Calor, hombres, baile y mi esposa

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Después de haber platicado varios días acerca de la fiesta de fin de año de la empresa, mi esposa y yo decidimos acudir. No era la fiesta ordinaria donde acudían todos los empleados, si no una fiesta un poco más privada donde únicamente acudían cerca de 30 personas.

Mi esposa no me había acompañado antes a una reunión de mi trabajo actual y estaba preocupada por la vestimenta a elegir. Ella es bastante recatada en el día a día, si acaso algunos jeans debido a su corte permiten develar su excelente trasero y algunos pullovers y blusas dejan ver sus abultados pechos. Es bajita de estatura y curvas bastante perceptibles, con unas piernas que, en las contadas ocasiones que se anima a mostrarlas, atraen bastantes miradas morbosas debido a su tono de piel claro y lo bien torneadas que son.

Debo mencionar que la fiesta sería en un centro vacacional donde cuentan con 1 par de salones de fiestas, lugar para acampar, alberca techada, habitaciones y zona de cabañas. La zona en sí, aunque alejada, tiene un clima bastante templado, lo que se agradece en esas fechas.

Mi esposa decidió llevar un vestido que compró en un viaje a la playa, de tela delgada, un poco más abajo de la rodilla y no muy ajustado para estar cómoda.

Llegamos al lugar cerca de las 6 de la tarde, anticipándonos un par de horas al evento. Notamos demasiadas personas llegando al lugar, después nos dirían que había otro evento de una empresa localizada en un estado cercano con una cantidad similar de personas a la del evento que nosotros acudiríamos.

A pesar de la cantidad de personas alcanzamos una de las últimas habitaciones, en principio buscábamos una cabaña para mayor privacidad y comodidad pero ya habían sido ocupadas en su totalidad.

Nos dirigimos inmediatamente a la habitación para bañarnos y arreglarnos, pero una vez ahí decidimos acudir primero a la piscina techada, la cual cerraba a las 7:30 pm. Nos dimos una ducha rápida, nos pusimos nuestros trajes y nos dirigimos a nadar.

Para nuestra sorpresa la piscina estaba semivacía con algunas personas dispersas principalmente en las esquinas. Aprovechamos esta oportunidad para nadar a nuestras anchas.

Unos 10 minutos después de nosotros llegó un grupo de 5 personas, 2 mujeres y 3 hombres, los cuales se situaron cerca de nosotros y comenzaron inmediatamente a nadar.

Después de chapotear unos minutos mi esposa decidió quedarse en uno de los camastros esperando a que yo me cansara.

Al pasar un par de minutos noté que se encontraba conversando con una de las mujeres del grupo vecino. Ambas se encontraban bastante entretenidas y continuaron así bastante tiempo. Los hombres del grupo salieron de nadar y se dirigieron hacia los baños. Yo decidí hacer lo mismo, y tomando mi toalla caminé en la misma dirección. Cuando llegué ellos estaban cambiándose y sin que lo notaran yo ingresé a una de las cabinas individuales.

Dos de ellos eran hombres maduros de alrededor de 50 años, mientras que el tercero tenía unos 36. Su plática se enfocaba en el evento al cual acudirían. Esperaban tener una gran noche de copas y obviamente admirar a sus compañeras con vestimentas diferentes a las de oficina, formales y aburridas. Entre los comentarios escuche que uno de ellos esperaba poder ver a la vecina de piscina, mi esposa, con un vestido cortito para volver a admirar sus piernas y pechos, lo cual fue celebrado por los otros dos agregando comentarios sobre su trasero. Mi primera reacción fue de molestia, pero una extraña excitación también me invadió al escuchar a otros hombres dirigirse de esa forma hacia mi esposa.

Una vez que se retiraron espere un momento y después salí de los baños, cuando llegué a la piscina ya no se encontraban ahí, mi esposa y yo regresamos a la habitación para una nueva ducha y vestirnos para la fiesta.

Ella se puso el vestido ligero y unos tacones que dejaban al descubierto su pie, sin joyería ni maquillaje. Esta sencillez la hacía lucir fresca y hermosa.

