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Despojando de su virginidad a Ámbar
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Regularmente recibo correos electrónicos a través de mi correo público cuando se trata de estas aventuras sexuales. Sorpresivamente recibí un correo en mi buzón privado que me dejó un tanto intrigado, pues ese correo muy limitadas personas lo tienen. Pensé que se trataba de uno de esos correos basura de publicidad de algún negocio de damas de compañía o de contenido sexual que de vez en cuando se filtran. Para mi sorpresa, aunque lo ignoré por algunas semanas, esta persona que decía llamarse Ámbar, siempre me siguió escribiendo correos muy sugestivos.

Un día decidí responder y le dije que debía de haber algún error, que yo tenía 47 años, para que una chica de 18 quisiera involucrarse íntimamente con alguien de mi edad. Pensé que ya no escucharía nada de ella, pero el siguiente día estaba un nuevo correo de Ámbar. Para abreviar el relato, debo decir que estos correos se mantuvieron por unas 4 o 5 semanas y esta chica me comenzó a enviar fotografías y debo aclarar que aunque muchas de ellas sugestivas, ninguna que le pudiese comprometer a nada.

Ámbar es una rubia de aproximadamente un metro y 70 centímetros, de cabello ondulado cayendo a su precioso trasero y tiene unos preciosos ojos azules. Ver a Ámbar en pantalones vaqueros es una delicia y verla en minifalda una enorme tentación. Según sus correos, me conoció cuando fui a su escuela a dar una charla motivacional y tomó mi tarjeta de presentación y posteriormente llegó a investigar mi correo privado. Por un momento creí que todo sería una comunicación sugestiva por medio de correos y que todo se quedaría en ese punto, pero la dinámica cambió desde que recibí el siguiente correo, el cual traduzco con lo mejor de mis habilidades:

– “Sr. Zena, quizá usted no me tome en serio, pero créame que no me atraen los chicos de mi edad. Cuando lo vi en esa charla en nuestra escuela, algo me atrajo hacia usted y como puede darse cuenta, hice lo que tuve que hacer para llegar con usted. Usted me ha pedido una fotografía más sugestiva y que puede ser comprometedora y algo así, me disculpa pero me rehúso hacerla. En dos semanas me voy para la universidad y me gustaría antes de partir, tener la oportunidad de conocerle personalmente. No sé qué pueda pasar si tuviéramos un encuentro, pero de mi parte yo me conformo con un beso”.

Aquel día la invite a cenar y quedamos en reunirnos el siguiente día. Recuerdo llegó 30 minutos tarde, pues me comunicaba que le habían atrasado en la estética donde le hacían el manicure y pedicuro. Valió la pena la espera, pues verla llegar con ese vestido color turquesa era una delicia y no solo a mí me hipnotizó, todos los caballeros en la área de la cantina se vieron obligados a no despegarle la vista: fue obvio aquello.

Me sentí privilegiado al recibirla en mi mesa con un beso en los labios y me alivió un poco su forma de vestir, aquel atuendo le daban a Ámbar un aire de madurez y quizá en algo pasaba desapercibido su joven edad de solo 18 años. Realmente me incomoda estar con una chica de rostro infantil y aunque mucha gente me dice que también trago años, el cabello gris a los lados me delata en algo mi edad, pero con las mujeres que comparto más que una simple amistad, siempre me han dicho que les parezco más sensual y misterioso con mi cabello gris.

La cena transcurrió de lo más normal y sentí que Ámbar intentó en lo que pudo estar cerca de mi tomándome de las manos. Intuía sus intenciones y creo que ella estaba claro con las mías, pero para no parecer ansioso o que me faltaba tacto le propuse ir al cine, a lo que ella respondió:

– ¿De veras quieres ir al cine?

– ¿Tienes otra propuesta?

– Llévame donde tú quieras, lo que quiero es estar contigo.

– ¿Te parece bien el “No-tell Motel”?

– ¡Me parece bien! –dijo sonriendo.

Aquella expresión local, es la insinuación de ir a follar a un motel, donde nadie al salir de ahí, hablará de lo que ahí ha sucedido. Ámbar es una con las pocas chicas con las que he usado un preservativo, pues ese día me hace saber que nunca ha estado activa sexualmente y en esa ocasión me dice que es virgen, que nunca ha tenido una relación sexual, lo cual yo actúo como si lo creyera, y me he ido a la farmacia a comprar un paquete de tres condones.

Llegamos al motel, el cual es uno que luce muy decente en una zona de media clase alta. Puedo ver su nerviosismo y al tomar sus manos estas tiemblan y están frías. Sonríe con cierto nerviosismo y le pido que espere mientras voy a la recepción y pagar por un cuarto. Por suerte encuentro uno con yacusi y regreso por Ámbar al coche. Caminamos ahora hacia la habitación que por suerte está en el primer piso y entramos respirando algo de tensión.

La tomo entre mis brazos y huelo el perfume de su cabello. Una de mis manos le toman uno de sus glúteos y me queda viendo sin decir nada y aprovecho para darle un beso en la boca y ahora siento su aliento, su respiración profusa y noto como su cuerpo tiembla. Beso su cuello y su piel se eriza y Ámbar se limita a tomarme de la espalda y solo siento sus uñas en una forma de masaje que llegan hasta mis hombros. En ese momento mientras nos besábamos y gemía cuando le besaba el cuello teníamos una breve plática:

– ¡Me gustas! –le dije.

– ¡Tú también! – contesto.

– ¿Realmente quieres hacerlo?

– ¡Estoy nerviosa, pero no tengo duda! ¡Quiero hacerlo con usted Tony!

Con aquellos movimientos le despojé de su vestido color turquesa y queda ante mí con solo su sostén y una pequeña prenda íntima estilo bikini del mismo color turquesa, y que hace un bonito contraste con la piel clara de Ámbar. Le remuevo el sostén y quedan ante mí sus tetitas puntiagudas de una talla 34B y comienzo delicadamente a mamarlas y solo escucho el gemir pasional de Ámbar, el cual también me enciende tremendamente. Acomodo su ropa en un buró y me desvisto ante ella, quitándome la camisa deportiva que llevo, suelto mis zapatos y los remuevo, me despojo de mi pantalón de vestir y quedo con solo mis bóxers que no alcanzan a reprimir la potencia de mi erección que se hace evidente. Me remuevo lo bóxers y Ámbar solo se queda mirando mi pene y no sabe que decir o que hacer.

La llevo a la cama no sin antes dejar los condones listos a un lado y me dedico a llenar de besos el cuerpo de esta bella chica de tan solo 18 años. Sé que por su edad puede ser explosiva, que por su inexperiencia pueda ser que este con mucha ansiedad, pero quiero llevarla al clima máximo de su calentura antes de penetrar esa conchita que aún me falta por descubrir. Mi lengua se desliza por esas dos lindas y pequeñas tetas, bajo a su abdomen, lengüeteo su ombligo y lamo su pubis amenazando llegar a su rajadura que todavía es cubierta en gran parte por su bikini.

Su bikini está empapado de sus jugos vaginales y al removerlos un hilo de liga espesa se desprende y se alarga hasta romperse. Ámbar esta tan mojada, que noto esos jugos bajando a la zona del perineo y llegar a su ano, y es una delicia ver a una mujer en ese estado, con la calentura de la brama. Quizá para mi es lo más rico del sexo, ver a tu pareja con esa entrega, con esas ansias de coger y aquello lo transmite ese olor adictivo de sus secreciones, una especie de olor a cloro, pero que hipnotiza los sentidos. Me encanta oler su piel, el olor rico de su aliento, mezclado con el perfume que usa de un aroma dulce. Llego y saboreo su conchita la cual luce sin un vello y la cual brilla al pegar la luz de la habitación en sus fluidos. Ámbar solamente gime de placer.

Como me acerco a su sexo y que deseo saborearlo, intuyo que si Ámbar me ha sido honesta y no tiene mucha experiencia sexual, al aplicarle sexo oral, ella puede llegar al orgasmo en cualquier momento. Frente a ella me he puesto el condón y quizá ella imagina que es el momento de penetrarla, pero me bajo y quizá le toma de sorpresa que busco besar su rica concha y ella solo dice:

– ¡No Tony, así no!

– Déjame intentarlo, se me antoja saborear tu deliciosa panochita.

– Me da muchas cosquillas.

– Inténtalo, trata de controlar las cosquillas, veras que te gustará.

