Quedan enfrentados por la única silla que no fue retirada del juego. El papá mide un metro con noventa centímetros y con inclinarse ocupa la mitad del espacio, y la amenaza con el cuerpo caminando en círculos. Ella, vestido de novia desplegado, brazos con guantes al codo puestos en la cintura formando un ángulo, se mueve y gira, lista para arrojarse cuando pare la música.
Parecen haberse olvidado de los invitados, de la mamá, de sus amigas, de su esposa y del marido de ella, de los amigos. Quedaron solos en medio de la fiesta. Él parece incómodo, apretado en el smoking alquilado, los músculos queriendo salir fuera. Ella se siente cómoda con los cierres y broches que la ajustaban al vestido y dibujan su cuerpo en un relieve sensual.
Cesa la musca, el papá se sienta, pero en un arrebato la arrastra con él, la sienta en sus faldas, la abraza con fuerza.
-Te amo corazón -dice en el oído de su hija, la levanta, gira y la deposita con suavidad encima del tapizado oscuro de la silla. Ella se estira, lo besa cerca de los labios, Nadie lo ve, todos están nerviosos, excitados, alegres.
Llega la hora de bailar. Sus amigas la agarran -no, no -interrumpen las tías -la tradición -dicen: -tiene que bailar con el primer hombre de su vida.
Su papá la envuelve y lleva sus pasos. Es un poco torpe pero cubre todo su cuerpo, sabe dónde apretar, tenerla agarrada, arrastrarla. Eso siente. Sabe que exagera, que se engaña, que esta alzada desde que se puso la lencería de bodas, pero la sensación está ahí, las manos que vio arreglar lavarropas, hundirse en el motor del auto y en cualquier cosa que se rompiera, la sostienen y bailan con su cuerpo como si la reclamaran.
-Porque dirán el primer hombre… -pregunta y se siente muy puta, que se insinúa, que coquetea. Pero su papá mira con los ojos turbios de lágrimas
-Corazón… siempre fuiste mi nena… vos, la favorita… no se lo digas a tu madre… -dice y aspira por la nariz como si pudiera tragarse las lagrimas
-Quiero que sepas que aunque te cases con ese boludo siempre vas a ser mía… -insiste.
-Siempre pa -se apura en contestar. Tiene miedo que los pezones hagan un agujero en la tela del vestido, endurecidos en piedra y agradece en silencio el consejo de su mejor amiga que insistió para que usara un vestido largo. Siente los muslos pegajosos, traspirados.
Después la fiesta los devora. Bailan y comen. Vuelven a bailar. Hay fotos, hay torta, hay una ceremonia para cada invitado que se retira de saludos y deseos que tengan el matrimonio más feliz de la tierra.
Llega la mañana, el día, la implacable luz solar. Sebastián su marido esta borracho, alegre, sus amigos no dejan de sacudirlo y empujarse o subirse unos encima de los otros a modo de festejo.
Sus amigas le regalaron una noche en una habitación de lujo, antes de partir d viaje de luna de miel.
-Picaros -festejan los amigos la partida de los novios
-Ay el amor -suspira la familia.
-Nena… cuidadito con lo que hacen… -sonríen sus amigas cómplices.
Las cortinas, los jabones pequeños formando una fila a lo largo del borde de la bañera, un sillón veneciano en rojo y la cama, cubierta con chocolates y pétalos, todo en la habitación pretende sugerir la pasión y el deseo.
Sebastián se arroja vestido aplastando la figura de un elefante formado con toallas y grita: -a dormiiir.
-ayúdame con el vestido amor -dice Micaela.
Como si fuera una mariposa, Micaela sale del vestido aunque en lugar de alas, su piel blanca está cubierta de lencería oscura, un conjunto que le regalaron sus amigas, simboliza la entrega le explicaron, cada cinta que cruza su estómago o se ajusta a las piernas, cada elástico que sostiene sus tetas o ajusta la cintura son los pasos que el marido tiene que recorrer para acceder a su esposa desnuda. Ella se entrega como un presente dijeron. Sebastián su esposo parece de esos nenes que se duermen y abren los regalos al otro día porque después de quitarse el pantalón y los zapatos se pone de costado y se acomoda para dormir.
Quiere ponerse a llorar. Es lo primero. Los sentimientos la atropellan y la arrastran. Su cuerpo es la jaula de una gata en celo -una yegua alzada-pronuncia bajito excitándose. En un impulso agarra el teléfono y de pie frente a su marido que ronca suavemente, escribe:
-estas despierto pa -El silencio del mensaje la desespera. Apenas pasaron segundos. Fue una mala idea -piensa- estoy enferma-. El mensaje se tiñe de azul.
