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Las consecuencias de ser infiel (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Todo empezó cuando volví de la mili, mi cuerpo fruto del ejercicio físico realizado en 14 meses de trabajo intensivo en un cuerpo de élite del ejército habían transformado, a aquel flacucho que terminó a duras penas la carrera de ingeniería, en un fornido hombre de pelo en pecho con una musculatura más que respetable. Pensé que mi padre estaba loco cuando me convenció para alistarme voluntario pero hoy en día le doy las gracias.

Yo hasta entonces había sido en el terreno sexual de lo más normalillo, un polvito a la semana con mi novia Dolores, normalito y sin florituras, yo encima ella debajo tres o cuatro culadas hasta llegar yo y punto. Luego si estábamos en un sitio que podríamos estar tranquilos nos fumábamos un cigarrillo y a dormir sino nos vestíamos y nos íbamos a casa.

Dolores era alta casi 1.80 morena con el pelo largo de color negro azabache, tan negro lo tenía que a veces parecía azul, y unos ojos verdes mortales de necesidad, pero provenía de una familia bien muy católica y a duras penas conseguí hacerlo antes del matrimonio, pero jamás ni una postura erótica, ni una mamada ni nada la verdad es que yo me quedaba bastante satisfecho y no me importaba lo más mínimo si ella gozaba o no.

Sólo al principio de nuestra relación ella se mostró algo salvaje y caliente. Recuerdo como fue nuestra mutua desfloración y la verdad es que no hay nada como la primera vez:

Estábamos solos en la cama cuando comenzamos a besarnos de una manera diferente, nos comíamos mutuamente disfrutábamos cada unión de nuestros labios muy intensamente. Así nos la pasamos cerca de media hora, entre palabras y besos, pero yo ya estaba con la calentura adentro, más aún, si ella estaba vestida con una pequeña falda y un blusa donde se le podían ver sus grandes senos.

Yo no me controle… comencé acariciándole la espalda, de ahí a tocarle su gran, enorme y hermoso trasero, pero ella bruscamente me dijo:

– ¡NO! – que podríamos cometer una estupidez, pero yo insistí, comencé a besarle nuevamente, y mis manos se pusieron a trabajar nuevamente, pero esta vez, tenían como fin sus senos, ella se excitaba, la veía como gozaba cada vez que mi mano se posaba en su pecho, todavía tapado con su blusa…

Luego de intensos minutos de caricias, me quite la camisa, y me puse encima de ella, y comencé a quitarle la blusa, y a chuparle sus dos hermosos, y grandes senos ella no aguantaba, me decía:

– Amor mío, te amo, te amo.

Mi pene ya estaba totalmente parado ante semejantes senos… Muy suavemente comencé a bajar mi mano hasta llegar a las piernas, de ahí, comencé a subirlas nuevamente y muy suavemente hasta que estuvo entre sus piernas, ella obtuvo su primer gemido de placer… me acomode mejor, de tal manera que pude bajarle delicadamente la pequeña falda que tenía puesta, y se quedó en un calzoncito y pequeño, el cual lo baje agarrándolo con los dientes, ella estaba totalmente mojada, yo estaba con mi pene al punto… Comencé a besar y chupar aquella vagina que mi enamorada por primera vez en su vida se la daba a un hombre, y ese afortunado era yo, comencé a chuparle con todo el amor que yo sentía por ella, mi enamorada gemía de placer, de mi pene salpicaban gotas de placer…

Me levante y me saque el pantalón, quedándome en calzoncillos, pero donde se podía ver, que mi pene estaba duro y grande… me lo vio y me dijo:

– Si todo eso entra me va a doler -, yo no dije nada, esa también era mi primera vez…

Me arrodille, y mi enamorada comenzó a tocar mi pene, y de pronto me lo comenzó chupar de una manera que nadie más me lo hizo, tanto así, que en menos de 2 minutos, eyacule entre los pechos de mi querido amor… Comenzábamos a jugar nuevamente con nuestro cuerpo, a darnos besitos y una vez que mi pene recobro la fuerza para lo mejor, introduje muy suavemente mi pene entre la vagina de mi enamorada, muy suavemente se lo fui introduciendo, mientras ella gemía de dolor y de placer, le dolía pero le gustaba, me decía:

