A la mañana siguiente cuando Yeimy llegó a su despacho vio sobre la mesa un sobre cerrado. En él, unas palabras escritas a mano: “Espero que estés de acuerdo”. Lo abrió inmediatamente.
Sr. Director,
Como bien sabe, el asunto que me trajo aquí ha quedado resuelto sin consecuencias ni pérdidas para nuestra empresa. Más adelante mi secretaria en Madrid le remitirá el informe final con todas las conclusiones, responsabilidades y consecuencias laborales y económicas. Ni que decir tiene el carácter estrictamente confidencial de este asunto.
Ello no hubiera sido posible sin el eficaz trabajo de la Sra. Yeimy Villaescusa del Dpto. de contabilidad. Su resolución y capacidad de trabajo en cualquier circunstancia es asombrosa. En fin, es todo un ejemplo de eficiencia para todos sus compañeros. A fin de evitar que se vuelvan a producir hechos como los sucedidos estos últimos años, le comunico que dicha trabajadora pasará en lo sucesivo a ser mi nuevo enlace aquí. Su carga laboral como contable se reducirá en un 50%, a cambio de asumir el control económico de la Junta Directiva y sus miembros. Evidentemente, la Sra. Villaescusa necesitará su refuerzo como Director para este cometido.
La Sra. Villaescusa pasará a depender de las oficinas centrales y más concretamente de Dpto. de Auditoría, del que soy delegado para América. Tendrá rango y remuneración de tercer orden, es decir, equivalente a subdirectora.
Volveré dentro de seis meses como hasta ahora, pero pasaré a mantener un contacto quincenal con la Sra. Villaescusa vía email. De todas formas si tiene usted algún asunto que comunicarme puede seguir haciéndolo directamente.
Atentamente,
D. Roberto Serrano
Evidentemente, Yeimy se quedó alucinada. Cuando Róber le dijo que tendría su recompensa ella había pensado que el Delegado se referiría a alguna gratificación económica, nada más. Si el Director no se oponía, y no estaba en condición de hacerlo, la contable ascendería a los pisos más altos de la empresa y con un sueldo que bien conocía dado el departamento en el que trabajaba. Evidentemente, ¡claro que estaba de acuerdo!
Al ser viernes estuvo muy ocupada en la oficina. En cuanto llegó a casa le explicó a su marido el compromiso que les había surgido para el sábado y se fue a comprar al súper. A él no le había hecho mucha gracia dado que al igual que Don Roberto tendría que partir de viaje al día siguiente.
Fue mientras hacía la compra cuando se le ocurrió la idea, invitaría a alguien más a la comida. En el fondo no le hacía ninguna gracia encontrarse con ese depredador en casa. Aunque Yeimy dudaba que Roberto tuviera pensado poseerla en su propia casa ella sabía lo osado que era, así que cuantos más fueran mejor.
Mensajes de Whatsapp:
Yeimy: Hola Sofi! Qué haces?
Eva: Nada, estudiando francés, a ver si este año apruebo
Yeimy: Oye, tienes planes para el sábado?
Eva: Voy a ir a competir en el puerto con las amigas, ya te lo dije!!
Yeimy: Pues anúlalo, tienes que venir a comer a mi casa. Estoy metida en un buen lío. Va a venir a comer el Delegado. Ayúdame!!
Eva: El Delegado!!
Yeimy: Sí
Eva: Ostia tía!! Me lo podías a ver dicho antes de que pagase la inscripción!
Yeimy: No te preocupes, te devolveré lo que te haya costado.
Eva: Y qué quieres que haga yo?
Yeimy: Nada, es que si estamos sólo nosotros tres Roberto se va a aburrir.
Eva: Aaaa, bueno. Pues no te preocupes, yo me encargaré de que se divierta, si él quiere…
Yeimy: Oye, qué no te estoy pidiendo que hagas nada, eh? Sólo que vengas a comer.
Eva: OK Me lo comeré… J Oye, como es a comer me da tiempo a ir a correr. Estaré a tu casa a las 12
Yeimy: OK. Pero no llegues tarde!
Eva: Chao y gracias por la invitación!
