Esperanza y Caridad, dos bellezas rurales, cursaban último año de recogida de guisantes. Pensaban dejar la aldea para ir a servir a la ciudad. Aquel lugar para ellas era como una cárcel en la que cumplían una condena con trabajos forzados los siete días de la semana,
Esperanza era morena, delgadita, medía sobre un metro cincuenta, tenía el cabello castaño recogido en dos trenzas, sus ojos eran achinados y de color avellana, tenía tetas pequeñas, su culo era pequeño y redondo.
Caridad también era morena y delgadita, tenía la altura de su amiga, el cabello negro recogido en dos coletas, sus ojos eran negros y muy grandes, tenía tetas pequeñas y su culo era muy parcecido al de Esperanza.
Esperanza y Caridad parecían dos dulces muñequitas.
Aquella noche, el padre y la madre de Caridad estaban en el hospital con su abuela que había cogido una pulmonía, y como Caridad tenía miedo a dormir sola en su casa fue a dormir a la casa de su amiga. La casa tenía dos habitaciones y tuvo que dormir con Caridad.
Estaban las dos tapadas en la cama, en camisón.
Esperanza.-¿Te haces pajas, Cari? -preguntó, sonriendo, y mirando a los ojos a Caridad.
Caridad.-A veces -respondió con una media sonrisa en los labios.
Esperanza.-Yo también. Ya me tiré al hijo de la Paca unas cincuenta veces. ¿Tú en quién piensas?
Caridad.-Depende del día… Lo mismo me follo a un casado que a un soltero.
Esperanza.-Con el pensamiento no se le mete los cuernos a nadie.
Caridad,-¿Tú cómo la haces? -preguntó mientras le acariciaba el cabello con dos dedos
Esperanza.-Froto la pepitilla con los dedos.
Caridad.-¿No te metes los dedos en el coño?
La conversación se las traía.
Esperanza.-Sí, pero para correrme tengo que frotar la pepitilla. ¿Y tú?
Caridad se echó boca arriba.
Caridad.-Yo me corro de las dos maneras, y a veces, cuando tengo muchas ganas, meto dos dedos y froto la pepitilla al mismo tiempo hasta que me corro dos veces.
Esperanza.-¿Y eso cómo se hace?
Caridad se volvió a poner de lado. Parecía nerviosa.
Caridad.-Esperando. Al ver que me viene frotando la pepitilla, dejo de frotar y me follo el coño con los dedos, y cuando siento que me va a venir de las dos maneras, froto la pepitilla y follo el coño con rapidez y el gusto es doble.
Esperanza.-¡Qué suerte tienes! ¿Mientras tiras la paja te dan ganas de chuparte las tetas?
Caridad.-Siempre, pero como las tengo pequeñas y no le llego con la boca las magreo.
Esperanza.-Como yo. A veces, si llegara, también me lamería la pepitilla.
Caridad-Yo me lamería todo el coño hasta correrme en mi boca. ¿Tienes muy grande la pepitilla?
Esperanza.-Cuando estoy excitada, sí. Me sale para fuera una bolita. ¿Y tú?
Caridad.-La mía es grande sin estar excitada.
Esperanza.-¿Me la enseñas? -preguntó con una sonrisa picarona en los labios.
Caridad.-Me da vergüenza.
Esperanza.-¿Por qué?
Caridad, se sonrojó.
Caridad.-Porque estoy mojada.
Esperanza-Eso es normal, yo también estoy mojada.
Se destaparon. Se quitaron el camisón y se vieron sus pequeñas tetas, con sus pequeñas areolas y sus pezones erectos. Se quitaron las bragas.
Esperanza.-Mira que mancha de humedad -le dijo a Caridad con las bragas en la mano.
Caridad.-Eso no es nada, mira tú mis bragas.
Las bragas de Caridad estaban empapadas.
Esperanza.-Hablar de pajas nos pone cachondas.
Tiraron las bragas al piso de la habitación y miraron para sus coños con matitas de pelo. Esperanza la tenía de color castaño, y Caridad, negro.
Esperanza.-¡Qué grande es tu pepitilla! Se podría chupar.
Caridad abrió su coño con dos dedos, le pasó un dedo y se lo chupó.
Caridad.-Me encanta saborear el flujo de mi coño.
Esperanza metió dos dedos en el coño, y se los lamió.
Esperanza.-Y a mí.
Caridad.-¿Hacemos una paja, Espe?
Esperanza.-Hacemos.
Boca arriba, comenzaron a acariciar sus clítoris. Tenían las cabezas de lado y se miraban a los ojos y a las manos que jugaban en sus coños. Sus bocas se fueron acercando hasta que sus ojos se cerraron. Sus labios se juntaron. Al entrar en contacto las lenguas, Caridad, metió dos dedos dentro del coño. Esperanza seguía frotando el clítoris. Esperanza besó a Caridad en el cuello y después le lamió y chupó tetas, areolas y pezones. Al volver a besar en la boca a Caridad, la muchacha, le devolvió el beso y acto seguido le devoró las pequeñas tetas… Se siguieron besando y magreando las tetas…
A punto de correrse, le dijo Caridad a Esperanza.
-¿Me lames el coño? Si me lo lames me corro.
