Mi nombre es Alexandra, soy venezolana y resido en Caracas. Este relato que quiero compartir con ustedes sucedió hace ya tiempo y es, además del comienzo de mi liberación sexual, el primer paso a muchas experiencias únicas para mí.
Quiero describirme para ustedes. Soy de tez blanca y cabello castaño, ligeramente ondulado, mido 1.62 y de complexión menuda, senos pequeños pero firmes con pezones rosados, cintura fina y lo que más gusta por estas tierras: ¡un buen trasero! No soy una belleza del miss Venezuela, pero tengo mis encantos.
Mi condición de casada me había mantenido entretenida por un tiempo, mis relaciones en la cama cada vez me aburrían más y de satisfacción, todo quedaba por mi cuenta ya que, si no me masturbaba, quedaba siempre insatisfecha. Mi marido se fue apagando sexualmente y pasó de ser un tipo medianamente bueno en la cama, a un jugador de tres minutos y fuera.
Yo siempre he sido una mujer carnal, sexual y me excito con facilidad, así que esta situación me estaba haciendo daño y por causas que no puedo explicar, el divorcio está fuera de discusión.
Mi aventura comenzó una tarde en la que mi marido estaba de viaje. El suele ausentarse por dos y tres semanas por razones de trabajo. Entré en una sala de chat y comencé a leer lo que decían en la pantalla general, también reí un rato con los nicks tan ocurrentes y le cerré sesión a más de un tonto.
En un momento leí un nick y descripción que me llamaron poderosamente la atención y lo acepté.
Desde ese mismo momento comenzó esta relación intensa y sin límites en lo sexual. Este hombre acaparó no solo mi atención, sino también se adueñó de mis deseos más profundos, de mis sueños y sacó lo mejor de mi sexualidad.
El es tres años mayor, de un carácter dominante y a la vez con la destreza de un encantador de serpientes. Se describía como un hombre blanco, muy alto y físicamente en forma, ojos café. Luego pude comprobar por teléfono, que su voz es cargada de masculinidad como todo él. ¡Que ganas de conocerlo!
Pasamos varias semanas disfrutando de sesiones de ciber sexo y sexo telefónico. Sorprendentemente, me demostró que estos medios son efectivos y me regaló tantos orgasmos que ya ni los cuento. Sudaba y temblaba con la idea de encontrarnos y al fin un día me lo sugirió, o más bien me lo ordenó.
Mi marido estaba de viaje y después de hablar hasta casi las tres de la madrugada me dijo:
–Mañana te busco a las 11 am, te quiero puntual en el estacionamiento del centro comercial cercano a tu casa y lleva lo necesario para dormir una noche fuera.
Esa mañana me desperté temprano y me depilé completa. Mi amante me exigió que lo hiciera y no dejé ni un solo vello en mi pubis ni en mis labios vaginales. también tuve mucho cuidado con la región anal así que por primera vez de adulta me ví al espejo con mi cuquita como la de una niña, me entró una emoción muy grande solo de verme así, un cosquilleo grato hizo que me mojara. me estimulé con mis dedos y pude sentir lo suave de la piel recién depilada y lo divino que se siente al contrastar mis fluidos cálidos sobre mi clítoris excitado por la situación. Tuve que volver a lavarme para no mojar mi ropa interior. Me vestí, arreglé mis cosas y pedí un taxi media hora antes de la convenida para asegurarme de estar puntual.
Esperando en el estacionamiento lo vi llegar, me había descrito su carro y no dudé en caminar hacia él y entrar. El primer contacto visual fue impactante. Él era de verdad grande, muy masculino y atractivo, con una mirada penetrante y una expresión de seriedad que me hizo temblar. Al saludarlo le besé los labios ligeramente y me aparté. Él sonrió y me devolvió el beso con sus labios carnosos y tibios entreabiertos y me hizo probar por primera vez su lengua y lo exigente de sus besos. Estuvimos unos minutos acariciándonos, besándonos y reconociendo el aroma de nuestra piel hasta que dijo:
–Ya está bien, vamos a donde podamos disfrutarnos a solas.
En el camino, mientras hablábamos, el me pidió que abriera mis pantalones y estuvo acariciando mi pubis y mi vientre.
Nos fuimos a un motel a las afueras de la ciudad, muy discreto, a la vez bastante confortable y bonito. Yo me sentía la cara roja y caliente de la excitación y la voz me temblaba. Mi amante, sereno y seguro como si fuera cosa de todos los días, sonreía.
Al entrar a la habitación, dejamos nuestras cosas en una mesa y él se sentó en la cama, tomándome por la cintura me acerco a su cuerpo y comenzamos a besarnos. Sentía nuestras lenguas calientes entrelazadas y como me chupaba la mía al entrar en su boca. Sus besos y caricias me hacían gemir e inmediatamente mi ropa interior se mojó mientras cosquilleos de placer y ganas me recorrían el cuerpo. Quitó mi camisa y mis senos quedaron al descubierto, no usé sostenes ese día.
