un beso francés y me puse a reír. Y me preguntó:
– ¿Por qué se ríe pícaro?
– Sabes, siempre pensé que lo que decías que ayer te iniciabas de dama de compañía era una mentira.
– ¡Es la verdad!
– ¡Lo sé!
– ¿Cómo lo sabe?
– ¡Nos estamos despidiendo y creo que se te olvida algo!
– ¡Perdón! Déjeme darle un beso… – yo sigo riendo y dice: ¡No entiendo! Usted se burla de mí.
– No me burlo… es que tu agencia me pidió pagarte en efectivo $1200.00, pues asumo que los $300.00 que me cobraron en la tarjeta es su porcentaje. Tú no me has pedido tu donación, y la he pasado tan rico contigo que no me podría ir sin dejarte tu pago. – y le extiendo un sobre con el dinero.
– ¿Qué tal si nos olvidamos de esto?
– ¿A qué te refieres?
– A olvidarlo… quiero que olvide que soy dama de compañía y que solo soy su amiga con algunos beneficios o derechos. No quiero que me recuerde como una puta cara, quiero que me recuerde como una chica impactada por su experiencia.
– ¿Eso es lo que quieres?
– Sí, eso es lo que quiero.
– Seguirás trabajando como dama de compañía.
– ¡No lo creo! Cumplí mi fantasía de coger con alguien a quien no conocía. Eso es lo que realmente buscaba.
– ¿Qué haces este fin de semana?
– ¡Realmente no tengo nada!
– ¿Quieres arreglar tu maleta de nuevo y partimos a Las Vegas?
– ¿De veras?
– Paso por ti a las 4:00 p.m.
– Yo lo espero.
– ¿A nombre de quien reservo el boleto? Porque no creo que tu nombre real sea Jennifer Laars.
– Me llamo Nicole XXXXX.
– ¡Mucho gusto Nicole! ¿Quieres ser mi novia?
– Deme tiempo, déjeme pensarlo… deme unas cuatro horas para darle mi respuesta positiva acuerdo a sus expectativas.
– No te sientas con presión… solo quiero romperte el culito de nuevo.
– Tony, es suyo, venga por él esta tarde.
Reservé los vuelos para las Vegas esa misma tarde y nos fuimos por 5 días a la ciudad del pecado. Fornicamos a placer por esos 5 días y hemos seguido con esos encuentros que no sé cuándo terminaran. Por el momento Nicole o Jennifer me dice lo mismo: Tony, mi culo es todo suyo.