En los últimos días, he estado recibiendo correos electrónicos de algunas chicas, pero con más insistencia y que me llamó la atención fue el de una chica que se dice llamar Karla. En realidad ella dice comunicarse más por su amiga que por ella, aunque también dice estar interesada en conocerme y tener una aventura, pues ella me da a conocer que es casada y que nunca le ha sido infiel a su esposo, así que todo se basa en concertar un encuentro con su amiga quien dice llamarse Alexandra.
Aparentemente han leído mis escritos y les llama la atención mis relatos donde hablo de la experiencia del orgasmo anal que he vivido con muchas mujeres. Karla dice que ha experimentado sexo anal, pero aunque siente cierto placer, asegura que nunca ha sentido un orgasmo anal en su vida. Con respecto a su amiga Alexandra, ella también casada asegura que nunca ha experimentado sexo anal, pues parece que tiene mucho que ver con ciertas barreras religiosas y prefiere encontrar y saciar su curiosidad en una infidelidad, que dejar una mala impresión con su actual marido, a quien Karla describe un tanto antisocial y muy involucrado en su iglesia.
Por las fotos que hemos intercambiado, ambas parecen llamar la atención, aunque Karla parece ser más alta, pero al igual que Alexandra su cuerpo tiene una sensual simetría. Me han enviado fotografías de sus cuerpos semidesnudos, aunque nunca muestran sus rostros, y cuando lo muestran en sus fotos, están sensualmente vestidas. De esta manera nos hemos comunicado y el día de ayer concertamos nuestro primer encuentro personal con Alexandra. Tomo el riesgo de ir, pues vivimos a una hora manejando y hemos acordado encontrarnos en un restaurante afuera de la ciudad de Alexandra, pues quiere evitar a toda costa, ser sorprendida por algún familiar o amigas. En esta aventura, solo existimos Karla, Alexandra y yo.
Quedamos en reunirnos a las diez de la mañana y Alexandra llegó precisamente a esa hora. Vestía un vestido azul de una sola pieza que le llegaba apenas a la rodilla, aretes y un collar color turquesa y hasta ese día descubro los ojos azules de esta linda chica, cuyo cabello castaño y ondulado le llegan casi tocando sus bonitos glúteos, zapatos negros y algo elevado, que le hacen parecer más alta que lo que imaginé. Hacemos contacto visual y nos saludamos con un beso en la mejilla.
– ¿Cómo estas Alexandra?
– ¡Muy bien Tony! Algo nerviosa. –me dijo.
La realidad que hasta yo me pongo nervioso cuando tengo uno de estos encuentros. No sé si es la ansiedad, la curiosidad, realmente no sé; y ahora imagino como esta mujer se ha de sentir con un extraño a quien ha conocido a través del internet. Tomamos una café, algún jugo de manzana para platicar y lograr sentirnos cómodos con esta situación impredecible. Quizá habrá pasado media hora cuando fui directo al grano preguntándole:
– ¡Bueno Alexandra! Ya ves que soy real… ¿qué dices, quieres dar realmente el siguiente paso?
– Mire Tony, sigo un poco nerviosa, pues esto no lo he hecho antes, pero ya estamos aquí, ya di mi primer paso, aunque confieso, que me tiembla todo el cuerpo. –dijo con una sonrisa nerviosa.
– Alexandra, déjeme le hago una pregunta, ¿puedo?
– Dígame Tony.
– ¿En realidad existe Karla? ¿O Karla y usted son la misma persona?
– Si, Karla es mi mejor amiga. Ella fue la que me envió el enlace para leer sus relatos.
– ¿Ha leído mis relatos? ¿Alguno que le guste más que otro?
– ¡Casi todo! Quizá el que más me gusto fue el relato de Verónica y Lizbeth. Ahora entiendo como una chica de solo 18 años sea atraída por un hombre como usted. Usted Tony, es muy guapo.
Con aquel cumplido el cual le agradecí nos hemos levantado en busca de esa habitación de hotel donde consumaríamos esta nueva aventura para mí y esa primera infidelidad de esta hermosa chica de 35 años de nombre Alexandra. Muy cerca de ahí encontramos un motel y fue cuando observé a Alexandra más tensa cuando cruzó esa puerta de habitación y se cerró echándole llave. Tuve que tomar control, pues Alexandra creo que pasó ese trance de retraída, pues quizá seguía cuestionándose, cómo o porqué estaba ahí con alguien extraño.