Llegando a la fiesta de inmediato comenzamos a convivir con mis compañeros y compañeras a loa cuales mi esposa lea cayó muy bien, en especial al encargado de logística, Jorge un ingeniero de 52 años que había acudido sin su esposa y que buscaba platica constantemente con la mía.

La velada transcurrió bastante divertida, con baile, vino y pláticas. Mi esposa bailó con algunos compañeros y sin excederse, tomó un poco más de lo normal. En un principio los bailes con Jorge fueron normales e inclusive llegué a notar que ella no lo disfrutaba tanto, buscando regresar rápidamente a la mesa conmigo, pero entre más entraba la noche tardaba un poco más en regresar y respondía de forma más risueña a sus comentarios.

Alrededor de las 12 la fiesta comenzó a decaer y nosotros decidimos salir a dar un paseo con un trago en la mano. Al vernos salir Jorge se apresuró a acompañarnos y noté una sonrisa de satisfacción en mi esposa.

Caminamos alrededor de 15 minutos entre plática y risas, llegando a la zona de cabañas, donde se escuchaba música y risas. La zona se encontraba ligeramente iluminada lo que le daba un aspecto encantador debido a la noche, la naturaleza y las cabañas rústicas.

Mientras caminábamos una voz de mujer mencionó el nombre de mi mujer, al voltear reconocimos a la mujer de la alberca que había hecho amistad con mi esposa. Nos acercamos a saludar y ella nos preguntó si nos hospedábamos en alguna cabaña, ante nuestra negativa y explicación sobre la habitación nos invitó a entrar a la suya, donde se encontraba el resto del grupo y otros amigos departiendo. Tanto Jorge como nosotros aceptamos la invitación e ingresamos a esta nueva convivencia. En la plática posterior supe que las mujeres eran hermanas y el hombre más joven de los 3 era esposo de una de ellas.

Los otros dos hombres eran Hernán y Eduardo, quienes habían asistido sin sus esposas al evento y tenían rentada la cabaña donde nos encontrábamos.

Mientras yo platicaba mi esposa bailaba con Jorge y Hernán, que resultaron ser excelentes bailarines.

Cerca de las 2 varias personas comenzaron a excusarse, retirándose a sus habitaciones. Yo le sugerí a mi esposa imitarlos pero ella me sugirió quedarnos unos minutos más. Yo acepté sin chistar pues me la estaba pasando estupendamente.

Únicamente quedamos en la cabaña Jorge, Hernán, Eduardo, mi esposa y yo.

Hernán, el mayor, bromeó mencionando que podría haber problemas entre nosotros por el derecho de bailar con mi esposa. Ella contestó que organizándose ella podía bailar muy bien con todos, inclusive al mismo tiempo.

La cabaña contaba con una sala, en la que nos encontrábamos, con sillones y un ventanal que daba hacia el jardín. Yo permanecí en el interior con Eduardo mientras mi esposa bailaba alternadamente en el jardín, debido al calor, con Jorge y Hernán.

En algún momento Hernán se disculpó abriéndose la camisa de lino que llevaba, explicando que ya no podía con tanto bochorno mezclado con el calor del baile. Mi esposa, que en ese momento se encontraba bailando con él, no retiró la mano que tenía sobre su pecho por lo que al retirar la camisa permaneció sobre el pecho desnudo de Hernán. Los demás no lo notaron, pero en el momento del contacto de la mano contra el pecho velludo de Hernán, mi esposa abrió ligeramente la boca y después paso saliva para retirar rápidamente su mano y girar su cabeza al interior de la cabaña donde me encontraba yo escuchando la plática de Eduardo. Yo fingí no haber visto el momento y continué mi amena plática.

Eduardo decidió salir a bailar y Hernán ingreso a refrescarse y platicar conmigo. Me comentó que mi esposa parecía no cansarse y que los mantenía entretenidos con su plática y frescura. Se aventuro inclusive a felicitarme por tener una esposa tan bella.

Regresó a bailar nuevamente cambiando a una salsa bastante movida, lo que emocionó a mi esposa, pues era su ritmo favorito.

