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Entrevista con Jennifer, una sexo servidora (2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Estuvimos alrededor de una hora en el restaurante italiano y fue Jennifer la que retomó la plática para los planes de esa noche, pues la cita concertada con esta chica de compañía era para pasar toda la noche con ella. Jennifer me pregunta:

– ¿Tony, donde iremos después de aquí? Tenemos toda la noche y la madrugada. ¿Iremos a algún hotel, algún lugar local por aquí?

– ¿Qué te parece si vamos a ese lugar de salsa del que me hablas? ¿Imagino que habrá algún hotel alrededor?

– En ese caso, pasemos brevemente a mi apartamento a dejar mi coche y nos vamos juntos. El lugar está en el centro de la ciudad… unos 30 a 40 minutos.

De esa manera nos alejamos del restaurante y nos fuimos a su apartamento donde me pidió a que esperara unos minutos. Cuando regresó venía con una pequeña maleta y la puso en la cajuela de mi coche y ella me pidió conducirlo, pues me hablaba que le gustaba mi Shelby Mustang convertible y le di las llaves. Este es un complejo de apartamentos bastante grande, de bonitos jardines y espacios vacíos con muchas sombras. Estamos a comienzos del verano y son casi de las 8 de la noche y comienza a oscurecer. Jennifer ronda el complejo y se estaciona frente a una pequeña laguna donde parece que solamente somos nosotros en el lugar. Me mira y me dice:

– Siempre que paso por aquí pienso que este es un bonito lugar para hacer el amor.

– Escénico, me parece un lugar muy inspirador.

– ¿Se atrevería usted?

Y es como iniciamos a comernos a besos. En el perfil de dama de compañía de Jennifer, hablaba de ofrecer un tratamiento de novios y era eso una de las cosas o habilidades que me gustaron de esta chica. Le encantaba besar y recibir besos. Obviamente le bese y le lamí el cuello, pues ella me había dicho como le encantaba recibir caricias en esa parte de su cuerpo y cada vez que lo hacía, ese escote me invitaba a descubrir esas hermosas tetas redondas que había visto en las fotografías que me habían enviado los de la agencia. Su vestido dorado era solo cuestión de desabrochar un botón y bajar el cierre para tener acceso a sus ricos pechos, pues al hacerlo descubría que con aquella prenda no era requerido usar brassier. Le comí las tetas a mi antojo y le apreté los pezones con mis labios mientras mis manos acariciaban sus lindas piernas. Aquello fue un agasajo como cuando uno anda de novios en los años mozos; lo único aquí, que la única moza era Jennifer.

Maniobrar en un coche compacto como un Mustang Shelby para una persona como yo de un metro y noventa es un tanto difícil, sino que imposible. Jennifer estaba tan caliente que lo único viable y más confortable fue abrir mi puerta, me bajé el pantalón y el bóxer y ella se sentó sobre de mí y mi verga le penetró y sentí lo caliente de su vagina, cuando a la vez esta linda chica gemía de placer y en aquella posición le podía tomar de sus pezones y apretarlos a como ella me indicaba que le gustaba. No pasaron ni tres minutos cuando Jennifer explotó en un grandioso orgasmo y sentí su vagina como se contraía y como sus fluidos me llegaban empapando mis testículos. Como toda mujer y sus milagrosas carteras, sacó unas cuantas servilletas y medio me limpié, para que luego Jennifer me diera una rica mamada y donde me pidió que me fuera en su boca y así lo hice, pues no quería que le salpicara el rostro para no estropear su maquillaje.

– ¿Te gustó? –me preguntó.

– ¡Me encantó! ¿Te fuiste rico? – le pregunté.

– ¡Delicioso! ¡Me hiciste acabar en menos de 5 minutos!

– ¿Nunca habías acabado tan rápido?

– ¡Ni cuando me masturbo!

– Estábamos ya excitados desde el restaurante. Ya habíamos acumulado el deseo por mucho tiempo y solo vinimos a explotar la tensión aquí.

– Yo diría que todo eso, pero definitivamente el volumen de tu verga es notorio. Me llenaste la vagina y sentí un placer totalmente diferente que cuando me masturbo. Este orgasmo era diferente, igual de rico y potente que cuando tuve mi primer orgasmo.

– ¡Me haces sentir especial pero creo que exageras!

– No Tony, no lo hago por adularte, es que en verdad fue un orgasmo diferente.