Le tomé desde su espalda por la cintura y comencé a comerle y lamerle su precioso y alargado cuello. Solo me dijo algo que parecía como un ruego entre suspiros: -Por favor, no me deje marcas. – Creo que esa era la única preocupación que tenía, pues diciendo aquello, Alexandra comenzó a ser otra mujer mucho más abierta. Bajé el cierre de su vestido y de una sola vez desabroché su sostén, el vestido se deslizó completamente hasta sus pies y yo he removido completamente su sostén. Tiene pechitos alargados, areola oscura y sus pezones se le han puesto erectos. Lleva ligas hasta la cintura y las cuales comienzo a remover y noto su diminuto bikini también color azul y puedo ver esa mancha húmeda que comienza a aparecer. Le dejo su bikini y comienzo a quitarme mi traje y ropa frente a una expectante Alexandra. Le doy el honor que me remueva el bóxer y donde yace todavía un pene todavía en estado pasivo, pues debido a que tuve una faena sexual con una chica de Madrid hace un par de días, no tengo la presión y puedo manejar mejor la presión de esta nueva faena.
Alexandra me baja el bóxer y mira como mi verga se alarga y toma grosor entre sus manos. Parece sorprendida y creo que es la primera verga de esta medida que tiene entre sus manos. Ella está sentada a la orilla de la cama y mi verga le queda al nivel de su bello rostro e instintivamente se lleva mi glande a su boca. Veo como me la mama delicadamente e intenta meterse todo lo que puede en su linda boca. En aquella posición me hace un oral mientras con sus manos me masajea los testículos; hace alguna pausa mientras cambia a chuparme los huevos y me pajea con sus delicadas manos la verga. Aquello duró algunos diez minutos hasta que yo la interrumpí y la invité a tomar posición de misionero sobre la cama.
He removido su diminuto bikini azul marino y observo que ahora después de haberme mamado la verga, Alexandra se ha puesto tan excitada, que sus jugos son abundantes y toda esa zona donde su rica conchita toca su bikini, está saturada de sus jugos vaginales bien espesos. Me coloco por sobre ella, en rodillas sobre la cama y comienzo a mamar y lamer sus pechos y abdomen. Meto mi lengua en su ombligo y amenazo con llegar a su clítoris, pero me sostengo y quiero que se excite y tome ansiedad sexual con mi juego. Le encanta que le mame sus pechos, mientras con mis dedos aprieto su pezón que no tengo en mi boca. Deslizo mi lengua hasta llegar a su pubis, el cual no tiene señal de ningún vello pero si descubro una pequeña cicatriz que debe de ser de alguna cesaría. Finalmente juego con su clítoris y le deslizo mi lengua por sobre los labios superiores de su linda conchita y gime de placer y me toma y me da masaje con sus manos en la cabeza, mientras la hago gozar con un intenso sexo oral.
Su conchita tiene un aroma a perfume de flores y su sabor saladito es exquisito de sus jugos espesos que emana con un calor ardiente. Alexandra ha comenzado con ese vaivén de los movimientos de su cadera, como si estuviera cogiendo mi verga, al punto que eleva su pelvis y sus glúteos se separan de las sabanas de la cama. Sus jadeos son exquisitos y gime constantemente con gran ímpetu y solo se le escapan algunas breves y cortas palabras: ¡Que rico, que rico…uh que rico!
Pienso que en cualquier momento se corre, pero aquello se extiende por unos diez a quince minutos y solo sé que su excitación aumenta, por su gemido más fuerte, su jadeo más quebrantado, el golpe que quiere sentir al chocar su concha con mi lengua y prácticamente me ato entre sus piernas, para no despegar mi lengua que se introduce en los más profundo que puedo de su mojada y caliente concha. Le llega el orgasmo y explota con un grito repetitivo diciendo: ¡Tony, que rico… uh que rico!
Dejo que poco a poco recobre la compostura y he terminado mi aplicación oral limpiándome sus jugos de mi rostro con una toalla que instintivamente he dejado por sobre la cama. En esa posición del misionero, le pongo mi glande para masajear su clítoris el cual aún se siente vibrante del orgasmo que acaba de vivir y Alexandra tiene esa mirada de lujuria, de una sorpresa indescriptible y vuelve a gemir de placer cuando siente que mi verga de repente comenzó a bajar lentamente por ese canal vaginal, que realmente me sorprende, pues Alexandra es de esas chicas reducidas de la vagina y que me manda esa sensación de sus paredes cuando interiormente me aprieta al contraerlas.