Las constantes vueltas hacían volar la parte baja del vestido brindando una vista hermosa de las piernas de mi esposa, mientras que el bamboleo de sus pechos también comenzó a ocasionar miradas más indiscretas en los tres hombres.

En una de las tantas vueltas Hernán se despojó completamente de la camisa mostrando descaradamente sus pectorales velludos, acercándose lascivamente a mi esposa. Para mi sorpresa ella no se retiró, por el contrario, puso ambas manos en el pecho de Hernán para posteriormente girar y darle la espalda mientras continuaba sus movimientos dirigiéndome una mirada en la que reconocí mitad disculpa y mitad lujuria. Yo solo atiné a dirigirle una sonrisa de aprobación que pareció liberar su faceta deseada, pero nunca explorada.

Hernán deslizó sus manos por la cintura de ella al ritmo de la música, descendiendo hasta casi rebasar el largo del vestido, al volver a subir las manos estas trajeron consigo la tela, dejando ver gran parte de las hermosas y blancas piernas de mi esposa.

Esto pareció ser una señal para Jorge, que se acercó y siguiendo el ritmo de la canción pegó su cuerpo al de mi esposa. Ella recargó su cabeza en el hombro de Jorge mientras Hernán acercaba su cadera a la de mi esposa, acariciando sus piernas ahora descubiertas.

Continuaron en esta posición hasta finalizar la canción, en cuanto esta terminó Hernán aprovecho para volver a girarla quedando de frente y Jorge aprovechó inmediatamente para sujetar de la cadera a mi esposa aprestándose para la siguiente canción.

En cuanto esta comenzó ambos ya deslizaban sus manos por las piernas y hombros de mi esposa, sin hacer mucho caso al ritmo que se escuchaba.

Hernán inclinó su cabeza acercando sus labios entre la oreja y el cuello de mi esposa ocasionándole un gemido apenas perceptible y haciéndola cerrar los ojos. Puso sus manos a ambos costados de mi esposa justo debajo de sus axilas y sujetando el vestido comenzó a deslizarlo hacia abajo sin ninguna resistencia de ella.

Sus senos parecieron ser la última barrera ante lo que estaba por acontecer, sin que lograran resistir más de dos segundos, permitiendo que el vestido bajara intempestivamente liberando hacia el frente ambos senos.

Hernán aprovechó la sorpresa de mi esposa y dirigió sus labios a uno de los blancos senos coronados por un pezón moreno completamente enhiesto.

Succionó y lamió ocasionando ligeros gritos de placer por parte de mi esposa, que apretaba su cabeza oprimiendo hacia sus senos. Jorge mientras tanto continuó el trabajo de Hernán, jalando hacia abajo el vestido, para dejarlo finalmente sobre el piso.

El bello cuerpo de mi esposa quedó completamente descubierto, salvo las pequeñas bragas que aún cubrían la última parte de su intimidad.

Jorge se inclinó con una rodilla en el piso dejando su rostro a la altura de las redondas nalgas de mi esposa para comenzar inmediatamente a lamer y morder ligeramente ambas.

Eduardo tenía una cara de calentura que lo volvía irreconocible, miraba impresionado a sus amigos y a mi esposa mientras se masajeaba disimuladamente por encima del pantalón el miembro que comenzaba a empujar el cierre.

Mi esposa había interrumpido a Hernán para ahora ella acercar sus labios al pecho de aquel, lamiendo y mordiendo los pezones para descender hasta su estómago también cubierto de vello.

Hernán comenzó a desabrochar el pantalón, mientras tomaba una de las manos de mi esposa para dirigirla a su miembro. Él solo abrió el cierre e inmediatamente mi esposa introdujo su mano para palpar el miembro, dando un par de caricias sobre el calzón como tratando de conocer el tamaño. Tomó el resorte del calzón y lo deslizó rápidamente hacia abajo permitiendo que saltara un trozo de carne morena gruesa con una cabeza sobresaliente con circuncisión y una punta brillante por el líquido preseminal.

