Naty, una sissy sumisa, es dominada por un grupo de chicas trans lideradas por Natasha. Es humillada en público, obligada a lamer pies, chupar pollas y exhibirse como una mascota. Su sumisión la lleva a disfrutar de la degradación en un club nocturno.
El viernes por la tarde, Naty sissy, con su figura alta y esbelta, piernas largas y un trasero prominente, caminaba tímidamente por las calles de la ciudad. Su pene pequeño, escondido bajo su ropa ajustada, era un recordatorio constante de su sumisión y su deseo de ser dominada. Llevaba un vestido corto y ajustado, que resaltaba sus curvas, y unos tacones altos que acentuaban su altura. Su mirada era baja, evitando el contacto visual con los demás, como si temiera ser descubierta en su secreta fantasía de ser tratada como una mariquita.
En un callejón oscuro, un grupo de chicas trans la esperaban, con sonrisas maliciosas en sus labios. Natasha, la líder del grupo, era una mujer trans de 25 años, hermosa y voluptuosa, con una figura alta y un culo grande que hipnotizaba a cualquiera. Su piel morena resplandecía bajo la luz tenue, y sus pechos medianos se movían con cada paso que daba. A su lado estaban sus amigas, todas igualmente despampanantes y seguras de sí mismas, con sus pollas duras y listas para la acción.
“Mira, chicas, aquí está nuestra nueva mascota”, dijo Natasha, señalando a Naty con una sonrisa burlona. “Naty, la mariquita de polla pequeña, ¿verdad, cariño?”
Naty se sonrojó, sintiendo la vergüenza recorrer su cuerpo. Sabía que no podía escapar, y su sumisión natural la llevó a arrodillarse ante ellas, como si fuera un perro a los pies de sus dueñas.
“Sí, Natasha”, murmuró, con la voz temblorosa. “Soy tu mascota, haz conmigo lo que quieras”.
Las chicas trans se rieron, disfrutando de la sumisión de Naty. Natasha se acercó a ella, agachándose para quedar a su altura. Con una mano, le levantó la barbilla, obligándola a mirarla a los ojos.
“Eres nuestra propiedad ahora, Naty”, dijo Natasha, con una voz dulce pero firme. “Y como buena mascota, debes obedecer todas nuestras órdenes. ¿Entiendes, mariquita?”
“Sí, Natasha”, respondió Naty, con la voz quebrada. “Obedeceré todas sus órdenes”.
Natasha sonrió, satisfecha con la respuesta. Se levantó y se dirigió a sus amigas, quienes ya habían sacado sus pollas duras y listas para la acción.
“Chicas, es hora de que nuestra mascota nos demuestre su lealtad”, dijo Natasha, con una sonrisa maliciosa. “Naty, ven aquí y lame los pies de tus dueñas”.
Naty no lo pensó dos veces. Se arrastró hacia ellas, como un perro obediente, y comenzó a lamer los pies de cada una de las chicas trans. Sus lenguas expertas masajeaban los pies de sus dueñas, mientras ellas se reían y se burlaban de ella.
“Mira, chicas, nuestra mascota es tan obediente”, dijo una de las chicas, mientras Naty lamía sus pies. “Es una verdadera mariquita, ¿no creen?”
Las otras chicas estuvieron de acuerdo, riendo y burlándose de Naty. Ella, sin embargo, estaba en su elemento, sintiendo la degradación y la humillación recorrer su cuerpo. Le encantaba ser tratada como una mascota, como un objeto sexual para el placer de sus dueñas.
Después de lamer los pies de todas las chicas, Natasha ordenó a Naty que se pusiera de rodillas ante ellas.
“Ahora, Naty, es hora de que nos demuestres tu habilidad para chupar pollas”, dijo Natasha, con una sonrisa lasciva. “Chupa las pollas de tus dueñas, mariquita, y hazlas sentir bien”.
Naty no lo pensó dos veces. Abrió la boca y comenzó a chupar las pollas de las chicas trans, una por una. Sus labios se movían con habilidad, mientras su lengua masajeaba las pollas duras y calientes. Las chicas gemían de placer, disfrutando de la boca experta de su mascota.
“Oh, Naty, eres tan buena chupando pollas”, dijo una de las chicas, mientras Naty le chupaba la polla. “Eres una verdadera putita, ¿no es así, mariquita?”
“Sí, soy una putita”, respondió Naty, con la voz ahogada por la polla en su boca. “Soy la putita de mis dueñas”.