– Métemelo todo, es muy rico, auhhhh

Comenzamos a movernos, muy suave al inicio, con algo de miedo, inexpertos, le agarre las piernas y me las puse en mis hombros, y pudimos gozar mejor, había dolor, pero el goce era mayor… ella llego al clímax, con gritos, y diciéndonos lo mucho que nos queríamos y jurándonos amor eterno, yo me vine con ella, y eyacule encima de ella..

Al finalizar, estábamos agotados, y saque mi pene aun parado de la vagina de mi enamorada, cuando vimos las sabanas manchadas de sangre, no sentíamos dolor, más bien, comenzamos a besarnos muy apasionadamente, símbolo que habíamos perdido nuestro virginidad con alguien que queremos de verdad.

Pero todo aquello cambio ya que más tarde le entraron los remordimientos por su moral católica y se acabó lo bueno.

Por otra parte tenía una maldita vecina. La ‘Puri’ que de pura y puritana no tenía nada, más bien era una calienta pollas de cuidado, siempre iba y venía de casa de los vecinos cuando sabía que no estaban las mujeres, con la clásica excusa: que si me he quedado sin azúcar, que si me he quedado sin café, que si por favor préstame un poco de sal, pero la muy zorra iba con un batas supercorta sin nada debajo o prácticamente nada. Desde que volví de la mili y con mi nuevo look (es decir pelo corto, musculitos, paquetón y demás) me convertí en el objeto de sus miradas y provocaciones cada vez más descaradas y es que aquella zorra sabía muy bien lo que quería y lo que tenía que hacer para conseguirlo.

Su marido Salvador que también era ingeniero, era un amigo de mi padre que estaba viudo y se casó con la Puri por eso que tienen los hombres que llegan a cierta edad y se rodean de mujeres para demostrarse a sí mismos que son todavía unos machos pero a sus cuarenta y pico años no daba abasto con una mujer como la Puri.

Enseguida me ofreció, dado las buenas notas que había tenido, el entrar a trabajar en un gabinete que el tenia y me ofreció la oportunidad ya que no tenía hijos de formar sociedad con él si me esforzaba y las cosas iban bien y a la larga heredar el negocio. No lo tuve que pensar mucho pues necesitaba dinero pues Dolores mi novia no hacía más que mirar pisos y enseñarme muebles en una clara indirecta de que estaba disponible para pasar por el altar.

Acepte y allí empezó mi calvario, mi vecina la ‘Puri’ que ahora era mi jefa no paraba de provocarme. Un día se sentó delante de mi tablero de diseño y mientras yo trabajaba ella se metió la mano entre las piernas y se masturbo, yo me quede de piedra y más quemado que una cerilla, pero pensé que quizás era un malentendido.

Posteriormente empezó a acortar sus faldas cada vez mas y más, hasta que llego el día que eran minúsculas, después empezó con las medias cada vez eran mas sexis y atrevidas, con unos ligueros de fantasía que a mi me ponían a 100, después ya iba sin bragas. Yo ya no sabía que hacer y Salvador mi jefe parecía que no se daba cuenta, todo esto lo pagaba mi novia que cada día recibía un polvo más caliente y brutal, cada día le pedía cosas nuevas que ella pese a mi extrañeza no me negaba sino que me concedía sin rechistar gozando los dos mucho.

Llego el día en que la ‘Puri’, harta de que no respondiera a sus provocaciones me puso el coño en la cara y me dijo ‘cómemelo’ yo me amorré, no pude evitarlo, era demasiado tiempo de provocaciones y algo tan claro no lo pude soportar, deje lo que estaba haciendo, y chupe y mame hasta que ella se corrió, pero cuando me la saque para seguir con el juego la ‘Puri’ se río de mi, me dijo que si la quería tener a ella tendría que ganármelo y se marchó dejándomela más tiesa que el palo de la bandera y con unas ansias brutales de sexo.

