Había empezado nuevamente la universidad, estaba muy enojada por lo que había pasado la noche anterior, era uno de los días en donde mis padres estaban en la casa. Sebastián había hecho una escenita de celos (todo lo que decíamos sólo nosotros dos nos entendíamos y para nuestros padres era como una disputa cualquiera entre hermanos) ya que últimamente salía mucho con mis amigos una vez ya entrando a la universidad, creía que estaba saliendo con alguien a sus espaldas y no soportó esa idea. Así que les había dicho a mis padres de la A hasta la Z de mí. Y eso fue la gota que derramó el vaso, después de eso no le volví a dirigirle la palabra en toda la noche y en el transcurso del día, me mandaba mensajes mientras él estaba trabajando y yo no le quería contestar por lo que apagué el celular.
Cuando ya había llegado la hora de salida, me dispuse a irme directamente a la casa, quería estar sola por el momento, además de que Sebas iba a llegar tarde por el trabajo hasta que ví su coche aparcado frente a la entrada de la U con él dentro. De verdad anoche lo había arruinado todo, estábamos tan bien hasta que salió con su escenita esa. Cuando salió del coche y nuestras miradas se cruzaron me saludó acercándose a mí y acto seguido saludó a mis amigas y de malas ganas a Fabricio (con el que creía que lo estaba engañando). Yo mientras me acerco más a él fingiendo estar feliz cuando en realidad estaba aún muy molesta, no quería que mis amigas llegaran a pensar en que teníamos algo más que una relación entre hermanos.
—Hola Cata. ¡Te tengo una sorpresa! —Dijo sacando un ramo de rosas—. Es por tu primer día de clases.
—Wow, ¡gracias! Están preciosas… ¿Y qué sorpresa todavía hay? —dicho esto, veo a mis amigas de reojo para ver si notaban que algo iba mal entre nosotros, pero al parecer no se han fijado en lo más mínimo. Igual para evitar cualquier cosa me agarro del brazo de Sebas para dirigirnos al coche—. Vamos hermanito que aún me debes esa sorpresa.
—De acuerdo —dijo despidiéndose de mis amigas y una vez más de malas ganas a Fabricio. Cuando entramos al coche me entregas una carta—. Oye… de verdad, de verdad, soy un idiota. Esta carta la escribí ayer en la noche, no podía dormir en absoluto.
Leía la carta aun con el enojo encima, en la carta me repetía una y otra vez cuánto lo sentía. Aquella escenita que había armado estaba fuera del contexto… de verdad no podía creer que fuera tan inestable emocionalmente, por suerte nuestros padre no se dieron cuenta de nada inusual o sino sería un grave problema.
—A ver… se supone que el "mayor" eres tú y que sería más maduro con respecto a esto. Yo sabía que esta relación no iba a ser fácil y aun así lo quise intentar para que me vengas a cagarlo todo con esa escenita —dije sin aun terminar de leer la carta, no tenía el ánimo de seguir leyendo, pero sí quería que me lo dijera con sus propias palabras el resto de la carta.
Se desvío un poco antes de llegar a la casa, se quitó el cinturón de seguridad para acercarse más a mí mirándome de frente, directamente a los ojos.
—Tienes razón, y sí, cometí un error, un error que no va a volverse a repetir bajo ninguna circunstancia. Antes todo era distinto, yo no lo entendía, pero ahora sí. No puedo seguir así, y de verdad quiero tener las cosas bien contigo. Sabes muy bien cuánto te amo —sí, dijo que me amaba—, sabes muy bien que desde ese día que te caíste en mi baño yo me derretía por ti. Así que te voy a demostrar que a partir de ahora todo va a estar bien.
—No sé de verdad, ¿cómo piensas realmente convencerme de esa manera? Yo también te amo —sí, también dije que lo amaba—, pero me estás matando —cuando terminé de hablar había comenzado a sollozar, quería seguir con esta relación.
—Ya no, ya no más celos, no lo necesito. No quiero más peleas, solo nos necesitamos el uno al otro, y la verdad es que yo necesito demasiado de ti.
—Y yo de ti.
Dicho esto, Sebas aceleró el coche y llegamos a casa. Una vez dentro me tomó de la cintura para después darme un muy apasionado beso, nuestros padres ya no estaban así que éramos libres de hacer lo que quisiéramos, sus besos me sabían a muchos perdón y mucho amor. Subí mi mano hasta su cuello y la otra hasta sus cabellos, lo quería todo para mí. Nuestras respiraciones comenzaron a agitarse a la par. Tomó mi mano y nos dirigimos al sofá, aun besándonos nos sentamos con esa misma intensidad de pasión y lujuria, sentía cada movimiento y cada sensación que ejercía en mi cuerpo.
—Subamos a nuestra habitación para continuar con el resto —dije guiñándole el ojo.
—Subamos —me condujo a las escaleras y subí delante de él, sentía cómo me miraba como si fuera su posesión más preciada. Abrimos la puerta, nos miramos a los ojos esperando que alguien diera el primer paso y pues obviamente no aguanté más y empecé.
Mis dedos acariciaban su brazo izquierdo mientras lo miraba de manera seductora con los labios semi-abiertos esperando con ansias a que me volviera a tomar en su poder, mi cuerpo estaba caliente y muy ansiosa. Sebas intercalaba su mirada entre mis ojos y mis labios. Tomándome de la cintura siento su respiración y acercando su rostro al mío comienza a besarme como nunca jamás lo ha hecho, y en menos tiempo del que pensé ya estaba montada a horcajadas en sus piernas sobre la cama. Me sostenía de la espalda para mantenerme más cerca de él, susurrándome que se estaba volviendo loco, y yo estaba en las nubes con las caricias tan apasionadas propias de él.