-Siempre corazón, estoy en la puerta de tu cuarto vigilando por si aparece un dragón -dice y agrega varios emojis como un tonto.
-Entra entonces pa -contesta recostándose en la cama consciente de estar casi desnuda y que ese casi, ese pequeño pretexto de tela transparente, lo hace ver peor, más deseable que si lo estuviera del todo.
-Que pasó Micaela…
-veni por favor… -El papá no contesta o quizá, su respuesta sean unos golpes a la puerta seis minutos después.
Con la mirada entiende todo. Es un hombre acostumbrado a desarmar cosas, mirar y entender que necesita arreglo Relaciona las botellas sin abrir, el esposo durmiendo, y las lágrimas que su pequeña estrella contra su camina mientras la sostiene abrazada.
-Tranquila corazón ya llegué tranquila -dice tratando a su hija como si todavía fuera una nena. Pero la mujer que tiene entre sus brazos usa una pequeña tanga que por delante transparenta el pubis y los labios debajo. Que la parte que cubre los pezones esta tensa y puntiaguda porque creció, le salieron tetas.
-Llévame a la cama… por favor -susurra apagando las lágrimas y el papa, la levanta en brazos como si fueran ellos los recién casados y elige, un sillón amplio que está en la otra punta de la habitación para recostarla.
-Espera que traigo para taparte -dice y por eso Micaela vuelve a llorar, desconsolada. El papá se arrodilla y la agarra del tobillo. Son dedos, pero es un grillete también. Cierran el círculo.
-Ojalá quede la marca, una quemadura -piensa y endurece todo el cuerpo. Unas gotas de pis mojan la tanga.
-Te espero pa -contesta dominando sus deseos de acariciarse.
Cuando el papá la envuelve en un cubrecama blanco que encontró en uno de los tanto muebles que hay en la habitación y la abraza contra el asegurando que no va irse hasta que se duerme algo en su cuerpo cambia. La tristeza se transforma en algo tibio, algo que parece venir del pasado, que la tranquiliza.
Con un gesto desprende la parte de arriba del conjunto y sus tetas, aparecen de pronto llenando toda la habitación. Se las está mostrando. Sus tetas. No hay una excusa, necesidad, un motivo. Las tetas blancas cuelgan y los pezones parecen captar todas las miradas de su papa
-Corazón… tapate -dice sin dejar de mirarla y con su mano acaricia el pelo como si con un gesto tierno pudiera frenar el deseo.
Ella misma agarra la mano y la lleva a sus tetas. Siente que espero toda la vida por esto. La toca como si la conociera por el olor. Hay algo bestial. Sus manos sostienen y aprietan sus tetas, y para ambos los recuerdos de todas sus remeras escotadas, que se ponía para mostrarle, fingiendo barrer o agachándose para servirle el desayuno, las puertas que dejaba abiertas para que la sorprendiera cambiándose.
Sebastián, el esposo, grita en sueños y la escena se quiebra. Gana la culpa. Tenes que dormir corazón -dice- pero ella pide -por favor no te vayas -y el promete quedarse hasta que eso pase. Ella se acuesta, el papá la cubre para así dejar de ver el cuerpo sensual de su hija y para alejar esas ideas ensaya caricias tiernas en las mejillas y el pelo.
Micaela atrapa la mano y durante un rato la mantiene entre las suyas, amorosa, agradecida. Después la lleva debajo de la tela que la cubre, la arrastra por sus tetas para llevarla entre sus piernas y atraparla.
El gesto parece casual, tierno, Micaela enrolla las piernas apretando la mano con los muslos y se abraza al resto del brazo de su papa. Son tantos los sentimientos que no alcanzan a pensarlos. Desfilan y cruzan por su mente como antorchas. Los dedos raspan sus muslos y la tibieza de su cuerpo envuelve la mano áspera. Quiere creer que es su cuerpo el que empuja, el que busca, se hamaca. Cuando los dedos acarician la rayita que se forma en la tanga acaba, tiembla, cierra las piernas y atrapa más fuerte la mano de papá y eso provoca que aumente la fuerza con la que se mueve encima de los cinco dedos apretados contra su pubis.
Es como si fuera un cuento. Acaba, babosa, acaba, la ropa se confunde a la piel y el sueño a la realidad, acaba, cierra los ojos y acaba, cabalga y acaba, muestra las tetas y acaba, la cola empuja buscando la mano y acaba. Acaba y se duerme. No sabe cuándo pero cuando despierta su papá todavía está ahí.
Lindó relato me excita leerlo porque no va de una al sexo cino está disfrutando la exitacion de la sexualidad del deseo de estar con u ” Pa ” porque disfrute con mi hija unos momentos parecidos .
Este es mi segundo relato, espero que les guste…haganme saber que les parece, besos!