Esa tarde cuando llegó mi novia le dije que quería que fuéramos al piso que quería hablar con ella, cuando llegamos comencé a desnudarme y ella me dijo:

– ¿Qué haces? Siempre estás pensando en lo mismo.

Yo fuera de mí por lo que había pasado por la tarde la abofetee, y la tire encima de un sofá, mientras ella sollozaba y me decía que por favor la dejara. Yo ni la oía, estaba ciego de excitación, sencillamente aprovechándome de mi mayor envergadura y fuerza le subí la falda y le rompí las bragas, la tire sobre el reposabrazos de un sofá y tal como estaba se la metí por el culo, sin mas preámbulos, sin cremas ni nada.

Ella era virgen por dicho agujero, chillo horrorizada, y le dije que callara, en ese momento gracias a Dios no había nadie en la finca sino seguro que hubieran llamado a la Policía de los enormes gritos que daba de dolor. Le dije que se relajara y disfrutara que aquello iba para rato, ella no sé si por miedo o por el placer que le estaba llegando por el trabajito que le estaba haciendo. Empezó a culear, y yo todavía me envalentone mas y empecé a darle acometidas como un toro de lidia a lo cual ella todavía gritaba y culeaba mas.

Entonces me lo tomé tranquilamente y la situé en medio de la cama, apoyándose sobre sus rodillas y manos, cerca de la cabecera, presentándome la redondez de sus nalgas y su entrada, invitándome a montarla como si fuera una yegua. El cuadro que se me presentaba era muy excitante, sus dos entradas a la vista, el capullo carmelita de su ano, arriba de los vellos enroscados que rodeaban los labios rojos en forma de almeja de su vagina. Su pequeño ojo parecía guiñarme, flexionando y presionando en anticipación ansiosa la invasión de mi erección.

Le puse el glande de mi pene a la entrada de su cerrado círculo y lo introduje un tanto, dejándolo ahí por unos minutos. Podía sentir el latido de su excitación en la flexión de su ano. En lo que ella me rogaba que la penetrara, la presioné suavemente por las nalgas con mis manos, de modo de hacer más sensitiva la penetración para ella y para mi. Dolores hizo una larga llorona mirada en lo que yo le empujaba mi pene erecto dentro de su recto. Yo sabía que tenía que ser muy cuidadoso, pues la había dejado irritado el ojete con mi primera acometida y me moví con gran precaución. Esto era lo correcto para ella y para mi.

Dolores comenzó a perder su control rápidamente en cuanto empecé a rozarle los nervios de su trasero con mi falo, y la fricción de su dolorido esfínter anal a lo largo de mi erección me estaba enviando a los cielos sin demora. Ella se estremeció cuando comenzó el clímax, su cuerpo entero temblaba sin control en lo que se le producía el orgasmo. Me mantuve bombeando despacio y sosteniendo dentro de su trasero, y ella se mantuvo chillando, y luego sentí una corriente caliente que me erizaba el cuerpo haciéndome gozar.

Con un gemido de satisfacción descargué mi semen dentro del culo de mi novia y perdí mis sentidos en la tormenta de fuego que me producía el orgasmo. Al descargar mi esperma dentro de su recto supe que estaba experimentando una grandísima corrida y una de las más fuertes y copiosas de mi vida.

Cegado por lo hecho todavía la tenía dura y larga como nunca, se la metí dentro del coño pero de una forma brutal y desconsiderada buscando solo mi placer. A ella le debió gustar pues se movía y removía como una serpiente que pedía más y así seguimos hasta que nos corrimos de nuevo.

Después se la sacó y se amorró al pilón de una forma animal chupando como si la vida le fuera en ello. En esos momentos mi polla parecía un polo, y mi novia parecía tener mucha sed. Con los labios succionaba el prepucio, mientras que con ambas manos me cogía el pene frotándolo cada vez más deprisa. Mis gemidos hicieron estremecer a Dolores hasta que me corrí por tercera vez quedando destrozado encima de la cama.

