Benito logró hacerme llorar y gritar

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T. Lectura: 7 min.

Este año resultó atípico en lo que respecta a la fiesta anual que realiza la empresa en la que trabajo. Porque se celebró un día laborable. Fue una reunión de las cinco sucursales en una misma fiesta. Eso nos brindó la oportunidad de conocernos. De escuchar buena música, compartir tragos y bailar.

Todo transcurrió con normalidad y formalismo hasta que las chicas comenzamos a interactuar con los chicos de otras sucursales

Algunas parejas comenzaron a moverse en la pista de baile, apenas iluminada por luces de colores cambiantes en movimiento. El volumen de la música era demasiado alto.

Abstraída en mis pensamientos, acomodada en la penumbra sobre un mullido sillón, apenas vi a un hombre de pie junto a mí; invitando a bailar. Era un hombre mayor. Se presentó diciendo llamarse Benito y me beso la mano.

“Que antigüedad” Pensé. -Me llamo Belu. Le respondí al tiempo que me ponía de pie, permitiendo me conduzca de la mano hasta la pista de baile.

La música bailable era para comenzar a mover los pies. Estime su edad en 60 años.

Canoso. Aproximadamente 175 su estatura. Vistiendo saco y pantalón sport.

-Eres muy bella y muy joven. Dijo sonriendo y buscando mirar mis ojos.

-¡No exageres! Respondí.

-No exagero Belu. Siempre que voy a una fiesta me digo: empezaré invitando a la chica más bonita. Si no soy aceptado voy bajando pretensiones.

-¡Que interesante! -Dije…- ¿A cuántas chicas has invitado hoy?

-Eres la primera. Se apresuró a decir.

Me reí y dije: Tu eres el primero en invitarme a bailar. Mientras platicábamos, seguíamos el ritmo de la música tomados de las manos.

-Es delicioso hablar contigo Belu. Estamos de igual a igual. Nuestros nombres comienzan con B. Dijo sonriendo.

-Que curiosidad, ¿será por eso que me siento bien hablando contigo?

Benito dio un paso más diciendo: -Me encanta estar a tu lado. Y si pudiera cambiar mi nombre, me llamaría Carlos para estar a tus espaldas.

No respondí intuyendo que Benito había visto mi voluminoso traste.

Me sentía atraída por su forma sencilla de hablar y por su buen humor. Su edad no me molestaba. Porque físicamente estaba bien. Pulcro. Oliendo buen perfume masculino. Suave al tomarme las manos entre las suyas tan grandes con dedos gruesos.

Cuando me preguntó si deseaba volver al sillón o si esperaba por alguien, le respondí que estaba sola. Que no tengo compromisos y deseaba simplemente divertirme.

Sus ojos se iluminaron y me propuso beber algo en la barra.

Luego fuimos a la penumbra del sillón. Cuando me senté, Benito pudo ver casi la totalidad de mis piernas desnudas o quizás hasta mi tanguita de encaje, al replegarse mi pollera. Permanecimos mucho tiempo hablándonos al oído, para no hablar gritando. Yo preguntando como buena preguntona que lo soy. Él halagando mi belleza, sensualidad y otras cualidades que nunca he tenido.

Cuando comenzaron a sonar los temas bailables lentos, me condujo a la pista apoyando una mano en mi baja espalda.

En ese momento sentí que era agradable estar con él. Benito me tomó con delicadeza y comenzamos a bailar con roces espaciados de nuestros cuerpos que activaban mis hormonas y elevaban mi temperatura corporal. Luego se hizo más frecuente la fricción de mis pezones duros en su pecho. Me parecía hermoso sentirlos así. Y di un paso más en nuestra relación. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras bailamos. Creo que ese gesto lo encendió. Comencé a percibir toques en mi vientre, con su bulto en crecimiento. Nos miramos a los ojos y descubrí que me gustaba.

Que fuera tan seguro y sereno. Que respetara mis tiempos y me entendiera a pesar de nuestra diferencia de edad. Comencé a desearlo.

Volvimos al sillón y me senté muy junto a su cuerpo. Él me abrazó. Me sentí segura y confiada entre sus brazos

Benito permaneció sin hablar un tiempo prolongado, compartiendo el calor generado por nuestros cuerpos hasta que considero que podía dar un paso más y me pidió un beso. Primero un pico en los labios. Luego cuando entreabrí la boca, buscó mi lengua y la devoró. Le respondí de la misma manera; aferrándome a su cuello para que nuestras bocas no se apartasen.

Benito me dijo al oído: -Eres la mujer que no he encontrado en años. -Y continuo:- Soy viajante vendedor de la compañía. En cada viaje intento amenizar mis estadías pero nunca he conocido una chica tan sensual y hermosa como tú.

