El sol de la tarde bañaba el parque con una luz dorada, pero Naty no podía apreciar su belleza. Su mente estaba atrapada en la red de dominación que Natasha había tejido alrededor de ella. Con el collar aún apretado alrededor de su cuello y la correa colgando de él, Naty seguía a Natasha a través de los senderos concurridos, sintiendo las miradas curiosas de los transeúntes. El parque estaba lleno de familias, parejas y grupos de amigos, todos disfrutando de la tarde, ajenos al juego de poder que se desarrollaba ante sus ojos.
Natasha, con una sonrisa cruel en sus labios pintados, se detuvo junto a un banco donde un grupo de hombres jóvenes charlaban y reían. “Aquí está tu primera lección, Naty”, susurró con voz melosa, pero firme. “Ve con ellos y ofrece tu cuerpo. Quiero ver cómo te humillas por unos cuantos billetes. Y recuerda, cada vez que te niegues, el castigo será peor”.
Naty tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que no tenía opción. Con pasos vacilantes, se acercó al grupo de hombres. Su falda corta y su blusa ajustada dejaban poco a la imaginación, y los hombres no tardaron en notar su presencia. Sus miradas se posaron en ella, llenas de deseo y curiosidad.
“Hola”, dijo Naty con voz temblorosa, intentando mantener la compostura. “Me pregunto si alguno de ustedes estaría interesado en… pasar un buen rato. Por un precio, claro”.
Los hombres se miraron entre sí, sorprendidos pero intrigados. Uno de ellos, un joven con barba de varios días y ojos penetrantes, se adelantó. “¿Y cuánto cuesta ese ‘buen rato’, cariño?”
Naty sintió cómo las mejillas le ardían de vergüenza. “Lo que puedan ofrecer”, murmuró, evitando su mirada.
El joven sonrió, sacando un billete de su bolsillo. “¿Esto te parece bien?”
Naty asintió, tomando el billete con manos temblorosas. Sabía que Natasha estaba observándola desde las sombras, disfrutando de su humillación. “Sí, está bien”, susurró.
El joven la tomó del brazo y la llevó a un rincón más apartado del parque, detrás de unos arbustos. Allí, sin preámbulos, la besó con fuerza, sus manos recorriendo su cuerpo con avidez. Naty cerró los ojos, intentando bloquear el mundo exterior, pero los sonidos del parque y la conciencia de estar siendo observada por Natasha la mantenían anclada en la realidad.
El joven la empujó contra los arbustos, levantándole la falda y bajándole las bragas. Naty sintió cómo su miembro duro y caliente penetraba su entrada, y un gemido ahogado escapó de sus labios. A pesar de la situación, su cuerpo respondía, traicionándola con su propia excitación.
Mientras el joven la embestía con fuerza, Naty escuchó la voz de Natasha, burlona y distante. “Vamos, Naty, parece que estás disfrutando. No te olvides de quién manda aquí”.
Las palabras de Natasha actuaron como un recordatorio brutal, intensificando la mezcla de placer y humillación que Naty sentía. Sus gemidos se volvieron más altos, más desesperados, mientras el joven la llevaba al borde del orgasmo.
Finalmente, el joven alcanzó su clímax, llenando a Naty con su semen. Se apartó, ajustándose la ropa, y le lanzó una última mirada antes de desaparecer entre la multitud.
Naty se quedó allí, temblorosa y descompuesta, intentando procesar lo que acababa de suceder. Natasha apareció de entre las sombras, una sonrisa satisfecha en su rostro. “Buen trabajo, Naty. Pero esto es solo el principio”.
Sin darle tiempo a recuperarse, Natasha la llevó a otro grupo de hombres, esta vez sentados en una manta, bebiendo cerveza y riendo. “A estos les gustará lo que tienes que ofrecer”, dijo Natasha con una risita.
Naty se acercó, sintiendo la náusea subirle por la garganta. Pero no había escape. Con voz temblorosa, repitió su oferta, sintiendo cómo su dignidad se desmoronaba con cada palabra.