Eva se había convertido en su amiga y confidente desde que comenzó a trabajar en la filial farmacéutica. Era una divorciada con dos hijos a su cargo, ya que su padre se había marchado al extranjero desentendiéndose de sus hijos casi por completo, de hecho su ex había formado una nueva familia allí. Por lo demás, Eva era una mujer madura moderna, independiente y súper sexy. Siempre iba a trabajar con falda y aunque éstas no fueran demasiado cortas, le bastaban para presumir de sus larguísimas y contorneadas piernas. Era alta para ser mujer y eso ya era mucho, y no sólo estaba delgada si no en forma ya que llevaba unos años corriendo a pie de forma habitual, le gustaba cuidarse. Por suerte para Eva, resultaba atractiva para los hombres, porque realmente Eva no sabía estar sola, siempre tenía pareja y cuando no la tenía era bien porque estaba con alguien casado o bien porque estaba liada con dos hombres a la vez. Pero como mujer rubia e inteligente que era sabía que no debía mezclar el placer con el trabajo, así que según sabía Yeimy, Eva solo se había liado con un compañero casado y que a buen seguro mantendría la boca cerrada.
Al día siguiente, Yeimy se encontraba hipernerviosa y en cuanto desayunó tuvo que comprobar que todo estaba preparado para quedarse tranquila, la comida, la música, la vajilla, etc. De todas formas Roberto no se hizo esperar, llegando poco después de las 10 h. sorprendentemente vestido de manera informal con unos vaqueros y una camiseta, que a Yeimy le pareció le quedaban de muerte. Tras enseñarle su casa, el jardín y la piscina Roberto les pidió amablemente darse una ducha. Al parecer le gustaba el ciclismo pero dado lo complicado de llevar consigo una bici o de circular por carreteras desconocidas optaba por hacer spinning en el gimnasio del hotel tal y como había hecho aquella mañana, sin tiempo para ducharse. Había tenido que dejar la maleta preparada la noche de antes para desocupar la habitación para el check-out antes de las 10h. Eso les dijo, pero Yeimy descubrió la verdad 5 minutos después.
Yeimy buscó en el vestidor una toalla sin estrenar y fue al baño a dársela al delegado. Tocó entonces a la puerta y cuando este la abrió no pudo evitar echar un vistazo a aquella cosa que su dueño tan bien sabía utilizar. Le colgaba apenas turgente. Nada hacía sospechar en aquel pene flácido la poderosa arma de invasión y dominación que podía llegar a ser. Yeimy le tendió con desconfianza la toalla, por un instante pensó que su futuro jefe podría hacerla entrar en el baño y una vez dentro obligarla a hacer lo que él quisiera. Pero se limitó a coger la toalla aprovechando, eso sí, para dejar caer algo en la mano de su anfitriona y mirándola fijamente a los ojos le dijo escuetamente:
―Dáselo a tu marido… sin que se entere.
Se trataba de un comprimido de Valium de 10 mg. Yeimy se quedó perpleja, pero Roberto cerró de inmediato la puerta sin darle tiempo para apelar nada. La colombiana se guardo el comprimido con la sensación de haberse escapado por los pelos. Una vez abajo pensó con malicia que debería haber aprovechado la ocasión para dejarlo seco con una buena mamada, al menos así se habría quedado tranquila.
Juntos Fede, Róber y Yeimy se sentaron en la terraza a charlar un rato y tomar una cerveza. Discutían sobre la actualidad internacional, tan convulsa en aquellos días cuando sonó el timbre. “Por fin, Eva” pensó Yeimy con alivio. Podrían empezar a comer.
Yeimy no pudo evitar una sonrisa ante el gesto de extrañeza de Roberto, a quien nadie le había advertido de que iría más gente. Tras las presentaciones el Delegado no tuvo reparo en preguntar si debían esperar a alguien más, respondiendo Yeimy raudamente de forma negativa, añadiendo que ya podían pues pasar al comedor.
Para enfado de la anfitriona, fue entonces la rubia quién pidió darse una ducha antes de comer, aprovechando Roberto la oportunidad para sugerirle a la rubia darse un chapuzón rápido en la piscina en lugar de ducharse. Eva arguyó que no había llevado traje de baño pero Roberto propuso que Yeimy le dejase uno, y resignada la anfitriona tuvo que aceptar cuando todos la miraron.
