No puedo follar con mi novio si no participa mi hermano

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No puedo follar con mi novio si no participa mi hermano
No puedo follar con mi novio si no participa mi hermano
T. Lectura: 11 min.
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Relato

Hay una idea que me reconcome el cerebro desde hace unos días.

Hasta que cumplí 22 años el pasado 5 de agosto, había tenido dos novios. El primero solo cuenta a nivel estadístico. No supuso nada digno de destacar, salvo que me introdujo en el mundo del sexo con otro ser humano que no fuera yo misma. Al segundo lo quería, a secas, nada de amor incondicional, pero me hizo daño que me engañara con otra, motivo de nuestra ruptura.

Debido a esta ruptura y a lo mal que lidiaba con ella, mi hermano Álex, a pesar de tener tan solo dos años más que yo, intervino para ayudarme a cerrar este capítulo de mi vida. Puede que le viera entonces con otros ojos, más como el novio ideal que como sangre de mi sangre. El amor incondicional ya lo tenía ganado. La plena confianza también. Incluso lo consideraba más que un mejor amigo. Yo significaba lo mismo para él. Esto nos llevó irremediablemente a una relación incestuosa. En la práctica, nos comportamos como una de tantas parejas de enamorados. En todo podríamos pasar el filtro social de la moralidad. También el familiar. La única excepción es el sexo. Si alguien descubriera que mantenemos relaciones incestuosas a diario, ahora que está tan de moda eso de cancelar a todos y por todo, estaríamos más que crucificados. Pero si lo descubrieran nuestros padres, nuestro fin sería el repudio y el destierro familiar.

El día de mi 22 cumpleaños cambió todo.

La noche anterior, como regalo de aniversario, mi hermano organizó un trío con un desconocido para mí, tal y como le había pedido días antes. Sergio, que era el tercero en discordia, me pareció encantador, incluso me gustaba físicamente, pero repito que era un completo desconocido para mí.

La primera vez que fue a metérmela en el coño, pretendía hacerlo con preservativo. Yo quería que lo hiciera sin él, pero afirmó que siempre lo usaba salvo con la novia de turno, que entonces no estaba comprometido, y solo me follaría a pelo si aceptaba ser su novia. Un tipo inteligente, atractivo y con un cuerpo de escándalo, es un chollo para cualquier chica, mucho más si se gana bien la vida. La única pega que se le podría poner es que me saca siete años.

No me gustan los condones porque no disfruto lo mismo. Cierto que puede resultar imprudente, pero también lo es cruzar una calle, incluso por un paso de peatones. La posibilidad de atropello es mínima, pero no por esto dejamos de cruzar. Estaríamos siempre en el mismo sitio. Este planteamiento no surgió en ese momento, ya lo tenía asimilado de antes, y acepté ser su novia, con la boca pequeña, solo para salir del paso.

Lo curioso es que Sergio descubrió que Álex y yo somos hermanos. Dijo que nuestro parecido físico es evidente, aspecto en el que casi nadie se fija. Este hecho no le importó lo más mínimo, lo que representaba un punto a su favor.

Esta noche dormí con él, allí mismo, en su propia casa. Mi hermano lo hizo en el cuarto de invitados. Desperté junto a Sergio y le observé durante un buen rato mientras dormía. Entonces le vi con otros ojos. Lejos de la seguridad en sí mismo y cierto egocentrismo mostrados hasta entonces, ahora me parecía tierno y vulnerable. Pensé que merecía la pena intentar una relación con él. Algo así como seguir el juego y ver adónde nos llevaba.

Entonces me vi investida de ciertos derechos, entre ellos disponer de su cuerpo, especialmente su atributo de placer. Ni corta ni perezosa, lo tomé con la mano y lo masajeé lentamente. Luego lo engullí en la boca y le dediqué una leve mamada. Sergio despertó cuando aquello comenzaba a ponerse tieso y duro. La sorpresa fue grata para él, una cosa llevó a otra y pretendía que folláramos como animales. Eso mismo quería yo, pero con la participación de mi hermano.

Esto no sería lógico a ojos de un espectador imparcial. Lo normal es no engañar al novio o pareja, aunque el inicio de la relación se remonte a escasos minutos. Entonces pensaba que era mi hermano al que pretendía engañar. Algo así como ponerle cuernos filiales. Estas no son las razones que le di a Sergio. La excusa fue que estaba tan hambrienta de sexo, que no me bastaría solo con él. Por no poner en duda su hombría a la hora de satisfacerme, añadí que con los dos había descubierto la doble penetración, y ya no podía pasar sin ella.

Sergio aceptó, fui a buscar a mi hermano y el resultado fue más de una hora jodiendo como conejos.

Paso por alto los detalles porque esto no era más que la punta del iceberg, el principio de aquello que me nubla el juicio.

Por la noche, durante la fiesta que organicé en casa con mis amigos y amigas más cercanos, no fueron pocas las ocasiones en que presumí de mi nuevo y flamante novio. Ellos le veían como una especie de macho alfa, un tipo inteligente, dicharachero, extrovertido y tan seguro de sí mismo que resultaba un imán para las mujeres. Ellas eran el imán con cargas opuestas. Le veían como un objeto de deseo con el que a todas les gustaría pecar.

Fue mi buena amiga Vivian la que pecó primero.

-Espero que no te molestes -comenzó diciendo-, pero Sergio está para entregarle todo lo que pida. Si no fuera tu chico, dejaría que hiciera conmigo todo lo que quisiera.

Si no conociera bien a mi amiga, pensaría que se pasaba de la raya, pero ella es descarada y no tiene filtros. Extrañamente, no sentí un mínimo de celos. Medité unos segundos y llegué a la conclusión de que era lógico no tenerlos. No tenía sentido después de compartirle dos veces con mi hermano en menos de 24 horas.

-Inténtalo si tanto te motiva -respondí a Vivian-. Por mí no hay problema alguno si él accede. Digamos que somos una pareja liberal -añadí como si tal cosa.

El rostro alegre y perverso de mi amiga fue digno de recordar. Me miró fijamente a los ojos durante unos tensos segundos. Buscaba en ellos una señal que le indicase que la tomaba el pelo. No la encontró y sí un gesto de conformidad, antes de darme media vuelta y volver con el resto de invitados, como si restara importancia al asunto.

Sergio vino a mí pasado un rato, perplejo porque Vivian le había entrado a saco, asegurando que contaba con mi beneplácito. Afirmé que estaba en lo cierto y añadí mis razones.

-Tú y yo empezamos esto de aquella manera anoche. Hemos repetido esta misma mañana. Si me has compartido con otro, aunque sea mi propio hermano, significa que eres de mente abierta. Esto me conviene porque no quiero un novio celoso o posesivo. Yo pretendo seguir esta regla y tener la libertad que te otorgo. Entiendo que no es habitual empezar una relación con imposiciones o reglas, tómalo como quieras, pero necesito una relación opuesta a la que tuve no hace mucho.

Sergio sonrió ilusionado como un chiquillo, me besó los labios y afirmó que era la mujer de su vida, la mejor que pudo haber encontrado. Es irónico, pero respondió como lo haría todo hombre al que concedes carta blanca.

Estando ambos conformes en este asunto, Sergio confirmó que le gustaría echar un polvo con mi amiga, y que lo haría en ese preciso momento. Le di un beso en los labios y deseé que lo disfrutara. No obstante, el morbo que entrañaba la situación se apoderó de mí y le propuse una idea perversa.

-No vayas a pensar que son celos o que me retracto de lo dicho, pero será un infierno para mí sabiendo que le das a otra lo que yo misma deseo. Tampoco pretendo que lo hagas con las dos. Nadie sabe de nuestro acuerdo, y me dejaría en mal lugar si ella se va de la lengua.

Sergio se encogió de hombros, perplejo porque no entendía el sentido de mis palabras. Mucho menos de mis intenciones.

-Podemos hacer lo siguiente -dije bajando el tono de voz-. Tú le dices a esa mala pécora que tienes gustos peculiares, entre ellos follarla con los ojos vendados. Entonces la llevas a mi dormitorio, y yo subo poco después con mi hermano al suyo. La idea es que ambos nos folléis a las dos. Ella ni se enterará si os intercambiáis discretamente varias veces.

-No entiendo esa manía de meter a tu hermano en todas las ecuaciones -respondió Sergio con el gesto torcido.

Yo misma comenzaba a inquietarme más de la cuenta con eso mismo, con la obsesión de contar con mi hermano en todo lo que tuviera tintes sexuales. Entonces se me encendió una lucecita en el cerebro y comprendí. No era el supuesto miedo a engañarle, ponerle los cuernos como si fuéramos una pareja convencional. La razón me decía que era el único en quien podía confiar al cien por cien, el único que me daba entrega total e incondicional. Hasta conocer a Sergio, no había tenido motivos para compartir a mi hermano con otro.

Este razonamiento era solo para mí. A Sergio le di otro, algo retorcido, pero ilustrativo.

-Recuerda esa escena de película en la que un personaje tiene cita para cenar con dos mujeres, al mismo tiempo y sin que ellas lo sepan. Pasa un rato con una y pone excusas ridículas para ausentarse, ir con la otra y viceversa, así una y otra vez. Vivian ni se enteraría si le dais el cambiazo uno por otro, y para esto es necesario que seáis dos.

Sergio hizo como si pensara. Luego parecía enfadado. Acto seguido indeciso. La secuencia teatralizada me hizo gracia. Era como si necesitara un impulso.

-No lo pienses más y ve a buscar a Vivian. -Le di un azote en el culo a modo de impulso-. Yo busco a mi hermano y subimos un par de minutos después.

Solo me quedaba un detalle por cuadrar: que el resto de invitados no se percatara de lo que iba a suceder.

Para ello, expliqué a otra buena amiga que Vivian no se encontraba bien y que la subiríamos a mi dormitorio, argumentando que Sergio tenía ciertos conocimientos médicos, y mi hermano nos acompañaba por si era necesaria su ayuda. Rematé rogando que velara porque nadie subiera al piso superior y molestara. En este tipo de fiestas, ya se sabe que alguna que otra parejita suele buscar un lugar íntimo para desfogarse. Esto no me convenía.

Cuando terminé esta breve conversación, Vivian y Sergio ya habían subido y mi hermano poco más tarde. Fueron apenas dos minutos, suficientes para ver a Vivian y Sergio en mi dormitorio cuando pasé de puntillas por el pasillo. Ella estaba sentada en el borde de la cama, completamente desnuda y con los ojos vendados, mamando la polla de Sergio en pie delante de ella. Los observé apenas un instante, frotándome el clítoris por debajo de la minifalda, excitada hasta que me abordaron las ganas de tener una pija para mí.

Entré en el dormitorio de mi hermano y allí estaba Álex, con los pantalones bajados y la verga apuntando hacia la puerta. Me arrodillé delante de él, la tomé con ambas manos y jugué a rodear la cabeza con la punta de la lengua. Estaba tan dura y tiesa que podía notar en ella sus palpitaciones. El pobre estaba al borde de la taquicardia. Se la acaricié al tiempo que mi lengua y labios hacían maravillas en el capullo, sonrosado, brillante como la coronilla de un calvo.

En un momento dado, cuando ninguno de los dos aguantaba más, me pongo en pie, nos desnudamos y me tumbo en la cama con las piernas flexionadas y muy abiertas, tanto como pude. Mi hermano, viendo el panorama, se arrodilla entre ellas, coloca el glande en la entrada y comienza a penetrarme hasta que las pelotas rozan mis carnes. Gimo de gusto conteniendo los decibelios. Es poco probable que Vivian me oiga estando en lo que debe estar, pero por si acaso.

Mi hermano comienza a follarme con ganas. Yo me aferró con las uñas a sus nalgas y tiro de ellas hacia mí con cada penetración, procurando que estas sean cada vez lo más profundas y satisfactorias posibles. Apenas tardo cinco minutos en correrme, mordiéndome el labio inferior para contener los gemidos.

-Ahora ve con la otra guarrilla -le digo a mi hermano-. Ya tengo ganas de tener a Sergio dentro de mí, pero ponte un condón. Seguro que Sergio lo usa y no es cuestión de que ella pueda notar el cambio.

Álex asintió con la cabeza, nos levantamos y fuimos juntos de puntillas, cogidos de la mano. Encontramos a Vivian a cuatro sobre la cama, recibiendo una buena follada por parte de Sergio. Le hicimos gestos con las manos para que se librara de ella y mi hermano ocupara su lugar.