Tan destrozados quedamos que ni nos enteramos que entraron en el piso su padre y su madre, que habían ido al piso a llevar unos muebles y cuadros que les dijimos que recogieran en la casa de los muebles, el escándalo fue total y su padre y yo llegamos a las manos acabando el pobre hombre con algunos dientes de menos.

Después de eso se negó a que nos viéramos, hasta que ella me dijo que estaba embarazada y nos tuvimos que casar. Aunque me pidió que por favor que arreglara mis cuentas, pues ella sabía que aquel polvo no lo había pegado con ella en realidad.

Parece ser que mientras le daba por detrás no hacia mas que decir:

Sufre puta, sufre Puri, así no me provocaras mas -Le dije que aquello estaba zanjado y que a partir de ahora solo ella y nada mas, pero no era verdad, yo ya tenía tramada mi venganza.

Mi venganza llegó unas semanas antes de mi boda. La Puri’ pidió a mi madre que era modista que le hiciera el traje, para asistir a mi boda, a lo cual ella accedió muy gustosamente.

La muy cerda bajaba todos los días a probárselo, dejando la muy puta la puerta abierta, mientras se desnudaba para que yo la pudiera ver a placer, a placer de ella claro que disfrutaba exhibiéndose. Creo que el hecho de que yo hiciera caso omiso de sus provocaciones hizo que cada día ella se hiciera mas y mas atrevida. Un día aprovechando de que mi madre no estaba, bajo con la excusa de que tenía que elegir unas prendas de ropa interior y quería que mi madre le aconsejara, pero que si no estaba ella quizás le ayudaría yo.

Yo me olí el mantecado y me imagine de que iba el rollo, pero se seguí el cuento a ver que pasaba, y pasó lo que tenía que pasar. Al segundo modelito yo ya estaba encima de ella, le arranque de un tirón el sujetador, y cogí con mis dientes sus pezones chupando de forma que se los puse duros y erguidos. Después la mordisquee toda, haciéndole al mismo tiempo un pijama de saliva por todo el cuerpo. Ella bramaba de placer y mas cuando dichos mordiscos los realice en su nuca que al parecer la tenía muy sensible. Mientras tanto, me saco la polla del pantalón masajeándomela y poniéndomela de unas dimensiones mas que considerables, pero esta vez estaba dispuesto a no perder el control.

Soltándome de ella baje entre sus piernas quitándole las bragas que no eran ya mas que un trapo mojado, chorreante de jugos vaginales, Y fruto de la calentura del momento. Empecé a mamarla y chupé como jamás había chupado y la puse al borde del orgasmo y luego me retiré. Ella pego un salto como una leona, y se sentó encima de mi polla metiéndosela toda de forma que su pubis hacia tope en mis cojones. Desde luego había que admitir que la tía sabía hacerlo y allí llego mi venganza cuando yo estaba a punto de correrme ella me pidió que me saliera pues no tomaba nada contra el embarazo y no quería quedarse en cinta. Yo hice caso omiso de sus súplicas, la cogí bien por las caderas y le metí la corrida hasta lo mas dentro de sus entrañas. Ella me maldijo, me golpeo pero en ese momento le vino un orgasmo brutal, que la dejo medio atontada, cosa que yo aproveche, y repetí la operación varias veces para asegurarme de que eso traería descendencia cosa que ella temía horriblemente pues no podía soportar los niños…

Dos semanas mas tarde mi jefe me dio dos buenas noticias, que como regalo de bodas me hacía socio de la empresa por mi labor realizada y que su mujer estaba embarazada, de pocas semanas, pero embarazada, pues se había hecho la prueba y que estaba que no salía de contento. Al placer de mi venganza realizada se sumó el hecho de los cuernos puestos a un conocido y a partir de aquello comencé a mirar a todas las novias y mujeres de mis amigos como un coto de caza ‘Muy particular’. La verdad era que era una sensación muy agradable la de la fruta prohibida el coger a la mujer de otro y arreglarle los bajos pero sinceramente después de lo de Puri no me sentí realizado.