Mi mano bajo desde su cuello, acariciando su pecho por sobre la camisa. Me detuve sobre su cinturón. Él tomó mi mano y la beso con pasión. Suspiró y dijo muy bajo: -Belu preciosa, me has encendido tanto que mi mayor deseo es disfrutar tus encantos en la intimidad. Conocernos tal cual somos; sin máscaras ni trajes. ¡No puedo ocultar cuánto te deseo!

Yo estaba con los pezones duros y con bastante humedad en la tanguita. Me límite a bajar mi mano desde el cinturón hasta apoyarla sobre el bulto de su sexo. Y le dije: -Deseo conocer todo lo que has insinuado.

Benito me devoro la boca dos veces más. Bailamos muy pegados. La fricción de su sexo en mi cuerpo era constante.

Luego salimos de la fiesta, tomados de la mano hasta llegar a su automóvil estacionado en la cochera. Antes de comenzar a rodar, Benito me preguntó si disponía de tiempo para estar juntos. Le respondí que me encantaría saber que tomaremos todo el tiempo que deseamos brindarnos.

El comenzó a conducir suavemente hasta llegar al hotel que dijo haber visto cuando venía para la fiesta.

Luego de cerrar tras nosotros la puerta de la habitación. Benito me levanto en brazos. Mi pollera ajustada y breve, se subió hasta la cintura. Ante sus ojos quedó expuesta mi tanguita muy mojada. Él no hizo comentarios. Me cedió el paso al baño. Oriné y me duché. Luego volví hacia Benito, envuelta en una toalla. Me recibió besándome mucho. Luego se dirigió al baño.

Oí el sonido del agua de la regadera. Poco después también regreso cubierto con una toalla. Me beso apasionadamente y sentándose al borde de la cama intentó elegir un canal musical. Preguntándome: -¿Qué música prefieres preciosa?

-Me encanta la música suave y romántica… Espérame dos minutos más. Le pedí y volví al baño.

-Te espero todo el tiempo, niña hermosa. Dijo él cariñosamente.

Apliqué perfume en crema sobre mi zona íntima. Calce mis sandalias de tirantes y desnuda fui hacia él.

Benito ya había sintonizado un canal musical con temas románticos. La intensidad de la luz roja era mínima. Él estaba acostado con los brazos bajo su cabeza. La toalla doblada en cuatro cubría únicamente su sexo. Al verme llegar desnuda se reincorporo de un brinco y me elevó del piso entre sus brazos. Besándome cuello y orejas. Me retorcía de gozo por las cosquillas que me provocaban sus labios en las orejas.

Dejándome sobre la cama, me quitó el calzado y comenzó a besarme toda, desde la punta de los pies centímetro a centímetro hasta llegar a la cabeza. Durante muchos minutos me beso suavemente siendo meticuloso en no dejar piel sin tocar con sus labios o lengua.

Llegué dos veces al orgasmo. Una cuando besaba los labios de mi vagina y su lengua jugaba con el clítoris. Luego cuando se ensañó en mis duros pezones. Deseaba sentirlo adentro. Pero el reservaba su verga sin ofrecerla.

Cuando la tuve ante mis ojos la ví gruesa y bien rígida. Me sentía en un concierto musical.

Escuchando música romántica y el prodigando caricias con su lengua al derecho y a mi revés. Cada vez que me movía retorciendo el cuerpo me abrazaba diciendo que le permitiera el placer de recorrer mi piel. Minutos más tarde mis fluidos vaginales manaban en abundancia. Con los pezones doloridos por su dureza. Con mi boca ansiosa de engullir su carne, como una perra hambrienta. El capullo de mi ano, flexible a las caricias de su lengua caliente, también reclamaba ser atendido.

Comenzó a magrear las tetas y a lamer mis pezones. Acariciaba mi vulva e intentó meter un dedo grueso, inquieto y juguetón. Mientras me comía la lengua, sus dedos se encargaron de jugar en el esfínter, distendiendo su cierre original.

Llegué a un orgasmo gritando su nombre, pidiendo me diera su verga. Se lo pedí con desesperación real. Se acostó y puso los brazos a ambos lados de su cuerpo Yo comencé a darle besos y caricias en el pecho y en su vientre poblado con buena pelambrera. Continúe bajando hasta meterme su pene en la boca. Yo me esforzaba en abrirla para alojarla. Su grosor me hacía doler las mandíbulas.

Mientras él me acariciaba la cabeza, espalda y el culo. Yo se la chupaba haciendo arcadas. Él no me forzaba a nada.