A pesar de que Yeimy escogió entre sus bikinis el que más le apretaba, este le quedaba bastante suelto a la rubia dada la diferencia de medidas entre ambas. Una vez mojado fue aún peor, las tetitas de Eva amenazaban con escapar por todos lados al igual que la braga que pronto dejó claro que la flacucha apenas debía tener vello en el pubis.
Roberto comenzó a jugar con Eva, ambos bucearon, rieron y como si fueran unos críos Roberto lanzaba por los aires a la rubia de pie sobre sus hombros. Eva aún sabía hacer la voltereta en el agua tanto hacia delante como hacia atrás, cuando al hacer dos giros consecutivos hacia delante el bikini no aguantó y dejo al aire el escuálido culito de la juguetona. Todos se echaron a reír ruidosamente salvo Yeimy, que dirigió una mirada de reprobación a su amiga. Al poco Roberto y Eva gritaban y reían con complicidad. Sin que los anfitriones se dieran cuenta el Delegado pronto aprovechó para tocar bajo el agua la tostada y cálida piel de la rubia en zonas restringidas, o incluso para pellizcar suavemente uno de sus duros pezones.
Una vez fuera Eva y Yeimy se pusieron al sol mientras que Fede y Roberto tomaban otra cerveza. Cuando salieron del agua Eva se dio cuenta de que no le bastaba con secarse por fuera. Sentía su sexo cálido y húmedo por dentro. Roberto la había preparado, sin que ella sospechara cuales eran las verdaderas intenciones de aquel hombre. Eva sería la trampa en la que Federico caería con gusto.
― ¡Madre mía! Como está la amiga de tu mujer. Rio Roberto
― Vaya que sí.
― No te importa si me la follo, verdad. ―dijo Roberto con intriga.
― ¿Qué? ―se sorprendió Fede.
― Que si te la estás tirando tú, yo paso de líos.
― ¡Qué dices! ¡Qué lástima!
― Ah sí, pues si eres listo esa no sale de aquí sin chuparnos la polla ―dijo Roberto retando al marido de Yeimy.
― Sí, claro, delante de mi mujer ―renegó Fede.
― Faltaría más, delante y a cuatro patas…¿tendrás lubricante? ―preguntó rápidamente el invitado.
― Estás de coña. A Yeimy no le va eso.
Roberto se quedo cayado mirando con extrañeza a Federico. Hasta que cayó en la cuenta de que Yeimy le habría engañado, dado que la cara de su marido reflejaba sinceridad y frustración a partes iguales. Entoces se le ocurrió una idea divertidad
― ¡Eva! ¡Ponte aceite que te vas a quemar! ―gritó Roberto.
― ¡Ven y échame tú, anda! ―respondió Eva tendida en la toalla.
Y con discreción le comentó a Federico: ― Ves, ha traído aceite…
Yeimy en cambio sí se levantó, ya que su amiga le soltó un contundente “Lárgate”. Le ordenó a Federico que la acompañase adentro a ayudarla con la comida, pero al entrar ella subió al piso superior para espiar a los que se habían quedado junto a la piscina. Al principio Roberto cumplió escrupulosamente la solicitud de Eva, untándola con protección solar de los pies a la cabeza. En cambio aquel maldito pronto volvió cruzando la estrecha espalda hasta llegar al escurrido trasero de su amiga. No se detuvo ahí, metió dos dedos en el huequito y sin ninguna resistencia estos se introdujeron en el sexo de Eva. La pobre estaba mojadísima.
Yeimy no podía evitar sentir celos y rabia al ver a su zalamera amiga junto a Roberto, así que no tardó en bajar de nuevo y gritar desde la puerta. ― ¡Venga! ¡A comer! ―se desazón con ambos se transmitió sin querer en el tono de voz.
En cuanto todos estuvieron sentados a la mesa a Yeimy le quedó claro que su amiga estaba encantada con los claros presentimientos que auguraban que iba a echar un polvazo de los que no se olvidan. La colombiana estaba segura de que la muy zorra hasta habría hecho las primeras indagaciones acerca de las armas de su futuro “agresor”.
