-“Hola don Rafa”.
-“Hola preciosa, te veo cara de contenta”.
-“Y lo estoy, ayer entré en la mayoría de edad y mañana es la ceremonia de finalización del secundario”.
-“¿Aprobaste todas, Eugenia?”
-“Sí, este año no tengo deudas”.
-“Perfecto, te felicito, cuando tengas tiempo me gustaría que pases unos minutos por mi negocio”.
Rafael de Anduaga tiene un negocio de lencería, modesto pero con prendas de muy buena calidad, que atiende con la ayuda de una sola empleada; hace cinco años que es viudo y, a sus sesenta años, se conserva lozano y fuerte, producto de una vida ordenada.
La niña que saludara es hija de un matrimonio que vive en el piso de arriba, familia con la cual mantiene una cordial y cercana relación desde que llegaron al edificio un par de años atrás. Más de una vez cuando ellos viajan le dejan la llave del departamento al maduro vecino por si se diera alguna emergencia; tampoco es raro que compartan alguna comida y en las fiestas de fin de año el viudo suele ser invitado de honor.
Los esposos habían iniciado la cuarentena, lo que indicaba que muy jóvenes habían tenido a la única hija, un calco de la madre, ambas muy lindas dentro de su delgadez.
Al día siguiente, luego de la ceremonia de entrega de títulos, padre, madre e hija fueron a la lencería.
-“Pero que gusto inmenso, recibir a la familia completa”.
La esposa, voz cantante del grupo, respondió.
-“El gusto es nuestro Rafa, Eugenia nos contó de tu pedido y decidimos acompañarla”.
-“Me parece bárbaro, vos preciosa, recorré el negocio, meté mano donde quieras y elegí un conjunto que sea de tu gusto”.
La voz del padre se escuchó nítidamente.
-“Me parece que metí la cabeza en la boca del león”.
-“No creo que sea para tanto, Pablo”.
-“Seguro que sí, acompañar a dos mujeres a una lencería es un seguro desbalanceo del presupuesto familiar”.
Mientras madre e hija evolucionaban por el local mirando, buscando y eligiendo para después decidir, Pablo y yo intercambiábamos algunas frases sentados en dos sillones casi enfrentados; durante una pausa en esta débil comunicación veo a Laura agacharse frente a un exhibidor para mirar el último estante quedando en cuclillas frente a mí, tres metros nos separaban y en esa corta distancia tenía la privilegiada vista de los muslos entreabiertos y, en la unión de ambos, un triángulo de tela celeste con un leve acanalado vertical en el medio.
Mientras estaba en ese deleite visual, mordiéndome el labio inferior, al levantar algo los ojos me doy con la mirada seria de quien era observada que, habiendo comprobado a dónde iba dirigida mi deseosa observación, juntó lentamente las rodillas y giró para quedar enfrentada al mueble y, con su llamado, sacarme de esa carnal ensoñación.
-“¿Rafa, me mostrás lo que hay en este estante?”
Acudí a su llamada y me puse a su lado pero dando frente a los sillones de manera que, si ella giraba para hablar conmigo, quedara de espaldas al marido; poniendo una rodilla en el piso para estar a su altura miré lo que ella señalaba, pero era necesario dar alguna explicación a mi comportamiento anterior.
-“Qué vergüenza que me hayas sorprendido en un momento de debilidad”.
-“Por qué debilidad”.
-“Porque el poder de la tentación de mirar esos muslos entreabiertos e imaginar la delicia oculta tras la bombachita celeste, fue muy superior a mi fuerza de voluntad para girar la cabeza hacia otro lado”.
-“Te recuerdo que estás hablando con tu vecina casada”.
-“Lo tengo muy presente, y por eso trato de responder con palabras que o sean groseras u ofensivas, aunque por dentro esté muy lejos del equilibrio”.
El diálogo fue cortado por la joven.
-“Ya encontré lo que quiero”.
Las dos piezas que mostraba eran de un diseño clásico pero gran parte de la tela trasparentaba bastante, lo que motivó cierto desacuerdo de los padres; Laura fue quien pidió mi opinión y se la di.
-“Salvo que esta joven dama piense andar por la calle mostrando esa prenda íntima, cosa que descarto, creo que un gusto personal, que a nadie perjudica ni molesta, cuyo costo no es desproporcionado, hay que dárselo”.
A la sonrisa agradecida de la involucrada le siguió el pedido de la madre.
-“Tenés razón Rafa, ahora, entre todo tu stock, ¿habrá algo así, pero menos transparente y un número más grande?”
