Juana tenía 20 años, era delgadita, morena. Su cabello castaño le llegaba a la cintura. Tenía ojos negros, tetas pequeñas, y medía sobre un metro setenta.
Siempre había tenido todo lo que quiso. Desde su casita de muñecas en una habitación de la mansión en que vivía, al GTA Spano que le pidiera a su padre al cumplir los veinte años. Era la princesita de papá, y lo era porque su madre los abandonara cuando era una niña y su padre se había volcado en ella.
Si Juana era la princesita de papa, Rebeca, la abuela de Juana, era el dolor de cabeza de su hijo.
Rebeca era una mujer de sesenta años, rubia teñida, que con el botox y la cirugía estética aparentaba treinta y pocos, era la clásica narcisista. Vestía provocativamente. Pasaba mucho tiempo delante del espejo. Se creía más guapa que cualquier otra mujer. Compraba ropas de marca. Le encantaba ser fotografiada y ser el centro de atención.
12 de la noche de un día cualquiera.
Juana, la princesita de papá, no podía dormir, a la mañana siguiente se iba un fin de semana a un parador con unas amigas y estaba nerviosa. En bata de casa fue a la cocina a echar un vaso de leche. Al pasar por delante de la puerta del despacho de su padre vio que la luz estaba encendida. Como la puerta estaba entornada, entró en la habitación. Ismael, un hombre de cuarenta años, alto, moreno y bien parecido, estaba frente al ordenador con los cascos puestos. Juana vio que estaba mirando como una jovencita morena se hacía una paja. Llegó en el momento en que la jovencita se corría y vio como de la verga de su padre comenzaba a salir leche mientras él gemía. Se dio la vuelta. Ya no fue a buscar el vaso de leche. Regresó a su habitación. Lo malo fue que si antes no podía dormir, ahora, menos. Dio vueltas y vueltas en la cama, hasta que una mano, sin querer, queriendo, se metió dentro de sus bragas, y después sí, después de correrse, se quedó dormida.
8 de la mañana de un día cualquiera.
Ismael, en batín, y Rebeca, en bata de casa, estaban desayunando en la cocina. Dijo ella:
-Hoy hace dos meses y medio que me hice la reconstrucción vaginal, un mes que arreglé las tetas y un día que me blanqueé el ojete.
-¡Mamá, que estoy comiendo!
-¿Y de qué estoy hablando yo más que de cosas de comer?
-De comer tus amigos, no yo.
-No sé a quién darle el premio gordo.
-¿Qué premio?
-Mi chocho nuevo. Tengo un chocho estrechito, si a eso le añades unas tetas duras, un culo duro, un ojete blanquito y un vientre plano, te sale un bomboncito
-¿Intentas seducirme, mamá?
-No, pero me gustaría que me dieses tu opinión sobre mi cuerpo.
-Se te ve bien.
Rebeca se levantó, abrió la bata y le enseñó a su hijo su cuerpo, que tenía unas grandes y puntiagudas tetas con areolas negras y grandes pezones, un vientre plano y un coño totalmente depilado.
-Toca mis tetas y dame tu opinión.
-Tápate, mamá, anda, tápate.
No hay peor cosa para una mujer narcisista que le desprecien algo de su cuerpo, y Ismael ya debía saberlo. Rebeca se acercó a él, le puso las tetas delante de la boca, y le dijo:
-No te estoy diciendo que me las chupes, te estoy diciendo que me las toques y me des tu opinión.
Ismael le echó las manos a las tetas. Se las palpó, y le dio cera para alegrarle la oreja.
-Parecen las de una jovencita.
Rebeca, sonrió, pero aún no se dio por satisfecha. Poniendo el cinto a la bata, le preguntó a Ismael.
-¿Empalman al tocarlas?
Ismael, empalmado, le respondió:
-Sí, madre, sí, empalman.
-Ya que la niña está con sus amigas. ¿Cenamos esta noche fuera? Hace años que no lo hacemos.
