Esta es una historia corta, tan corta como un par de horas, ¿quién soy? Leonardo, ¿a qué me dedico? profesor en la facultad de la Universidad de Córdoba, recuerdo siempre a las alumnas que pasaron por mi claustro, pero hay una que nunca podré olvidar, su nombre Claudia, tan joven y bonita como ninguna mujer que hubiera conocido en mi vida.
Si alguno aún no se dio cuenta Claudia es una diosa, que no hace falta describir, basta con decir que hasta las mujeres se daban vuelta para admirar su belleza y su manera desenvuelta de caminar y hablar. Podía tener a quien quisiera a sus pies, pero no era de ese tipo de personas, su propia seguridad, era lo que la distinguía. Quien quisiera acercarse a ella tenía que tener su mismo porte y seguridad.
Fue eso mismo lo que me llamó la atención cuando un día nos encontramos en el comedor universitario, se me acercó para hacerme una pregunta sobre la clase del día y una vez resuelta se quedó a mi lado conversando banalidades.
De donde éramos cada uno, que gustos teníamos, de la diferencia de edades y me sorprendió su respuesta cuando me dijo
-la edad es simplemente un número.
A esta altura debo aclarar que yo debo ser 40 años mayor que ella.
La conversación continuo un largo rato y cuando el comedor ya estaba cerrando le propuse tomar un café fuera de la universidad para seguir nuestra conversación y ella me propuso ir a su departamento.
Halagado por tal propuesta la acepté y fuimos a buscar mi auto para dirigirnos a su departamento ubicado en Nueva Córdoba.
Lindo, austero pero con una decoración extremadamente femenina, un tenue aroma a fresias, su perfume favorito, inundaba el ambiente. Todo era plácido y acogedor en ese ambiente.
Había en su totalidad una invitación a sentirse libre de todo preconcepto. A dejar de lado el concepto alumna-profesor.
Flotaba en el aire ese especial sentimiento compartido de que algo más existía ese día entre nosotros.
Ya instalados en la sala donde había un sillón de 2 cuerpos, me pidió mi saco para que estuviera más cómodo y así quedarme en manga de camisa y corbata.
Era finales de primavera casi verano, el calor no era extremo pero se aproximaba un atardecer templado a los que nos tiene acostumbrado la ciudad de Córdoba, son tan plácidos cuando la ciudad poco a poco va callando sus ruidos y esa luz especial que tiene mezcla de puesta de sol tras las sierras y el comenzar de la iluminación artificial de las calles y vidrieras, puede que muchas ciudades se parezcan pero Córdoba tiene un encanto especial, un encanto que invita a estar acompañado.
Luego de retirar mi saco y dejarlo en el respaldo de una silla del comedor Claudia me pide disculpas un momento,
-Espéreme profesor ya vuelvo, ¿desea tomar algo fresco? Tengo en la heladera un vino torrentes salteño y podemos acompañarlo con algunos duraznos, primeros de la temporada, y también tengo unas uvas moscatel que conseguí ayer acá en el mercado sur. ¿Le parece?
Asentí de buenas ganas
-Ya vuelvo deme 10 minutos que preparo las cosas y mientras me cambio un poco.
Me quedé observando los buenos detalles de su decoración y ese aroma a fresias que realmente embriagaba y su frescura revitalizaba a uno. Realmente me sentía tan a gusto en ese lugar.
No sé si pasaron 10 o 15 minutos no tiene importancia el tiempo cuando uno se siente bien y sentí de la cocina el ruido típico del abrir y cerrar de heladera un cuchillo cortando y el tintineo de dos copas.
Cuando al fin volvió Claudia trayendo en sus manos una bandeja en ella había algunos duraznos cortados en gajos, un bol con uvas dos copas, los apoyo en la mesita ratona, volvió corriendo a la cocina y trajo el vino con un sacacorchos me los extendió diciéndome:
-Este es trabajo de hombres.
Yo totalmente absorto no me di cuenta de que me hablaba.