Las chicas se rieron, disfrutando de la sumisión de Naty. Natasha, sin embargo, tenía otros planes para su mascota.
“Chicas, es hora de que llevemos a nuestra mascota a pasear”, dijo Natasha, con una sonrisa maliciosa. “Vamos a mostrarla en público, como la mariquita que es”.
Le colocaron un collar y una correa a Naty, y la sacaron a pasear por las calles de la ciudad. La gente las miraba, sorprendida por la escena: un grupo de chicas trans, con una mascota sumisa y obediente, que las seguía como un perro.
“Mira, chicas, ahí está ese grupo de hombres”, dijo Natasha, señalando a un grupo de chicos que estaban sentados en una terraza. “Llevemos a nuestra mascota a que les demuestre su lealtad”.
Se acercaron al grupo de hombres, y Natasha ordenó a Naty que se arrodillara ante ellos.
“Chicos, aquí está nuestra mascota, Naty”, dijo Natasha, con una sonrisa burlona. “Es una mariquita de polla pequeña, y está aquí para chuparles las pollas”.
Los hombres se rieron, sorprendidos por la escena. Naty, sin embargo, no lo pensó dos veces. Se acercó a ellos y comenzó a chuparles las pollas, una por una. Sus labios se movían con habilidad, mientras su lengua masajeaba las pollas duras y calientes.
“Oh, Naty, eres tan buena chupando pollas”, dijo uno de los hombres, mientras Naty le chupaba la polla. “Eres una verdadera putita, ¿no es así, mariquita?”
“Sí, soy una putita”, respondió Naty, con la voz ahogada por la polla en su boca. “Soy la putita de mis dueñas y de cualquiera que quiera usarme”.
Los hombres se rieron, disfrutando de la sumisión de Naty. Natasha y sus amigas también se reían, orgullosas de su mascota y de su capacidad para degradarse y humillarse en público.
Después de chupar las pollas de los hombres, Natasha ordenó a Naty que se levantara y las siguiera.
“Vamos, Naty, todavía tenemos mucho que hacer”, dijo Natasha, con una sonrisa maliciosa. “Te vamos a llevar a un lugar especial, donde podrás demostrar tu sumisión y tu lealtad a tus dueñas”.
Caminaron por las calles de la ciudad, con Naty siguiendo como una mascota obediente. Llegaron a un club nocturno, donde la música sonaba a todo volumen y la gente bailaba y se divertía.
“Chicas, aquí está nuestro lugar”, dijo Natasha, con una sonrisa lasciva. “Vamos a mostrar a nuestra mascota a todos, y a hacerla sentir como la mariquita que es”.
Entraron al club, y todas las miradas se dirigieron hacia ellas. Naty, con su collar y su correa, era el centro de atención, y las chicas trans la mostraban con orgullo, como si fuera un trofeo.
Natasha ordenó a Naty que se subiera al escenario, y ella obedeció sin dudarlo. Se paró en el centro del escenario, con las luces iluminando su cuerpo, y las chicas trans la rodearon, como si fuera su propiedad.
“Atención, todos”, dijo Natasha, con una voz fuerte y clara. “Aquí está nuestra mascota, Naty, la mariquita de polla pequeña. Está aquí para entretenernos y para demostrar su sumisión y su lealtad a sus dueñas”.
La multitud vitoreó, emocionada por la escena. Naty, sin embargo, estaba nerviosa, pero también excitada. Sabía que estaba a punto de ser degradada y humillada frente a todos, y eso la hacía sentir viva.
Natasha ordenó a Naty que se quitara la ropa, y ella obedeció sin dudarlo. Se quitó el vestido y los tacones, quedando completamente desnuda frente a la multitud. Su pene pequeño colgaba entre sus piernas, y su culo grande y redondo resaltaba bajo las luces.
“Mira, chicas, nuestra mascota está lista para nosotros”, dijo Natasha, con una sonrisa lasciva. “Vamos a usarla como queramos, y a hacerla sentir como la mariquita que es”.
Las chicas trans se acercaron a Naty, y comenzaron a tocar su cuerpo, a palpar sus pechos y su culo, y a reírse de su pene pequeño. Naty, sin embargo, estaba en su elemento, sintiendo la degradación y la humillación recorrer su cuerpo.
Hasta aquí el primer capítulo de esta saga, continuará la historia de sumisión y perversión de esta sissy.