Creo que Jennifer me hablaba de lo que muchas mujeres identifican como un orgasmo vaginal al típico orgasmo de clítoris. Tenía sentido lo que me hablaba, pues le penetraba desde atrás, ella sentada sobre mí. Mi pene en esta posición no rozaba con su clítoris y fue ese estimulo de la presión de mi pene en las paredes de su vagina los que le provocaban un orgasmo para ella diferente. Para ella fue tan diferente que achacaba aquella sensación al tamaño y grosor de mi pene y quizá haya influido en algo, pero creo más que todo el morbo de lo prohibido, la adrenalina del lugar público donde estábamos. Nos limpiamos y Jennifer conducía, y ahora deberíamos ir en busca de un hotel.

– ¿Te cambiaste panti? Ya no es la misma tanga negra que llevabas.

– Si, ya me tenías bien mojada y me lo tuve que cambiar, y ahora debo cambiarme este otro, pues ya me hiciste que lo mojara de nuevo.

– ¿Te tragaste mi corrida?

– Algo… parece que tenías tiempo de no correrte. Casi me atragantabas.

– ¿Te das cuenta? No me sobran las mujeres como tú dices y es por eso la tremenda corrida acumulada por no estar activo.

– Tony, no soy ingenua. Sé que estas con una chica como yo por curiosidad.

– ¿Te gustó saborear mi corrida?

– ¿Sabes? ¡Curioso! Me supo a como volver a saborear esa piña colada que tomamos en el restaurante. Eso estaba pensando.

– Jennifer, déjame preguntarte: ¿Estas en control de natalidad?

– Sí, tengo ya casi dos meses en tratamiento. El médico me advirtió que me cuidara el primer mes con otro tipo de anticonceptivo, pues calculan de 20 a 30 días que de efecto.

– Jennifer, ¿tu provees condones?

– Traigo algunos conmigo, pero en la calentura que me tenías, totalmente he olvidado protegerme. Por mi parte soy una mujer sana, no te preocupes por eso.

– ¿Te gusta mamar una verga con condón?

– Honestamente nunca lo he hecho. Mi amiga me adiestraba con un consolador cubierto por un condón y la verdad el olor y sabor me dan asco. Me sugirió conseguir condones de sabor, pero aun así me da asco. Me gusta el sabor y olor natural de un pene y el tuyo sabe y huele encantador.

– Decías que tenías nervios por el tamaño de mi miembro. ¿Ya no los tienes?

– La verdad que lo pensaba. No niego que sentí un leve dolor, pero la calentura era más grande y pronto se me volvió en un enorme placer. Me hiciste acabar pronto.

– Dices que fue un orgasmo diferente… ¿Por qué diferente?

– Como de dije, es difícil de explicar. Sentí que las paredes de mi vagina se contraían y a cada una de tus embestidas el placer se elevaba, pero todo era interno. Anteriormente los espasmos eran alrededor del pubis, regándose por todo el cuerpo.

– Te apreté tus pezones como me lo indicaste anteriormente. ¿Es el placer que esperabas?

– Creo que eso fue parte del porque me hizo acabar rápidamente. Sentir ese dolorcito mientras su pene invadía mi vagina es lo más rico que he sentido hasta el momento. Como le dije antes, nadie me había hecho acabar mientras me cogía. Mis dos novios siempre se iban antes que yo, así que todo era la misma masturbación, aunque debo admitir es rico ser masturbada a hacerlo uno sola.

– ¿Quieres volverlo a probar?

– ¿Usted qué piensa? Mire que todavía voy gozando con el recuerdo y eso acaba de suceder.

– ¿Cuál es tu posición favorita?

– Mi experiencia es limitada, aunque soy dama de compañía. –y se ríe y continúa. – le parecerá que soy a la antigua, pero me gustaría es posición común de mamá y papá.

– ¿Te refieres al misionero?

– Mi amiga me dijo el nombre de varias posiciones, pero se me han olvidado.

– ¿Por qué esa posición?

– Quizá porque le vería su rostro. Quizá piense que me gusta molestarlo, pero me gusta su cara, me gusta cómo me mira. Tiene unos bonitos ojos y una linda sonrisa, que de solo imaginarlo sobre mí penetrándome, me haría acabar.

– Sabes, eso le pasaba a tus ex novios. Tú tienes una carita tan sensual que a cualquiera haces acabar con solo mirarte.

– ¡Usted exagera!

– ¿Te das cuenta? Lo mismo acabas de decir tú de mí.

– Quizá… quizá lo que me pasa a mí con usted, le pasaba a ellos conmigo. Pero usted aguantó y me tomó más tiempo en que acabara.

– Jennifer, hay una enorme diferencia. Yo tengo 50 años y tengo un poco más de control. Mira, cuando lo hacíamos y te subiste la falda de tu vestido y vi tu rico trasero, créeme que si tu vestido no lo vuelve a cubrir, lo más probable me hubiese ido antes que tú.

