Cuando conocí a Niki, fue en circunstancias bastante inusuales para mí, pues esta chica se encontraba en su trabajo en una tienda de lencería, de esas de marca mundial. La vi a través de los cristales de la tienda cuando visitaba el centro comercial local, pues me preparaba para las compras de navidad de ese año. Aquel día vestía un pantalón negro delicadamente ajustado a su hermosa figura, su blusa era de color beige, el cual realzaba su rostro angelical en un maquillaje acentuado con un tono rosa de sus mejillas, y un delineador perfecto que hacían un bonito contraste con sus ojos esmeralda.
Me gustó mucho su rostro, el cual daba la impresión de ser de esas chicas delicadas, pues a la vez sus ademanes atendiendo a los clientes, así lo denotaba. Rubia de cabello corto y ondulado, dejaban apreciar su bonito collar de piedras negras, como también apreciar su bonito y sensual cuello que mostraba un lunar de un pálido café que provocan las ganas de besarlo. Y es como entro por primera vez a solas a una tienda de lencería.
Debo mencionar que debí rehusar la ayuda de otras chicas del lugar, esperando que en cualquier momento pudiera lograr atraer la atención de esta chica. Me tomó unos quince minutos en lograrlo, para descubrir una voz sensual, con un léxico diáfano y extremadamente sugestivo. Niki, verdaderamente me llamó la atención y después de una breve introducción y plática, debo resumir este primer encuentro con lo siguiente:
– ¿Busca un regalo para su esposa, amiga… o es un regalo para una boda?
– ¡Es un regalo de navidad para una amiga! –le he contestado.
– ¿Usted conoce sus medidas?
– Ese es mi problema. ¡Quiero darle una sorpresa y no tengo idea que medida sea ella!
– ¿Es grande, alta, delgada? –Me preguntaba esto cuando estábamos en el área de los “babydolls”.
– ¡No sé cómo describirla! Quizá tenga tu altura y similar peso. –le dije.
– ¡Ah! En ese caso, debe ser medida pequeña. Esa es mi medida. –me dijo.
– Es que al ver estas prendas, se miran tan diminutas. –he agregado.
– Si, se miran pequeñas, pero eso es la idea… ¿no cree? – Y agrega. – ¿Y qué color cree le pueda gustar a ella?
– ¡Otro dilema! ¡Niki, ayúdame!
– Mire, con el color rojo no se puede equivocar, especialmente si su amiga le interesa más que una simple amiga. Los colores negro y beige me parecen muy convencionales para un regalo de esta índole, especialmente si sutilmente quiere enviar una intención.
– Déjame preguntarte: ¿si tu esposo o novio te hiciera este regalo, que color quisieses que fuese? Es más, me dejaré llevar por tu intuición, así que todo lo que compre será visto desde la perspectiva de lo que una chica como tú desease.
– Me da temor equivocarme, pero desde mi perspectiva me gustaría un rojo como este.
Finalmente, después de pasar a tomar tres babydolls de diferentes colores, pasamos a la sección de brasiers, donde tuvimos otra plática al respecto y donde corroboré que mí estimado era perfecto en referencia a la medida que Niki usaba, pues de sus lindos labios escuche: 34B. Me gustó mucho la disposición de ella y de la manera tan libre que conllevaba su asistencia, pero me gustó mucho más cuando llegamos y me mostraba las bragas o calzones de diferentes tipos y me aclaró cosas que yo intuía, pero me pareció tan sensual y delicado como ella me lo expresaba:
– Sabe, si mi novio me regalara bragas, preferiría bikinis regulares, o calzones tipo “hipster” (cacheteros), pues son más cómodos que una tanga. Quizá desde la óptica de un hombre, las tangas le parezcan más atractivas y definitivamente más seductoras, pero en lo particular, a mí las tangas me sientan incomodas.
En seguida me muestra un catálogo de cómo se miran ciertos bikinis y de los mencionados “hipster”, y me muestra las diferentes telas y estilos en cada uno de las pantis mencionados. Para Niki, era tan normal hablar de todo aquello, que no sé si se daba cuenta que ella de alguna manera exponía su intimidad y que por cierto me causó en momentos alguna erección que oculté con la falda de mi traje. Culminó en esta sección diciéndome algo que me hizo imaginar su desnudo y sensual cuerpo:
– Si alguien me regalase una prenda íntima, me gustaría más los hipster. Me parecen más cómodos, no dejan de ser sensuales y creo que también ayuda a la óptica del sexo opuesto, pues realzan el volumen de los glúteos.