-“Acá no, pero creo que en el depósito sí podemos encontrar; si quieren acompañarme cierro y así buscamos tranquilos, no conviene que el salón quede sin nadie”.
Ante eso Pablo se ofreció para permanecer en el salón y avisarnos si entraba algún cliente. En la búsqueda pude deleitarme, aunque con cierta vergüenza, observado los muslos y el nacimiento de las nalgas de Eugenia, que quiso subir a la escalera para bajar una caja del estante superior; por supuesto, interiormente rogaba que la madre no se percatara de la mirada bastante inapropiada para una persona de mi edad.
Con toda suerte encontramos algo que satisfizo el gusto de Laura pero nuevamente la mente me traicionó, pues al mirarla me la imaginé vestida solo con lo que tenía en la mano y mi miembro salió de su letargo adquiriendo una rigidez inusitada, que rápidamente ubiqué de manera que pasara desapercibido; vueltos al sector de ventas nos recibió la voz varonil.
-“¿Viste Rafa que tenía razón al decir que no conviene acompañar a dos mujeres a una lencería?”
-“No te preocupes por un desajuste presupuestario pues los dos son obsequios de la casa”.
-“Entiendo el regalo de la niña pero el de Laura no, a menos que estés tratando de levantarte a mi mujer”.
-“El valor de estas prendas es insignificante comparado con todas las atenciones que ustedes tienen conmigo, por otro lado, ¿vos crees que una hermosa señora como la tuya se compra con un juego de corpiño y biquini, y encima por un viejo cualquiera como yo?”
-“Era una broma”.
-“Me lo imaginé”.
Aceptada la invitación a almorzar disfruté una verdadera comida y no los platos improvisados que me cocinaba en casa, por supuesto también engordé los ojos deleitándome con las hermosas figuras de madre e hija, en particular de la mayor que parecía mejor dispuesta a permitirme ver algo más de lo usual; daba la sensación que el episodio de la mañana iba a tener algo de continuidad, pues mientras esperábamos que se calentara la comida en el horno, ella sentada al lado de su marido más de una vez cruzó las piernas de manera que yo, sentado al frente, pudiera ver de nuevo su bombachita celeste; al término de la sobremesa y cuando me despedía para descansar algo antes de volver al trabajo recibí el comentario socarrón de Pablo.
-“Cómo te envidio, pensar que vas a poder dormir siesta mientras yo estoy obligado a una partida de cartas con mis amigos del bar”.
-“Una lástima que no puedas evadirte de ese compromiso, y ahora se presenta una duda”.
-“Sobre qué”.
-“No sé si desearte suerte por aquello de…”.
-“No hay problema, deseá que me vaya bien sin temor porque mi amor queda en casa”.
-“Bueno entonces me quedo tranquilo al saber que no te perjudico, hasta otro momento y gracias, estuvo delicioso el almuerzo”.
-“¿Rafa, tendrás algunos folletos de tu ropa para mostrarle a mis amigas y así te hago propaganda?”
-“Sí Laura, algo tengo en casa, cuando quieras te los doy”.
-“Perfecto lavo la vajilla y te voy a ver antes que te acuestes”.
Diez minutos después llamaba a la puerta de mi departamento.
-“Vengo a agradecerte el obsequio como es debido, si lo hubiera hecho antes, en presencia de Pablo, tendríamos que haber soportado sus comentarios de macho celoso, aunque en los hechos sea de rendimiento regular”.
Y, acercándose, me dio un beso en cada mejilla para permanecer abrazada diciéndome al oído.
-“Gracias por el regalo, es hermoso el conjunto, y ya me lo puse para probar, aunque no te lo pueda mostrar”.
-“Una lástima, le voy a encargar a la imaginación que haga la tarea y me dé el resultado, aunque la edad y el trabajo que hago me debieran habilitar para evaluar de manera directa”.
-“Degenerado”.
-“Es verdad, degenerado pero feliz, acabo de constatar que mi cuerpo está dentro de cierta normalidad, pues ha reaccionado bien ante el contacto de un cuerpo deseable”.
-“Me alegro de haber contribuido a tu felicidad pero me parece que estoy entrando a un terreno peligroso”.
-“Es verdad pero me parece que el peligro aumenta mucho el placer de tener tu cuerpo pegado al mío sujeta por mis brazos que te atraen, un poquito para no contrariar tu voluntad, pero lo suficiente para que sea evidente mi deseo”.
