Confesando ante Jaime mi amante

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Una noche me encontraba revisando mi teléfono y eliminando contactos en desuso y di con el número de Jaime.

Recordé como nos conocimos. Recordé su rostro tranquilo. Su cuerpo robusto, de gran estatura y su peso que casi duplicaba el mío. Opuesta a esta descripción, Jaime era un hombre muy amable y romántico.

Muchas coincidencias nos unían.

Nos encanta la música romántica. Muchos temas musicales nos transportan buenos recuerdos. Otros despiertan inmediatamente en mí la femineidad que no puedo disimular. El morderme el labio inferior ante la visión de un pene erecto.

Acudió a mí mente la imagen de Jaime, desnudo y comencé a inquietarme, deseando estar bajo su cuerpo.

Decidí llamar a Jaime, aunque fuese un poco tarde esa noche. Aún no estaba dormido y dijo alegrarse de oír mi voz.

―Hola Lili ¡que hermosa sorpresa!

Afirmó estar deleitándose, imaginando que estaba casi sin ropa esperando su llegada… y pregunto si podía llamarme Lili. Le respondí que si en la intimidad. Ese nombre lo usé únicamente en la reunión en la que nos conocimos.

De esta conversación surgió la propuesta de encontrarnos a tomar café. También comenzó a recordar las baladas románticas de Luis Miguel que acompañaron nuestros momentos íntimos en una habitación del hotel en el delta.

Jaime sugirió vernos por videollamada y acepte la propuesta. Lo vi acostado en su cama, con el torso desnudo. únicamente con un bóxer negro que se quitó lentamente. Así me brindo la visión de su divina verga. Con la gran cabeza morada siempre descubierta. El me vio sin ropa, y depilado cómo me había conocido…

Rápidamente se levantó su imponente verga. Jaime mirando su cámara dijo: -Lili, mi amor. ¿Ves lo que has provocado en mí? Ahora te deseo mucho, quiero hacerte mía. Clavarte y regar tus entrañas con este semen que me urge lo libere.

Nos encontramos al día siguiente, y después de conversar durante una hora en la cafetería, propuso escuchar música en su casa.

―Me encantaría escuchar música contigo. Coincidimos en que los dos somos muy sensibles ―Respondí.

Me sentía muy a gusto hablando con él y continúe contándole algo secreto de mi ―Hay canciones que me despiertan el deseo inmediatamente y hacen estallar mis hormonas femeninas.

―Gracias por confiar en mí ―Dijo Jaime que agregó― Que te sientas mujer estando conmigo me motiva mil por ciento.

Su halago me hizo confiar plenamente en todo cuanto decía. Apoyó sus grandes manos en mis hombros y preguntó ―¿Vamos a mi casa?

Al estar cercana su casa llegamos en poco tiempo. Un hermoso lugar en un sexto piso. Su casa tenía pisos alfombrados y cortinas de telas pesadas. Generaba un ambiente cálido.

El cuarto de estar, con alfombra blanca de pelos largos; los sillones mullidos tapizados en color negro; la luz tenue; el lindo aroma y el buen reproductor de música; eran el agregado perfecto para estar a gusto con Jaime.

Sumando a todo eso, su buen trato y su atención sirviendo dos vasos de whisky para brindar por el encuentro.

En el reproductor musical comenzaron a sonar los primeros acordes de “Tú me vuelves loco” interpretado por Marcos Antonio Solís. Luego de brindar me preguntó ―¿Lo conoces?

―¡Si, me gusta mucho! ―Respondí.

Alargó los brazos para llevarme junto a su cuerpo y comenzar a bailar, descalzos sobre la alfombra.

Cuando termino el tema musical, me besó. Tomamos un sorbo de nuestros vasos y continuamos bailando mientras Marco Antonio interpretaba “Quiéreme”.

Después de bailar tres temas, Jaime se sentó en el sillón grande. Yo literalmente me acosté apoyando mi cabeza sobre su regazo. Mirándonos, comenzamos una larga charla. De mí parte era una confesión.

Desde muy pequeño compartí juegos con una niña. Me enseñaron a ser suave. Jugando a cocinar o arropar sus muñecas…

Cuando comencé mí ciclo escolar mis compañeritos decían que parecía una nena.

A la edad de ocho años, un niño mayor me decía que tenía piernas de mujer.

Mis piernas eran gorditas, blancas y si pelitos.