Finalmente, después de tomar una docena de calzones de los tres diferentes estilos y cuyos colores fueron escogidos por esta linda mujer, me ayuda con todo poniéndolo en una cesta y se despide con un apretón de manos y me desea una feliz navidad y suerte por mi supuesta conquista. Salí de aquel lugar pagando un poco más de $450.00 dólares y me fui con la imagen de su lindo rostro y con la fantasía de imaginarla vistiendo todo lo que hoy había comprado.
Caminé algunas tiendas y me introduje en una floristería, donde además de comprar una docena de rosas, les pedí que me envolvieran todo aquello en caja de regalo, no sin antes introducir mi tarjeta de presentación, donde está mi número de celular y que se lo hicieran llegar a Niki, a la tienda de lencería del mismo centro comercial.
Viví por unos días con ese interrogante, de qué pensaría Niki de aquel regalo de un desconocido y que según mí estimado, le llevaba por lo menos unos 20 años de diferencia con su edad. Ella me hizo vivir esa ansiedad, pues le tomó alrededor de diez días para que ella me llamara y cuando lo hizo fue desde un número privado y no fue la recepción que yo esperaba.
– Sr. Zena, agradezco mucho este bonito y sorprendente regalo, pero me temo que no puedo aceptarlo. Las rosas, un bonito detalle y adornaron mi habitación por unos días, mientras decidía si llamarlo para devolverle estas prendas que honestamente, no puedo aceptar.
– Te entiendo Niki, no hay ningún problema. Al menos logré algo que deseaba y era volver a escuchar tu voz. Bueno, si no lo puedes aceptar, ningún problema: se los puedes dar a alguna amiga o los puedes tirar al basurero. –le dije.
– Sr. Zena, no quise insultarlo e incomodarlo, pero me parece mucho dinero para tirar a la basura. ¡Puede devolver la mercancía y recuperar su dinero!
– Niki, no te preocupes, no me incomodas. Haz lo que tú necesites hacer, total… no necesito enterarme que haces con las cosas que te regalé.
– ¡Disculpe Sr. Zena!
Nos despedimos no sin antes desearnos una feliz navidad y un año próspero y no escuché de ella por lo menos por tres meses. Cuando lo hizo fue de la misma manera, desde un teléfono privado y después de una amigable plática me agradeció de nuevo el regalo, pues ese día me confirmaba que se había quedado con las cosas y que sintió la necesidad de agradecérmelo. A la misma vez, me pedía mi domicilio, pues mencionó que ella también me quería hacer un regalo, a lo cual me negué, pues imaginé que deseaba en realidad regresarme toda esa lencería.
– ¿Es casado verdad y no quiere recibir correo por miedo a que lo descubra su mujer?
– Nada de eso Niki. Intuyo que deseas enviarme toda esa lencería por correo.
– Nada de eso Sr. Zena. Ya le agradecí por el regalo y no es mi intención engañarlo de esta manera. La verdad quería corresponderle con algo que espero le guste… ¿Qué le parece si nos tomamos una copa en el bar del centro comercial?
Obviamente acepté aquella propuesta y nos encontramos en el lugar especificado. En esta ocasión vestía un ajustado pantalón vaquero, con una corta camiseta naranja y que me dejaba ver el agujero de su sensual ombligo adornado de piedras brillantes. El encuentro fue trivial y donde me contó que tenía novio y quien estaba desplegado con las fuerzas armadas en la zona del Pacifico. Me dio una caja de regalo y me pidió que lo abriese después de nuestro encuentro. Nunca me dio su número de teléfono ni contacto alguno, lo que me hizo pensar que deseaba que yo no supiera mucho más de ella.
Con curiosidad al llegar a mi coche abrí el regalo y para mi sorpresa veo tres piezas de bikinis para hombre de tres diferentes colores de mi talla 34 y, entre los bikinis también venían un bikini de mujer, con un panti hipster de los que creó un día le obsequié. Los olí y descubrí ese olor femenino e inclusive tenían ese color blancuzco en el área donde esa prenda debe acariciar ese precioso orificio: la tela se sentía aun húmeda en uno y, en el otro, la textura era más sólida, como cuando los jugos vaginales se secan. No paré de verlos y llevármelos a mi nariz para sentir ese olor.