Los hombres la recibieron con entusiasmo, y pronto Naty se encontró en el centro de un círculo, siendo tocada y besada por varios de ellos a la vez. Sus manos la recorrían, su boca era reclamada, y ella se sentía como un objeto, un juguete sexual para su placer.
Natasha observaba, disfrutando del espectáculo. “Mira cómo te desean, Naty. Eres solo una putita para ellos, y te encanta”.
Las palabras de Natasha eran como latigazos, pero también despertaban algo profundo en Naty, algo que no podía negar. A pesar de la humillación, su cuerpo respondía, su sexo se humedecía, y sus pezones se endurecían bajo la blusa.
El grupo de hombres la llevó a un lugar más apartado, donde la desnudaron por completo y la hicieron arrodillar. Uno tras otro, se acercaron a ella, utilizando su boca y su cuerpo para su placer. Naty se sintió como una muñeca inflable, un objeto sin voluntad propia, y sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que esto era lo que deseaba.
Después de lo que pareció una eternidad, el grupo se dispersó, dejándola exhausta y vacía en el suelo. Natasha se acercó, una expresión de satisfacción en su rostro. “Buen trabajo, Naty. Pero aún no hemos terminado”.
Naty intentó levantarse, pero sus piernas temblaban demasiado. Natasha la tomó del brazo, ayudándola a ponerse de pie. “Ahora, vamos a llevar esto al siguiente nivel. Quiero que te acerques a esa pareja allí”, dijo, señalando a un hombre y una mujer sentados en un banco, ajenos a lo que estaba a punto de suceder.
“Pero… ¿qué quieres que haga?” preguntó Naty, su voz apenas un susurro.
Natasha sonrió, una sonrisa llena de promesas oscuras. “Quiero que les ofrezcas un espectáculo. Algo que nunca olvidarán. Y recuerda, Naty, cada vez que te niegues, el castigo será peor”.
Con el corazón en la garganta, Naty se acercó a la pareja. El hombre la miró, sorprendido pero intrigado. La mujer, en cambio, pareció incomodarse, pero su curiosidad era evidente.
“Hola”, dijo Naty, su voz temblorosa. “Me pregunto si les gustaría ver algo… especial”.
La pareja se miró, y luego el hombre asintió, una sonrisa pícara en su rostro. “Depende de lo que tengas en mente, cariño”.
Naty sintió cómo la adrenalina la inundaba. Sabía que no había vuelta atrás. Con manos temblorosas, se desabrochó la blusa, dejándola caer al suelo. Luego, se quitó la falda, quedando completamente desnuda ante la pareja.
El hombre silbó, impresionado, mientras la mujer miraba con una mezcla de asombro y deseo. “Vaya, vaya”, dijo el hombre. “No todos los días se ve algo así”.
Naty se arrodilló frente a ellos, mirándolos con ojos suplicantes. “Por favor, ¿me permitirían… unirme a ustedes?”
La mujer pareció dudar, pero el hombre la tomó de la mano, animándola a participar. “Vamos, cariño, ¿cuándo vamos a tener otra oportunidad como esta?”
Lo que sucedió a continuación fue un torbellino de sensaciones para Naty. La mujer, inicialmente reacia, pronto se dejó llevar por el momento, sus manos recorriendo el cuerpo de Naty con avidez. El hombre, por su parte, no perdió el tiempo, penetrando a Naty con fuerza mientras ella besaba y acariciaba a la mujer.
El trío se convirtió en una danza de cuerpos, un intercambio de placer y deseo. Naty se sintió como el centro de un universo de sensaciones, su cuerpo respondiendo a cada estímulo con una intensidad que nunca antes había experimentado.
Pero, en medio del éxtasis, la voz de Natasha la trajo de vuelta a la realidad. “Mira cómo te usan, Naty. Eres solo una putita para ellos, y te encanta”.
¿Cómo continua la historia para Naty, descúbrelo en el siguiente relato?