Lourdes, mi primera vez

4
9737
23
T. Lectura: 9 min.

En una plática entre amigos, alguien comento que si tocas un instrumento atraes a las mujeres, yo ya pasaba de los dieciocho años y no había tenido suerte con las chicas mucho menos había tenido sexo.

En la escuela, un compañero tenía un grupo de música para eventos con sus hermanos, me invitó a probar y me quedé en el grupo.

Tiempo después llegó una chica a cantar, iba acompañada por su padre y su hermana menor, hablaron con los del grupo para coordinar permisos y horarios para que el papá pasara por ella después de tocar y que siempre estuviera acompañada por su hermana Angélica.

Las dos chicas llegaban a los ensayos y al poco tiempo se hicieron acompañar por su mejor amiga; Lourdes y la hermana menor de ella de quién no recuerdo su nombre. Ellas también la acompañaban a los eventos, iban algo así como chaperonas además de que significaba fiesta para ellas cada fin de semana.

En una fiesta, durante uno de los descansos Lourdes me preguntó si tenía novia a lo que contesté que no, me preguntó la razón y le dije que simplemente no había tenido suerte con las chicas, fue muy insistente con el tema lo que me empezó a fastidiar, le pregunté: –¿quieres ser mi novia? –, pensando en que así dejaría de molestar, con el volumen alto de la fiesta no escuché su respuesta.

Unos días después me encontré a Angélica, me comentó que Lourdes estaba molesta conmigo porque no la había ido a ver, y me preguntó que, si realmente éramos novios, le comenté brevemente lo sucedido y le dije que no había escuchado su respuesta, me dijo que iba a casa de Lourdes y que fuéramos juntos para que la viera.

Al llegar con Lourdes, no disimuló su molestia, me reclamó por qué no la había ido a ver, que si así sería nuestro noviazgo no valía la pena, le dije que no había escuchado su respuesta y como se marchó sin despedirse no creí que éramos novios.

Los días pasaban cotidianamente, iba a verla a su casa, ella llegaba a los ensayos para acompañar a su amiga y hacíamos cosas de novios.

Una de las primas de Lourdes estaba por cumplir sus 15 años y sugirió que nosotros tocáramos en la fiesta. Así pasó, en la fiesta me presentó a sus hermanos, a otra hermana mayor y a sus padres, entre otros familiares. Parecía que las cosas iban más en serio de lo que yo pensaba.

En algunos lugares se tiene la costumbre de partir el pastel hasta el día siguiente. Lourdes me dijo que se irían a su casa y que regresarían al otro día, me pidió que pasara por ella a las once de la mañana para que llegáramos “en familia”.

Al otro día estuve puntual a las once en su casa, me invitó a pasar y me di cuenta de que estábamos solos, su familia ya se había ido a la casa de su prima. Extrañado le pregunté si yo había llegado tarde y me contestó que no, que se fueron antes pero que ella quiso esperarme.

Me preguntó si quería conocer su cuarto, subimos las escaleras y entramos a una habitación típica de chicas.

–Aquí es en donde duermo y pienso en ti. –Dijo al tiempo que se sentaba en su cama.

Movía sus manos sobre la colcha, sus movimientos se acercaban a una caja que estaba sobre la cama, era una caja de condones, fingí no verla.

–Ay perdón, esto no es mío, seguramente los dejó mi hermana, no vayas a pensar mal de mí. –Dijo con voz apenada–.

–No te preocupes, yo no he visto nada. –Le respondí–.

–¿Ya has tenido relaciones?

Yo no había tenido sexo, por un momento no supe si decir la verdad o aparentar y decirle que sí. Por mi mala suerte con las chicas y algunas inseguridades generadas por platicas de amigos en relación a su primera vez yo no me había preocupado mucho por mi primera vez, aunque había fantaseado en cómo sería había sido muy lento en ese sentido. Finalmente le contesté que no.

–¿Y si probamos uno?, ¿te gustaría hacerlo? Todos están con mi prima y nadie va a venir.

Si quería hacerlo, pero a la vez tenía algo inseguridad, ¿podría satisfacerla? ¿podría aguantar?, o me vendría casi de inmediato como a algunos amigos decían que les había pasado en su primera vez.

Lourdes no espero mi respuesta y pasó a la acción, se puso de pie y me abrazó. Nos besamos y exploramos nuestros cuerpos. Decidí no dejar pasar esa oportunidad.