Esperanza bajo al pilón. Lamió el coño empapado de Caridad y después le hizo lo que le gustaría que le hiciera a ella, lamerle el clítoris. Caridad, agarró la almohada y hundió su cabeza en ella para que el padre y la madre de Esperanza no oyesen sus gemidos de placer. Se corrió cogiendo la cabeza de Esperanza con la otra mano y moviendo su pelvis de abajo arriba y de arriba abajo. ¡Qué pedazo de corrida echó!
A Esperanza, el culo y el coño le latían como si fueran relojes, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac… Caridad la besó en la boca para saborear su corrida, luego se metió entre sus piernas. Vio el clítoris de Esperanza fuera del capuchón, lo lamió varias veces, lo succionó y Esperanza se corrió como una bendita, retorciéndose de gusto y mordiendo una mano para ahogar sus gemidos.
Al acabar de correrse Esperanza, se taparon con una sábana. De lado, se reían mirando la una para la otra.
Caridad-Si te digo una cosa muy íntima no te enfadas.
Esperanza.-¿Te pajeaste pensando en mi padre?
Caridad.-No, me pajeé cantidad de veces pensando en ti. Es que eres tan guapa…
Esperanza-Pues me quitas un peso de encima
Caridad.-¿Por qué lo dices?
Esperanza.-Porque yo también me pajeé infinidad de veces pensando en ti.
Caridad besó a Esperanza.
Caridad.-¿Qué me hacías en tu pensamiento?
Esperanza.-Me hacías tú a mí.
Caridad.-¿Qué te hacía?
Esperanza.- Me azotabas el culo y me lamías el ojete con tu lengua…
Caridad quitó la sábana que las tapaba. Como no podía azotarle el culo sin que lo oyeran el padre y la madre de Esperanza, hizo que se diera la vuelta su amiga y se lo pellizcó. Después abrió las nalgas de su pequeño y redondo culo y se lo lamió y se lo folló con su lengua un rato largo.
Caridad.-¿Qué más te hacía, cariño? -le preguntó con voz melosa.
Esperanza.-Me pellizcabas los pezones y me chupabas las tetas…
Le volvió a dar la vuelta, y le pellizcó los pequeños pezones, hasta que sintió un: "Ay". Le lamió y chupó las tetas largo rato. Acabó mordiéndole los pezones, hasta que soltó otro: "Ay".
Caridad.-¿Qué más te hacía, cielo?
Esperanza.- Me chupabas el dedo gordo de los pies.
Caridad no le chupó los dedos gordos, le chupó los diez dedos, y le lamió las plantas de los pies.
Caridad.-¿Qué más te hacía, corazón? -le volvió a preguntar con voz azucarada,
Esperanza.-Me ponías la almeja en la boca y me obligabas a comértela.
Caridad, dándole la espalda a Esperanza, le puso su coño encharcado en la boca. Esperanza, cogiéndola de las tetas le comió el culo y el coño más de diez minutos, en los que Caridad no paró de mover el culo buscando la lengua de Esperanza.
Caridad.-¿Qué más te hacía, vida, que si sigo me corro?
Esperanza.-Hacíamos un 69 y nos corríamos una en la boca de la otra.
Caridad sólo tuvo que estirarse. Metió dos dedos dentro del coño de Esperanza y la masturbó mientras le lamía el clítoris. Al rato, sintió como el coño de Esperanza apretaba sus dedos, al tiempo que el suyo se abría y se cerraba. Se vinieron al mismo tiempo. Ambas se corrieron soltando chorros de flujo como cuando vuelve el agua después de haberla cortado, a presión. Esperanza tembló de gusto, a Caridad, el gusto hizo que su cuerpo se sacudiera.
Al acabar de correrse se volvieron a echar boca arriba. Le preguntó Esperanza a Caridad:
Esperanza.-¿Y tú que me hacías a mí, Espe?
Caridad.-Soy muy fantasiosa.
Esperanza.-¿Tríos?
Caridad.-Tríos con una chica y contigo, con dos chicas y contigo, con tres chicas y contigo…
Esperanza.-¿Eres lesbiana, Cari?
Caridad.-Supongo. Estoy loca por ti.
Esperanza.-¿Y las pajas pensando en casados y solteros?
Caridad.-Una mentirijilla.
Se volvieron a besar. La mano de Esperanza fue hasta el coño chorreando de Caridad y le metió dos dedos. Caridad metió otros dos dedos dentro del coño de Esperanza. Se masturbaron besándose, magreándose y chupándose las pequeñas tetas una a la otra.
Un cuarto de hora después, más o menos, los gemidos se ahogaban en sus bocas.
Caridad.-Yo ya me voy a correr, Espe.
Esperanza.-Yo también, Cari.
Poco después, al correrse, sus cabezas se echaron hacia atrás y sus cuerpos hacia delante. Fue tanto el placer que sintieron que se olvidaron de que no estaban solas en casa. Sus gemidos se oyeron en toda su intensidad. Rosa, la madre de Esperanza, una cuarentona, oyó los gemidos de placer de su hija y de Caridad. Jacinto, el padre, dormía. Rosa, al acabar los gemidos, despertó a Jacinto con un empujón.
Jacinto.-¡¿Que, qué, qué pasa? -preguntó, sobresaltado.
Rosa.-¿Echamos un polvo, Jacinto?
Jacinto-¿Y eso?
Rosa.-¿Echamos un polvo o no?
Jacinto.-Echamos, echamos.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.