El día de mi boda y justo tres horas antes de llegar a la Iglesia, la mejor amiga de mi mujer que además tenía fama de casquivana, vino a mi casa a darme unos detalles de última hora y a repasar el tema de las horas a las que debíamos llegar y demás. Yo estaba obsesionado con la idea de poner cuernos a diestro y siniestro. Susana que así se llamaba nuestra amiga, no solo era la mejor amiga de mi novia y futura mujer sino la mujer de Aquilino, mi mejor amigo de toda la vida. La invite a tomar un chupito. Con la tontería y un par de chupitos mas ya tenía la mano entre sus piernas y a los diez minutos empecé a cogerle la mano y pasársela entre mis muslos.

Al momento ya había introducido mis dedos en su falda hasta alcanzar su panty y al apartar ésta me encontré con un clítoris húmedo y suave, que acaricié alternando con entradas en su caliente y dilatada vagina, ella también me estaba tocando y mi falo se ponía cada vez más duro. Nos pusimos de pié con un beso de tornillo y la tomé de la cintura, a lo que respondió muy apasionadamente, contorneando su figura, invitándome a acariciarle sus nalgas, sus senos, su ponchita, todo su cuerpo. Disfruté tocándola tanto como ella siendo acariciada. La tela de su ropa pegada a la piel se sentía tibia y exquisita. Comencé a desabotonar su blusa y tomé sus grandes senos. Mis caricias la hicieron gemir de placer, pero aún no me atrevía a desnudarla, ya que no sabía si se iba a presentar mi madre. Ella bajó el cierre de mi pantalón y comenzó a acariciar mi picha, que ya se encontraba tan dura como una roca y comenzando a humedecer mis “gallumbos”.

Me senté en una silla del comedor y ella se sentó sobre mí abriendo previamente sus piernas para quedar en posición, aunque sin habernos quitado la ropa. Dejé caer suavemente su espalda sobre otra silla levantando su falda y apartando su panty, comencé a lamerle su ponchita que comenzaba a segregar dulces jugos. Susana se estremecía con cada contacto de mi lengua en su clítoris. Bajé un poco mi lengua para dirigirme a su ano, que estaba afeitadito y limpiecito. Se lo lamí durante un largo rato lo que le gustó mucho según me dijo. Cuando le introduje un dedo en su ano me indicó que le dolía pero que le gustaba.

Me levanté con ella guindada alrededor de mi y me dirigí al sofá, donde la desnudé, a riesgo de que al llegar mi madre que era la madrina, nos encontrara en plena faena. Ella dirigió su cara a mi pene y comenzó a mamarlo a medida que yo terminaba de quitarme la ropa. Uh… que sensación tan divina, esa boquita suave y mojada alrededor de mi instrumento, entrando y saliendo de forma que no quedaba nada por recorrer, a la vez que acariciaba mis testículos con sus delicadas manos. Estuve a punto de acabar en su boca lo que no quise hacer tan rápido, por lo que tuve que sacarle el pene e introducirlo en su vagina que me esperaba ardiendo.

Mientras la penetraba besaba su boca, sus tetas, su cuello. Al rato me provocó meterle el pene en su culito, que me recibió apretado y suave. Le pedí que se tocara su clítoris y ella respondió inmediatamente. Cuando no pude aguantar más, retiré mi pene de su culo y comencé a bombear semen por sus tetas y su abdomen. El orgasmo recorrió mi cuerpo haciéndome temblar, mi líquido corría sobre su piel morena causando un bello contraste. Su mano derecha tomó parte de mis jugos y se acercó a su boca para saborearlo y gozarlo lentamente. Fue un momento maravilloso.

Apenas tuvimos tiempo de recomponernos cuando llegó mi madre que era la madrina diciendo que estaba el coche abajo.