El cabello de Lourdes es castaño claro un poco chino que caía por debajo de sus hombros. Sus ojos negros, tez apiñonada y cara redonda. Su cuerpo es del tipo gordibuena, su cintura se notaba gracias a su cadera amplia y a estar nalgoncita. Decía tener dieciocho años, pero sabía que tenía dos años más. Vestía a la moda de ese entonces, cinturones gruesos, blusas largas y pantalones bombachos.

Conforme la excitación crecía nos tocábamos con más intensidad, acaricié su trasero, sentí sus nalgas redondas y firmes, apreté su cuerpo contra el mío pegando con mi pene que ya estaba totalmente duro contra ella. Subí mis manos hacia su cintura para quitarle el cinturón. Metí mis manos en su pantalón para acariciar sus nalgas y sentir su piel, aunque ya había experimentado algunos fajes, mi experiencia con mujeres desnudas solo había sido a través de revistas o películas.

Lourdes desabrochó mis pantalones para buscar mi pene y acariciarlo. Para entonces lo tenía escurriendo de manera abundante, mi bóxer estaba bastante mojado.

Mientras ella frotaba mi pene desabotoné su blusa, su sostén era del tipo deportivo, ella decía que ese tipo le ayudaba a mantener sus senos en su lugar sin tanto movimiento. Sus senos eran un poco más grandes del promedio, intenté meter mi mano, pero su sostén estaba tan ajustado que no pude.

Lourdes se apartó un poco y se bajó los pantalones para quitárselos y se sentó en la cama, yo también baje mis pantalones, me tomó suavemente de los testículos atrayéndome hacia ella.

–¿Te lo puedo chupar?

Me quedé algo sorprendido, algunos amigos comentaban que sus novias no querían sexo oral, al parecer eso de que solo las putas lo maman era algo no bien visto por algunas chicas.

–¿Por qué te sorprendes? Me gusta tu verga, se ve deliciosa y quiero probarla.

Apenas dijo eso y ya estaba lamiendo mi tronco. Sentir su lengua tibia fue un golpe de placer que recorrió todo mi cuerpo, las sensaciones apenas estaban empezando y no sabía que más podría experimentar hasta que devoró mi pene, al introducirlo en su boca el placer fue tal que sentí que se me iban las fuerzas de las piernas suspire de placer, apoye mis manos en sus hombros para ayudar a sostenerme.

Una de sus manos jugaba con mis bolas, la otra sostenía mi pene Lourdes lo acomodaba a su voluntad para chuparlo en su extensión y meterlo en su boca alternadamente, su lengua rodeaba mi glande haciéndome sentir muchísimo placer.

–Tu verga parece de piedra, está deliciosa y jugosa. –Dijo mientras sus manos me masturbaban.

Me soltó para quitarse el sostén descubriendo sus abultados senos sus areolas eran oscuritas y con su pezón grande se veían hermosos.

Lourdes se puso de pie y pude disfrutar de la vista de su cuerpo desnudo, me quité la camisa, juntamos nuestros cuerpos para abrazarnos y besarnos, mi pene aprisionado entre nuestros cuerpos trataba de acomodarse, acaricié sus caderas, sus nalgas, subí por su espalda y jugué con uno de sus senos.

Bajé mi mano a su entre pierna y me fui abriendo camino hasta sentir su vagina que estaba húmeda, la masajeé suavemente mientras ella masturbaba mi pene.

Sabía del clítoris, pero al ser mi primera vez, no estaba seguro de cómo identificarlo por lo que recorrí toda esa zona, Lourdes suspiraba de placer, sentí sus labios vaginales, toqué su entrada, en cada movimiento su respiración se intensificaba, de repente soltó un gemido, supe que era el clítoris y me concentré en acariciarlo, sentí como su cuerpo se estremecía y como su mano apretaba más mi pene.

–Ponte el condón y cógeme.

Se volteo hacia la cama para tomar la caja, al agacharse su trasero quedó bien expuesto, sus nalgas grandes y redondas se me antojaron mucho, me acerqué y pegué mi cuerpo al de ella, se incorporó un poco y la abracé, acaricié sus senos y besé su cuello. Moví mi cuerpo para que mi pene se embarrara en sus nalgas, estaba chorreando tanto que se deslizaba fácilmente. Paró sus nalgas y movió su cadera para aumentar la sensación.

–Tu verga se siente bien dura, me gusta cómo se siente en mi trasero.

Seguí acariciando su seno, con mi otra mano busqué masturbarla, suavemente acaricié su vagina.