Pero Niki me dejó soñando y fantaseando por unos meses, que incluso llegué a olvidar que existía. Pasaba cuando podía por el centro comercial, aunque ella ya me había hecho saber que ya no trabajaba ahí en aquella tienda. Realmente solo me recordaba de ella cuando de vez en cuando exploraba mi colección de pantis y los volvía a oler. Casi seis meses después vuelvo a recibir una llamada de un número privado.
– ¿Se recuerda de mi Sr. Zena?
– ¿Cómo no podría acordarme de una dulce voz como la tuya? –le dije.
– ¿Le gustó mi regalo?
– ¡Es un regalo exquisito! –le contesté.
– ¿Acerté en su talla?
– ¡Como toda una profesional en ropa íntima! –ella sonríe.
– Tenga mucho cuidado con mis pantis, no vaya ser que su esposa se los encuentre.
– Descuida, ya te he aclarado que no soy casado.
– Se me hace muy difícil creerle. Un galán como usted que no esté casado, mire que me cuesta creerle.
– ¡Te invito a mi casa! De esa manera saldrías de la duda.
– Me gustaría tomar ese riesgo, pero temo a caer rendida con sus encantos.
– ¿Mis encantos? ¡Por favor Niki!
– Pues mire, aquí me tiene hablando con usted. Créame que me lo he reprimido, pero debo admitirle, que usted me gusta y es por eso que prefiero guardar distancia… no vaya ser…
– ¿No vaya ser qué Niki?
– Le dije que tengo novio y hace unos meses me comprometí con él. ¡Tengo miedo a fallar! ¿Al menos que me acepte como su novia platónica?
– ¿Quieres ser mi novia platónica? ¿Eso es lo que quieres?
– Sí, me gustaría ser su novia platónica. Creo que es lo máximo que puedo llegar con usted. ¿Acepta?
De aquella manera nos envolvimos en una relación apasionada por medio del teléfono y cuya cita habitual eran los días domingos por la noche. Como toda relación de novios, empezamos con esos besos imaginarios hasta llegar a desnudarnos con las descripciones de cada quien. Llegué a simular que me masturbaba por ella mientras hablábamos, cosa que nunca hice, pues eso de la autosatisfacción no es para mí. Las pláticas eran tan calientes y al otro lado del auricular, escuchaba lo que parecía ser un potente orgasmo de Niki, cuyos gemidos y jadeos me ponían erecta la verga, mientras yo actuaba a la vez con llegar a la eyaculación. La conversación era tan lujuriosa que a veces grabé las llamadas y me gustaba repetir ese escándalo orgásmico de Niki:
– ¿Dónde quieres que te bese?
– El cuello. Bésame el cuello Tony, quiero sentir que tu lengua se desliza desde mi cuello hasta besar mis pezones.
– ¿Lo sientes?
– Si, Tony, que rico siento el calor de tu lengua. Sabes, quiero saborear tu pene, y chuparte los testículos. ¿Quieres?
– Si cariño, quiero sentir mi verga adentro de tu boca, mientras con mis dedos acaricio tu conchita. ¿Sientes mis dedos adentro de tu conchita?
Y de aquella manera jugábamos ese juego que se extendía hasta una hora. Suerte que siempre he tenido a chicas con quien desahogar aquella presión sexual. Regularmente después de aquellas platicas eróticas, tenía que recurrir a llamar a Laura o Diana, con quien hemos tenido una larga relación clandestina, pues estas chicas son casadas. Con Niki tuvimos toda clase de sexo imaginario, lo que me dio a entender que no era una chica con muchas reservaciones, parecía que estaba abierta a experimentar todo. El juego se extendió por meses, pero un buen día le pregunté:
– Niki, ¿de veras me torturaras así todo el tiempo?
– Tony, quedamos en tener una relación platónica. Realmente, yo no me creo capaz de intervenir y quizá romper un matrimonio. Quizá me atrevería a serle infiel a mi novio, pues la verdad que tú me gustas mucho y es por eso que tenemos esta relación, pero me sentiría mal si tu relación con tu mujer llegase a ser afectada por mi culpa.
– ¿Qué hablas? Te he dicho en muchas ocasiones que nos soy casado.
– Tony, temo que me mientas. Si algún día te vuelvo a ver, será solo para verificar lo que me dices. ¿Un hombre como tú que no esté casado? ¡Difícil de creer!
– Niki, te propongo lo siguiente. Te voy a dar mi domicilio y ven a cualquier hora del día, solo que si te contesta una mujer la puerta, no temas, va a ser mi hermana quien en estos días está en mi casa. Y si te animas a visitarme, no te olvides traer tu traje de baño para refrescarnos en la piscina.