-¿Haces tú la reserva, madre?
-Hago.
11 de la noche.
Ismael volvió de la cena, mamado. Estaban en la sala sentados y le dijo Rebeca.
-Parece mentira, pero era la más guapa y la que mejor tipo tenía de todas las mujeres del restaurante.
-Los hombres no te quitaban los ojos de encima.
-También lo notaste. Creo que te envidiaban.
-Crees bien.
-¿Miramos una película en mi habitación, Ismael?
-¿Tienes alguna que sea buena?
-Tengo.
Cinco minutos más tarde…
Ismael, con su batín dorado, entró en la habitación de Rebeca. Estaba echada en la cama vestida con una lencería fina de color blanco. Miraba en una gran tele de plasma que tenía en la habitación como un joven le comía el coño a una mujer madura. Al ver a Ismael, le dijo:
-¿Te gusta esta película?
-Me gustas más tú.
Era lo que Rebeca estaba deseando oír.
-Ven.
Ismael se echó en la cama al lado de Rebeca. La mujer acarició su cara y lo besó en el cuello, después le metió la lengua en la boca. Ismael se la chupó. Se besaron largamente. Después, Rebeca, se quitó el sujetador y le dijo:
-Cómeme las tetas.
Ismael le agarró las tetas a su madre y se las apretó. Besó un pezón y después el otro. Le lamió y chupó las areolas y los pezones. Rebeca le cogió una mano y la metió dentro de sus bragas. Estaba empapada. El video que estuviera viendo surtiera su efecto. Le metió dos dedos en el coño y la masturbó. Besó su cuello. La comisura de sus labios… Rebeca buscaba su boca. Ismael no se la dio. Le mordió suavemente los lóbulos de las orejas. Los pezones. El cuello… Sus dedos acariciaban el punto G. Al rato sintió como una corriente de aguadilla nacía dentro del coño de Rebeca. La mujer echó la pelvis hacia arriba, su cabeza hacia atrás, y gimiendo, se corrió como una loca.
Al acabar, Ismael, la besó en los labios.
Aun respirando con dificultad, Rebeca, buscó la verga de Ismael. No le costó encontrarla, ya que no llevaba ropa interior. La cogió y la llevó a la boca, pasó su lengua repetidas veces sobre el glande, después cogiendo sus huevos con una mano y la verga con la otra, lamió desde los huevos hasta el frenillo. Volvió a lamer repetidas veces el glande. Se metió en la boca los 18 centímetros hasta tocar con sus labios los huevos. Chupó el glande unas veinte veces y la volvió a meter en la boca hasta que sus labios tocaron de nuevo los huevos. Volvió a lamer y lamer el glande, a chuparlo y a menear la verga, hasta que sintió que Ismael se iba a correr, en ese momento, Rebeca, se echó boca arriba sobre la cama, se quitó las bragas, y le dijo:
-Cómeme el coño.
Ismael, quitó el batín y se metió entre las piernas de Rebeca. Puso una mano en su vientre y le pasó la lengua por los labios, muy suavemente, después mojó el dedo pulgar con saliva y acarició el ojete blanqueado con él. Su lengua iba del periné al clítoris con toda la lentitud del mundo. En su dedo sentía como latía el agujero del culo cuando su lengua entraba en su vagina y cuando lamía su clítoris. A los diez o quince minutos, el agujero del culo empezó a latir más aprisa. Rebeca, se iba a correr otra vez. Ismael, mojó el dedo pulgar con flujo vaginal, se lo metió en el culo y lamió su clítoris con rapidez. Rebeca explotó. Tuvo un orgasmo bestial. Sus gemidos se oían fuera de la mansión, y también los oyó Juana, que acababa de llegar del parador. Juana, curiosa, se acercó a la habitación de su abuela, y oyó como decía:
-Follas mejor que un gigoló, Ismael.
-¿En qué parte de ti te gusta que se corran los hombres, Rebeca?
-Fóllame las tetas y lo sabrás.