De alguna manera mi pene se acomodó entre sus nalgas, el volumen que tenían formaba una canal que aprisionaba mi miembro haciéndome sentir mucho placer. En alguno de los movimientos mi pene se hundió entre sus muslos, Lourdes apretó sus piernas, era tal la cantidad de fluido que salía de mí, que toda esa zona estaba lubricada facilitando el movimiento, por un momento creí que ya la estaba penetrando, pensé en el condón, pero no quería parar, quería seguir disfrutando todas esas sensaciones.

Sentí sus dedos alrededor de mi glande apretándolo contra su vagina, me di cuenta que aún no la penetraba y seguí disfrutando, sus muslos carnosos apretaban muy rico mi pene, la sujeté de la cadera sin perder el ritmo de los movimientos.

–Está bien dura, ya ponte el condón.

Mientras me decía eso trató de inclinarse nuevamente para tomar la caja de su cama, ese movimiento facilitó que continuara masturbándome entre sus piernas, sus manos se apoyaron en la cama y levantó sus nalgas, –¿te gustan? –me preguntó. –Claro, estás bien nalgoncita, las tienes bien ricas.

Estando inclinada, sujeté mi pene y lo pasé siguiendo la línea que separa sus nalgas presionaba un poco mientras recorría con mi glande esa zona. En un empuje sentí que como que entraba un poco, presioné un poco más, que rico sentía, quería sentir más placer.

–Ay, suave, despacio porque duele.

Pensé que al sentir que entraba lo decía como una especie de cumplido y empujé un poco más fuerte. Lourdes se hizo hacia adelante sin sacarla deteniendo momentáneamente la penetración.

–Métela así, pero despacio, me duele, hazlo poco a poco.

No me moví, Lourdes tomó el control y empujo lentamente su cuerpo hacia el mío dejando que mi pene se abriera paso con suavidad. Movía su cadera hacia atrás y hacia adelante, en cada movimiento se hundía un poco más, sentí más placer, sentí como apretaba mi pene, la sujeté de la cadera con ambas manos hasta que finalmente la penetración era total, todo mi pene estaba adentro de ella, mis bolas pegaban con ella, la sensación de placer era cada vez mayor.

Lourdes se incorporó un poco, lo suficiente para hacer sus brazos hacia atrás por encima de ella para acariciar mi cabeza mientras yo besaba su nuca, subí mis manos a sus senos y sentí sus pezones erguidos, duritos, me moví suavemente para entrar y salir, poco a poco, aumentando gradualmente el recorrido de mi pene.

–Así, mmmh, rico, que dura verga.

–Que rico aprietas, la tienes bien apretadita. –Le conteste.

Mis movimientos se incrementaban, se la hundía con firmeza y cada vez más fuerte, Lourdes hacia movimientos circulares con su cadera, como dibujando un ocho.

Trate de acariciar su clítoris, el placer que sentía y mi inexperiencia sexual no me dejaban coordinar bien mis acciones. Lourdes apoyó sus manos en la cama, esta vez bajo su cuerpo un poco más por lo que su cadera quedó más levantada, la tomé por la cintura para tener mejor control de cada embestida que le daba, nuestros gemidos y el sonido de nuestros cuerpos chocando llenaban toda la habitación.

Sentía que tenía el control del momento, el placer aumentaba, era la primera vez que tenía sexo, un par de veces ya me había masturbado, conocía las sensaciones de venirme y sabía que aún podía aguantar un poco más, estaba consciente de que no me había puesto el condón, no debía venirme adentro de ella. No quería parar y no me iba a detener hasta que Lourdes se viniera.

–Que rico bebé, que rico coges, más, más…

Sentí el movimiento de su mano estimulándose, sentí que se acercaba a su orgasmo.

–Más… más… quiero venirme, cógeme duro…

Puse mis manos en sus hombros para jalarla, le estaba dando todo, movimientos fuertes y rápidos, no podía darle más duro. La embestí bruscamente dejando todo mi pene adentro, la jalé con todas mis fuerzas, su mano se movía vigorosamente de un lado a otro frotando su vagina.

Sus gemidos se volvieron como guturales, sentí como sus piernas temblaban como si se fueran a vencer, sentía como estaba perdiendo el control de su cuerpo. No sabía cómo era un orgasmo femenino y estaba por saberlo.

–Vente conmigo… vente bebé…

–No me puse el condón, vente tú… –Le contesté tratando de no perder el ritmo.

–Estás atrás de mí… no me estás dando en la panocha, me tienes enculada.

Mi mente tardó unos segundos en procesarlo, –Claro que estoy atrás de ti. –Pensé sin terminar de entender.

–¿Te ensarté el ano?

–Si pendejo, no te diste cuenta, te dije que me estaba doliendo.

