Atado y torturado a merced de una femme fatale

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Despierto en mí habitación sintiendo los brazos y piernas tirantes, intento jalar de ellos, pero noto que es imposible. Abro los ojos y lo compruebo con mi vista. Yazgo sobre mí propia cama atado, con la boca tapada y en bóxer, a merced de dios sepa quien. Mi cuerpo reacciona con los síntomas típicos de la desesperación: movimientos bruscos, gimoteos y sudoración.

-Hola bebé -dice una silueta de sexo femenino. Lo primero que veo son unas grandes tetas entrando a la pieza, parecen dos globos inflados a punto de explotar. Ahora le veo la cara ¡es Nahir!

Nahir es una chica de 25 años, cara alargada. Pelo rosado hacia los lados, corpulenta.

Nos conocimos por unos amigos en común, luego empezamos a salir para ver qué onda, pero a menudo era bastante manipuladora, me histeriqueaba en un juego en el que primero fingía interés para luego hacerse la completa desinteresada, e incluso mostrándose molesta. También me hacía sentir culpable acusándome de cosas sin dar una explicación. Así que decidí cortar la relación, pero parece que ha vuelto en busca de revancha.

Lo último que recuerdo es estar unos amigos en un bar la noche anterior, con ella tirándome onda y yo intentando alejarla.

-¿que pasa, tenés miedo? no te preocupes, mami te va a cuidar -y se ríe perversamente.

Me siento como un pichón en el nido de una víbora, o, mejor dicho, la víbora que invade el nido del pichón. Mi cuerpo está total e involuntariamente a su disposición. Tengo miedo, no se donde puede terminar esto, solo sé que va a acabar mal.

Nahir se acerca hacía mí y saca una cuchilla diminuta, mi desesperación aumenta y grito a través de la cinta. Intento otra frustrada vez librarme de mis ataduras.

Pasa el filo del cuchillo por su lengua y que se despliega como una serpiente y lo lame, parece una auténtica psicópata. Lo deja al lado mío y me pasa sus suaves y frías manos por mi torso desnudo, las siento pasando por mis músculos y mi sudor, es evidente que la extrema tensión muscular en mis hombros por el miedo le genera más excitación, y mientras más nerviosismo le demuestro con los síntomas de mi cuerpo más caliente se pone ella. Es impactante la imagen de ella arriba mío manoseándome el cuerpo mientras ella me mira con cara de deseo infernal.

-Ahora te voy a sacar la mordaza, pero ni se te ocurra hacer ruido, llegas a gritar y… -con el cuchillo hace el gesto de degollarme.

Ella me pregunta si entendí, yo asiento con la cabeza, nervioso.

Me saca la mordaza y lentamente acerca su cabeza a la mía. Empieza a chaparme con lengüetazos, ella es la que lleva la acción, yo solo recibo la propuesta sumiso. Lentamente procede a comerme la boca por dentro -le siento el olor a cigarrillo-. Me pasa su lengua por todos lados, los costados, la parte interior de mis mejillas, me impresiona el largo que despliega dentro de mi cavidad. Luego me la mete hasta la garganta provocándome una pequeña arcada, al escuchar el ruido sale automáticamente.

Vuelve a agarrar el cuchillo y me lo empieza a rasgar contra mi pecho, yo grito del dolor. Ella parece disfrutarlo, se nota que le excita verme sufrir.

-basta hija de puta -le digo

-no grites que te van a escuchar los vecinos -dice ella en tono irónico, y se ríe.

-¡ayuda, ayuda! -grito yo, ella responde con una cachetada contundente que me deja inhibido al instante.

-que te dije de no gritar pendejo -me dice mientras con una mano me agarra del cuello, yo la miro suplicando con mi cara piedad.

Me suelta y me escupe la cara. Deja el cuchillo al lado mío, a continuación me sonríe y me da un beso en la mejilla.

Nahir empieza a hacerme un baile erótico. Me mira con una sonrisa pícara. Con sus manos estimula sus pezones erectos por arriba de su gran corpiño. Mueve sus caderas luciéndome su cuerpo, su torso y el lateral de su cintura. El ritmo y la fluidez con la que se mueve, como una víbora bailando hipnotizada al son de su encantador.

