Me enseñó un sexo que desconocía (parte 4)

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A la mañana siguiente, cuando me desperté, Richi estaba esperándome con unos mates listos, con pan casero, manteca y dulces. Al terminar me preguntó si sabía cabalgar y le dije que sí. Se fue para volver media hora después montando un caballo y trayendo al otro al costado. Montamos y fuimos a dar un paseo, tomando una ruta de tierra que se extendía hasta donde daba la vista y que recorrimos hasta llegar al borde de una ciudad. Ahí me enteré que estábamos en un campo cerca de San Antonio de Areco. Volvimos, y mientras él devolvía los caballos, yo me zambullí en la pileta donde se me unió después.

Me desnudó para secarme y él también se sacó el short. Se sentó en unos cojines y me puso a mi entre sus piernas para masajearme usando esa crema que me relajaba tanto. Después me indicó a mi como masajearlo a él. Así estuvimos mucho rato, masajeándonos mutuamente. Cuando estuvimos totalmente relajados y en armonía mutua, me llevó a una silla, se sentó y me puso a horcajadas sobre sus piernas, mirándolo. Me empezó a masajear los pechos, la cola y a acariciar el clítoris, mientras yo lo besaba y jugaba con su miembro en mis manos.

Me tonó de la cadera para levantarme y yo puse la punta de su pija en mi conchita y fui bajando suavemente hasta tenerla dentro y quedar apoyada en sus piernas. Me abrazó y me dije que apenas se moviera, que sintiera el placer de estar así, acariciándonos, disfrutando del cuerpo del otro y de su excitación y deseo. Mientras seguimos besándonos, acariciándonos.

-“Me encanta sentirte dentro de mí. Tu calidez, tu olor, la tersura de tu piel, todo me gusta.”, le dije.

-“A mí también. Se siente muy linda tu piel, con olorcito a hembra caliente”, respondió

Era la primera vez que me sentía tan entregada no solo al sexo, si no a la ternura y a una relación profunda con mi compañero sexual. En general era de retacear mis sentimientos. Si bien era totalmente abierta a la sexualidad, mi corazón lo cuidaba bajo fuertes corazas. Pero con Richi me sentía segura, confiada, protegida, mimada, deseada.

-“¿Que sentís Irina?”, preguntó.

-“Que me gustás mucho. Me abriste toda y me siento bien. Nunca pude estar así con alguien. Abrazame”.

Él tenía práctica en hacer durar el coito y yo estaba muy interesada en que no se acabe. Me sentía muy flojita y suave, totalmente entregada al placer sexual y al placer de sentir a alguien con toda la empatía. Estuvimos largo rato así y después me levantó y me dijo que pusiera la pija en mi culito y así lo hice. Me tuvo para poder bajar suavecito hasta tenerlo nuevamente dentro mío y pasamos otro largo rato disfrutando el sexo anal. En ningún momento permitió que la calentura me lleve puesta. Se quedaba quieto o me pedía que no me mueva, hasta bajar la tensión sexual. Después volvía a acariciarme.

-“Vamos a tener que ir a la cama porque las piernas no me dan más”, dije en un momento (cuando ya deberíamos haber pasado más de 40 minutos en la silla), “pero quiero seguir”.

Fuimos a la cama, me puse boca abajo para seguir penetrando mi cola y así nos quedamos disfrutando mientras él me abrazaba, me besaba la nuca, me acariciaba y me hablaba al oído todo lo que sabía que me gustaba y calentaba, que era su putita, que tenía una cola divina y que disfrutaba penetrarla, que era la pendeja más hermosa que tuvo entre sus sábanas y otras cosas por el estilo.

A la vez me preguntaba y yo, cada vez más suelta le contaba cuanto disfrutaba su pija y sus caricias y que era el hombre que más me había hecho gozar. Y en ese momento, besándonos y hablando casi en susurros, le dijo “te quiero”. No contestó, seguimos un rato largo hasta que empezó a hacer más fuertes los movimientos y minutos después acabamos. Me besó y abrazó y me dijo que era un encanto mientras seguía pegado a mí. Luego nos bañamos en medio de caricias y chistes y fuimos a tomar mates al living.

-“Me dijiste -te quiero- en medio del sexo ¿sabés?”

-“Si, es que te quiero. Me tratas muy bien y nunca me sentí tan cómoda, confiada y segura con alguien. ¿Te molesta? Yo sé que nunca vas a ser mi novio o pareja, pero eso es lo que me pasa”.

-“¿Cómo me va a molestar? Para nada. Pero no quiero que sea un problema en el sexo ni en esta relación con tanta diferencia de edad”.

-“¿Por qué lo sería? Hoy el sexo me resultó fantástico. Más profundo y pleno que nunca”.

-“Me alegro, porque el buen sexo no es solo corporal o mental, tenés que poder entregarte al sentimiento de empatía con el otro y no solo al sexo”.

Y de a poco terminamos enredados en una relación extraña y atípica. Nos juntábamos exclusivamente para tener sexo, pero el sexo era con cariño y ternura. Con juegos de dominación, algo de sado y bondage, pero mucho cuidado. El sexo se volvió más intenso, más prolongado, más pasional. Nos veíamos una vez por semana, ya que yo había vuelto a la Capital, a la Facu y no lo tenía más al lado de mi casa. Antes que llegue el otro verano, un finde que me pidió que vaya a verlo, me dijo que se iba a vivir a Europa, para estar cerca de sus hijos y, sobre todo de su nietito que acababa de nacer.

-“Te voy a extrañar horrores. Por tu culpa dudé muchísimo si me iba o no, pero mi hijo me necesita y yo necesito a mi nieto”.

-“Me voy con vos”.

-“Ni lo sueñes. Tenes que hacer tu vida y no va a ser conmigo Irina. Sabíamos de entrada que esto duraba un tiempo y nada más. Sos la cosa más dulce y bonita que tuve y te voy a recordar siempre”.

-“Viejo puto”, le dije con lágrimas en los ojos. “Me dejas sola con los pendejos que cogen mal y peor ahora que los comparo con vos”

Me abrazó, me besó y pasamos un finde de sexo desenfrenado como si quisiéramos llenarnos del otro antes de perderlo. Me dejó a una cuadra de mi casa, me besó y se fue para Ezeiza. Esto pasó hace siete años y todavía me masturbo muchas noches pensando en los momentos de cama y sexo con Richi.

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