En una ocasión un chico se dirigió a mí con palabras muy feas poniendo de manifiesto mi suavidad.

Protesté, me enoje, pero no lo enfrente como me lo pedían mis compañeritos.

Yo era callado, tímido y pacífico.

Debido a ese episodio, me volví tímido, reservado y ya no me juntaba con mis compañeros. Hasta los dieciocho años siempre evité entrar a los baños del colegio cuando había chicos orinando.

Recién a los 19 años, aún con timidez. Comencé a practicar natación asistiendo a un club, allí conocí a un chico y nos hicimos amigos. Nos tocábamos, bromeando y jugando. Una noche estando solos en la piscina.

Durante un corte de luz me apoyo su pene brevemente, por primera vez, únicamente con la punta de su miembro, un poco jugando o con otra intención quizás…

Jaime me prestaba atención y cuando calle, dijo ―Quizás si nos hubiésemos conocido cuando tenías diecinueve y fuera yo el de la piscina… hubiésemos disfrutado.

Mientras lo escuchaba, acariciaba su cuello y nuca Luego dije:

―¿Te agrada nadar?

―Me gusta… podríamos inscribirnos en un club. Así vamos juntos a natación.

―¡Buenas idea! ―Exclamé y levanté la cabeza para besarlo.

Me sostuvo por la nuca introduciendo su lengua en mi boca. Le desabroché la camisa y se la quitó. Entonces le bese las tetillas. Me apretó junto a su pecho, luego me quitó la remera y preguntó ―¿Cuáles son los temas musicales que te vuelven nena?

Nuevamente con la cabeza apoyada sobre su caliente miembro aún cubierto dentro del pantalón, respondí ―Me enloquece El tema “Despacito” por Roberto Carlos y Erica Ender. También por Roberto “Cóncavo y Convexo”, o “Cama y mesa”. Son canciones viejas.

―Hoy los escucharemos juntos para que te sientas bien mujercita ―Dijo. Luego pidió me quitara el pantalón.

Me incorporé quedando de rodillas sobre la alfombra, abrí la hebilla de su cinturón y le bajé el pantalón y el bóxer. Ante mis ojos, su gruesa verga con la cabeza descubierta fue una tentación para mí boca. La chupé con avidez.

Tomándome por los hombros me hizo poner de pie y me quitó el pantalón; me bajé la tanguita hasta los pies. En ese momento sonaba el tema “Más que tu amigo”. Me volteó boca abajo sobre su regazo y comenzó a dar palmas en mi cola. Agité los pies y chillé un poco por el dolor y también para motivarlo. Su pene estaba aprisionado bajo mi vientre.

Luego de varios minutos, exclamó satisfecho ―Ya te dejé el culo rojo como me gusta y mis dedos marcados. ―Y dejó de azotar mí culo.

Me fui al baño para lavarme y lubricar mi ano. Él se puso de pie para tomar un sorbo y un programar más música. Su verga estaba totalmente levantada con la cabezota morada y brillante descubierta, esperando mi regreso.

Volví del baño caminando en puntillas para darle más redondez a mis glúteos. Jaime me esperaba sentado en el sillón con las piernas levemente abiertas.

Comenzaba a sonar mi tema preferido, “Despacito”. Me dejé caer sobre la robustez de su pene. De rodillas sobre el sillón, busqué su boca y entrelacé mis brazos en su cuello.

Jaime dijo mirándome a los ojos ―Mi nena, sos muy hembra, estás en mis brazos, sentada en mi regazo, estamos escuchando ese tema y te voy a coger mucho hasta que llores como una mujercita porque soy tu macho. Vamos a la cama y escuchamos música desde allí ―Sugirió.

Me palmeó el culo y fuimos al dormitorio.

Se acostó mirando el techo. Yo a horcajadas sobre él, sus manos en mi culo jugaban con el capullo. alineando la cabeza de su pene para empujar y forzar el esfínter, luego empujo con fuerza logrando estirar mí ano para entrar la cabezota.

Suspiré profundamente cuando termino de ensartar el mástil y sus bolas chocaban mi entrepierna.

Con la flexión de mis piernas controlaba la velocidad de la penetración. Regulé su embestida hasta que me entregué totalmente, y solamente gemía con cada embestida suya.

En el reproductor musical sonaba “Entrégate”.