El diálogo tenía lugar mientras duraba el abrazo y nos hablábamos al oído mientras mis manos recorrían, su espalda.
-“Acordate que soy casada y no debo mostrar partes de mi intimidad”.
-“Lo tengo muy presente, pero podría darse como un pequeño descuido, similar al que tuviste en el negocio”.
-“Es que al ser consciente de ello me daría mucha vergüenza”.
Seguíamos hablando sin despegar los cuerpos, sus pechos aplastados contra mi tórax y las pelvis habiendo iniciado imperceptibles presiones para sentir mejor lo que tenían en frente; ya obnubilado por el deseo, en las pausas para escuchar le atrapaba con los labios el lóbulo de la oreja para soltarlo en seguida, como si hubiera sido algo casual; ella demostraba que lo sentía con un pequeño temblor, pero sin oponerse.
-“Hagamos una pequeña trampita, seguimos tal cual estamos, pero yo levanto la parte de atrás de tu vestido y veo, en el espejo que está a tu espalda, cómo te queda la biquini, así atemperamos el efecto del pudor”.
-“No puedo creer que tan mansamente acepte exhibirme así ante vos”.
Mientras ella hablaba yo le iba subiendo la pollera hasta que la tuvo enrollada en la cintura.
-“Te queda preciosa, justo tapando la mitad de cada nalga y así incitando a descubrir la parte cubierta; permitime que saque una arruga que la afea”.
-“Desgraciado, me estás agarrando toda la nalga desnuda y algún dedo se mete en la divisoria”.
-“Es que la arruga estaba entre los glúteos”.
-“Por más que usés palabras elegantes la verdad es que me estás amasando el culo, ¡No! Eso no, tus dedos han bajado hasta la unión de los muslos y siguen hacia adelante; mejor nos sentemos.”
Nos ubicamos en sillón grande, apenas separados.
-“Estás enojado”.
-“No tengo razón para estar enojado”.
-“Pero algo te pasa”.
-“Sí, pero no es enojo, espero poder explicarlo. Estando abrazados con los cuerpos pegados y yo, con una excitación creciente, casi, casi descarrilo, el equilibrio desapareció y mi cabeza dejó de trabajar porque el instinto dominaba. Tu sensatez hizo la parada que yo no era capaz de realizar y ahora estoy en proceso de serenarme”.
El intento de volver al equilibrio duró lo que un pedo en una canasta porque después, de mirarme a los ojos unos segundos, se movió para quedar bien pegada tomando mi mano entre las suyas.
-“Perdoname, yo también estaba alterada, quisiera haber seguido, pero no podía pensar con claridad, además sentía vergüenza de estar con las nalgas al aire exhibiéndome como una puta”.
Y mientras charlábamos mi mano quedó con la palma sobre su muslo a escasos centímetros de esa conchita que me tenía obsesionado.
-“Vos no te exhibías, yo te levanté la falda, y el hecho de que te guste agradar en ningún momento te convierte en una puta; el deseo de ser admirada es tan natural como beber al sentir sed”.
El hablar con ella no impidió que mi dedo pequeño se separara del resto, estirándose en busca de esa parte mullida; cuando esa yema traviesa hizo contacto, la mano izquierda de Laura que estaba encima de la mía permaneció inmóvil y ella apoyo la mejilla en mi hombro tomando con la diestra el brazo que cruzaba hacia su falda apretándolo contra las tetas. La acción del dedo provocó un pequeño hipido que la hizo girar la cabeza de manera que en mi hombro, en lugar de la mejilla se apoyara la frente.
-“Por favor, no me mires”.
Simultáneamente desapareció la rigidez de las piernas que se separaron unos centímetros y así, el pícaro meñique dio paso a sus compañeros medio y anular con la misión de continuar la tarea de frotar más fácilmente, pues el incremento de la excitación corrió parejo con la apertura de los muslos.
Después de recoger su fada en la cintura, tomé su mano para llevarla a mi pija que, erguida, se asomaba por la bragueta; cuando mi mano se internó bajo la biquini despegó su cara de mi hombro para taparla con un almohadón mientras los quejidos acompañaban el resbaloso recorrido de los dedos. La sorpresa grande fue cuando cojín voló por el aire y, girando un poco la cabeza, tomó mi cara con las dos manos mirándome fijamente.
-“A la mierda las buenas costumbres, las palabras delicadas y la vergüenza, mi primer orgasmo con vos quiero tenerlo con tu verga adentro; ¿tenés un espejo de mano? Aunque me voy a incorporar un poco, quiero ver el momento en que tu pija ingresa y, una vez que esté bien adentro, me encantaría chupar tu lengua mientras me serruchás”
-“Lo que vos digas mi cielo, ya te lo traigo”.
