Tengo 48 años y llevo 22 años de casada, tengo tres hijos, solo uno vive en casa. Mi matrimonio, para estas alturas, camina bien, con sus altas y sus bajas. Mi relación con mi esposo es buena, sin problemas, me siento satisfecha en todos sentidos. No pido más. Soy ama de casa y tengo tiempo libre para ir al gym, con mis amigas o ir de compras. Soy una mujer seria en mi forma de ser, en mi forma de relacionarme con los demás y de vestir igualmente, con algunas excepciones.
Creo que estoy bien conservada para mi edad, hago ejercicio y la herencia que tengo creo que también influye, italiana. Asisto a un club y realizo pilates y algo de pesas en el área de gimnasio, combino ambos. Recientemente, uno de los instructores me recomendó hacer sentadillas, ejercicio que me está funcionado, pues he visto resultados en mis piernas y glúteos; ya dominó el movimiento, y con el tiempo he aumentado de peso en la barra, con más discos, por lo que el instructor me empezó a ayudar para realizar adecuadamente el movimiento y así evitar algún accidente o lesión. Él me ayuda poniéndose detrás de mí y bueno, y en esa ayuda, he llegado a sentir su miembro en mi trasero, pero de ninguna forma deliberadamente por él.
Hago cinco series de diez repeticiones. Dos veces a la semana hago sentadillas y se ofrece a ayudarme. Tendrá unos 35 años, buen mozo, delgado pero con los músculos marcados. Cuando es martes y jueves voy con más gusto, me compré últimamente unos leggins ajustados y me siento complacido en el momento en que me ayuda. Disfruto ese momento. Cuando termino las series, él se retira a continuar con su trabajo y nada más. Pero cuando puedo, miro su cuerpo sin que se dé cuenta y discretamente he llegado a mirar su entrepierna. No pretendo nada más sólo me complace y me complazco con ese momento. Pero a veces me siento ridícula y tonta, con esos pensamientos y haciendo eso. Cómo una ama de casa como yo, cerca de la menopausia, está cayendo en eso.