Después de una mirada de lujuria y deseo tomó el miembro con una mano para comenzar a acariciarlo lentamente, pero al parecer Hernán ya había esperado demasiado y tomó de la parte posterior del cuello a mi esposa para dirigirla con cierta brusquedad hacia su duro miembro.

Ella no opuso resistencia y abrió ligeramente los labios para abrazar con ellos el glande brilloso, comenzando a saborear el líquido que se asomaba. Se arrodilló y abrió un poco más la boca comenzando a deslizar los labios por lo largo del miembro hasta abarcar tres cuartas partes, qué es lo que alcanzó a poner dentro de su boca.

Inició el movimiento de vaivén mientras bajaba completamente el pantalón y calzones de Hernán. Este colocó sus manos detrás de la cabeza de mi esposa y con ligera fuerza la empujó para obligarla a comer por completo su gran miembro. Cuando lo logro permaneció un rato sujetando su cabeza mientras dirigía la mano de mi esposa hacia sus testículos.

Jorge y Eduardo estaban despojándose de su ropa interior dejando ver sus miembros completamente erectos.

Eduardo con cerca de 16 cm, sin circuncisión, grueso y poblado de grandes venas que hacían ver su verga más imponente, su cabeza muy roja contrastaba con su piel blanca y llena de vellos ya canosos. Jorge era moreno claro y también velludo sin canas, su pene tenía cerca de 17 cm, liso, grueso y ligeramente curvado hacia arriba. Por último, Hernán, tenía un vergon cercano a los 18 cm, muy moreno igual que su piel, con gran cantidad de vello blanco en todo el cuerpo. Todos debían estar alrededor del 1.75 y el único que tenía una barba tupida era Hernán. Sus cuerpos eran los comunes en los cincuentones, complexión gruesa con una ligera barriga propia de cierto descuido físico y afición a la cerveza y buffets.

Ahora los tres rodeaban a mi esposa que se encontraba hincada con la polla de Hernán en la boca emitiendo algunos gemidos sordos mientras continuaba con el vaivén que llenaba de saliva el gran caramelo. Los otros 2 hombres comenzaron a acariciar sus pechos y acercar sus miembros a la cara de mi esposa, ella inmediatamente sujetó ambos miembros sorprendida del tamaño, con un deseo reflejado en sus ojos que nunca había visto.

Eligió voltear hacia Eduardo y con algún trabajo engulló la gruesa verga para comenzar a succionar dejando caer la saliva sobre sus senos. Después giró hacia Jorge y comenzó a lamer desde la base de sus testículos hasta la punta del glande, haciendo que Jorge emitiera un gemido ronco. Jorge debía haber soñado con esto desde que vio por primera vez a mi esposa aquella noche, así que sin ninguna delicadeza tomó la cabeza de ella con ambas manos y empujó de un golpe su miembro hasta el fondo para proseguir con sus bruscas embestidas.

Hice el ademán de levantarme por si debía interrumpir una acción que incomodara a mi esposa, pero me detuve de inmediato cuando la escuché gemir de placer ante este caliente acto de dominación. Los 3 hombres escucharon la reacción de ella y sonrieron entre ellos ante la perspectiva de lo que se avecinaba, el uso sin límites de mi delicada, fresca y bella esposa.

Después de varios cambios de turno para usar la boca de mi esposa Hernán nuevamente tomó la iniciativa y puso de pie a mi esposa para que los tres comenzaran a pasear manos y bocas por todo su cuerpo, mientras ella se rendía con los ojos cerrados y la boca semiabierta.

Sus senos se cubrieron rápidamente de la saliva de los 3 maduros, que estaban vueltos locos por su tamaño y textura.

Luego de unos minutos de faje Hernán tomó de la mano a mi esposa y comenzó a caminar hacia uno de los cuartos. Ella volteó a verme en un ademán para que la acompañara, me dirigí detrás de ellos.

La música se había detenido en la cabaña, solo se escuchaba el compás de los tacones de mi esposa y música a lo lejos.