Es que me había quedado inmerso en la visión de tal belleza que venía de la cocina, no es que no supiera que Claudia era y seguirá siendo seguro muy bonita, pero cuando salió de la cocina por primera vez mis ojos no pudieron dejar de ver la mujer más bonita que había visto, con una blusa negra de una tela casi transparente del busto para arriba que hacía que este se destacara y con una pollera muy corta haciendo juego, descalza, mostrando esas piernas torneadas, pareciera por Miguel Ángel, perfectas, toda ella era adictiva a la vista, ¡deslumbrante!
-Perdón, ¿qué me dijiste?
Riéndose y muy segura de sí misma y de la impresión que me había causado, me contestó extendiéndome la botella y el sacacorchos nuevamente.
-Tome profesor, este es trabajo de hombres…
Reaccionando de esa primera impresión le dije
-Por supuesto tome la botella y me dispuse a abrirla y servirle media copa. Lo mismo en la mía.
-¿por qué no se saca la corbata? Me preguntó mientras que al mismo tiempo comenzó a deshacer el nudo haciéndola correr y dejarla a su lado en el piso.
Acto seguido brindamos por la nada y me ofreció un gajo de durazno y se sentó más cerca mío.
Ambos sentados en ese sillón de dos cuerpos, la conversación seguía en un tono casual casi insignificante, sobre la facultad profesores; alumnos; horarios; y que hacíamos fuera de ella, cuando sentí su pierna rozar la mía. Yo estaba por tomar una uva cuando ella me ofreció una con su mano apoyándola en mis labios.
-Tome profesor…
El tono de su voz fue insinuante y yo no pude más que abrir mi boca recibir su ofrenda, acto seguido tomó un gajo de durazno y poniendo la mitad en su boca se acercó a la mía y me lo ofreció yo tomé la otra mitad con mis dientes y tras partirlo nos dimos el primer beso. Luego me aparto levemente y me dijo.
-Sabe profesor realmente lo deseo…
A partir de allí todo ocurrió como en un sueño. O por lo menos para mí.
Claudia me abrazo y en un momento nuestras lenguas jugaban dentro de nuestras bocas, buscando recorrer cada espacio de la otra y en forma alternativa entraban una en boca del otro con pasión casi con desenfreno.
Mis manos no pudieron contener el deseo de acariciar sus pechos, jóvenes; firmes; turgentes, inmediatamente me di cuenta que no llevaba sostén puesto, no le hacía falta.
Sus pezones comenzaron a hacerse notar a través de la tela como dos botones a punto de saltar, desabroché su blusa y comencé a chuparlos y morderlos suavemente, ella exclamó por primera vez un suspiro y tomando mi nuca arrimó más mi cara a ellos, mi boca estaba totalmente ocupada por sus pecho variando de uno a otro, acariciándolos con mi lengua y vuelta a succionarlos, perdiendo el total de sus pezones erectos dentro de mi boca junto con una buena porción de su seno, sus suspiros de placer aumentaban mientras acariciaba su espalda cuando ella comenzó a acariciar mi miembro por encima del pantalón.
Tomo una de mis manos y la dirigió hacia sus muslos, suavemente fui acariciando sus piernas y metiéndola cada vez más bajo su pollera, cuando llegué a su entrepiernas no me sorprendió notar que no llevaba ropa interior y que sus concha ya húmeda estaba totalmente depilada, mis dedos jugaron con sus labios y acariciaron suavemente su clítoris, sus suspiros iban en aumento hasta que introduje un dedo en su interior y ella comenzó su primer orgasmo inundando mi mano de sus fluidos.
Claudia me desabrochó el cinturón ya había abierto mi camisa y llenado mi pecho de besos sin dejar de lado mis pezones también y ahora iba por mi pija que ya reventaba por salirse del encierro.
Cuando la liberó la aprecio y sin decir nada comenzó con una hermosa lamida, la introducía en su boca, la llenaba de saliva y la pajeaba. Debo acotar mi verga no es algo anormal ni más ni menos, no haremos alarde de algo que no pasa de lo estándar quizás si un poco más gorda o ancha como prefieran.
Lo importante es que su forma de chupármela era exquisita, algo que jamás había sentido en mis 60 y pico largos. Cuando se sintió satisfecha de su faena y su boca cansada de chupar me llevó al dormitorio, fuimos tropezando entre besos; abrazos y risas un tanto nerviosas unas, otras ansiosas, nuestros cuerpos pedían más.
Antes de acostarnos terminamos de sacarnos las ropas y acostándose boca arriba me dediqué a darle placer con mi lengua, fui besando cada espacio de su hermoso cuerpo desde el cuello, su boca; su senos y pezones ; su estómago liso; sus piernas; hasta llegar al centro de su pasión. Su vagina depilada por completo fue la mimada de mis besos, mientras se la chupaba y apretaba su clítoris entre mis labios le introduje un dedo y luego dos y la masturbé hasta que lleno mi boca de sus jugos en un espasmódico orgasmo entre más suspiros de placer.
La ventaja de ser un adulto, es que uno no tiene apuro y yo podía dedicarle todo mi tiempo y experiencia a Claudia para que gozara, cuando ella acabó le dije que se pusiera de costado y comencé a cogerla nuevamente con mi lengua pero desde atrás, de esa forma logré que mi lengua le llegue más profundo, su respiración y jadeos me indicaban que lo estaba gozando y me pedía más.
Y fue en ese momento que me decidí a cogerla en la misma posición le fui acariciando el clítoris con la cabeza de mi pene y abriendo poco a poco sus labios con mi glande, mi pija recorría toda su vagina desde el comienzo de sus labios hasta su clítoris, sus suspiros ya eran jadeos de placer al igual que los míos, en ese punto fui introduciendo poco a poco mi pija, ella estaba totalmente mojada y su concha era una abertura hermosa y resbaladiza. Mi verga se deslizaba como en un mar de fluidos tibios.
Comencé con movimientos suaves. Una vez que mi cabeza había entrado Lucy apenas si ahogó un gemido de placer y me fui moviendo suavemente en un entre y saque rozando todos sus labios interiores y le dije:
-cuando quieras que te coja profundo avísame hermosa.
Tras unos pocos movimientos me dijo:
-¡Ahora cogeme ahora!
Y le clave mi pija hasta el fondo, ahogó un grito de placer y me dijo:
-Dame más, cógeme duro y volvé a empezar
Y así fue la cogí con fuerza y pasión y luego volví atrás a comenzar nuevamente el juego de pasar mi cabeza por sus labios y su clítoris cuando me lo pedía nuevamente con fuerza y hasta el fondo.
Sus fluidos empapaban nuestras piernas y en un momento sentí como su concha comenzaba a contraerse como en un espasmo final y mi verga comenzó a latir.
-¡Creo que me voy a ir como nunca en mi vida! -me dijo en una mezcla de suspiro y falta de aliento.
-Y yo también le repuse
-Lléname, dame tu leche, dámela toda
Y dos segundos después explote dentro suyo al mismo tiempo que Claudia se relajaba totalmente y se dejaba ir.
En ese segundo en que nuestros seres se unieron con lo más íntimo que nos podemos dar. La abracé por la espalda le di besos en la nuca y acariciaba sus pezones, ella no dejaba de estremecerse y hacia movimientos espasmódicos de placer.
Cuando mi pija se salió sola de su concha Claudia se dio vuelta me abrazo y me beso muy profundamente. Ya no con pasión sino con cariño, casi con amor.
-¡Gracias profesor! -Me susurro al oído.
-Gracias a vos Claudia, sos mi mejor alumna.
Y abrazados nos quedamos callados mirándonos a los ojos. No había nada más que decir.
Afuera la noche comenzaba a cobrar vida.
Hola Belu.
Me alegra te haya gustado mi relato, es el primero que publico. Yo creo que siempre hay una coneccion entre alumnos y profesores.
Si te interesa contactarme puedes escribir a mi mail.
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Cariños
Buen relato!!!
Cuando fui alumna de secundario fantaseaba con comerme la verga de algún profe pero no pasé de masturbarme pensando en él.
Como no conozco demasiado esta página te deje mi respuesta como otro comentario.
Gracias