Ismael subió encima de Rebeca y le metió la polla entre las tetas.
Juana, sabía que su padre estaba de espaldas a la puerta, y tapaba a su abuela. Abrió un poquito la puerta y echó un vistazo. Vio a su padre, desnudo, encima de su abuela y le entró un ataque de celos. Se iba hacía la puerta para decir en alto que había llegado a casa y joderles la fiesta, pero oyó a su abuela decir:
-Aquí, en la boca, es donde me gusta que se corran los machos.
Juana se puso a pensar.
-De las tetas, se la lleva a la boca, y se la chupa.
Arrimó la espalda a la pared del pasillo, metió una mano dentro de las bragas, cerró los ojos, y comenzó a masturbarse.
Poco después, decía Rebeca:
-Estrena mi chocho nuevo.
Juana volvió a mirar y vio a su padre arrodillado detrás de su abuela, que estaba a cuatro patas. Su padre tenía un culito que aún la excitó más de lo que estaba. Volvió a arrimar la espalda a la pared y se siguió masturbando.
Pasado un tiempo, (en el que Juana oyó los gemidos de su abuela) Sintió como la mujer decía:
-Me corro me corro me corro. ¡¡¡Me corro!!!
Juana se frotó con celeridad el clítoris oyendo los gemidos de placer de su abuela, pero no se vino. Se dejó de tocar.
Apenas dejara de gemir su abuela, dijo.
-Ya sabes dónde me gusta que te corras. Mete la verga entre mis tetas.
Al ratito, volvía a decir:
-¡Qué rica! ¡¡Dame más leche, dame…!!
Juana, con los ojos cerrados, vio la gran verga de su padre corriéndose en la boca de su abuela. Se tocó y empezó a correrse ella. Sus piernas comenzaron a temblar. Fue perdiendo fuerzas en las piernas y acabó de correrse sentada.
Juana, al acabar de correrse, fue a la sala, cogió la pequeña maleta con sus cosas y se fue a un pub cercano.
Volvió un par de horas más tarde. Ya estaban su padre y su abuela en sus respectivas camas y no la sintieron llegar.
3 de la tarde de un día cualquiera.
Rebeca, después de comer, en la sala, y mientras comía el servicio, le dijo a Juana:
-Últimamente estás muy seria conmigo. ¿Qué te pasa?
-Nada.
-Algo es.
-No es nada, abuela, no es nada.
-En fin, serán imaginaciones mías. ¿Quieres ver la gargantilla, la pulsera y el anillo de diamantes que vas a heredar algún día, princesita?
-¿Quitaste las joyas del banco?
-Sí.
-Papá dice que están asegurados en medio millón de euros. ¿No tienes miedo que entren en la mansión y te roben esas joyas?
-No. Tú los has dicho. Están aseguradas. ¿Quieres verlas?
-Me encantará ver esas maravillas.
-Dame un par de minutos. Ven a mi habitación, y las verás.
A los dos o tres minutos, Juana, llamó a la puerta de la habitación de su abuela, y preguntó:
-¿Se puede?
-Pasa, princesita.
Juana entró a la habitación y vio a su abuela encima de la cama vestida sólo con la gargantilla, la pulsera y el anillo.
-¡Oh, oh! No soy lesbiana, abuela.
-Ni yo, pero de vez en cuando me gusta que me coma el coño una jovencita.
-¡Eres una enferma! No te bastó con follarte a tu hijo que ahora te quieres follar a tu nieta.
-Así que era eso. Ya sabía yo que nada no podía ser.
-Sí, era eso.
-¿Entonces no hay nada que hacer?
-¿Te pensabas que me podías seducir con tu nuevo coño, tus nuevas tetas, y cubierta de joyas?
-Joyas que hoy pueden ser tuyas.
-¿Te crees que siempre te vas a salir con la tuya?
Rebeca, que era perra vieja, notó cierta debilidad en las palabras de su nieta.
-Cierra la puerta
-No soy tan puta como tú, abuela
-Toda mujer lleva una puta dentro.