El cuarto era amplio, con una cama queen y un sillón ubicado en una esquina, el cual ocupé inmediatamente. Ellos tampoco perdieron el tiempo y recostaron a mi esposa de espaldas en la cama. Jorge se acercó entre sus piernas y la despojó de su pequeña panty arrojándola a un lado.

Los tres hombres quedaron embelesados a la vista de su vagina cubierta con sutil bello que dejaba ver sus labios completamente húmedos.

Mi esposa se sonrojó al verse completamente expuesta, intentando cubrirse con su pequeña mano, pero Jorge la detuvo y procedió a comer con deseo su húmeda vagina.

Ella arqueó la espalda y emitió su primer grito de la noche. Esta posición hizo que sus pechos se mostrarán aún más grandes, como una invitación para Hernán y Eduardo, quienes acudieron al llamado. Cada uno se apropió de un pecho para acariciarlo y devorarlo, haciendo que ella tuviera su primer orgasmo entre gritos de placer.

Jorge se levantó limpiándose la boca con la cara llena de orgullo después de haber logrado el primer orgasmo de mi esposa y Hernán aprovecho para girar a mi esposa quedando su cabeza hacia el lado contrario de la cabecera, sobresaliendo ligeramente del colchón y sus piernas abiertas en dirección a la cabecera.

Hernán comenzó a acariciar sus mejillas mientras paseaba su verga por su cara para finalmente introducir el glande en su boca. Ella sacó la lengua para rodear el pene dando giros rápidos, limpiando el líquido preseminal de Hernán. Eduardo subió a la cama y comenzó a lamer los labios vaginales haciendo unos húmedos y peculiares sonidos con su lengua. Jorge tomo la mano de mi esposa y la dirigió a su miembro dejando que ella lo comenzara a masturbar rápidamente.

Hernán estrujaba los pechos mientras comenzaba a introducir su pene cada vez más adentro de la garganta, lo cual se facilitó ante la posición de mi esposa, que ya empezaba a dar pequeños gritos limitados por el inmenso miembro que invadía su boca. Esto provocó una reacción inusitada en Hernán, que comenzó prácticamente a fornicar la boca de mi esposa, llegando con su glande hasta lo más profundo de su garganta.

Hernán alternaba entre meter y sacar su verga de la boca de mi esposa con ponerle los testículos para que ella los lamiera. Mi esposa actuaba de una forma completamente diferente a la que conocía, hambrienta de miembro, deseosa de saborearlo hasta el último milímetro.

Ella sujetaba también la cabeza de Eduardo, acariciando sus cabellos como invitándolo a que continuara lamiendo su concha. Eduardo levantó ambas piernas presionándolas hacia su pecho, lo cual hizo que su vagina se abriera un poco más y su ano quedara expuesto. Él puso inmediatamente sus labios en el apretado agujero de mi esposa y luego empezó a pasear su lengua.

Mi esposa trató de resistirse un poco, pues no era algo que hubiéramos hecho antes, no me lo había permitido, sin embargo Hernán sujetó las manos de ella y las puso en su trasero mientras disminuía el ritmo de sus embestidas en la boca de mi esposa. Después de unos segundos ella comenzó a gemir y a mover sus nalgas para exigir que la lengua de Eduardo se introdujera más. No pasaron más de 2 minutos cuando entre estertores y gemidos ella alcanzó un nuevo orgasmo, más intenso que el anterior.

Jorge pidió cambiar de lugar con Hernán y este a su vez quiso comer ahora de la vagina de mi esposa. Me sorprendió que Jorge tomara con calma las cosas e introdujera despacio su miembro en la boca de mi esposa, para seguir de forma acompasada los movimientos que ella dirigía con las manos en las nalgas de él. Ahora Hernán se entretuvo un par de minutos succionando la vulva de ella, cuando ella sorpresivamente, sacando la verga de Jorge de su boca le ordenó a Hernán:

-¡Métemela ya por favor!