Eva estaba cachonda, notaba un hormigueo premonitorio en su chochito, tenía las tetas durísimas y los pezones marcados bajo el bikini casi le dolían. Ardía en deseo de ser follada, y lo único que deseaba comer estaba justo bajo el pantalón del hombre que tenía sentado justo delante de ella. De buena gana se habría metido bajo la mesa a darse un buen festín.
Sin pensar donde ni con quien estaba, Eva se quitó una de sus sandalias y estirando su larguísima pierna fue tanteando el terreno, subiendo sin dilación hasta palpar la estaca de Roberto. Este no puso trabas a la descarada rubia, si no que separó ligeramente las piernas sin miedo ante las hostilidades de Eva.
Nada de lo que pasaba bajo la mesa escapaba al escrutinio de la anfitriona. Estaba enojada con la zorra de su “amiga”, con el cabronazo de su jefe y amante y con el imbécil de su marido que parecía no enterarse de nada. Yeimy vio la sandalia abandonada por su amiga junto a una de las patas de su silla, lo que le confirmo que Eva estaba sobándole el paquete al Delegado en su propia casa. Cuanto más se divertía su ardiente amiga con su “otro hombre”, con el hombre que la había gozado y hecho gozar la última semana, más crecía su rabia.
Roberto se levantó y se dirigió hacia el mueble bar, solo llevaba puesto ese el polo azul marino que también le quedaba. De repente Yeimy se dio cuenta de que estaba sentada en el sofá mirando pasmada como Eva, su más íntima amiga mamaba con ímpetu de la erecta polla que galantemente le ofrecía su marido. Roberto acudió junto a ella al sofá con dos copas y su pesado miembro en horizontal al suelo. Le ofreció una de las bebidas pero Yeimy no respondió. No podía, la joven esposa contemplaba atónita como su amiga succionaba a su marido de forma magistral. Primero le masturba, luego empleando sus labios cuidadosamente engullía cuanto podía, la sacaba de su boca y la volvía a tragar casi entera. La muy zorra miraba a Federico mostrando como se comenzaban a formar filamentos de saliva que pendían de su inflado prepucio hasta su sucia boca. Entonces él mismo se la agarró y sujetándole ligeramente la cabeza le restregó la polla por toda la cara embadurnándola de saliva. Le dio un par de suaves puyadas en su boca abierta y le volvió a dejar hacer a ella. La verdad es que Eva se esforzaba, le pajeaba con una mano mientras chupaba el resto de su rabo adelante y atrás, succionaba con fuerza el capullo, se la tragaba de nuevo casi entera, utilizaba su propia saliva para hacer cochinadas y ruidos obscenos, y de pronto la levantó para dejar así los testículos al alcance de su boca. Una auténtico putón, como todas las divorciadas jóvenes y guapas, pensó Yeimy.
Habían llegado a los postres y precisamente cuando Eva parecía haberse calmado, todo se precipitó. Se ofreció a ayudar a la anfitriona y cuando se levantó la mirada furiosa de Yeimy se dirigió agudamente al tapizado rojo mate de la silla, o más bien a la mancha oscura que había en el centro del asiento.
― ¡Serás guarra! ¡Mira cómo has puesto la silla! ―gritó como loca.
― Ay, lo siento.
Había sido un cúmulo de circunstancias, lo excitada que había llegado presintiendo sexo, lo cachonda que la había puesto el seductor Delegado y lo grande que le quedaba el maldito bikini. Y entonces escuchó a Roberto en tono de sentencia.
― Desde luego si estuviésemos en la oficina yo mismo le daría unos buenos azotes por cochina, pero ésta es tu casa Federico. Tú verás lo que haces.