Sentía el calor crecer entre nosotros, estábamos hirviendo. Mis caricias iban recorriendo toda su espalda mientras sus brazos me sostenían con fuerza y delicadeza. Poco a poco iba metiendo su mano debajo de mi blusa y yo sentía cómo su erección iba creciendo en mi entrepierna. Inhalo su aroma besando su cuello, sus labios exigentes me hipnotizaban volviéndome loca, le quito la camiseta y lo lanzo junto a mi blusa que fue despojado por él hace poco mientras Sebas iba buscando el broche de mi sostén desabrochándolo y despojándolo al instante de mí. Me basaba el cuello, el hombro, estaba desesperada, recorro su abdomen hasta llegar al broche de su pantalón desabrochándola y lo empujo para que quedara debajo mío que ya para ese entonces estaba demasiado húmeda.
Su mano iba llegando hasta mi vagina acariciándome suavemente para luego meter sus dedos poco a poco en mi interior, meto mi mano a su pantalón para buscar su pene y una vez teniéndolo en la mano comencé a subir y a bajar haciendo presión en esa deliciosa erección. Nos íbamos quitando la ropa hasta quedar completamente desnudos, su pene cada vez se iba haciendo más grande y más duro, me tomó y me cargó hasta dejarme caer en la cama, besó mis muslos hasta el ombligo y nuevamente a mis muslos, abrió firmemente mis piernas hasta que sus labios hicieron contacto con mi clítoris. Cada vez se me iban escapando gemidos, tomando su cabello para presionarlo más, estaba absorta en esas sensaciones. Ahora sí quería más, quería sentirlo dentro, Sebas iba acelerando los movimientos de la lengua y labios hasta que llegué a mi tan deseado orgasmo.
—Mmmnh, ¡sí! ¡Qué rico! —grité de un gruñido mientras lo tenía atrapado aún en mi entrepierna.
Sentía cómo mis fluidos se iban chorreando en su lengua que estaban dentro de mi vagina tanto como podía. Subió dirigiéndose a mi boca aún con mis fluidos y saboreamos mi rico sabor en un beso profundo. Tomé su pene para acercarlo hasta mis labios vaginales, sus manos iban acariciando mis tetas y luego con sus dedos pellizcándome suavemente los pezones. Poco a poco iba presionando su pene dentro de mi vagina y yo lo estrechaba con mi paredes vaginales, estaba increíblemente mojada por lo que no le fue difícil penetrarme hasta quedar completamente dentro, escucho un gemido de placer por parte de Sebas y una vez que su pene topó la profundidad comenzó a sacarlo y de nuevo meterlo con movimientos suaves, estaba en el quinto cielo, por mi parte comenzaba a trabajar los músculos de mi vagina.
Engancho mis piernas a su cadera para sentirlo más profundo y le arañaba la espalda mientras le besaba el cuello y acariciando sus cabellos. Sebas iba penetrándome más y más rápido besándome mis pechos, el cuello y mis labios, era delicioso sentir cada salida y entrada de su pene, y se veía en sus ojos que lo estaba disfrutando. Mis piernas los apretaban, ya estaba a punto de llegar a mi segundo orgasmo. Sus manos iban recorriendo mi cuerpo entero para después atraerme con brusquedad y es ahí cuando sentí una profunda corrida haciendo que mi vagina soltara más jugos y mi cuerpo convulsionando.
Cuando ya estaba un poco calmada me puse en cuatro con la espalda arqueada, Sebas no podía evitar tomarme de las caderas firmemente introduciendo después su pene despacio y acto seguido penetrarme con gran fuerza de un empujón, estaba gritando de placer. Empezó a darme unas enormes nalgadas mientras penetraba salvajemente mi vagina, ya mis nalgas estaban sumamente rojas, y yo seguía gritando de placer —parecía que todo el barrio nos escuchaba—. Sentía cómo me presionaba con fuerza y brusquedad hasta donde mi vagina se lo permitía. Era una bestialidad. Su pene completamente dentro de mí y él meneándose de adelante y atrás, sólo éramos él y yo como dos salvajes dejando que nuestros instintos guiaran nuestros cuerpos. Su pene cada vez se iba hinchando y mi vagina se iba contrayendo más y más, no podía detenerse y en algún punto no muy lejano iba a tener otro orgasmo con contracciones que iban a provocar el suyo.
Mientras me iba bombeando yo iba meneando mis caderas acompasando con su ritmo, estaba ya en punto caramelo e iba sintiendo cada vez más que ya iba llegando mi tercer orgasmo y así fue, no pude evitar mojar la cama y Sebas viéndome que estaba en el éxtasis iba penetrándome con más fuerza. Mi cuerpo comenzó a temblar mientras que mi cabeza estaba apoyada en la cama y mis manos sosteniendo las suyas, ya Sebas también estaba disparándome con su rico semen caliente dentro de mí y escuchaba cómo gemíamos de placer.
Nos tiramos de espaldas a la cama, me apoyé en su pecho, volteamos a vernos y nos besamos. Estaba feliz de que estuviéramos juntos haciendo algo especial para nosotros, disfrutarnos, consintiéndonos. Ya después de este suceso, todo volvió a la normalidad. Nos amábamos y eso era lo importante.
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P.D.: Pido disculpas a mis lectores por no haber publicado durante tanto tiempo. Y es que con todas los haceres que tengo se me ha hecho casi imposible redactar para usted… espero que disfruten este relato y ya saben que son libres de comentar acerca de mis relatos. También pueden escribirme a mi correo por si tengan preguntas para mí o simplemente quieren comentarme algo. Mi correo es: [email protected].