Tuvimos otras pláticas más después de aquel día, las cuales siempre llevaban ese erotismo que con mucha confianza habíamos tomado, pero un día sábado menos pensado llegó Niki anunciándose con los guardias de seguridad que protegen la comunidad de casas en donde yo vivo. En minutos estaba tocando el timbre de la puerta y la recibí con un beso en los labios, que ella aceptó como tantos imaginarios que nos dimos por el teléfono.
Me vi sorprendido y totalmente hechizado con la belleza de esta linda mujer. Llevaba puesto pantalones vaqueros de color blanco, zapatillas de vestir de buen tamaño que le hacían ver más largas sus lindas piernas alargadas. Una camiseta ajustada a su esbelto y plano torso de color verde olivo, que entonaba artísticamente con su detallado maquillaje y sus ojos esmeralda. Me dio esos cumplidos por los jardines y la decoración de mi casa, pero creo que Niki sentía esa necesidad de saber si estaba a solas en la casa.
– ¿Se encuentra tu hermana… tu hijo?
– Mi hermana ha salido y no sé si va a regresar el día de hoy, y mi hijo estudia en la ciudad de Boston. Estamos solamente tú y yo. –ella sonríe.
Pasamos a la piscina y donde preparé unas pinas coladas y caminamos por todos los jardines hasta llegar a la quebrada que conduce a un río atrás de la casa. La invité a ver la casa de huéspedes que esta camino al río y donde nos quedamos descansando en su patio cubierto y de donde hay una vista espectacular. Hasta aquel momento, no tenía la seguridad si aquellas caricias imaginarias se transformarían a una realidad y pensando en esto estaba cuando ella me pregunta con esa voz sensual y clara de un léxico exquisito:
– ¿No me vas a dar un beso? –y hacía contacto visual conmigo.
– ¿Dónde lo quieres? –le pregunté.
– En el cuello. –contestó.
Siempre imaginé besarle ese lunar café que tiene en su alargado cuello, observar como su piel se erizaba al contacto de mi lengua, escuchar un gemido al hacerlo o dejar escapar un suspiro al viento. Así ocurrió y ella me besó apasionadamente y ella buscó mi cuello también mientras sus manos me tomaban de mis glúteos. Me miraba y la miraba y no podíamos quizá contemplar que aquello era una realidad, que podía oler el perfume de su piel, que su aliento llevaba ese olor al etílico de la piña colada, que podía escuchar su gemido muy cerca de mi oído, que podía sentir sus manos inquietas que me abrazaban y recorrían toda mis espalda hasta llegar de nuevo a mis glúteos. Fue tan fantástico todo aquello que quería retener el tiempo y tomarme todo el tiempo para poderla descubrir poco a poco, pero creo que Niki, tenía pendiente que podía en algún momento aparecer mi hermana, o que alguien nos descubriera o nos estuviera divisando desde el río.
– ¿Cuándo regresará tu hermana? –preguntó.
– No te preocupes, ella trabaja como agente de bienes raíces y no volverá hasta bien entrada la noche, si es que viene.
– Regálame otro beso y regálame otra piña colada. – me dijo.
Le di un beso más en la boca y volví a sentir ese cosquilleo pasional de su lengua. La dejé sentada observando el río, mientras fui a preparar otro trago. Al regresar, además de los dos vasos traía conmigo dos toallas playeras que acostumbramos a tener cerca de la piscina y las extendí en medio de una isla de arbustos, donde nos permite ver alrededor si estamos sentados, pero evitará que nos vean, si nos mantenemos acostados. Niki, intuyó mi propuesta y salió a mi encuentro y ambos extendimos una toalla, mientras la otra la podíamos ocupar como almohada.
Hemos terminado con la piña colada un poco apurados, pues queremos volvernos a sentir la piel de cada quien y quedamos en medio de esta isla de arbustos japoneses comiéndonos a besos y en el proceso desabotono su pantalón vaquero y desabrocho lo que parecía un sostén, lo es, pero es un sostén de lo que parece su traje de baño. Como en las llamadas telefónicas me fui hacia el sur llenándole de besos sus dos lindos pechos y todo ese lindo abdomen donde vuelvo a ver esas piedras brillantes en el ombligo. Niki gime, como lo hacía en el teléfono y me asiste en levantar su pelvis para que yo pueda removerle completamente el pantalón vaquero. La descubro y queda con una linda tanga color naranja y esta vez también descubro otro lunar café en su entre pierna. Niki luce un cuerpo divino, y por su altura no le fuera difícil encontrar trabajo como modelo, o por lo menos modelo de ropa interior.