Todos miraron entonces a Fede, que tardo en reaccionar pero una vez se puso en pie lo hizo con determinación. Se fue hacia ella y agarrándola del antebrazo la hizo seguirle. Se volvió a sentar y ordenó ― ¡Sobre mis rodillas! ―cuando Federico tiró de ella la alta rubia casi se cae del otro lado, de modo que tuvo que apoyar las manos en el suelo y su trasero pronto recibió el primer manotazo. Aquel se lo dio sobre el bikini azul pero entonces estiro de este hacia arriba y la tela se introdujo entre las nalgas de la escarmentada como si llevase tanga. Federico acarició el culo de la rubia trazando un círculo y le asestó cuatro sonoros azotazos que hicieron encenderse el carrillo derecho de la divorciada. ― ¡ah! ¡Ush! ¡aaah! ¡Ssh! Gemió ésta totalmente complacida con el castigo. Después Federico introdujo unos instantes su dedo medio en el empapado y caliente coño al tiempo que agarraba del cuello a la rubia, y al sacárselo le atizo un último azotazo. Se puso en pie para sacarse la verga delante de ella. No tuvo que obligar, ni tampoco que ordenar. La delgada amiga de su esposa llevaba horas con ganas, y se la agarró y chupo con tanta fuerza como alivio.
Volviendo en sí, Yeimy vio que su amiga masturbaba a su esposo a toda velocidad, eso sí, con el glande metido en la boca, jugando con su lengua y babeando. Entonces llegó el clamor de su marido y de la boca de su amiga comenzó a manar esperma a chorros que se escurría luego por su mano. Sin dejar de masturbarlo se echo hacia atrás, pero en cuanto vio el glande tapado casi por completo de esperma se lo volvió a meter en la boca y dejarlo limpio. Federico, atento, no dudo en rebañar su leche de la mano de Eva con dos dedos para dárselos a chupar después.
Para sorpresa de todos y regocijo de Roberto, Federico aun no había acabado con la rubia. Tras follarla oralmente unos segundos, la agarró del moño y la hizo tumbarse con sus tetitas sobre la mesa, ofreciéndole su retaguardia a una despiadada invasión. Yeimy no podía creer que aquel semental fuese su marido, estaba tan excitada que empezó a acariciarse el sexo por encima del pantalón. Vio que Roberto hacía lo propio.
Federico la comenzó a follar fuerte y rápido. Estaba tan encendido que no había perdido ni ápice de erección. Los golpes de cadera, jadeos y gemidos rebotaban en las paredes al igual que lo hacía las pelotas del marido de Yeimy contra el clítoris de la rubia. Eva no tardo en petrificarse y estremecerse entera con su primer orgasmo. Federico se fijó entonces en sus espectadores, y con chulería hizo a la flacucha subir la rodilla de ese lado para que así estos pudieran ver mejor como se la metía y sacaba del sucio chochito. Puso tanto ímpetu al follarla que un par de platos y varios cubiertos cayeron al suelo de la mesa, a cuyos bordes Eva se aferraba para aguantar las arremetidas de Fede hasta que pronto un segundo orgasmo la hizo desplomarse sobre platos y demás.
En ese momento Yeimy vio como Roberto se ponía en pie y se acercaba a la pareja con un bote de color naranja en la mano. Se lo ofreció a Federico con gesto serio.
― Disfruta de su culo. ―creyó Yeimy entender al Delegado.
No se equivocaba. Fede derramó un chorro de aceite en el surco que dividía los pequeños glúteos de la rubia y otro más a lo largo de su rígido astil. Eva permanecía inmóvil, ajena a todo. Federico se giró entonces hacia su esposa mirándola con resentimiento un segundo y sonriéndole en seguida con malicia, al tiempo que se la meneaba para cubrir bien toda su polla con aceite. No se anduvo con remilgos. No iba a pedirle permiso como a su ñoña esposa, ni siquiera la iba a avisar. Deseaba follar el culo a una mujer de una vez por todas, pasara lo que pasara y le había tocado a ella. Beneficiándose de la relajación en que Eva estaba sumida colocó la punta justo frente al agujerito arrugado y empujo con decisión.
― ¡¡OooooOoooh!! -aulló con espanto la descuidada divorciada. Sí, la sentía dentro, pero no en su agradecido coñito. El marido de su amiga se la había metido de golpe en el culo, como ningún hombre lo había hecho antes. Por un momento pensó que Federico había desgarrado su esfínter, y como pudo le propinó varios puñetazos en el pecho. Pero no serviría de nada y ella lo sabía.
Al sentir el enfado de Eva Federico la agarró con fuerza de las caderas clavándole las uñas, y con un segundo arreón hundió el palo mayor en el culo de la enrabietada rubia.