-Habla por ti.
-Princesita, si no te gustase lo que estás viendo, ya te habrías ido. Por más que lo niegues llevas una putita dentro
-Te crees muy lista.
-Tonta no soy.
Juana miró para su abuela. Tenía un cuerpo de infarto. Nunca comiera un coño, pero siempre le picara la curiosidad de cómo sería estar con otra mujer.
-Si la cierro me comes el coño tú a mí. Yo no sabría comerte el coño. Nunca comí uno.
-Desnúdate que te aprendo.
Juana cerró la puerta con llave. Se desnudó y se echó al lado de su abuela, que la verdad sea dicha, tenía un polvazo tan bueno como el de la nieta.
De lado, mirando a su nieta a los ojos, Rebeca, acarició su cabello y la besó sin lengua. Al tercer beso ya Juana metió su lengua en la boca de su abuela. Se comieron las bocas largo rato… Juana, le dijo a su abuela:
-Es más excitante que besar a un hombre. Estoy muy mojada.
-Hora de que me comas las tetas.
-Nunca comí unas tetas.
-Hazme lo que te gustaría que yo te hiciera a ti… Todo lo que me hagas te lo haré.
Juana le cogió las tetas a su abuela, le lamió los pezones y se las chupó. Le metió dos dedos en el coño y la masturbó. A los pocos minutos, Rebeca, ya se iba a correr.
-¡Para, para que desbordo!
Juana paró, y Rebeca, tal y como le había dicho, le hizo a su nieta lo mimo que le hiciera a ella, pero la muy zorra no le sacó los dedos del coño cuando la nieta le dijo:
-¡Si sigues me viene!
-Córrete para mí, princesita.
La siguió masturbando y Juana, entre sensuales gemidos, se derritió de gusto.
Mientras Juana se recuperaba, Rebeca, volvió a besarla sin lengua y a acariciarle el cabello. Luego le puso el coño en la boca y le dijo
-Echa la lengua.
Juana sacó la lengua y Rebeca comenzó a follársela a golpe de pelvis mientras le acariciaba el clítoris.
Cuando Rebeca ya estaba para correrse, apartó su coño de la boca de su nieta, y le dijo:
-Incorpórate.
Juana se sentó en la cama. Rebeca se quitó la gargantilla y se la puso en el cuello. Después hizo lo mismo con la pulsera y el anillo.
-Vuélvete a echar, princesita.
Juana se echó, Rebeca, haciendo un 69, le comió el coño a su nieta.
Al rato, Rebeca, a punto de correrse, le preguntó a Juana.
-¿Te falta mucho, princesita?
La respuesta de la princesita fue soltar un chorro de jugo. Rebeca, apretó el, culo y frotando su coño con la lengua de su nieta, le puso la cara perdida con el jugo de su corrida.
Cuando pararon de temblar, de sacudirse y de retorcerse de placer, Rebeca, se quitó de encima de su nieta, y boca arriba, le dijo:
-Límpiate esa cara.
-Límpiamela tú con la lengua.
Rebeca limpió el jugo de su corrida con la lengua. Al acabar besó a su nieta, sin lengua, Juana le metió la lengua en la boca, y después, le preguntó:
-¿Seguimos?
-En otro momento. Cuando no esté el servicio en casa.
12.30 de la noche de un día cualquiera.
Juana, con la bata abierta, en camiseta, bragas y medias azules, que le llegaban por debajo de las rodillas, fue al despacho de su padre. Ismael estaba con la verga en la mano mirando el mismo video, o parecido. La jovencita era la misma. Cuando Ismael vio a su hija, se llevó un susto de muerte.
-¡Juana!