Sergio, recurriendo a sus dotes de improvisación, fingió una tos repentina, bajó de la cama y Álex ocupaba su lugar pocos segundos después. Ella, ajena al cambiazo, le recibió gimoteando y suplicando que la partiera en dos. No me interesaba aquello, sino lo mío, tomé a Sergio de la mano y tiré de él hasta mi dormitorio.

Apenas entramos, corro hasta la cama, me pongo a cuatro sobre ella y le pido que se quite el condón.

-Quiero que me des por el culo -le digo girando la cabeza hacia él, poniendo ojitos tiernos-. No es una imposición, pero me gustaría que no se lo hagas a ella. A ella solo por el coño.

Efectivamente, Sergio no lo tomó como una imposición, sino más bien como un capricho, una muestra de total y exclusiva entrega. Con esta idea se arrodilla detrás de mí, coloca el glande y gimo como una golfa a medida que me va enculando hasta clavarme media verga. El placer recibido es extremo a medida que la sodomía va ganando enteros. Mis esfuerzos por reprimir las muestras sonoras de placer son titánicos. En lo que al sexo se refiere, reconozco que soy muy escandalosa, por ello, el hecho de contenerme era una novedad para mí. Descubrí que liberar esa tensión de otro modo resultaba super excitante. Mis movimientos se tornaron más desesperados gracias a ello, y esto desembocó en un orgasmo como no recordaba, ayudada con mi propia mano en el clítoris, restregándolo como si no hubiera mañana al tiempo que Sergio me enculaba de cine.

-Me has vuelto loca de placer, pero recuerda que tengo la exclusiva -le susurré al oído antes de arrodillarme y practicarle una breve felación.

Luego le puse en la mano un preservativo que tomé del cajón de la mesita de noche, y le despedí con una palmada en el trasero, advirtiendo que se intercambiara de forma discreta con mi hermano y me lo mandara.

Esta misma secuencia se repitió un par de veces más, hasta que surgió una nueva locura en mi cerebro perverso. Recurrí al tema sentimental cuando me di por satisfecha, después de que Sergio me regalara el tercer orgasmo.

-Ahora que nuestra relación tan solo está en pañales -le susurré entre mordisquitos en el lóbulo de la oreja-, sería bueno que vayamos cimentándola. Sobre todo, para que yo vea que soy algo más que un capricho. -Sergio suspiró profundamente. Yo no sabía si lo hizo por desidia o hartazgo, pero proseguí con mi argumento-. Sería bueno que dejes esa inquina que pareces tener con mi hermano.

-Yo no le tengo eso que llamas inquina -respondió Sergio, le sellé los labios con dos dedos y le di la réplica.

-Llámalo como quieras, el caso es que no te importó compartirme con él cuando para ti era una completa desconocida. Lo mejor de todo es que fue bueno para los tres, y vi buena complicidad entre vosotros. Ahora quiero ver eso mismo, pero en otras circunstancias.

Sergio me besó apasionadamente. Yo intuía que tratando de apaciguar lo que entendía como reproches.

-Suelta lo que te ronda la cabecita -dijo acariciándome el pelo-. Haré lo que pidas como muestra de buena voluntad. Considéralo una aportación a los cimientos que has mencionado.

-Quiero ver cómo le dais por el culo a Vivian entre los dos -expuse y volví a sellar sus labios para que no me interrumpiera-. Olvida lo que te dije antes respecto a no encularla. Obviamente, ha de ser por turnos. Lo mejor es que la prives también del oído. De todas formas, imagino que habéis evitado hablar a Vivian mientras la jodéis. No sé, puedes ponerle los auriculares con cierta música. Sorpréndeme con tu sentido de la improvisación.

Lejos de hacer gestos o comentarios de desaprobación, Sergio aplaudió la idea. Le pareció arriesgada, pero digna entre sus hazañas amatorias. Le di los auriculares de mi hermano. Son tan grandes, que parece tener tres cabezas cuando se los veo puestos. Luego los conecté por bluetooth al ordenador y puse una lista de reproducción de los Ramones, uno de mis últimos descubrimientos.

El relevo con mi hermano fue sencillo. Cuando llegamos al dormitorio, ella estaba a cuatro en el borde de la cama y Álex la enculaba a base de bien. Con gestos le indicamos que se apartara.

-¿Has probado alguna vez el sexo audio-tántrico? -preguntó Sergio a Vivian-.