Un poco sorprendido Hernán detuvo su tarea para después decididamente colocarse en medio de las piernas de mi esposa, apuntando con su cipote hacia sus irritados y húmedos labios. Un tercio de su gran miembro entró sin resistencia y alentado por el grito de placer de mi esposa hundió otro tercio más, para después sacarlo y volver a meterlo suavemente. Los ojos y boca de mi esposa estaban completamente abiertos de placer al recibir semejante ración de verga y cuanto Hernán la hundió por completo ella dio un grito y bajó sus piernas para ponerlas alrededor de su cintura y jalarlo para que continuara penetrándola hasta el fondo.

Se comenzaron a escuchar los sonidos clásicos del golpeteo de los cuerpos mezclados con la humedad que se desprendía de la verga de Hernán y la vagina de mi esposa, mientras los gemidos de ella eran cada vez más sonoros hasta que Jorge nuevamente se apropió de su boca y comenzó el mete saca de su verga en la garganta.

Pasados unos momentos Eduardo quiso penetrar a mi esposa y Hernán le cedió el lugar. Se hundió completamente al primer intento y procedió a embestir lentamente mientras chupaba los senos de ella. Subió las piernas cerca de sus hombros y sacando su verga comenzó a pasearla por el virgen ano de mi esposa.

Contrario a lo que yo esperaría, ella gimió de placer y su ano comenzó a hacer movimientos involuntarios de abrir y cerrar. Eduardo comenzó a empujar levemente aprovechando la mezcla de líquidos que tenía en su verga, el glande pugnaba por irrumpir ante la presión de un culito cerrado.

Finalmente entró la cabeza y ella le pidió que esperara un momento antes de seguir, Eduardo esperó y volvió a empujar para meter otro centímetro, ella gimió de placer y él aprovechó para entrar hasta la mitad. Los ojos de ella permanecían cerrados, mordiéndose los labios, él nuevamente volvió a empujar y sus huevos llegaron hasta las nalgas de ella. Eduardo siguió cogiéndosela mientras ella experimentaba un nuevo placer que, a juzgar por sus gritos, desearía haber sentido antes.

Unos minutos después Eduardo sacó su miembro y se recostó de espaldas pidiéndole a mi esposa que se montará también de espaldas. Ella obedeció sin chistar y descendió en cuclillas ensartando su culito nuevamente, comenzando a montar cada vez más rápido. Hernán y Jorge se pusieron de pie sobre la cama y ofrecieron alternadamente sus miembros a la boca de mi esposa mientras pellizcaban sus pezones. Ella no pudo aguantar más y emitiendo un sonoro grito tuvo otro orgasmo.

Hernán tomó el lugar de Eduardo colocando ahora a mi esposa montando de frente metiendo su pene en la vagina, Jorge se situó detrás de ella y penetró el ano de mi esposa. Eduardo, de pie, se situó frente a ella metiendo nuevamente su verga en la boca. Mi esposa no paraba de gemir, con todos sus orificios siendo taladrados por los sementales maduros y ante esta nueva experiencia pedía más a voz en cuello. No podía reconocerla, nunca la había visto así y sin embargo me excitaba hasta el punto de estar cerca de venirme.

Jorge no pudo soportar más y expulsó su semen dentro del culo de mi esposa que siguió cabalgando más despacio hasta que tuvo la última gota dentro de ella.

Hernán la puso en cuatro y penetró el ano de un golpe para comenzar a embestirla salvajemente. Eduardo se puso frente a ella y le ofreció su verga. Ella chupada desesperadamente al ritmo que también dictaba Hernán con la penetración anal. Eduardo sujetó la cabeza de mi esposa y comenzó a venirse copiosamente, el semen se desbordaba por las comisuras, a pesar de que ella hacía el intento de tragar todo. Siguió lamiendo hasta que la verga quedó completamente limpia.

Hernán cambió de orificio introduciéndose en la vagina y empujó la cabeza de mi esposa hacia el colchón, haciendo que sus nalgas estuvieran completamente abiertas para tomarla salvajemente mientras la nalgueaba y se venía a chorros, ocasionando en ella el último orgasmo de esa noche.

Los tres se retiraron al baño para asearse, mientras mi esposa quedaba completamente exhausta y usada, con todos sus orificios escurriendo semen.

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