Juana, puso un dedo en los labios, y le dijo a su padre:
-Chisssst
Se quitó la bata. De un bolsillo de la bata quitó su Huawei P10 Plus y puso música de ambiente. (Rebeca no estaba en casa) Se sentó en un sofá a un metro de Ismael. Con pícara sonrisa, contoneándose, miró a su padre. Subió sus manos de las rodillas a la tetas. Se contoneó magreando las tetas y bailando sensualmente. Se puso de lado. Acarició una nalga y la pierna. Se levantó y jugó con su pelo con las dos manos detrás de la cabeza mientras movía la pelvis hacia delante y hacia atrás con movimientos bruscos, era como si estuviera follando. Luego metió la mano debajo de la camiseta y acarició la teta izquierda. Se dio la vuelta y movió su pequeño culo con sensualidad, Con las dos manos jugó con la goma de sus bragas. Siguió bailando y contoneándose sensualmente. Se volvió a dar la vuelta. Subió la camiseta y acarició sus pequeñas tetas, sin dejar de mirar a su padre. Lo provocaba con la mirada. Jugó con los pezones. Volvió a jugar con su cabello. Se quitó la camiseta y se la tiró a su padre, que vio sus redondas y pequeñas tetas de areolas rosadas y pequeños pezones. (Ismael estaba empalmado y movía muy lentamente la mano que cogía la verga) Juana se puso de lado y se dio un cachete en la nalga izquierda. Contoneándose al ritmo de la música, se volvió a acariciar las tetas. Se las magreó y después volvió a jugar con sus pezones. Se acarició el coño por encima de las bragas. Se levantó, siguió bailando y contoneándose. Metió una mano dentro de las bragas. Se dio la vuelta y moviendo el culo bajó un poco las bragas. Le dejó ver a su padre la raja del culo. Bajó más las bragas y se nalgueó con las dos manos varias veces. Se inclinó y le enseñó la raja de su pequeño coño. Lo acarició con una mano. Se dio la vuelta. Se sentó en el sofá. Levantó las piernas y le volvió a enseñar la raja. Se quitó las bragas. Se las tiró a su padre. Se rio. Después tapó la boca con una mano, como si tuviera vergüenza. Volvió a levantar las piernas, enseñando de nuevo el coño y su raja. Se quitó una media y se la lanzó a su padre, quitó la otra y se la volvió a lanzar. Le dio la risa de nuevo. De un bolsillo de la bata cogió un consolador. Lo metió en la boca. Cerró los ojos y lo chupó como si fuese una polla. Lo lamió de abajo arriba y después lo chupó. Lo metió todo en la boca. Acarició su coño con la mano izquierda. Mirando a su padre con cara de picarona, pasó el consolador por la raja y el clítoris. Empezó a frotarse los labios del coño con el consolador. Mojó dos dedos en la boca y luego acarició el clítoris con ellos. Volvió a cerrar los ojos y a chupar y lamer el consolador. Lo metió en el coño hasta el fondo… Lo metió y lo sacó cada vez con más rapidez y con más rapidez frotó su clítoris con los dedos. Comenzó a gemir. Sacó el consolador y le dio unos cachetitos a su coño. Lo volvió a meter. Acarició las tetas con la otra mano. Volvió a follar el coño y a acariciar el clítoris, más y más aprisa. Sus gemidos ya inundaban la habitación. Vio la verga de su padre echando leche como si fuera una fuente. Sacó el consolador de su coño y lo tiró al piso.
Cuatro dedos de su mano derecha volaron sobre su clítoris. Su culo subió y bajó. Metió un dedo dentro del coño. Sus ojos miraron al techo de la habitación, luego se cerraron de golpe. Su cuerpo se sacudió y acabó gimiendo y sacudiéndose en posición fetal.
Al terminar de correrse. Se volvió a sentar en el sofá. Abriendo las piernas y enseñándole a su padre el coño mojado, le dijo:
-Cuando quieras ver a una jovencita masturbándose, me avisas, y cuando quieras follar a una mujer de verdad, o comer un coño fresco, sabes dónde estoy.
Ismael, aún empalmado, le dijo:
-Eres mi hija, Juana,
-Y ella tu madre. Si hay infierno ya estás condenado.
