Repeinado. Cejas marcadas. Flequillo a lo motero. Manos elegantes. Perilla de tres días. La verdad sea dicha es que Óscar Lozano era bastante guapo y sonreía demasiado. Carla puso sus alertas en funcionamiento. Y más al ver lo caballeroso que era. Dejó que eligiera mesa y la ayudó con la silla. Aquí algo no iba bien. No se comportaba para buscar sexo sino confianza. Y la confianza se gana, no se busca.
-¿Tienes hambre? Pide lo que quieras –seguía Óscar con su sonrisita picarona.
-Me comería una vaca con ubres y todo –garantizó Carla.
-Yo me quedaría con tus ubres.
-Ja, ja, ja –masculló Carla con poca gracia.
-Perdona, pero tienes dos buenas razones para mirarte el escote.
-Es un top. Hace calor. No voy provocando si es eso lo que te preocupa.
-Eso no es lo que dicen en las redes sociales.
-¿Es que me has investigado?
-Quiero saber con quién me relaciono.
-Pues ya sabes que te relacionas con dos buenas tetas.
Óscar soltó una carcajada.
-No quiero que te sientas incómoda conmigo. Simplemente me adapto a la persona que tengo delante.
-¡Camarero! –alzó Carla el brazo y viéndose su axila bellamente depilada.
-Si te soy sincero, impones más en persona.
-Parece que me conoces, Óscar.
-Claro. He visto tu perfil en una página de contactos buscando sexo lésbico. O tus ocho videos en otra de contenido sexual. El séptimo vídeo es mi favorito. A las dos de la madrugada, tú follando en una silla de mimbre en el balcón de un chalé. Bueno, miento. Tú y otras dos tías.
-Vaya, vaya, vaya, ahora yo digo “mentira, yo soy decente”, y tú contestas “puta bollera”, y yo me levanto y me voy, pero primero comemos, ¿vale?
Óscar volvió a reír.
-Ahí viene el camarero –le vio llegar Carla-. Por favor, quiero una cerveza Heineken bien fría, un especial de la casa y un plato de patatas bravas con ketchup y alioli.
-Perfecto. ¿Y usted?
-Yo me conformo con otra cerveza pero que sea Cruzcampo.
-Muy bien. –Y el camarero se alejó hacia la barra.
-¿No vas a comer nada? –se sorprendió Carla.
-Tengo otra clase de hambre.
-¿Ah, sí? –posó Carla sexy-. ¿Y qué clase de hambre es esa?
-Empieza por Car y acaba por la.
-Ay, hombres, todos sois iguales. Soy lesbiana de pura cepa. No meto en mi cama nada que tenga testosterona.
-Joder, las mejores siempre son lesbianas.
-Estamos ya harta de vosotros, a ver si os enteráis. La lesbiana no nace ni se busca. Es una decisión. En menos de cien años dejará de existir la mujer hetero y ahí empezarán vuestros problemas –gesticuló Carla con la mano una masturbación.
Óscar no pudo evitar la risa divertida:
-¿Entonces no tengo ninguna posibilidad?
-Ninguna. A no ser que te castres y te inyectes hormonas femeninas. Entonces lo pensaré –le guiñó Carla un ojo-. ¿Para esto me has hecho venir? ¿Para intentar follarme?
-No, ya lo sabes. Me he enterado que consigues lo imposible y que haces de intermediaria para llevarte alguna comisión.
-Sí, me busco la vida.
-Te admiro. Sacas dinero de donde sea.
-Aquí están las cervezas –cogió Carla la suya y le pegó un buen buche-. Mmmm, esto me da vida.
-Quiero hacerte un encargo.
-¿De qué tipo?
-Échale un vistazo –le pasó Óscar una identificación plastificada.
Carla silbó.
-Wow, un pase VIP para el night club Homero.
-¿Lo conoces?
-Claro. Ahí se mezcla la crème de la crème social. Millonetis. Escorts. Empresarios. Solo para entrar cuesta un pastón.
-Es un pase exclusivo para un colega mío. Ahí viene el nombre.
-José Manuel Orzuelo –leyó.
-Ese es. Te estará esperando en la puerta del club esta noche a las once. Anótalo.
-Te estará esperando en la puerta del club esta noche a la las once. No hace falta anotarlo.
-Vaya, pues muy bien. Le das el pase y él ciento veinte euros. Regalo de la casa.
-¿Todo ese dinero por entregar este pase VIP?
-¿A que es fácil?
-¿Y no puedes llevárselo tú?
-No, salgo de viaje dentro de tres horas y José Manuel necesita su pase hoy mismo. Ya sabes, en su gran noche y quiere triunfar. Y sin ese pase no puede acceder a los lounges privados del club. ¿Qué te parece?
-Que ya tardan con la comida.
-Necesito un sí o un no. Mi colega espera mi confirmación.
-Que sí, pesado. Que se lo llevaré.
-Lo sabía. Eres maravillosa.
-Más divertida estaré cuando le hinque el diente al chuletón. ¿Puedo pedir otra cerveza?
-Tú pide lo que quieras, Carla. Aquí mandas tú.
-¡Camarero! –alzó Carla su Heineken vacía. El joven lo entendió al segundo-. No te preocupes. Se lo daré esta noche y todos a reír.
-Eres increíble, Carla. Te lo juro.
-¿Sabes una cosa?
-¿El qué?
-Lo sé –arrugó Carla la nariz graciosamente.
Carla lo pensaba incluso deletreado. No-me-fi-o. Ese Óscar Lozano parecía más un buscabragas que otra cosa. Y el que busca meterla, miente más que habla.
Por la tarde, Carla se encerró en su habitación y se conectó a su ordenador HP. Escaneó el pase VIP y lo cloneó informáticamente. Puso su nombre, su imagen, imprimió y en menos de diez minutos ya estaba acreditada para acceder a los mejores VIPs de alto standing. Siempre gustaba tener un plan B, por si acaso.
-Ya soy VIP –reía ella.