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El calor de la playa y de su cuerpo
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hacía calor, la playa no estaba lejos de ahí. Lo más natural para nosotras era andar en bikini todo el día.

Por alguna razón, en esa ocasión solo estábamos descansando recostadas en un sofá.

Entre plática y risas, Erika se acercó a mí y colocó su mano suavemente en mi muslo.

Me miró fijamente y me preguntó:

– ¿Alguna vez has estado con otra mujer?

– ¿Estado? – Pregunté como si no supiera de lo que me hablaba

– Si tonta – me dijo sonriendo, – Tú sabes, besitos… caricias

– No – Le respondí sonriendo, imaginando a donde quería llegar. ¿No estarás pensando en tener sexo conmigo? Pregunte, un tanto curiosa.

De pronto se acercó a mí y comenzó a besarme el cuello, al tiempo que me acariciaba las piernas.

En ese momento no sabía que pensar, me sentía incómoda, pero sus caricias y besos me parecían agradables. Pude sentir la suavidad de sus manos y el calor de su cuerpo.

Me miró fijamente y entonces… me besó.

Fue un beso muy tierno, pero firme. Fue mi primer beso… con una chica.

Debo admitir que mientras me besaba, comencé a excitarme, de la misma forma que cuando me besa mi novio. Comencé a sentir húmeda mi entrepierna.

Algo en mí quería decirle que se detuviera, que mejor hiciéramos otra cosa, pero ya era muy tarde. Me sentía atrapada entre sus caricias.

Nos miramos por un momento y sonreímos, como dos niñas a punto de cometer una travesura.

Poco después nos seguimos besando, un poco más apasionadamente. De pronto pude sentir como sus dedos se paseaban por mi vello púbico y un poco más abajo.

– Amiga, que mojadita estas.

– Si Erika, ¿ves lo que provocas? – Le respondí, con mi respiración ya muy agitada.

En ese momento, Erika me desamarró la tanga dejando al descubierto mi vello púbico color negro y yo, de forma natural, me abrí de piernas, de la misma forma que una flor se abre en primavera para recibir el rocío.

Estaba lista para entregarme a ella, era lo único que yo deseaba en ese momento.

Erika comenzó a besarme la vulva de forma insistente. Podía sentir como sus labios y mis labios vaginales se besaban.

¿Cómo iba a cambiar mi relación con Erika? ¿Qué pensaría mi novio si supiera de esto? ¿Soy lesbiana? – Muchas ideas rondaban por mi mente en ese momento.

Fue cuando comenzó a usar su lengua en mi vulva húmeda. Ella me lamía de todas las formas posibles, abarcando toda mi zona íntima y mi clítoris.

Mi respiración agitada comenzó a cambiar… ahora eran más bien gemidos.

-Oh Erika, ahhhh… ahhhh… que rico… que rico – Le decía entre gemidos, al tiempo que yo me acariciaba los pezones.

Poco después, introdujo dos de sus dedos en mi vagina, para simular un pene.

De pronto me imaginé cogiendo con Andrés, mi novio. Que rico, amo su pito – pensé

Eso originó que me viniera varias veces de las formas más deliciosas. Mi cuerpo se estremecía entre microorgasmos y orgasmos más grandes.

Cuando llegué al último, Erika se acercó a mí para besarme. Ella sabía tanto a sexo, ¡sabía a mí!

Después de un descanso, Erika, coloco su vulva en mi cara a la altura de mi boca. Sabía que deseaba mis amores, mis besos… mi lengua.

Erika se movía a su propio ritmo mientras le hacía el amor con la lengua. Sus manos acariciaban mis senos y ocasionalmente visitaban mi vulva. Fue en ese momento que ella se inclinó hacia adelante y quedamos en la famosa posición del 69.

Así estuvimos, dándonos amor en esa posición por un buen rato, mis manos no dejaban de acariciarle sus nalgas suaves y redondas,…no teníamos ninguna prisa.

A veces llegábamos juntas en un microorgasmo, en otras ocasiones respetábamos los ritmos de cada una.

Solo disfrutábamos y gemíamos juntas, al tiempo que bebíamos de nuestros fluidos como si fuera miel. Fue un momento muy erótico el que pasamos juntas, conociéndonos en una forma muy íntima.

Poco después, nos recostamos en el sofá cara a cara, para poder besarnos.

– ¿Te gustó amiga?

– Si Erika, me encantó. Quisiera volver a estar contigo muy pronto.

– A mí también amiga. Me encantas.

FIN

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