Mi nombre es José, tengo 20 años, soy originario de México, vivo en una de las tantas ciudades del bajío, me considero bastante agraciado físicamente, aunque algo delgado, sin embargo esta historia no se trata de mi, sino de mi madre, su nombre es Reyna, por quien siento una gran atracción sexual…
Ella es una mujer madura de 38 años, no es precisamente una súper modelo, de hecho creo que entraría en el estatus de "fea", es de tez morena, mide cerca de 1.55, tiene las tetas pequeñas y caídas (su talla de brassier es 32b), creo que lo más destacable que tiene son sus nalgotas, pues desde que tengo memoria me he llevado comentarios de "tu madre está bien fea, pero tiene unas nalgotas". Mi madre es quizás la típica madre amorosa que antepone sus hijos a cualquier cosa, sin embargo dedica la mayor parte de su tiempo a su trabajo, es más bien recatada.
Ella trabaja como empleada doméstica (sirvienta, criada, chacha, etcétera) para diferentes personas en la zona rica de la ciudad, todo muy normal hasta que en una ocasión ella aceptaría un trabajo a tiempo completo para una pareja adinerada, Saúl, un hombre maduro de 49 años que trabajaba como abogado, de cuerpo atlético, chinos pronunciados y un gran bigote, ella de nombre Rocío, 45 años, la típica mujer adinerada, arrogante y creída, una verdadera perra que trataba como menos a cualquiera que no tuviese su estatus, rubia de senos grandes y firmes a pesar de la edad (36b), y con un buen culo, siempre vistiendo ropa carísima.
Llegó el primer día de trabajo de mi madre y decidí acompañarla pues sabíamos era demasiado trabajo, ella vestía casualmente, nada fuera de lo normal, unos jeans azules, una blusa roja muy normal y tenis.
Al llegar nos topamos con una impresionante mansión con acceso a un campo de golf, nos recibió la señora Rocío con un tono sarcástico:
-¡Pero miren nada más, ya llegó la nueva señora de la casa!
A lo que mi madre sólo contestó con una pequeña risa.
-¿Y quién es este guapo joven que te acompaña?
-Es mi hijo. Respondió.
-Pero como crees que un joven tan apuesto va a limpiar mi casa, tú me ayudarás a mí con mis papeles del trabajo.
-Ay señora, cómo cree… Dijo mi madre.
-No se diga más, Valentina te enseñará la casa y te dirá qué hacer ¡Valentina! Ven a instruir a la nueva…
En ese momento salió de la casa una mujer de unos 39 años de edad, de aspecto malhumorado, ella era toda una mujer de rancho, tez morena, cabello largo y sucio, descuidada, pechos grandes y caídos, un culo gordo que resaltaba con la falda negra de su uniforme, clásico uniforme de sirvienta sin embargo no muy común en estos lados.
Ella se quedó hablando con mi madre y yo seguí a la señora Rocío hasta su despacho en el interior de la casa, la verdad es que no me puso a hacer nada pues ella tuvo que salir rápidamente por asuntos de trabajo, dejándome solo viendo la televisión que ahí tenía. Una vez me aburrí, decidí dar un vistazo a mi mamá, saliendo un poco de la oficina que se encontraba en la segunda planta, pude ver que mi madre aún se encontraba conociendo la casa junto a Valentina, así que decidí regresar a la oficina a ver qué me encontraba… Y vaya sorpresa me llevé al toparme con un centro de control en el armario de la oficina, la casa estaba llena de cámaras. Rápidamente quise cerrar todo e irme, no obstante de reojo pude ver a mi madre y a Valentina charlando en uno de los baños, entonces me detuve y activé el sonido para oír:
-Que te tienes que poner el uniforme ya, no te lo vuelo a repetir, por eso no duran las viejas trabajando aquí. Dijo Valentina en un tono prepotente.
-Bueno, pero salté… Respondió mi madre tímidamente.
-¿Me estás diciendo qué hacer? ¿Que no entiendes que yo soy tu jefa? Dijo mientras se acercaba de forma imponente tomando en cuenta que es más alta que mi madre como por 10 cm y encima más corpulenta.
-¡A ver, quítate eso! Dijo Valentina en tono agresivo mientras intentaba desnudarla.
-¡Noo! ¡Por favor! Decía mi madre con miedo.
Instintivamente pensé en correr a auxiliar a mi madre, pero como mencioné en un inicio, siento una atracción sexual hacia mi madre y verla en una situación así me resultó bastante excitante, pues Valentina no sólo intentaba quitarle la ropa, sino que aprovechaba el momento para manosearla.
-¡Está bien! Yo lo haré sola, pero por favor déjame. Suplicó mi madre a Valentina quién retrocedió riéndose.
Mi mamá avergonzada comenzó quitándose la blusa dejando ver sus pequeñas y hermosas tetas sólo cubiertas con un brassier blanco. Valentina al verla río aún más mientras se acercaba a tocar los pechos de mi madre.
-¡Pero mira nada más esas chiches de adolescente! Seguramente te las han chupado tanto que ya se las han acabado.
-Por favor Valentina, déjame en paz. Dijo mi madre tímidamente.
Dándole la espalda para comenzar a quitarse el pantalón, dejando ver sus bragas negras, cosa que Valentina aprovechó y de un fuerte jalón lo subió violentamente haciéndole ese famoso calzón chino, dejando toda la tela bien enterrada entre sus nalgas.
-No tendrás nada arriba pero que buenas nalgas te cargas. Dijo mientras le sobaba el culo.
-¡Nooo! ¡Déjame! Suplicó mi madre.
-¡Cállate y ponte esto! Gritó lanzándole su nuevo uniforme.
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R.S.