Hoy la tengo frente a frente y puedo ver sus ojos azules mirándome con pasión. Mi penetración es estable, mi verga solo se mantiene hundida en su conchita sin ningún movimiento más, que el solo tenerla sumida con cierta presión. Alexandra me dice que siente delicioso y hablarle al oído que me quiero comer su rico culo iba cuando suena su celular, el cual contesta, pues es su marido y ella le habla intentando salirse de la éctasis que siente, pues creo que le pregunta donde se encuentra:
– Estoy camino a la tienda. Cosas que los niños necesitan para la escuela. –oigo que dice.
Alexandra habla por unos 3 a 4 minutos mientras yo me mantengo por sobre ella, pero ahora yo me apoyo con mis brazos para no comprimir ni hacer más difícil la respiración de Alexandra. Por alguna razón se elevaba el morbo y no solo el mío, pues cuando Alexandra hablaba con su marido, ella ha movido su pelvis en un vaivén lento y yo le he sumido mi verga y le sigo contraminando mis huevos en la abertura de su ano. Se despide con un beso y se asegura que su celular se haya desconectado de esta llamada por completo.
Creo entender el morbo de Alexandra, pues creo que se excitó demasiado al contemplar que hablaba con su marido, mientras un extraño le tenía con sus hermosas piernas bien abiertas y con toda su verga hundida en su conchita. Aquello le dispara un torrente de excitación que solo me dijo al oído mientras le metía mi lengua y jugaba con su lóbulo: Creo que me va hacer acabar y quiero que se venga conmigo. Comencé con un ritmo más constante y en aquella posición arrodillado frente a la conchita exquisita de Alexandra, podía ver como mi verga entraba y salía en su totalidad llena de un lubricante blancuzco producido por la química de nuestros ardientes sexos. Quizá aquello incomodó en algo a Alexandra, pues al entrar y salir de aquella manera, debí saturarle su vagina con aire y eso hizo que produjera ese sonido como si fuera un ventoso, pero del cual le di a entender que no se preocupara, ni que sintiera pena, pues yo entendía a pleno que producía aquello.
Mis embestidas se fueron elevando y se fueron tornando frenéticas. Yo elevé las piernas de Alexandra y ahora pegaban contra mi pecho, mientras mi verga se hundía constantemente haciendo ese chasquido junto a la conchita de esta bella mujer. Ella correspondía con ese vaivén de sus caderas mis embestidas y sus ojos se cerraban mientras su linda boca se abría, como imaginando que me mamaba la verga. Y con todos sus jadeos y sus gemidos Alexandra me lo anunció: Tony, me corro…uh que rico… no pares cariño. Dame así, así, me vengo.
Explotó con tremendo orgasmo, el cual se lo extendí lo más que pude pues le taladré su conchita con todas mis ganas hasta que aproximadamente dos o tres minutos después, le dejo ir mi descarga en su rica conchita. Ella me lo dice, pues ha sentido el calor y el cosquilleo de mi esperma que con presión le ha llenado sus paredes de su vagina: Tony que rico me has hecho acabar y que delicioso es sentir que te has venido.
Después de esta última faena nos hemos ido a bañar juntos. Alexandra me da sus cumplidos con esos signos de admiración y se extiende recalcando el aguante sexual que poseo. De esta manera tenemos una conversación donde me cuenta que perdió la virginidad a sus 17 años, que yo soy el cuarto hombre en su vida, pero el primero en sacarle un orgasmo oral a sus 35 años. Se lo habían hecho antes, pero fue con su segundo novio y quien fue el primero que se lo comió, pero que no llegó al orgasmo, pues siempre fue a las ligeras y con muchos riesgos a ser descubiertos. Con el tercer novio tuvo relaciones sexuales, pero al igual, nunca logró tener un orgasmo con él, y el segundo que se cogía su conchita la hizo acabar, pero era su profesor en secundaria y quien estaba casado. Finalmente se casó y tiene orgasmos regulares, pero su esposo es el monótono juguete del misionero y quien por cuestiones de creencias, pues nunca le ha comido la concha a su mujer, mucho menos pensar en quererle follar el culo.