No tengo forma de mirar hacia otro lado, giro mi cabeza hacia los lados o abajo y me cachetea para que vuelva a mirarla a ella. Me pasa su mano por mi pierna izquierda logrando que me caliente. Me luce sus nalgas que son alargadas y rellenas y empieza un perreo bien intenso frente a mi cara. La tensión sexual se hace insoportable, me genera deseo y quiero acabar, pero a la vez no quiero más seguir siendo su conejillo de indias. Solo espero a que esto termine cuanto antes y se vaya. Con ambas manos me agarra bien fuerte de ambos pezones hasta estrujarlos, mi cara se deshace de dolor.

De un sopetón me baja los calzones y me agarra de los huevos, los aprieta fuerte y los tira hacia abajo, como si quisiera arrancarlos. En sus ojos noto la desmesura, su desequilibrio y el placer que le causa hacer esto.

Mi dolor es intenso y grito. Ella me abofetea fuerte sobre la base de mí pene erecto como un mástil.

-¡basta, basta por favor! -le digo al borde del llanto.

Nahir me sonríe. Segundos después salta sobre mí y me aplasta sus nalgas contra mi cara, quedo boca arriba con su culo asfixiándome, intento gritar pero me es imposible, solo sale un “¡hhmm, hhmm!”. Empiezo a escuchar gemidos, se está masturbando arriba mío en el negro de la nada misma que percibe mi visión por el gran mazacote de orto que tengo encima de mi cara.

Empiezo a sentirme mareado, los gemidos de ella se empiezan a escuchar borrosos. Me doy cuenta de lo que está pasando, estoy por desmayarme. Intento salir pero es en vano.

Recupero la consciencia viendo todo borroso y escuchando raro, con ella dándome cachetadas para despertarme y me da un vasito de agua (que habrá sacado de la cocina -probablemente- o mi mesita de luz) aunque con un humor de perros, como un terrorista que tiene que dar de alimentar a su captor. El agua más agrietada y turbulenta que probé en mi vida.

-estaba por acabar pero me arruinaste el orgasmo. Así que ahora vas a tener que compensármelo -dice ella.

De uno de sus bolsillos saca un preservativo, lo rompe con los dientes, yo cierro los ojos pensando con qué diabla me tocó esto que hace semejante cosa, y me lo pone en la pija -parece que se te fue toda la sangre a la poronga amor, que rico -me termina de poner el condón y se acomoda para montarme.

Yo honestamente no quiero, solo quiero que se vaya, pero ella se pone frente mío y se saca toda la ropa. Pasa sus brazos por detrás de mis hombros y empieza el voraz acto de cabalgarme.

Veo sus tetas y todo su cuerpo rebotar velozmente, y aunque intento no seguirle el juego es inevitable que mi cuerpo desobedezca a su deseo.

La vibración de mi pene va a la velocidad de una Ferrari, como una máquina imposible de detener. Sus gemidos son notablemente escandalosos, provocando incluso golpes de los vecinos para que cesen los ruidos, hasta que en una vorágine de sudor y adrenalina acabamos.

Nahir grita de forma muy extrovertida. Yo termino casi en mute. Siento la gran cantidad de semen desbordado como va saliendo en tandas de mi aparato reproductor mientras mi cabeza cae en un espiral de culpa y auto-aborrecimiento. Mi cara es pálida, como la de una persona que agoniza esperando su hora.

Nahir agarra sus cosas, se cambia y se va de la habitación sin mediar palabra. Me deja así como estoy, pero al menos ella ya no está y ya no me podrá seguir torturando.

Me siento violado por un vampiro, un ser vil que usa mis propios impulsos naturales en mí contra y satisface sus más oscuras perversiones, sin el más mínimo grado de empatía por el otro. En un juego entre un tire y afloje entre mis impulsos más naturales y las ataduras que me arrastran a las catacumbas del horror.

Linda sorpresa será cuando la chica de la limpieza entre a mí departamento y me vea así: Atado, desnudo, con el torso rasgado y acabado.

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