Había fantaseado muchas veces cómo sería la primera vez, había pensado en varias situaciones y posiciones, pero nunca que sería anal. No tengo nada en contra, pero como que el sexo anal no es algo que me prenda.

El sonido de mi cuerpo pegando con sus nalgas y sus gemidos borraron mis pensamientos, quería sentirla y vaciarme adentro de ella. Le había dicho que estaba bien rica, que estaba bien apretadita, pero pensaba en su vagina, había que darle el crédito a quién se lo mereciera.

–Tu culo está bien rico, apriétalo más.

Miré hacía abajo para ver cómo se la estaba metiendo, vi como mi pene se hundía en ella, se amoldaban perfectamente, el contorno de su agujero me aprisionaba sin dejar ningún espacio.

–Si bebé… si, si… me voy a correr con tu verga en mi culo.

Sus gemidos se volvieron entre cortados, subieron su tono, se fueron haciendo poco a poco más agudos.

–¡Oh boy!… ya estoy, ¡dame duro!, ¡párteme el culo!

Su espalda se arqueaba, sus piernas temblaban sin control, qué rico se sentía saber que le estaba cumpliendo que mi pene en su ano le estaba dando un orgasmo explosivo, sus gemidos se hicieron largos y regresaron a ser como guturales, yo no había perdido el ritmo entrando y saliendo con fuerza.

Lourdes se dejó caer en la cama, su cuerpo temblaba, sus manos se aferraban a la colcha de la cama, hasta ese momento me di cuenta que su cuerpo estaba bañado en sudor, me tiré sobre ella como si fuera una presa a punto de escaparse, de inmediato la penetré en el mismo lugar.

–Lléname de ti bebé, mi chiquito quiere su lechita, se bueno y dámela toda…

Levantó un poco su trasero, mientras continuaba con mi labor de penetración vi unas gotas de mi sudor que caían en su espalda.

No me faltaba para descargarme, penetré más fuerte, cada que embestía escuchaba como el aliento de Lourdes salía con cierta fuerza, no eran gemidos, solo será sus exhalaciones sincronizadas con mi empuje. Sus manos seguían apretando la colcha al tiempo que también la mordía.

Tuve mi orgasmo, sentí la convulsión del primer chorro de mi semen, Lourdes apretaba y soltaba su ano, no pude moverme de tanto placer, todo mi cuerpo estaba tenso, sus movimientos estaban ordeñando mi pene la sensación de su ano apretando mi pene era muy placentera, mucho más de lo que había podido imaginar.

Aunque ya me había descargado, me quedé sobre ella el mayor tiempo que pude, sentía muy ricas sus contracciones anales, finalmente no pude mantener mi pene adentro y me acosté de lado junto a ella. Lourdes giró para quedar boca arriba, acaricié sus senos, estaban erguidos, sus pezones seguían hinchados y duros. La veía hermosa, mi primera mujer.

–Se me va a salir tu semen, tengo que ir al baño. Vamos para que te limpies la verga.

Me levante al mismo tiempo que ella.

Después de asearnos, mientras nos vestíamos me dijo:

–Me va a doler, nunca me la habían metido atrás, que cabroncete eres.

Le contesté que no fue mi intención, creí que estaba adelante.

–Tienes que darme por la panocha igual de fuerte, pero tenemos que irnos, nos esperan en casa de mi prima.

Cuando llegamos su padre se notaba molesto, me disculpé diciendo que por la desvelada me había quedado dormido y por eso había pasado tarde por Lourdes.

No vi a Lourdes hasta el martes que teníamos ensayo. Cuando terminamos me comentó que su hermana mayor había encontrado la caja de condones y que le costó trabajo convencerla de que no había pasado nada, como no usamos ningún condón con ciertas reservas logró que le creyera.

Le advirtió que si se embarazaba sus padres se pondrían muy estrictos y seguramente siendo la mayor no la dejaría tener novio. Lourdes pensó que no la acusaba para no terminar perjudicada ella también.

Lourdes y yo nunca pudimos estar solos nuevamente y no pudimos volver a tener sexo, su hermana mayor la cuidó mucho a partir de ese momento.

Loading

4 COMENTARIOS

  1. Que rica descripción de tu primera vez en su ano.
    Soy adicta al sexo anal. Lo que siento es algo maravilloso cuando llego al orgasmo anal !!

    • Solo he estado con una pareja que le gustaba el sexo anal, no es algo que me haya tocado explorar mucho.

  2. Me gustó mucho tu experiencia. Y vaya suerte que tú vistes, pues al igual que tú eras virgen ella también era virgen pero anal, y eso es suficiente. Gracias por compartir.

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí