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Marielena y Doña Elvira (Parte 5)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Doña Elvira estaba sentada en su jardín, lo que le permite atisbar a su vecina, a la cual ya han pasado varios días sin ver mientras piensa lo afortunada que es de tener una vecina tan despampanante y sexy como esa. Más afortunada aun porque la chica ha aceptado compartir la cama de Doña Elvira y disfruta de sus caricias y chupeteos. Elvira no es ingenua y sabe que esa preciosura debe tener más amantes, sean ellos o ellas, ya vio cuando Don Alberto se la cogió, que a Marielena también le gusta tener sexo con hombres.

Doña Elvira solo piensa que la chica, tenga o no tenga otros amantes, siempre acepta las invitaciones de Doña Elvira para disfrutar juntas y para ella eso es suficiente. En esos pensamientos estaba cuando suena el teléfono, Elvira lo atiende, se trata de Don Alberto, que después de saludarla le dice "Elvira porque no invitas a tu vecina, yo llevo unas cervezas y nos encontramos en tu casa, esa pendeja me vuelve loco y me la quiero coger de nuevo". Elvira duda unos instantes, pero luego piensa lo excitante que sería ver como Don Alberto se coge a la nena y le dice "Bueno, la voy a invitar, le voy a decir que venga vestida de colegiala como vino la otra vez y te vas a caer de espaldas cuando la veas, del morbo que tiene".

Elvira corta y la suerte está de su lado porque al volver al jardín ve que Marielena se dispone a tomar sol y yendo a su encuentro, sintiéndose una vez más excitada por la sensualidad de esa chica le dice "Hola nena, porque no venís mas tarde a casa a tomar algo, también va a venir Don Alberto".

"Bueno, Doña Elvira, me quedo tomando un ratito el sol y después voy".

"Nena, ponete ese uniforme del colegio que te queda tan lindo que Don Alberto te quiere ver".

"Bueno, a mi también me gusta el uniforme, es como cuando iba al cole de nuevo" dijo Marielena sonriendo.

Más tarde, en la casa de Doña Elvira ya había llegado Don Alberto que estaba ansioso por ver a la nena y finalmente, anunciándose con su vocecita llego Marielena. Aunque ya la había visto, la vieja mujer quedo impactada, y el viejo verde quedo con la lengua afuera. Marielena estaba ataviada con su pollerita a cuadros cortísima mostrando sus increíbles piernas y una blusa blanca con corbata, se había hecho dos colitas en el pelo y su carita aniñada y picarona la hacían parecer una infartante colegiala de esas que vuelven locos a los hombres (y mujeres) y se dan vuelta a verlas.

Marielena se dio cuenta de la cara de los dos viejitos y acercándose a Don Alberto le dijo "Le gusta mi uniforme, es muy cortita la pollera, una vez cuando iba al cole un señor muy mayor me toco la cola, no supe que hacer, pero me acuerdo de la cara del viejo, se babeaba todo".

Don Alberto también se estaba babeando, se puso detrás de la chica y levantándole la corta pollera, tomo con cada mano las nalgas de la chica y las acaricio. "Como te estaba tocando, así como yo te estoy tocando nena" la voz le salía como con un ronquido lujurioso mientras le tocaba las nalgas y su verga ya estaba dura como una piedra. Don Alberto fue consiente en ese mismo momento que quería cogerse por el culo a esa belleza.

Doña Elvira se puso frente a la chica y le paso las manos suavemente por los pechos, mientras le decía "Como no te van a querer tocar nena si estas buenísima" y le fue sacando los botones de la blusa hasta abrírsela y dejar en libertad los senos de la muchacha. De inmediato empezó a chupárselos y la chica empezó a suspirar de excitación, tenía a un viejo verde sobándole las nalgas por detrás mientras le frotaba su verga contra las piernas y la otra, su vecina, le comía con entusiasmo las tetas.

Doña Elvira, pasados unos minutos de chuparle las tetas a la chica, le dijo, con voz tomada por el deseo, “vení vamos al cuarto” tomándola de la cintura la llevo al dormitorio, Don Alberto los seguía, siempre sobándole las duras nalgas a Marielena y pensando cómo sería el goce de penetrar por el culo a esa pendeja.

Doña Elvira termino de desnudar a Marielena y la hizo sentar a su lado en la cama, de inmediato empezó a besarla en la boca y la chica respondía, mientras una de las manos de Elvira estimulaba la mojada concha de la chica, le metió un dedo y luego otro y los gemidos y suspiros de la muchacha se intensificaron.

Mientras tanto, el caliente viejo se arrodillo en el suelo y se puso a acariciar las piernas de esa belleza, mientras le pasaba la lengua por el muslo acariciaba con su mano la suavidad aterciopelada de esas piernas.

Doña Elvira bajando su lengua llego a los pechos y se puso a mamárselos con fuerza, estimulando a lengüetazos los pezones de la chica.

Don Alberto, desde abajo, acariciando y lamiendo los muslos veía con creciente calentura las mamadas de Doña Elvira y la cara de la chica, con los ojos entrecerrados y la boquita entreabierta, en clara muestra de que estaba gozando de las caricias y chupetazos que le prodigaban estos dos lujuriosos viejitos.

Doña Elvira tomo con suavidad a Marielena y la puso acostada boca arriba y de inmediato se puso a chuparle la concha, siempre hundiendo dos dedos en la encharcada cuevita, haciendo que la chica gimiera de gusto. Mientras Don Alberto ataco los pechos de Marielena, chupándolos con fruición, los pezones estaban bien duros, el viejo sentía que su verga estaba por reventar y le dijo a Doña Elvira, "Déjamela Elvira".

La tomo por la cintura y la puso boca abajo, Marielena se dejaba hacer, sabía que todo era disfrute e imaginaba que ahora el viejo la iba a coger.

Don Alberto se zambullo sobre las nalgas de la chica y se puso a tocarlas, las abría, las cerraba, hundió su lengua en el culo de la muchacha y Marielena gimió de satisfacción.

El viejo se colocó encima de Marielena, jugo con su verga sobre la encharcada concha de la chica y luego presiono sobre el cerrado culito de Marielena. Cuando la chica se dio cuenta que querían perforarle el culito se empezó a agitar y remover.

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