Eva tuvo que reconocer que Federico la había sorprendido, había atravesado su ojete y le daría por el culo a placer. Sabía que cuando una mujer no quiere ser sodomizada debe rechazarlo y apretar el culo para imposibilitar la penetración, pero ella si quería. Tenía experiencia, mucha experiencia. No es que a Eva le encantase especialmente aquello, pero siempre se sentía atraída por hombres seguros que la dominasen sexualmente, de esos a los que les gusta follarle el culo a su novia o mujer de vez en cuando. Y la verdad es que sólo esperaba que Fede continuase lo que había empezado.
Sin embargo Eva, en pompa sobre la mesa tomó por el culo a Fede apenas un minuto. El marido tiró cuanto estorbaba en la mesa y la hizo subirse y separar las piernas. Le estrujó las tetas con ambas manos y lamió hambriento aquel coño de grandes y carnosos labios hasta beberse el almíbar del tercer orgasmo de la rubia. Se volvió a embadurnar la polla con aceite y se la clavo por el culo ahora boca arriba, esta vez con apenas un pequeño respingo por parte de la rubia. Yeimy se corrió en el sofá viéndolos gozar, el flujo caló el pantalón vaquero dejando un amplio cerco de humedad. Yeimy sabía que era la primera vez que Fede sodomizaba a una mujer, y quería que ésta también gozara, por lo que intercaló lametones con sodomía una vez más. La última vez que Eva sintió la verga de Fede entrar en su culo gimió de puro gusto y le pidió que no volviese a sacarla. Federico se dio cuenta de que debía realizar su ataque final. Primero muy lentamente gozo de ver entrar y salir su pollón del culo de la amiga de su esposa, después con unas estocadas contundentes la hizo aullar de nuevo, y finalmente, hizo algo que dejo perplejos a todos.
― ¡Agárrate! ―gritó Federico tomándola por las nalgas para alzarse con ella encima, haciéndola cabalgar el vilo.
En volandas, Eva se sujetó con fuerza al cuello de Federico, cuya polla seguía firme en su trasero. Apretó sus largas piernas alrededor de la cintura del macho. Fede empezó a alzarla y dejarla caer ensartando su culo con rudeza. Entre jadeos y gruñidos Yeimy se dio cuenta de que el miembro de su esposo volvía a convulsionar dentro de su mejor amiga, aquella mujer complaciente y generosa. Viéndo a su marido vaciarse con satisfacción en el culo de Eva, la joven esposa pensó que todo había sido culpa suya. Presa de la desazón y la ira Yeimy decidió que soportaría que su marido la sodomizara. A partir de ese momento siempre llevaría lubricante en el bolso. Aunque aquella forma de amar le doliera, no sería peor que el suplicio y la humillación de verle gozar con otra mujer.
Cuando Federico se despertó a la mañana siguiente, no había rastro de Eva, ni de Roberto, ni de la fiesta. Le sorprendió que su mujer no hiciera ni un solo comentario sobre lo ocurrido, pero cuando Yeimy comenzó a desayunar de pie en la cocina en vez de sentarse, Federico tuvo un mal presagio.
― ¿Por qué no te sientas? ―le preguntó.
― Es que tengo prisa. Tengo que…
Federico no siguió escuchando. Se levanto y sin mediar palabra la empujo por la fuerza sobre la mesa de la cocina.
― ¡Estate quieta! ―le advirtió a Yeimy.
De un tirón Federico le bajo a su mujer el pantalón del pijama y las bragas. Yeimy tenía todo el culo enrojecido como si le hubiesen propinado una azotaina. Su culo parecía escocido, pero cuando Federico hizo intención de separar las nalgas de su mujer esta gritó intentando zafarse.
― ¡No por favor! ―suplicó Yeimy.
― ¡Cómo! ¿Ese cabrón te dió por detrás? ―preguntó Federico.
― ¡Sí! ―respondió su esposa entre sollozos― Se corrió dos veces…
No me extraño la actitud del supervisor español,lo han hecho siempre, durante 500 años,cepillarse a las latinoamericanas sin importarles nada de lo que dejan al paso.
Los norteamericanos, los han copiado.