– ¿Le gustan mis nalgas?

– Tú sabes que tienes un bonito trasero. Cuando vi esa foto con tu panti tipo hipster, realmente me hiciste soñar y pensar que podría ser mío. ¿Me lo darás?

– No me lo pida de esa manera. Sabe, mejor disfrutemos la noche y si ha de suceder y ser el primero, pues dejemos que las horas nos guíen sin ninguna presión. Mejor dígame, ¿cuál es la posición que más le gusta a usted?

– Realmente me gustan todas, pero por la belleza de tus glúteos creo que me voy a tomar el tiempo poniéndote de perrito.

– Le dará risa a usted, pero sabe, me da pena ponerme así.

– ¿Ya lo has hecho así?

– Sí, pero le sonare anticuada, pero siento mucha pena. Siento como si fuese la primera vez que hago sexo y que todo el mundo me está viendo.

– Es un contraste con la chica del restaurante quien se atrevió a mamarme la verga y dejarse mamar la conchita en un lugar público.

– ¡Hay cosas que uno no le encuentra el sentido!

– ¿Quizá sientes que tu ano es vulnerable en esa posición?

– ¡Puede ser!

– ¿Has fantaseado ser penetrada analmente?

– Sí, creo que todos. Imagino que hasta a los hombres.

– ¿Por qué lo dices?

– Bueno, mi amiga, quien lleva en esto ya unos seis meses me habló de algunos clientes que deseaban ser penetrados con un consolador. Mi amiga dice que es un hombre heterosexual y que esta práctica lo hace solo con una mujer. ¿Usted tiene esa fantasía?

– No es fantasía, yo ya tuve una experiencia así. –y me queda viendo sorprendida.

– ¡Cuénteme! ¿Cómo sucedió?

– Bueno, han sido en varias ocasiones. La primera fue cuando tenía unos 18 años, y conocí a la Dra. Olga, que en esa época ella habrá tenido unos 36 años. Ella fue la que me introdujo por primera vez algo en mi ano, mientras me hacía sexo oral.

– ¿Le gustó?

– Mira, es una sensación diferente. En mi caso siento que potencializa mi orgasmo. En otras palabras, el placer siento que se incrementa.

– ¿Pero no desea ser penetrado por un hombre?

– ¡Jamás! Mira, esta mujer y Dra. Olga, era psicóloga, pues al igual que tú, a mi edad pensaba que aquello era una inclinación homosexual, pero ella me explicaba que no lo era, pues la intensión y el deseo de hacerlo era complacer a tu pareja que era del sexo opuesto. Para que me entiendas, tu cuando fantaseas analmente con alguien, ¿lo haces con un hombre o con una mujer?

– ¡Pues con un hombre naturalmente!

– Bueno el ano es un órgano neutral… ambos sexos lo tenemos y lo que muy poca gente sabe o tiene miedo a conocer, es que es un órgano que puede llegar a ser tan erógeno como tu clítoris o mi glande. Si un hombre penetra tu ano no te hace lesbiana. Al contrario, como ella me lo explicaba y tiene mucho sentido, hay muchos hombres que tienen sexo con mujeres pero piensan que penetran a un hombre. Eso sí es inclinación homosexual.

– Entiendo. ¿Tony, le puedo hacer una propuesta?

– ¿Dime Jennifer?

– Si usted me permite que yo le penetre con un consolador, yo le permito ser el primero en penetrar mi ano.

– ¿Te llenó la curiosidad verdad?

– Me ha vuelto a excitar y realmente ha sido de suerte encontrarme con un hombre como usted.

– ¿Tenías otras opciones en tu primer día?

– ¡La verdad que sí! Usted fue el quinto de quien me enviaron sus fotos. Estaba a punto de aceptar a uno, pues para las doce ya tenía cuatro, y mi amiga me pidió que esperara otra hora, y me llegaron la fotos suyas y minutos después de dos más.

– ¿Y yo fui el de la suerte?

– Le pregunté a mi amiga con quien ella se decidiría y su respuesta fue la misma mía: ambas lo escogimos a usted. La verdad que pensamos que era alguna foto falsa, pero en la agencia nos garantizan en confirmar a cada cliente.

Llegamos a la zona donde se encontraba el club nocturno y divisamos un motel cercano. En nuestras condiciones decidimos ir a arrendar el motel, pues sentíamos que olíamos a sexo. Por previas experiencias, siempre llevo conmigo en el baúl de mi coche algo de ropa y en esta ocasión llevaba hasta dos mudadas más. Hice la transacción para la renta del hotel y Jennifer y yo salíamos en busca de la habitación donde fornicaríamos hasta el amanecer.

Continúa.

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