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Generación L (Capítulo 2)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Repeinado. Cejas marcadas. Flequillo a lo motero. Manos elegantes. Perilla de tres días. La verdad sea dicha es que Óscar Lozano era bastante guapo y sonreía demasiado. Carla puso sus alertas en funcionamiento. Y más al ver lo caballeroso que era. Dejó que eligiera mesa y la ayudó con la silla. Aquí algo no iba bien. No se comportaba para buscar sexo sino confianza. Y la confianza se gana, no se busca.

-¿Tienes hambre? Pide lo que quieras –seguía Óscar con su sonrisita picarona.

-Me comería una vaca con ubres y todo –garantizó Carla.

-Yo me quedaría con tus ubres.

-Ja, ja, ja –masculló Carla con poca gracia.

-Perdona, pero tienes dos buenas razones para mirarte el escote.

-Es un top. Hace calor. No voy provocando si es eso lo que te preocupa.

-Eso no es lo que dicen en las redes sociales.

-¿Es que me has investigado?

-Quiero saber con quién me relaciono.

-Pues ya sabes que te relacionas con dos buenas tetas.

Óscar soltó una carcajada.

-No quiero que te sientas incómoda conmigo. Simplemente me adapto a la persona que tengo delante.

-¡Camarero! –alzó Carla el brazo y viéndose su axila bellamente depilada.

-Si te soy sincero, impones más en persona.

-Parece que me conoces, Óscar.

-Claro. He visto tu perfil en una página de contactos buscando sexo lésbico. O tus ocho videos en otra de contenido sexual. El séptimo vídeo es mi favorito. A las dos de la madrugada, tú follando en una silla de mimbre en el balcón de un chalé. Bueno, miento. Tú y otras dos tías.

-Vaya, vaya, vaya, ahora yo digo “mentira, yo soy decente”, y tú contestas “puta bollera”, y yo me levanto y me voy, pero primero comemos, ¿vale?

Óscar volvió a reír.

-Ahí viene el camarero –le vio llegar Carla-. Por favor, quiero una cerveza Heineken bien fría, un especial de la casa y un plato de patatas bravas con ketchup y alioli.

-Perfecto. ¿Y usted?

-Yo me conformo con otra cerveza pero que sea Cruzcampo.

-Muy bien. –Y el camarero se alejó hacia la barra.

-¿No vas a comer nada? –se sorprendió Carla.

-Tengo otra clase de hambre.

-¿Ah, sí? –posó Carla sexy-. ¿Y qué clase de hambre es esa?

-Empieza por Car y acaba por la.

-Ay, hombres, todos sois iguales. Soy lesbiana de pura cepa. No meto en mi cama nada que tenga testosterona.

-Joder, las mejores siempre son lesbianas.

-Estamos ya harta de vosotros, a ver si os enteráis. La lesbiana no nace ni se busca. Es una decisión. En menos de cien años dejará de existir la mujer hetero y ahí empezarán vuestros problemas –gesticuló Carla con la mano una masturbación.

Óscar no pudo evitar la risa divertida:

-¿Entonces no tengo ninguna posibilidad?

-Ninguna. A no ser que te castres y te inyectes hormonas femeninas. Entonces lo pensaré –le guiñó Carla un ojo-. ¿Para esto me has hecho venir? ¿Para intentar follarme?

-No, ya lo sabes. Me he enterado que consigues lo imposible y que haces de intermediaria para llevarte alguna comisión.

-Sí, me busco la vida.

-Te admiro. Sacas dinero de donde sea.

-Aquí están las cervezas –cogió Carla la suya y le pegó un buen buche-. Mmmm, esto me da vida.

-Quiero hacerte un encargo.

-¿De qué tipo?

-Échale un vistazo –le pasó Óscar una identificación plastificada.

Carla silbó.

-Wow, un pase VIP para el night club Homero.

-¿Lo conoces?

-Claro. Ahí se mezcla la crème de la crème social. Millonetis. Escorts. Empresarios. Solo para entrar cuesta un pastón.

-Es un pase exclusivo para un colega mío. Ahí viene el nombre.

-José Manuel Orzuelo –leyó.

-Ese es. Te estará esperando en la puerta del club esta noche a las once. Anótalo.

-Te estará esperando en la puerta del club esta noche a la las once. No hace falta anotarlo.

-Vaya, pues muy bien. Le das el pase y él ciento veinte euros. Regalo de la casa.

-¿Todo ese dinero por entregar este pase VIP?

-¿A que es fácil?

-¿Y no puedes llevárselo tú?

-No, salgo de viaje dentro de tres horas y José Manuel necesita su pase hoy mismo. Ya sabes, en su gran noche y quiere triunfar. Y sin ese pase no puede acceder a los lounges privados del club. ¿Qué te parece?

-Que ya tardan con la comida.

-Necesito un sí o un no. Mi colega espera mi confirmación.

-Que sí, pesado. Que se lo llevaré.

-Lo sabía. Eres maravillosa.

-Más divertida estaré cuando le hinque el diente al chuletón. ¿Puedo pedir otra cerveza?

-Tú pide lo que quieras, Carla. Aquí mandas tú.

-¡Camarero! –alzó Carla su Heineken vacía. El joven lo entendió al segundo-. No te preocupes. Se lo daré esta noche y todos a reír.

-Eres increíble, Carla. Te lo juro.

-¿Sabes una cosa?

-¿El qué?

-Lo sé –arrugó Carla la nariz graciosamente.

Carla lo pensaba incluso deletreado. No-me-fi-o. Ese Óscar Lozano parecía más un buscabragas que otra cosa. Y el que busca meterla, miente más que habla.

Por la tarde, Carla se encerró en su habitación y se conectó a su ordenador HP. Escaneó el pase VIP y lo cloneó informáticamente. Puso su nombre, su imagen, imprimió y en menos de diez minutos ya estaba acreditada para acceder a los mejores VIPs de alto standing. Siempre gustaba tener un plan B, por si acaso.

-Ya soy VIP –reía ella.

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