En mi vida hay 3 cosas que aprecio mucho: masturbarme, follar y ducharme. Y aún mejor, siempre puedo combinar la ducha con alguno de los dos primeros hábitos ¿No es increíble? El caso es que la ducha es mi lugar de paz, es mi lugar de introspección y disfrute personal, es casi inevitable que cuando entro a la ducha mi cuerpo se excita al entrar en contacto las gotas con mi piel, nunca falta ese momento en el que después de llegar a casa de un largo día, me meto a lavarme y termino masturbándome compulsivamente mientras la habitación se llena de vapor, ahora contaré uno de esos momentos.
La ducha es un ritual, siempre me ducho por la noche, cuando mis padres están acostados y yo puedo deambular inocentemente por el pasillo completamente desnuda sin el temor a que me vean como dios me trajo al mundo, pero con 20 años más efectos hormonales. En una de esas noches quise masturbarme por el culo, por ello fui acompañada por un dildo rosa de 30 cm de largo, ideal para una viciosa como yo.
Comencé a mojarme con el agua frotando suavemente mi piel con mis manos, sintiendo cada curva y la suavidad de mi dermis y deslizando mi pelo entre mis dedos. Cuando estaba totalmente mojada me eché champú y más tarde gel en una esponja, comencé a frotarme haciendo que la espuma se pegase y deslizase por mí. Primero empecé por mis pechos, bajé por el vientre hasta llegar a la vulva, de ahí pasé a frotarme los glúteos acabando con mis piernas.
Mientras acababa crucé mirada con el glande del dildo que lo había dejado en una esquina de la ducha, en el suelo. Me estaba mirando, diciendo “sé que quieres hacerlo, ¿a qué esperas?”. Era mi vicio hablándome. Cuando terminé agarré el dildo y eché gel sobre él para comenzar a masturbarlo, era un juguete muy largo que obviamente no me iba a entrar entero en el ano, pero con la práctica que desarrollé durante tantos años es el juguete perfecto para mí.
Aprovecho para presumir mi dildo: era un dildo de silicona transparente rugoso de color rosa, lo dicho, medía 30 cm. En la boca es muy agradable, el tacto es muy deslizante, perfecto para practicar en un momento de intimidad en la ducha.
Después de mirar con ojos viciosos cada detalle, me metí el juguete en la boca para saciar el hambre que me había creado pensando en el juguete. Mirando a ojo creo me pude meter hasta 18 cm en mi boca de semejante juguete, me lo introduje hasta el fondo de mi garganta, hasta tener arcadas y luego sacarlo totalmente mojado por mi saliva. Repetí postre varias veces hasta soltar lágrimas por los deepthroats que estaba haciendo, era excitante pensar que realmente me estaba comiendo una buena polla y que me la estaban metiendo hasta el fondo de la boca, todo ello bajo el agua de la ducha y a un ritmo endiablado.
Cuando acabé con la mamada, pegué el dildo en el suelo, me puse de cuclillas sobre el pene orientando mi ano hacia la punta. Primero froté suavemente mi ano con mis dedos mojados en gel, luego eché gel sobre el dildo para tenerlo lubricado y finalmente me animé a bajar. El glande del dildo abrió mi culo, la sensación me dejó sin aire, hice unos pequeños movimientos de sube-baja para estimular mi ano únicamente con la puntita, después fui bajando aún más, haciendo que el dildo me penetrase hasta el fondo del recto, sin prisa, pero sin pausa.
Cuanto más entraba más me excitaba, cuanto más sentía el juguete dentro de mi más me sentía caliente. No paré, deseé que no se acabase, deseaba que me abriese por dentro. De tanto desear no me percaté de que terminé tocando suelo con mis nalgas. “No puede ser” pensé impactada “los 30 cm”. Si, conseguí meterme los 30 cm enteros en mi culo.
Hasta ese momento solo me metía 25 cm y un poco más, no me animaba a más ya que no era capaz, sentía que mi culo decía “hasta aquí”. Pero después de hacerlo tantas veces al parecer si pude, tenía 30 cm de mi recto ocupado por ese dildo. Me puse aún más caliente sabiendo esto, comencé a botar apasionadamente chocando mi culo en el suelo, sintiendo como el dildo me penetraba y destrozaba el culo con cada sentón.
Subía hasta la punta y bajaba rápidamente hasta tocar el suelo y así repetidamente. El agua caía sobre mi nuca y se deslizaba por toda mi espalda hasta llegar a mis glúteos, mis tetas, con mis pezones erectos, no paraban de rebotar, el agua chapoteaba con cada sentón y no pude aguantarme los gemidos. Me sentía increíble.
Durante mi animada follada también empecé a meterme los dedos hasta el fondo del coño, estaba mojado y caliente, no me costó nada deslizar mis dedos hasta el interior ya que de por sí estaba mojado y no solo por el agua de la ducha sino por mis propios fluidos que brotaron debido al éxtasis. Los dedos en el coño y el dildo en el culo eran una combinación maravillosa, tan así que tuve un orgasmo sumado a un squirt a presión que disparé al suelo. Rendida me saqué el dildo del culo y me senté un rato para descansar. Tenía los músculos del ano tensos, y el culo un poco abierto. ¿qué iba a ser lo próximo?
Agarré el dildo y lo pegué a la pared de la ducha a la altura de mi culo, lubriqué de nuevo el juguete, me enculé hacia el dildo y empujé hacia atrás lentamente para ir metiéndomelo hasta el fondo, pero esta vez de pie. De nuevo pude metérmelo entero, y de nuevo emocionada comencé a empotrarme a mí misma (si es que puede decirse así) con el dildo pegado en la pared. Mis nalgas chocaban violentamente contra la pared, me agarraba a las paredes para no perder equilibrio y poder mantener el ritmo, sentía como el juguete se curvaba dentro de mi para adaptarse a la forma de mi recto, sentía mis piernas temblar mientras el agua se deslizaba por toda mi erótica figura.
No podía más, estaba jodidamente cachonda. Comencé a meterme los dedos al igual que antes, mis cuatro dedos taladrándome violentamente hicieron que no tardase en expulsar un potente squirt y soltar un pequeño grito de placer que intentaba retenerlo durante todo el acto. Me quedé un rato parada, con el dildo aún dentro de mí y con la espalda apoyada a la pared para descansar y recuperar el aliento. “Ahora tengo que comprarme otro dildo aún más largo” me dije en mi cabeza. Cuando me recuperé, fui sacándome poco a poco el juguete hasta la punta.
Una vez completamente fuera rocé mis dedos con mi ano, lo tenía abierto, podía meter dos de mis dedos sin necesidad de hacer esfuerzo. Era algo completamente normal, no era la primera vez que me pasaba. Varios segundos después mi ano fue cerrándose y volviendo a la normalidad, aunque con una sensación de tensión constante.
Terminé de ducharme, lavé el juguete con el cariño que se merecía y fui directa a mi habitación, aún desnuda, completando mi noche de lujuria.