– ¡Pensé que no te gustaban las tangas! ¿Pensé que me habías dicho que te incomodaban?
– ¡Tienes buena memoria! La verdad, que si me incomodan, pero como le dije, imagino que se miran lindas desde la óptica y solo me las pongo cuando sé que alguien me las va a querer despojar.
Su manera de hablar era muy sugestiva y aprovechando que le removía su pantalón, también removí el mío junto a la camisa que vestía. Ella puede observar ya mi bóxer ya con las evidencias de la humedad y yo miro su tanga, con la evidencia de esa mancha de sus jugos vaginales. Le remuevo su tanga naranja y veo su conchita rosada, pequeña y bien depilada. Sin pensarlo mucho mi cabeza se hunde delicadamente entre sus piernas y Niki solamente gime al sentir el calor de mi lengua, el aliento caliente de mi boca que invade una de sus partes más íntimas. La saboreo a placer y recorro mil veces esa zona de su clítoris hasta llegar a su perineo, algunas veces solo rozando mi lengua y otras veces succionando su clítoris o los labios de su conchita. Niki y yo vivimos lo que ya imaginariamente hemos vivido en aquellas llamadas por teléfono, pero la emoción de la realidad, supera la fantasía.
Es ella la que interrumpe a pesar que yo sentía que ya se venía, y me corresponde con un lento y delicado oral, que tomó más ímpetu a media de los minutos. Alabó el tamaño de mi verga y al igual que yo me di gusto chupando su conchita, ella hizo lo suyo con mi pene del cual solo lograba meterse quizá la mitad. Mientras me pajeaba con sus dos manos la verga, recuerdo ese bonito cumplido que es inspiración pura para el ego de un hombre:
– Me gusta tu verga Tony, la verdad no imaginé su tamaño y su grosor, pero he quedado admirada de lo bello de cómo luce. Quiero sentir cada pulgada adentro de mí.
Y de esta manera yo me quedé sobre mis espaldas y Niki pasó a montarme y tomándome mi erecto pene, lo apuntó a su rica conchita y se ha metido como en cámara lenta, cada pulgada de mi verga en su rica y estrecha conchita. Comienza con un movimiento lento, se toma sus dos bonitos pechos que se sacuden cuando aumenta el ritmo, mientras yo solo le acaricio sus redondos glúteos con mis dos manos. Cinco minutos después, cierra los ojos, abre la boca y jadea y gime diciéndome con sus palabras cortadas: ¡Tony, me voy a correr!
Con su movimiento frenético de sus caderas, yo acelero el ritmo también y le golpeteo con más ímpetu su rica y mojada conchita, lo cual hace un ruido erótico y Niki explota con un orgasmo y se echa sobre de mí y busca mi boca con la suya, y sin detenerse con su ritmo, siento como me manda esa vibración exquisita de su vagina y sin parar de pompearla, segundos después me vengo yo adentro de esa conchita y ella goza con verme gozar a mí, al igual que yo gozo al verla gozar a ella.
La excitación fue tan grande, pues todas esas llamadas telefónicas con su contenido erótico, llevaron a que dicha ebullición fuese descomunal. Su pubis y el mío estaban llenos de nuestras secreciones sexuales. Niki me limpió el pene con una de las toallas y yo hice lo mismo con ella con la otra. Nos seguimos besando apasionadamente hasta que poco a poco recuperamos algo la compostura de tal faena.
Me parecía un sueño, realmente no me lo podía creer, aquella visita de Niki fue una enorme sorpresa. No sabía con qué tiempo disponía, pero Niki me transmitía ese sentimiento, que aquel día nos íbamos a explorar el uno al otra, hasta saciar todas esas fantasías que habíamos ya vivido por teléfono. Todo lo tomamos con un tiempo, que nos dimos el tiempo de ir a almorzar y luego salimos a cenar como cultivando esa pasión para un maratón sexual que se extendería por toda la noche y hasta el siguiente día domingo.
Yo le propuse que se quedara conmigo aquel día y Niki iba preparada para tal oferta, pues llevaba una pequeña maleta donde cavia otro pantalón con camisa y una variedad de lencería que me mostró en un desfile único, exclusivo, especialmente para mí. Me modeló los babydolls, algunos bikinis, tangas, hipster de diferentes colores, los cuales le lucían perfectos y me sentí como un pequeñuelo, cuando se encuentra por primera vez en una tienda de juguetes. La verdad que me gustaba con ropa, con poca ropa, pero la prefería desnuda junto conmigo.
Quedó fascinada de mi habitación y su jacuzzi, la vista que tenía mi terraza hacia la piscina y el río. Creo que se preguntaba cómo un hombre solo, podría vivir en una casa diseñada para una familia numerosa. Y sobre la base de la jacuzzi, ahí se posó ante mi totalmente desnuda y le he regado champagne sobre sus pechos, su pubis, en sus nalgas y lo he absorbido. Le llené todas las nalgas con espumoso para fresas y me las he comido a placer y ella se ha excitado tanto que era visible como su conchita producía una lubricación extraordinaria que no dejé de probar y probar.
Nos bañamos juntos en la pileta y nos hemos secado el uno al otro para pasar a la cama y me ha entregado el culo como un día lo imaginé. En la posición de perrito o en cuatro patas me ha elevado sus ricas nalgas para que se las penetre con mi lengua, posteriormente juego con ponerle mi glande apuntando su rico ano, y el cual despide en cantidad ese líquido pre seminal que ayudan también en lubricarlo. Mientras con una mano acaricio su clítoris, con la otra y con el pulgar dilato su rico ano hasta que este desaparece sin mucha resistencia. Niki ha logrado sentirse relajada, su esfínter esta dilatado y subo a la cama y mi glande lentamente entra en el culo de esta linda niña.
– Con mucho cuidado Tony, despacito o me harás daño.
Entre gemidos de cierto dolor, jadeos de placer, mi verga completamente ha invadido el intestino de esta linda mujer. No tardamos mucho en encontrar un rico ritmo y en que los gemidos y jadeos subieran de decibeles. Para aquel instante mi verga salía y entraba a mi gusto del rico ano de Niki. Viendo como le quedaba abierto el culo estaba cuando le sacaba la verga, y descubro que esta chica mientras yo la culeo, ella se masturba frenéticamente su clítoris. Mueve su pelvis con gran ímpetu y me dice: Tony, no pares, no pares, dame así que me vengo.
Se corrió entre gritos y gemidos escandalosos y se ha ido de bruces contra la cama y yo me voy con ella sobre su espalda y no paro de taladrar su rico culo hasta que veo la luz del paraíso y me corro abundantemente el culo de esta chica. Ella al sentir mi esperma que le invade, me aprieta con su esfínter mi verga, como ordeñándola. No sé si fue por la sorpresa, o por la posición, la verdad no sé, pero es primera vez que quedo con mis piernas temblorosas.
Repetimos el sexo vaginal y anal en diferentes posiciones, pues Niki llegó este fin de semana con una meta y un propósito. Dejarme seco los testículos aquel fin de semana y a dejarme uno de mis mejores recuerdos con una chica.
Aquel día descubrí que apenas tenía 23 años, pero también descubrí que la siguiente semana se casaba. Fue un sentimiento encontrado, que me costó mucho entender. Realmente esta chica me ilusionaba, pero aquel día se despedía con esas palabras que todavía llevo grabadas en la memoria:
– Me caso Tony, y la verdad tú eres una tentación. No dejé de pensar en ti desde que me enviaste ese regalo con las flores. Debo admitir que siento algo por ti, que me nubla lo que siento hoy por mi novio. Pero prefiero equivocarme antes de casarme, a hacerlo después. Créeme que quisiera seguir contigo, créeme que me gustas mucho, pero tengo miedo y es mejor alejarme de ti. Ya cumplí mi fantasía y creo que me puedo alejar de ti en paz.
Salió de mi casa con otro pantalón vaquero y otra camisa, con un calzón hipster que yo le ayude a poner. Me dejó como recuerdo ese calzón que llevaba puesto y que estaba empapado de sus propios jugos, y me dio un beso profundo donde sentí el cosquilleo de su apasionada lengua, y ya en la puerta de su coche al tirarme un beso me dijo lo siguiente: Quizá algún día te llame, quizá no me atreva a hablar contigo, quizá te colgaré: ¡Suerte Tony!
Desapareció de mi vista y jamás la volví a ver en más de cinco años. El teléfono ha sonado desde ese número privado pero nadie contesta al otro lado en varias ocasiones. Yo soy el que le digo que se quién es y que la extraño, que deseo volver a tenerla, pero en segundos se cuelga la llamada. Hace una semana volvió a sonar y le he dicho que la deseo, y pensé que esta vez se colgaría en el silencio como lo es usualmente, pero ese día oí su voz diciendo: -¡Yo también!