–Que tetas tan ricas tienes y hoy son mías.
Me las chupó, me mordió los pezones y las lamió hasta sacarme gemidos de placer. Lo hacía con fuerza y ganas mientras sentía sus brazos velludos dominándome.
Sin hacer mucho esfuerzo me levanto en vilo y me tiró de espaldas en la cama. Se desnudó frente a mí y por primera vez vi su miembro, erecto y húmedo, más grande de lo que imaginaba. Me quitó los pantalones y quedé con una pantaletica tipo hilo blanca, la cual arrancó de un solo manotazo y tiró rota a un lado. Yo estaba muy consciente de la visual que le estaba dando así desnuda con mis piernas entreabiertas dispuesta para él. Se acostó sobre mi pecho y comenzó a bajar con su lengua ardiente por mis tetas, mi vientre, mi pubis mientras me miraba a los ojos. Mordía mi piel en su camino y hacía que todos mis sentidos reaccionaran.
–¿Te gusta mi perra? ¿Te gusta que tu macho te coma mi puta deliciosa? ¡Pide! quiero oírte.
Ya sin poder aguantar más casi en un grito le dije : mámame la cuca mi macho… mmm por favor cómeme. Así me lamió el clítoris, intercalaba chupadas divinas y mamadas y mordiscos, mientras sus dedos penetraban completamente mi cuca. Así llegué a un orgasmo divino y sentí como limpiaba mis fluidos con su lengua mientras me acariciaba con sus dedos desde ese huequito hasta el de mi culito.
Él se incorporó y yo me arrodillé y agarré su miembro entre mis manos, quería comérmelo mmmm.
–Que guevo tan rico y hoy es mío le dije mientras le lamía la punta con movimientos circulares y luego me lo metí en la boca hasta donde pude y entre mi mano y mi lengua le di rico hasta que me apartó y me dijo que no quería acabar, que tuviera paciencia.
Me abrazó y con todo su peso se acostó sobre mi dejándome casi sin aire para luego incorporarse y abrirme las piernas con sus rodillas.
–¿Querías tirar linda? ya vas a sentir lo que es un guevo.
Apoyando la cabeza de su guevo en la entrada mojadísima de mi cuquita, empujó y de un solo movimiento entró hasta el final. Yo no estaba acostumbrada a ese tamaño y me causó un placer intenso que aumentada con cada movimiento. Yo contraía mis paredes vaginales para y él llevaba un ritmo desenfrenado que me llevaba del dolor al disfrute en segundos. Terminé con otro orgasmo mientras mi amante me volteaba en la cama como a una muñeca.
Era impresionante para mí el que pudiera mantener una erección sin acabar tanto tiempo y dándome tan duro y que ahora me penetrara así, boca abajo mientras sentía su peso y su transpiración sobre mi piel. Así me dio por un rato y luego me puso una almohada bajo el vientre para aumentar la penetración. yo gemía y sentía como con cada embestida y con el aumento en el ritmo y fuerza de la penetración los orgasmos llegaban solos. Allí de susurró al oído:
–Quiero tu culo y hoy te lo voy a llenar de leche mi puta, mi perra.
Yo nunca había probado el sexo anal y aunque me atraía la idea, me daba un poco de temor.
–Dale que es tuyo le contesté y el con sus manos me posicionó en cuatro y abrió mis piernas. Escupió entre mis nalgas y con sus dedos mojó el huequito de mi culo, introduciendo dos de ellos y lubricándome con su saliva.
Fue una sensación distinta y excitante sentir sus dedos dilatándome y cuando finalmente entraban completos, los sacó y apoyó su guevo contra mi culito y empujó despacio y con calma hasta que me llenó completa. No me dolía, pero la sensación era extraña. Fue después de unos minutos cuando el movimiento se hizo rítmico que disfruté de la experiencia y por primera vez grité durante el orgasmo. Sentí como mi macho gemía y acababa en mis entrañas y entre el cansancio y en placer caímos entrelazados.
De ese encuentro, además de perder mi virginidad anal y ser mi primera infidelidad, probé durante la noche y madrugada, muchas sensaciones distintas para mí, como la estimulación oral anal y tragarme la leche de mi hombre. Disfruté el sentirme dominada y mimada a la vez y el despertarme sobre un pecho desconocido para mí unas horas antes.
Excelente relato !! Me trajo gratos recuerdos. Saludos desde Maracay
Bien una experiencia disfrutando el sexo .
Me gustaría que mi esposa me sea infiel y me cuente sus experiencias.