Respondió con pequeños saltos en los primeros intentos, pero luego se hundió en el placer del sexo oral. Lo hice con delicadeza, con pequeños y cortos masajes a su clítoris y de vez en cuando hundiendo y arrastrando mi lengua en su mojada rajadura. Que rico era escucharla jadear, ese respirar profuso me decía que estaba a punto de tocar el cielo y fue cuando le asomé la verga a la entrada mientras me dediqué a chupar los pezones un poco más brusco en el succionar. Ámbar dio un leve grito cuando el glande entró, pues no se la hundí toda de una sola vez. Sentí como temblaba su cuerpo pero no dejaba de gemir y hacer esas expresiones faciales de placer. Le hundí el resto de mi miembro y dio un quejido de dolor, que con los segundos se confundió con los quejidos de placer.

Su pelvis comenzó con una danza coordinada a mis embestidas, y mientras nuestros sexos chocaban con pasión, yo chupaba sus dos ricas tetas. Llegó al paraíso diciendo tenuemente: ¡Tony, que rico, me vengo! – aquellas fueron sus palabras y yo taladré su conchita por un par de minutos más, pues sus expresiones al ella acabar me excitaron tanto que le dejé ir tremenda corrida sostenida por el condón. Saco el condón y veo sangre en él, y veo que la conchita de Ámbar tiene un hilo de sangre deslizándose y mezclándose entre sus jugos vaginales: En realidad no me mentía. –me dije, pues se me hacía difícil de creer que esta chica pudiese ser virgen.

Me llegó la idea que estaba en sus últimos días o a principios de su menstruación y por eso el sangrado, pero eventualmente supe que eso no era el caso, pues posteriormente tuvimos varios encuentros y 8 días después se negó a tener sexo pues tenía su periodo. Por más increíble que me pareciera, Ámbar era virgen y me alegró haberla tratado como lo hice, le hice el sexo con esa connotación de quien le hace el amor a una chica de quien uno está enamorado.

En esa primera vez, tuvimos sexo vaginal en tres ocasiones, pues solo teníamos tres condones. Ella por primera vez también, me admite que se lleva una verga a su boca y era evidente su falta de experiencia, pero aun así disfruté al ver a Ámbar querer introducirse lo que más pudo de mi verga. Me habló que le habían hablado sus amigas del sexo oral y anal, pero que al experimentarlo por primera vez, le dio mucha cosquilla al principio, pero que le llenaba de mucho placer después. Sexo anal no experimentamos esta primera vez, pero de tanto hablarle del tema, tres semanas después le desvirgué el culito a Ámbar y creo que quedó enculada de mí, pues ese día le he lamido el culo a esa mujer como no lo hice con nadie jamás.

Tuvimos varios encuentros en ese año, pero terminó por el hecho que ella se mudó de ciudad. Hoy recuerdo este encuentro pues este día me volvió a escribir un correo electrónico donde me da a conocer que se gradúa para mayo y le gustaría volverme a ver. Su pedido es más que sugerente y quien se puede negar si una chica de ahora de 21 años te escribe lo siguiente:

– “Tony, me gustaría volver a estar contigo en una cama del No-tell Motel. Eres un gran hombre y para mí el mejor. Me hiciste sentir en esos días la mujer más deseada y no me arrepiento el haber entregado mi virginidad a ti. Cuando te vi por primera vez en la escuela, yo tenía a mi primer novio y por esos días el me lo insinuaba, pero nunca quise ni permití que sucediera, pues todo mi ser se volcó sobre ti. Pensé que era un tanto imposible, pero que si lograba localizarte, quería que fueras mío y entregarme a ti. Contigo aprendí a hacer el amor y siempre me has llevado a tocar el cielo y quiero volver al paraíso contigo, pues estar en tus brazos, contigo en una cama, y ver tu lindo rostro y sentir como tus gotas de sudor caen en mi cuerpo cuando me haces tu mujer, es lo mismo que estar en el paraíso. Quiero sentir como me llenas de nuevo y de solo recordar y vivir esa memoria cuando ese hermoso pene se anclaba en mí, se me eriza la piel y se humedece mi sexo.

Obviamente no dudé en contestar y decirle que yo también lo deseo, y no duden que como esa primera vez Ámbar se irá a su casa sin su calzón, así como lo hizo esa primera vez que un hombre le despojo de esa prenda cuando perdió su virginidad. En aquella primera vez que salíamos del hotel, Ámbar al despedirse con un beso en la boca me dijo lo siguiente:

– ¡Me siento desnuda sin mi calzón! La próxima vez traeré un par más de reserva.

[email protected]

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