Ella respondió que no. Yo tuve que contener las carcajadas. Mi hermano no entendía ni papa.

-Consiste en privarte también del sentido del oído -continuó Sergio el disparate que había fraguado-. La idea es aislarse del entorno y concentrarse solo en las sensaciones.

Vivian aceptó la propuesta como si fuera palabra de Dios. Yo dominé nuevamente las carcajadas y expliqué el asunto a mi hermano. Asintió con la cabeza en señal de conformidad, conteniendo la risa también.

Con Vivian inmersa en el País de las Maravillas, Sergio se puso un preservativo y la penetró. Acto seguido la sodomizó con ganas, como si le debiera dinero. Vivian trataba de ahogar los gritos de placer. No le convenía alarmar al resto de invitados y que la pillaran en situación tan comprometida.

Tras varios minutos, mi hermano tomó el relevo y se empleó con la misma energía. Salvando ciertas distancias, la escena me recordó la tarde en que dio por el culo a otra de mis amigas en circunstancias parecidas.

La afortunada Vivian disfrutó de dos pollas sin saberlo durante al menos veinte minutos. Ya iba siendo hora de terminar. Cogí a mi hermano de la mano y le arrastré al otro dormitorio. Allí le tumbé en la cama, me arrodillé a su lado y le comí la polla hasta ordeñarla y tragar la leche.

Nos vestimos y pasamos por delante del otro dormitorio. Vivian estaba sentada en el suelo, apoyada con la espalda en el borde de la cama. Sergio delante de ella, meneándose la polla al tiempo que le derramaba el esperma en la boca. Sonreí feliz porque Sergio también lo hacía, y tiré de mi hermano para reunirnos con el resto de invitados.

Todos estaban intranquilos: la noticia de la supuesta indisposición de Vivian había corrido como la pólvora de boca en boca. La lógica intranquilidad se tornó algarabía cuando les anunciamos que estaba recuperada y con el ánimo intacto. En este preciso momento, una sonriente Vivian bajó las escaleras, cogida del brazo de Sergio y visiblemente satisfecha. Solo mi hermano y yo sabíamos el motivo de tanta felicidad.

Rato más tarde, cuando casi todos estaban en el jardín, la mayoría dándose un chapuzón en la piscina, Vivian me cogió del brazo y me llevó a un rincón.

-Eres la zorra más suertuda del planeta -dijo con un hilo de admiración en la voz-. No veas como jode tu chico. Se ve que tiene mundo porque es infatigable. Si lo pasas con él la mitad de bien que lo he pasado yo, puedes considerarte afortunada. Ya quisiera yo un Sergio en mi vida para que me dé matarile a todas horas. En este sentido, me lo podrías prestar de vez en cuando.

Viendo que Vivian iba en plan kamikaze, la eché el freno para que no se estrellara.

-No sigas hablando, Vivian. No sigas hablando porque sube el pan. Una cosa es que yo sea un tanto liberal, otra muy distinta que me tomes por gilipollas. Confórmate con una vez y basta. Olvidaré esta conversación porque somos amigas, pero que no te vea nunca más ni tan siquiera coqueteando con Sergio.

Vivian captó el mensaje, se disculpó y prometió acatar lo que bien era una amenaza.

La moraleja del cuento es que los comentarios de Vivian me hicieron reflexionar. Mi apego sentimental a Sergio era cero en ese momento, pero esto no suponía que fuera a regalarlo alegremente. Mucho menos a lobas como Vivian. 24 excitantes horas con él, habían sido suficientes para darme cuenta de que tenía potencial como novio. Era un diamante en bruto por tallar, y los diamantes hay que tenerlos a buen recaudo.

Pero la idea que me reconcome es otra en forma de pregunta. ¿Debo ir soltando las riendas del apego que tengo respecto de mi hermano? Sergio tiene razón en parte, pero no me planteo la cuestión por él. Nunca le pondré a la altura de Álex. La duda es si tal apego a mi hermano me repercutirá en otros aspectos de la vida. Tengo claro que la relación incestuosa tiene que acabar tarde o temprano. Puede que la solución inmediata es que lo hablemos. Puede que nos convenga bajar una marcha de tanto en tanto. No lo sé. Ni siquiera tengo la menor idea de cómo enfocar el asunto con él.

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