Madre cariñosa

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Todo comenzó una mañana, hace un año, había tomado una ducha y pensaba que en la casa no había nadie. Entonces decidí caminar del cuarto de baño a mi dormitorio desnudo. No sabía que mi madre había venido a casa, solo cuando coincidimos en el pasillo. Esto hizo que mi madre se quedara sin palabras y su mirada fija en mi miembro. Yo sin decir palabra seguí hasta mi cuarto, donde no dejaba de darme vuelta la cabeza lo acontecido recientemente.

Déjenme decirle que mi madre es muy bonita, mide 168 cm, delgada, con unos pechos geniales, de pelo castaño, con ojos azules, y una cola que hace a cualquier hombre darse vuelta en la calle para apreciarlo y eso que tiene 42 años.

Al principio, no decía nada, pero comencé a notar que mi madre miraba mi pene. Eso hacía que tuviera fantasía sobre mi madre, pero hasta ahora nada había sucedido entre nosotros.

Tanto la deseé a ella, que una vez en mi dormitorio, me masturbé locamente. Esto era totalmente nuevo para mí y tuve que pensar de cómo proceder. Sabía que desde mis padres se habían divorciado, ella realmente no había salido mucho. No tenía ningún hermano y tampoco preocuparme por mi alrededor. Mi madre era justa para mí.

Comencé a espiar a mi madre en cada ocasión que podía. Besaría sus labios más como amante que como hijo. La abrazaría firmemente, con mis manos frotando suavemente contra sus glúteos. Pronto, ella pediría que le diera masajes, seria grandioso. En una ocasión me dio la posibilidad de frotar mis manos contra ella. La froté por detrás, los pies, piernas, cualquier parte de su cuerpo. Después de que ambos estuvimos cómodos con esto, conseguí mi primera mirada en lo que ella me ofreció.

Una noche, ella quería que le diera un masaje en sus pies. Lo hice sin queja. Mi madre usaba una blusa y una falda corta que demostró unas piernas de locura. Estaba duro inmediatamente. Cuando comencé a frotar sus pies, yo, miraba para arriba, encima de su falda. Mi madre me daba tranquilidad. Ella tenía unas bragas negras de encaje, que mostraban su vulva muy agradable. Podía ver a través de ellas. Sabía que mi madre estaba mojada, pero no sabía cómo proceder.

Pronto decidí masajear encima de su pierna para ver cómo ella reaccionaba y cuán lejos me dejaría ir. Le froté los músculos, después conseguí ir a sus pantorrillas. Trabajé en el exterior de sus muslos un par de minutos. Entonces me moví entre sus piernas.

Fue ahí cuando ella finalmente me paró. Me agradeció por tan agradable masaje y después fue a tomar una ducha. Pensé también tomar una, pero no sabía cómo mi madre reaccionaría. Si ella no me había dejado dar masajes a sus muslos internos, no sé cómo actuaría si yo entraba con ella a la ducha. Eso no me pareció una buena idea.

No fue hasta la mañana próxima que sucedió otro hecho. Masturbándome en mi dormitorio mientras que mi madre estaba preparando la colada. Ella caminó en mi sitio y había podido apenas conseguir la hoja sobre mi pinchazo duro. Estaba tan cerca de correrme y además nervioso por estar ella ahí. Ella sonrió y me dice “es razonable y eso es normal”. Ella me besó y su brazo rozó accidentalmente contra mi pene. Eso se sentía bueno. Entonces ella sin decir nada comenzó a frotar ligeramente sobre mi pene. Eso hizo que me corriera en menos de dos minutos. Después conseguimos lentamente masturbarnos mutuamente y también sexo oral.

Finalmente, apenas un par de días, tuvimos sexo por primera vez. Le daba masajes detrás en su bonito trasero. Estaba en bóxer, ella usaba bragas. Ella me dijo que me recostara en la cama y cuando ella volvió tenía un condón para ponerlo. Me montó por primera vez, lo hacía muy duro.

Esta fue la primera experiencia más erótica de mi vida. Mientras que mi madre y yo somos amantes lo hacemos dos veces a la semana y ahora me he movido a su cama.

Yo todavía estoy buscando a una muchacha que me deje compartir los placeres con mi madre.

8317 A , 370 B

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