Juana recogió sus ropas y se fue a su habitación. Ismael, supo que lo había visto masturbándose y follando con Rebeca. Lo que no sabía es que también ellas dos se dieran placer.
9 de la noche de un día cualquiera.
Juana, con la puerta de su habitación abierta, estaba en su cama, desnuda, echada de lado y tocándose el coño. Miraba una revista con fotos de mujeres y hombres en pelotas. Follando. Mamando pollas. Comiendo coños. Con leche sobre las tetas, sobre la cara. Con mujeres con la polla dentro del culo, dentro del coño…
Ismael le fue a preguntar a su hija si iba a salir y la vio desnuda y con una mano entre las piernas. Se dio la vuelta, pero Juana lo había visto.
-¿Querías algo, papá?
Ismael le contestó desde el pasillo.
-Nada de importancia.
-¿Me tienes miedo, papá?
-Mucho, hija, mucho.
-Prefieres pajearte con un video porno o follar con tu madre que hacerlo conmigo
-Eres mi hija. Eres mi princesita.
-O comes a la princesita o la princesita le dice a su abuela que su padre y ella se pajearon juntos.
-¡No serás capaz a hacerme eso!
-Puede que sí, puede que no.
-¿Qué quieres que te coma?
-Que te vea para decírtelo.
Ismael fue a la puerta de la habitación. Juana, sentada, y con las piernas entrecruzadas, le dijo:
-Esta. -se tocó los labios con un dedo- Estas, – cogió las tetas con las dos manos- y esta -puso una mano en el coño.
Ismael entró en la habitación y se iba a meter con el batín en cama.
-Desnúdate y échate boca arriba.
-Dijiste…
-Tranquilo que no te voy a follar.
Ismael se desnudó y se echó boca arriba en la cama. Estaba empalmado. Juana se sentó sobre su pierna derecha. Después se estiro sobre él. Se besaron con lengua… Ismael sintió como el coño empapado de su hija comenzó a moverse sobre su pierna, más, más, más y más rápido… Unos minutos más tarde se derrumbaba sobre él, gimiendo y temblando. Ismael sintió como la corrida calentita de su hija le bajaba por ambos lados de la pierna.
Al acabar, lo besó, tiernamente. Le dio las tetas a chupar y un poco más tarde, viendo el empalme que tenía, le preguntó:
-¿Seguro que no quieres que te coja la verga y la meta en mi coño?
-Seguro.
-Lo tengo apretadito. ¿Seguro que no quieres cogerme?
-Seguro.
Juana, no se cansaba de insistir.
-¿Seguro, seguro, seguro?
-¿Te quieres correr otra vez o lo dejamos?
-Me quiero correr otra vez.
Juana le puso el coño en la boca a su padre. Ismael sacó la lengua y dejó que se la follara a su aire. Juana, enseguida se puso cachonda, y no dudó en ponerle el ojete a tiro, y preguntarle:
-¿Te importaría comérmelo un poquito?
Ismael le lamió y le folló el agujero del culo con la lengua. Cuando ya llegaba un ratito follándoselo, le dijo Juana a su padre:
-¡Dios! Como me gustaría sentir tu polla dentro de mi culo. Sentir como entraba apretada… como iba haciendo sitio… sentir como entraba y salía… sentir como me lo llenabas de leche… tocarme y correrme… ¿La meto?
Ismael, era padre, pero hasta un padre tiene sus límites, y le dijo;
-Mete.
Juana, metió, pero metió en el coño, y fue meter la verga cabezona y comenzar a correrse. ¡Quién se la quitaba viendo cómo se retorcía de placer!
Al acabar de empaparle los huevos con una grandiosa corrida, Juana, quitó la verga del coño. La puso en la entrada del culo, y le dijo.
-Dale y lléname.
Ismael aún no le metiera toda la cabeza de la verga y ya se corrió. Estaba demasiado caliente.
¿Acabarían haciendo un trío? Yo lo sé, vosotras y vosotros podéis pensar lo que queráis.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.