-Cuando volví con el espejo me esperaba reclinada sobre los almohadones, con las nalgas sobresaliendo del borde del asiento y ls rodillas a la altura de los hombros; esa postura de entrega hacía que los labios de la conchita estuvieran algo separados y se atisbara entre ellos el agujerito que parecía invitarme a ingresar.
-“Vení querido, no prolongués mi espera”.
Y me evadí del tiempo, sacarme pantalón, calzoncillo, zapatos y medias no sé si me llevó treinta segundos o una hora, pero cuando volví a la conciencia estaba de rodillas a pocos centímetro de las nalgas de Laura, tomando mi pija por el tronco y apoyando el glande entre los labios que me habían cedido el paso.
-“Preciosa, avísame cuando debo empujar”.
Sosteniendo el espejo en el ángulo apropiado me dio vía libre.
-“Ahora mi amor, en cámara lenta, que pueda ver cómo, milímetro a milímetro, tu miembro ocupa mi vagina, yo la voy a contraer un poco para ayudarte en la entrada lenta, seguí, seguí tesoro, ya llegaste al fondo, ahora sacá la lengua para que pueda chuparla y dame duro”.
Al juntar nuestras bocas cruzó sus piernas en mi espalda y sincronizamos los empujes; en ese momento agradecí la edad que tengo pues me permitió aguantar lo suficiente para que ella se corriera antes que yo
-“Estoy llegando papito, apretame las tetas, dame una estocada fuerte y quédate ahí, me corro, estoy acabando como una burra, ¡sí!”
Nos repusimos de la tensión vivida sentados, yo abrazándola e intercambiando besos afectuosos que en nada se parecían a los pasionales de momentos antes.
-“Qué pensaras de mi marido y de mí”.
-“De vos pienso que sos una dama, hermosa, dulce y deseable, que por alguna razón que ignoro me ha hecho el honor de gozar con ella y darle placer. De tu marido pienso que es una buena persona, pero que sería mejor si gruñera menos. Opinar mal de alguno de ustedes sería obrar como un malparido”.
-“Tengo que volver a casa”.
-“¿Estás bien?”
-“Sí, he pasado unos momentos maravillosos gozando lo indecible, pero tengo la cabeza hecha un lío y así no puedo hablar coherentemente, voy a volver cuando pueda y me haya serenado”.
El beso de despedida fue el de dos personas que sienten verdadero afecto y disfrutan la cercanía física del otro, fue un acto de separación y promesa de reencuentro.
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Buen relato pero falto más actitud de le culee bien solo fue una pasada rauda y veloz creo que debe darle una buena vapuleada con medias y portaligas se que do con ganas de culearlUra
Gracias Gluvis Chiluiza por leer y comentar, esperemos mejorar en la segunda parte
Definitivamente.
Gracias Soy por leer y comentar. Recibe mi cordial saludo.
De vuelta maestro, era una necesidad insatisfecha
Gracias caballero amigo, la nostalgia de recibir esos conceptos afectuosos fue el principal motor de mi regreso. Un fuerte abrazo.
Volvió el que nunca se tuvo que ir , como siempre , de muy buena calidad se lo extrañaba mucho gracias por volver , como dijo Cerati :GRACIAS TOTALES
El 27 de Abril de 2024 publiqué el relato 39 titulado “El ácido come sin mirar qué”, y en esos días comenzó la reestructuración de la página Cuento Relatos que llevó un cierto tiempo. Cuando algo después entré nuevamente al sitio me di conque había una seria alteración en la cantidad de lectores que habían accedido a mis escritos, constatando además la desaparición de los 155 comentarios recibidos.
Y como la primera ley es la ley de la costumbre, me sentí incómodo y decidí tomarme un tiempo sin publicar. Hoy, tranquilo, veo que no hay razón para mi incomodidad, nadie me ofendió, nadie faltó a su palabra y probablemente estas variaciones sean un efecto secundario de la reorganización, pues descarto totalmente intencionalidad de perjudicar.
Y acompañando a la reflexión hizo su aparición la nostalgia. Espero, en esta nueva etapa, contar también con la presencia de quienes, tan amable y afectuosamente, me acompañaron en la anterior. Va mi abrazo para ustedes.
Gracias Josemafacu, tu bienvenida es una caricia para el alma. Un abrazo grande.