Un poco después me pidió que lo cabalgue. Su pene estaba extremadamente duro y lo froté sobre los labios de mi vagina y el clítoris. Mi cuerpo ya enviaba señales de estar gestando un orgasmo. Tomé con una mano su verga y la orienté a la entrada de mi concha húmeda e inflama da. El calor del glande me hizo sentirlo delicioso. Benito me sujeto por las caderas. Me apretó contra su cuerpo y su verga se hundió en mi hasta quedar sentada sobre sus pelotas hinchadas. Comencé a moverme y pronto a convulsionar liberando mucho fluido. Casi literalmente meando sobre él.

Así permanecimos varios minutos. Su pene permanecía dentro de mi cuerpo. El introducía dos dedos en mi dilatado ano. Diciendo palabras hermosas: -Eres tan sensual Belu. Sabes disfrutar los buenos momentos. Tienes un cuerpo divino. Tus pechos son un manjar. Tu vulva rosada y sin pelitos es de muñeca. Tu ojito marrón es un capullo de pétalos cerrados que con caricias se abrirá, así permite que mi gusanito lo visite y le deje regalitos. Eres única mi reina.

Este hombre mayor bien podía ser un poeta. Pero entendí que deseaba meterme su tremendo pene en el culo. Para mí es normal entregar la cola en cada encuentro que me resulte bueno. Por eso seguí el juego hasta darle el gusto a Benito. Cuando quitó la verga de mi vagina, le pregunté si había acabado. Me dijo que no pero que me estaba disfrutando mucho: -Me gusta que me mires. Me encanta mirarte cuando llegas al orgasmo. Eres una hembra divina. Tu ojito marrón es una tentación irresistible de la que no puedo olvidarme.

Me abrazo y comenzó acariciando mi cabeza, luego la espalda. Me dio suaves palmadas en las nalgas.

Me acomode para chupar nuevamente su hermoso pene hasta ponerlo duro. Casi no fue necesario porque ya lo estaba.

Benito me dijo que había disfrutado infinitamente estando en mi vagina, profunda, suave y cálida. Pero que también lo enloquecía la idea de abrir el capullo marrón de mi cola. Que deseaba conocerlo y explorarlo si se lo permitía.

Sonreí, lo besé y le dije que podía disfrutar como quisiera pero sin lastimarme.

Me acostó de espaldas y me penetró a fondo por la vagina.

Levantó mis piernas hasta apoyarla en sus hombros y hundió profundamente su verga en mí. Casi no se movía y rozaban el clítoris con su entrepierna. Me agité y grité no sé qué cosas. Temblando lloré de gozo. Me la saco dejando salir fluidos que bajaron resbalando por mis muslos.

Me dijo que me pusiera en cuatro sobre la cama. Sus dedos untuosos, mojados en algún lubricante, jugaron con el anillo de mi ano. Suavizando y distendiendo el cierre original.

Apoyó la cabeza de su gruesa verga en la pequeña entrada y sin urgencias me fue penetrando sin lastimar y sin dolor. Tomándose todo el tiempo; permitiendo adaptar el anillo anal a la entrada de su grueso falo. Cuando estuvo todo metido en mis entrañas, con sus pelotas junto a mi piel. Dijo: -Mi reina, perdóname pero quiero darte fuerte para saciar este deseo loco de llenar de semen tu hermoso culo.

Comenzó un frenético mete y saca. Empujando con su pelvis, hasta hacer que pierda mi posición de cuatro patas. Él mismo volvía a acomodarme para darme sin tregua.

Yo no veía hacia atrás, pero percibía que mi ano había dejado de ser capullo para ser una flor abierta en plenitud.

Un potente orgasmo anal me llegó sin aviso, cuando Benito se aferró a mis nalgas. Abriendo con sus manos; mientras los envites de su pelvis eran profundos y sin pausas. Sentía su pelambre púbica acariciándome la piel. La rigidez de su cuerpo, su respiración pesada y las contracciones de su pene me indicaron que estaba llenándome con su preciosa carga de semen untuoso. Casi dos horas duraron las erecciones de Benito. Cuando su miembro se ablandó, nos duchamos juntos mientras él me acariciaba con ternura y me llenaba de besitos.

Feliz y cansada aun sintiendo su fuego en el ano; por tanta fricción recibida, lo besé y él me habló: -Belu eres una hembra divina, muy sensual, sin prejuicios y buena mina. Por eso me esmeré en darte lo mejor de mí.

-Gracias Benito, la pasé de diez. -Dije. Él me escuchó sonriendo e hizo una pausa, para continuar: -Mi regalo para ti, con amor; contó con la ayuda de una pastilla azul que hizo maravillas en mí y logré complacerte. Lo merecías así y mucho más.

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