Mi esposa y yo habíamos tomado una decisión en cuanto a ser tres los que ocupáramos nuestra casa y el elegido para ello era nada menos que mi padre, ellos ya se habían entendido muy bien, al pasar un tiempo juntos, lo que motivó que decidiéramos compartir la casa y otras cosas con él.
Así que pronto nos encontramos los tres viviendo bajo el mismo techo, no pasó mucho tiempo para que probáramos las mieles de tal convivencia.
En una ocasión, ya estando instalado mi padre con nosotros, tomó una ducha antes de dormir, pero no quiso bañarse él solo, por lo que le pidió a mi esposa que le ayudara.
Situándome cerca de la ventana que mira hacia el baño, pude ver como ella se desvestía para entrar en la regadera con él, fue algo que erizaba los cabellos por el morbo, pero a la vez era algo muy excitante, ver sus blancos pechos bamboleantes cuando se quitó el brasier, sus muslos carnosos rematados por una matita rasurada de vello rizado y su cuerpo bañado por el agua que salía de la regadera fue algo realmente hermoso y emocionante, pero el ver como tomaba el jabón y hacia espuma para luego empezar a limpiar el cuerpo de mi padre y recorrerlo hasta llegar a su pene, que se encontraba ya erecto, masajearlo, acariciarlo y empezar a estimularlo, es otro tipo de experiencia voyerista.
Ella bien sabía como asear y bañar a una persona, pues los gemidos y expresiones de mi padre así lo demostraban. Después de un tiempo, los roles se cambiaron y él entonces pasó a ser quien enjabonaba el cuerpo de mi esposa, le llenó de espuma los pezones rosados, le lavó el deseado monte de venus, pero fue más allá en su tarea de limpieza, le hundía los dedos dentro de su vagina abriendo sus torneadas piernas, la volteó de modo que ella quedara de espaldas a él, para asearle con espuma su apretado culo, ella gemía y se retorcía extasiada, pronto dirigió la cabeza de su pene hacia el ano de mi esposa, para ensartarla y empezar cadenciosos movimientos.
Ella: ¡Papá! Estás verdaderamente duro, dame más, trátame como tú quieras.
Él: así te quería tener, tantas veces que imaginé tu lindo culo perforado por mi verga, toma todo para que quedes bien llena.
Ella: ¡sigue papa, no pares! tienes una riquísima verga, igual a la de tu hijo, pero más gruesa, sigue, perfórame todita.
Él: ¡mamacita con razón mi hijo se ve muy feliz, si te ha de dar unas cogiditas de antología! ¡comételo todo! ¿Así te lo hace él? ¿Cómo le gusta cogerte?
El escuchar a mi padre hablarle así, preguntándole por mí me excitó grandemente.
Yo seguía viendo y escuchando sus gemidos y el sonido de sus cuerpos chocar y lubricarse con el agua de la regadera. Ella entonces se agachó para quedar con el trasero a merced de mi padre y gritando estalló en un fuerte orgasmo. Descansó un momento y sentándose en el piso de la ducha, empezó a masturbar a mi padre, que no tardó en descargar su leche en su cara y pechos.
Después la levantó y se asearon mutuamente, despacio y sin prisas, ella lo secó con una toalla y él la secó a ella, fue un momento muy erótico. Cuando yo me di cuenta, mi pene ya había descargado toda su blanquecina carga. Me metí al otro baño para limpiarme y cuando salí para ir a mi habitación la encontré a ella semidesnuda peinándose su larga y negra cabellera, la espalda desnuda y sus pechos apenas cubiertos por la toalla, sentada en la cama enseñando sus piernitas húmedas, fue una imagen difícil de olvidar, pero su rostro radiante, lleno de satisfacción fue lo que realmente me encantó.
Le pregunté por mi padre y picaronamente me dijo que estaría durmiendo como un bebé, feliz y complacido, le dije que los había visto y escuchado y ella sonrió guiñándome un ojo, me dijo que sería bueno ahorrar agua y bañarnos los tres, que había pensado en actividades para que disfrutáramos los tres, como compartir sofá para ver películas, compartir la cama, salir los tres en fin muchas actividades.