Cuando terminó de entrar en mi la totalidad de su miembro. Su lengua invadió mi boca llenándola. Me costaba respirar, pero la sensación de ahogo hizo que llegará al orgasmo sobre su vientre. Me sodomizó durante muchos minutos hasta llenarme con su esperma untuoso y caliente. Cuando eyaculó me dio varios golpes en la cola con la mano abierta. Haciendo que gritase como una frágil mujercita.

Lo miré, tenía el rostro enrojecido, un poco fatigado; su verga ya afuera y un poco flácida dejaba escapar un hilo de semen. De mi estirado ano también salía parte de su semen.

Durante varios minutos permanecí abrazado a su cuerpo, hasta que dijo ―Vamos a ducharnos, tenemos el cuerpo con muchos pegotes.

Fui hasta el baño tomado a su mano. El tiempo en la ducha bajo el agua tibia, fue un bálsamo para mi cuerpo bastante magreado. Me sentí nuevamente limpio y recobrado, aunque mi capullo anal permanecía estirado.

La visión de su pene colgando con la cabeza descubierta me impulsó a tenerla aprisionada en mis labios.

Jaime me sujetó por los hombros y se río diciendo ―Eres muy golosa Lili ¿Quieres quedarte conmigo está noche?

Sin decir palabra, moví la cabeza asintiendo. Entonces, usando dos toallas nos secamos mutuamente y volvimos desnudos al dormitorio. Me dejé caer sobre la cama mirando el techo. Jaime se inclinó sobre mí y con delicadeza me besó el pene mientras yo me estiraba para alcanzar su sexo colgando. Luego, me giró y me separó las nalgas para llegar con su lengua a pincelar el ano. Me retorcí de gozo disfrutando sus intimas caricias. Hasta que se tumbó a mi lado y quedé haciendo cucharita entre sus brazos.

El placer de estar entre sus brazos, con mi espalda, culo y piernas pegadas a su cuerpo, el ambiente iluminado tenuemente y las baladas románticas llenando todo espacio, fue maravilloso.

No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que comencé a notar crecer su pene entre mis nalgas. Y luego sentir la punta roma y caliente apoyada en mi capullo. Comenzó a respirar pesadamente y a moverse con cierta inquietud. Mantuve mi actitud pasiva fingiendo dormir. No pude mantener esa actitud por mucho tiempo, porque mi deseo sexual también reclamaba atención. Hice movimientos como si me despertara.

Jaime pasando un brazo por sobre mí, llegó a la mesita de noche para tomar un pomo de arginina lubricante. Aplicó con suavidad el gel sobre mi fruncido hoyuelo y me sodomizó por largos minutos en posición de cucharita. Antes de venirse, cambiamos de posición. Lo recibí de frente con los pies sobre sus hombros soportando golpes largos y profundos hasta descargar sus bolas.

Quedó extenuado. Yo me fui a higienizar y luego regresé para dormir a su lado.

Cuando a la mañana despertamos, me abrazó, llevó una mano a mi entrepierna y me acarició con suavidad. Yo le correspondí con caricias en su sexo. Su pene pronto estuvo levantado reclamando atención. Jaime lo ofreció a mis labios. Succionó hasta dejarlo henchido al máximo, con buena dureza en la cabeza que se asemejaba a una gran ciruela morada. Entonces tomé el pomo de lubricante, la unté. También me lo apliqué en el ano y le pedí que me penetrara una vez más, antes de desayunar.

Jaime sonrió, me besó y me aprisionó entre sus robustos brazos. Me arrodillé sobre la cama y me apoyé en los codos. Él comenzó a acariciar mis nalgas con mucha suavidad. También untó gel suavemente, en mi intimidad antes de apoyar la enorme cabeza morada de su pene.

Dos minutos después, me sodomizó una vez más. Me hizo gritar y convulsionar. Cuando llegué al orgasmo me sujetaba fuerte las caderas. Lo oí gruñir haciendo movimientos espasmódicos al venirse.

¡Fue un bello despertar! Desayunamos juntos y nos prometimos encontrarnos pronto, quizás practiquemos natación. Regresé a mi casa pensando en él, pero me urgía descansar y recuperarme.

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Rober
Chico gay pasivo. 167 62 kilos. Disfruto mucho con hombres activos.

1 COMENTARIO

  1. Me agrada tu relato.!!!
    Sino estuviera en la categoría Gays. Pensaría que eres una chica.
    Todo en ti es femenino.

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