Es por esta razón que estábamos ambos aquí, en una relación clandestina donde esta hermosa chica quiere experimentar por primera vez lo que es el sexo anal, con el agregado que ha escuchado hablar y ha leído mis relatos donde yo hablo de dicha experiencia. Ella no me pregunta tanto, pues me conoce a través de mis relatos y ha sido ella la que más ha hablado contándome sus experiencias de juventud. Yo solo le pregunté algo simple y que me dio una respuesta con su última experiencia del presente:
– ¿Qué es lo más atrevido que has hecho sexualmente?
– Lo más atrevido… lo de hoy. Hablar con mi esposo, mientras otro se está cogiendo eso que prometí solo sería para él.
– ¿Cómo te sientes después de eso?
– ¡No sé! Pena, miedo… no sé cómo lo veré esta noche que llegue del trabajo.
Con aquello pasamos al clímax del morbo de esta linda chica de nombre Alexandra. Ella quería experimentar por primera vez el sexo anal. Comencé a hacerle plática y a provocarla para que iniciara con otra mamada de verga. Estábamos acostados sobre la cama y con el televisor encendido para que de alguna manera ayudara a camuflar los jadeos y los gemidos de nuestra excitación sexual. Alexandra está con su rostro sobre mis piernas y tomo sus manos para que masajee mi verga. Ella la mira nuevamente con esa misma sorpresa de la primera vez y me dice:
– Está llorando, porque se quiere coger mi tortita. – se refería mi fluido pre seminal.
– ¿Te gusta?
– Tienes un pene hermoso Tony. He leído su descripción en tus relatos, pero una cosa es leerlo y otra cosa es tenerlo adentro y sentir esa tremenda masa de tu pene. Muchos dicen cosas por internet, pero tú, lo tienes para ponerlo en evidencia.
– ¿Lo quieres sentir en tu culito?
– Realmente lo deseo Tony, pero al verlo me da tremendo miedo. No sé cómo me cabria tremendo pedazo de carne. – y se mete mi glande en su boca.
– La sentirás despacito para no lastimarte.
– Con solo decir eso, me has provocado escalofríos.
Alexandra se concentra en darme placer oral por unos minutos y me deja bien ensalivada la verga. Después de unos minutos le digo que es mi turno y busco su conchita la que nuevamente está muy mojadita. Le pido que se ponga en cuatro y ella asiste con algo de desconfianza, pues cree que ha llegado el momento de explorar el interior de su rico culo. Se pone en cuatro y le pido que encorve su columna y que se ponga una almohada en sus preciosos pechos y me eleva esas ricas nalgas perfectas que son una delicia a la vista de cualquier hombre. Sus glúteos son perfectos y redondos y por los rayos de luz que entran, puedo ver esos microscópicos vellos en sus nalgas. Yo me subo a la cama y me pongo de rodillas y me agacho para poner mi lengua en el rico orificio de su ano y exclama reaccionando con un leve movimiento: ¡Me da cosquillas Tony!
Vuelvo a insistir y esta vez es toda mi lengua la que se desliza por esa rajadura de sus nalgas hasta que nuevamente llego a su rico ano. Esta vez controla las emociones y solo gime y siento un breve temblor en sus caderas. Continúo con ese movimiento una y otra vez, hasta que Alexandra asimila el cosquilleo y siento que ahora gime de placer. Con mi lengua intento abrirle el culo y se lo dejo lleno de mi saliva para que posteriormente me sirva de lubricación. He bajado al orificio de su tortita, como dice Alexandra y veo que un hilo de su espeso jugo se desprende y se desliza en su entrepierna. Esta chica se calienta fácilmente y se moja que realmente me asombra la cantidad del fluido. Le chupo su conchita mientras intento con mi pulgar dilatarle su esfínter con delicadeza y mucho tacto. Oigo que jadea y gime con esa incertidumbre del placer y del dolor.
A los diez minutos y mientras mi lengua lame los labios y el clítoris de Alexandra, mi dedo pulgar ahora entra y sale del rico culo de esta linda chica. La invito que se acueste de lado y yo hago lo mismo y la pongo para que su espalda choque con mi abdomen y sus nalgas contra mi verga. Y así de lado, le subo una de sus piernas sobre mi rodilla doblada para tener libre acceso a su rico culo y con mi mano tomo mi verga y apunto mi glande a ese rico orificio de su concha, para que sus jugos vaginales me sirvan de lubricante y los jugos de esta linda chica son abundantes. Ella solo gime de placer y ahora mi glande está tocando su ano y ella sabe que llego el momento que ella deseaba.
Se lo deslizo suavemente y poniéndole más presión a medida que sus mismos jugos y mi líquido seminal le embarran todas sus nalgas. Su esfínter ya dilatado hace que mi glande tenga una mejor bienvenida, aunque para Alexandra, dado que es su primera experiencia anal, pues ella vuelva a ponerse tensa cuando mi glande amenaza con invadir su reducida abertura. Me tomo el tiempo y con los minutos mi glande está en el rico culo de esta chica y Alexandra no sé si jadea de dolor o placer. Ella conlleva muy bien la penetración, y poco a poco, muy lentamente mi verga está toda en su rico culo y Alexandra reacciona con tocarme los huevos y revisa el área como para cerciorarse que lo ha logrado y que por primera vez tiene una verga en su reducido espacio. Pienso tomarme mi tiempo y vuelve a ocurrir lo mismo que hora y media antes. Su marido le vuelve a llamar, cuando le tengo a su mujer bien clavada por el culo. Ella contesta y solo escucho que dice:
– Si mi amor, todavía sigo de compras… aquí comiéndome uno de esos hot dogs, que tú sabes que me gustan.
Quizá hablaron por unos cinco minutos más o menos y donde ya había comenzado a pompear el culo de esta linda chica que ya casi se le salía un gemido cuando hablaba con su marido. Ella ha seguido el ritmo muy bien con sus caderas, pero creo que le excita el hecho que a medida que mi verga sale y vuelve a entrar a su rico culo, le he comenzado a apretar uno de sus pezones. Jadea y gime de placer cuando ya mis embestidas son más violentas y que ensanchan las paredes de tan rico culo. Ella solo dice: Así Tony, así, así… que rico Tony, así está bien cariño.
No sé si me lo dice por el apretón a su pezón o por sentir mi verga que se hunde hasta ella sentir el choque con mis huevos. Pienso cambiar de posición y ponerla en cuatro, pero ella comienza a jadear más intensamente y ahora si me dice que le apriete su pezón y yo no solo hago eso, pues ya que hemos encontrado un ritmo, me hago del otro pezón y ahora le taladro con buenas embestidas el culo y sus dos pezones sienten el estímulo de las yemas de mis dedos. Sigo y sigo con lo mismo y ahora sin ningún jadeo ni gemido, Alexandra me cubre con sus manos las manos que le aprietan sus dos erectos pezones y ahora la culeada es frenética y solo grita con tremendo gozo: ¡Me corro Tony, me corro!
Su orgasmo fue sensacional y creo que Alexandra había encontrado y descubierto algo que solo tenía en su imaginación. Jadeó y gimió con una respiración profusa que se extendió por unos tres minutos y aquellos movimientos y su mirada que me dio con unos ojos azules me hicieron acabar adentro de su rico culo. Le saqué la verga después de cinco minutos de haberme ido. Vi cómo le había sangrado el culo y como su sangre se mezclaba con el líquido blanco de mi esperma al salir de excitante orificio. Ella se asustó al limpiarse en el baño, pero tomó tranquilidad al explicarle que era natural su sangrado.
Había llenado sus expectativas, y después de otra faena donde la puse en cuatro dándole por su tortita, Alexandra explotaba con su cuarto orgasmo del día y yo eyaculaba por tercera vez. Nos hemos dado un baño caliente y he visto cómo se vuelve a maquillar y ponerse un calzón no menos excitante que el que le quité. Ella ve como me meto ese bikini color azul marino mojado, lleno de sus jugos vaginales en el bolsillo de mi traje y me dice:
– ¿Otro de sus trofeos verdad?
– ¡Solo otro de mis buenos y exquisitos recuerdos!
– ¡Imagino tiene muchos!
– Algunos. –le dije.
Salimos de aquel motel a eso de la una de la tarde, nos hemos despedido con un beso en la boca y le he preguntado:
– ¿Crees que se volverá a repetir este encuentro?
– Me temo que sí. – me dijo.
Esa misma tarde recibo un correo electrónico de Karla, para hacerme una confesión. Karla no existe, es solo el nombre de un correo electrónico que Alexandra creo para afrontar ese sentido directo de pena y conllevar su fantasía a la realidad. La otra foto es de una amiga real, pero ella no sabe nada de esta invención de Alexandra. Quiere volver a experimentar lo mismo en cuanto tenga las más pronta oportunidad.