Después de la boda, llegó la comida. Dolores mi novia que ahora era mi mujer estaba radiante. Pasó el banquete y después nos fuimos a la discoteca a bailar. Allí en un momento dado me di cuenta de que Susana se iba sola hacia el servicio de mujeres. Cuando me miró yo creí captar una señal en el hecho y le dije a mi mujer que iba un momento al retrete. Mire a derecha mire a izquierda y me colé dentro del servicio de mujeres.

Allí estaba Susana empolvándose la cara, cuando me vio hizo un gesto entre terror y aceptación ya que hacía como cosa de cuatro horas que habíamos estado follando a tope. La cogí de la mano y la metí en uno de los retretes. Le di un morreo en los labios que ella me devolvió casi mordiéndome. Ella me rozaba mi pene erguido debajo del pantalón y yo le metí la mano debajo de la falda, llegando hasta la vagina que ya había visto, y acariciándola, entré en el reino de la humedad y el calor de su vulva. Penetré con uno y después dos dedos, y ella gemía. Saqué la mano y la llevé a mi nariz, sintiendo el fuerte aroma de su sexo. Ella frotaba cada vez más fuerte y empezó a quitarme mi cinturón. Me baje los pantalones y me saque la minga. Le levante la falda mientras ella se dejaba hacer, dejándome ver unas piernas de alucine enfundadas en una medias muy bonitas con liguero y una braga minúscula que arranque de un tirón.

Aún no me chupaba el pene, así que sólo lo tomó con su mano y me lo apretó con una fuerza increíble. Yo le metía con decisión una mano en los senos, en su culo, rozando el ano, entrando la otra mano en su vagina empapada. Me hizo sentar en el inodoro, y levantándose la falda se metió decidida mi miembro mojado, empalándose con placer. En ese momento salió del trance, pareció como un motor al que hubieran dado el contacto y empezó a cabalgar sobre mi como una posesa.

Yo me moría de excitación, y ella forzaba mi miembro hacia abajo para sentirlo más sobre su clítoris. La oí gemir y casi gritar. Le metí un dedo en su ano, y gozó aún más. Olí mi dedo y sentí la mezcla de olores más excitante que había sentido en una mujer. Su sudor me invadía, su sexo era una presencia viviente que saturaba mis sentidos. Sus ojos destellaban cuando se daba vuelta para mirarme. Su boca ansiosa me chupaba los dedos en cuanto rozaban sus labios.

Se calmó breves instantes, manteniendo un movimiento de cabalgata para mi pene, y me dijo:

– Siente cómo me late acá en los ovarios – y llevó mi mano hacia un lado de su vientre. Ciertamente, sentí el latido en ese lugar. Continuó su movimiento y el placer me invadía más y más. De pronto ella se corrió con grandes gritos y espasmos:

– Ya, ya… ¡No puedo más!, ahhh ahhhh ahhh… yo me voy… ¡Sigue… Sigue! ¡Me corro…! ¡Asi… Así… Sigue… Sigue…! ¡Me corro… Ya… Me corro… por el chochoooo! ¡Ya… ya… yaaaa!

Se quedó quieta un momento sentada sobre mi picha a tope de rígida hasta que se salió de pronto arrodillándose junto a la taza del wáter. Se amorró a mi cipote chupando con una fuerza y voracidad increíbles, hasta que me corrí, se lo tragó todo y me la chupo dejándola limpia como la patena mientras se llevaba una mano a la nariz diciendo:

– Que lindo el olor de tu pene y tu lechecita.

Luego se arregló el vestido y salimos de allí como si no hubiese pasado nada.

Todo esto solo duro unos minutos y no cruzamos ni una sola palabra jamás sobre el hecho. Unos minutos después volví con todo el grupo y ella estaba en los brazos de Aquilino su marido, mientras este fanfarroneaba de lo hombre que era. Yo por dentro me reía de sus cuernos y aunque aquella sensación me gusto tampoco me sentí realizado.

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