Hola, me llamo Marina, pero mis dueñas me llaman Mari. Tengo 23 años y lo que os quiero relatar, pasó hace justo 3 años, en 2022.
Yo soy de un pueblo de la provincia de Cáceres, cercano a Trujillo. Hace tres años me enteré que en Madrid buscaban una chica interna, para atender una casa, llamé, me informé y todo me pareció bien.
Se trataba de dos personas, madre e hija, a quienes tenía que atender, lo vi fenomenal, pues no tenían mascota que cuidar, ni mucho que ensuciar, pues dos personas… entendí que era trabajo muy llevadero.
Empecé el 1 de marzo del 2022, era martes. Tenía que ir a la calle Claudio Coello de Madrid, cerca de la Puerta de Alcalá.
Allí me presenté ante la señora Isabel, quién me explicó un poco por encima como iba todo y lo que quería de mí.
Me llevó a la que iba a ser mi habitación, todo lo encontré fantástico y enseguida me puse a trabajar en la cocina.
A eso de las 2 de la tarde, llegó la señorita Vanessa, una maravillosa muchacha que tenía un año más que yo.
La señorita Vanessa la verdad es que es un encanto de mujer. Un tipo espectacular, alta, esbelta, majestuosa…
Se la veía muy elegante, y enseguida me quedé prendada de ella.
Obviamente traté de ser normal ante mis jefas Isabel, y Vanessa, yo me ocupaba de tenerles la comida, la cena, servírsela…
Recoger, lavar y planchar sus ropas, adecentar los aseos, hacer las camas, limpiar el polvo y tener todo colocado…
La señorita Vanessa estudiaba piano en el conservatorio. Y su madre la señora Isabel vivía bastante bien cobrando varios alquileres de diferentes naves industriales que tiene en propiedad.
El piso que tienen en la calle Claudio Coello es una monada, pero también tienen un chalet precioso en Becerril de la Sierra (Madrid) dónde pasan muchos fines de semana.
Yo trabajaba bien, para tener todo recogido y ordenado como les gustaba a mis jefas.
Cuando se despertaba sobre las 8 horas, la señora Isabel, yo ya le tenía calentito su café, sus tostadas, su zumo de naranja recién exprimido, y todo colocado en su sitio favorito de la cocina dónde ella solía desayunar.
A la señorita Vanessa, también se lo preparaba igual, pero un poco más tarde, pues ella suele levantarse sobre las 10 horas. Me encantaba podérselo servir.
Pronto me hice con la cocina, con los gustos de mis jefas, poniendo atención a esos sabores que sabía que les gustaban.
Me encantaba tratar a mis jefas con mucho respeto y educación. Ellas lo merecían.
Con quién más rato estaba era con la señora Isabel. Una mujer elegante, también con un tipo excelente. Se cuidaba mucho. Comía muy sano, utilizaba buenas cremas para nutrir su piel y aunque tenía 43 años en 2022, cuando yo la conocí, no los aparentaba. Se la veía bastante más joven.
La señora Isabel, se acababa de separar y no estaba atravesando un buen momento, por todo lo que conlleva una separación.
Yo entonces me entregue a servirle con todo respeto y con mucha sumisión. Me gustaba que sintieran que yo era su criada, que estaba allí para servirles, y poco a poco me iba cargando con más y más obligaciones.
Yo les hacia la compra, les hacía recados, les tenía todo el calzado impoluto, les limpiaba el coche por dentro y por fuera muchas veces, sobre todo los fines de semana, cuando se iban a Becerril de la Sierra. Allí también les servía siempre con mucho respeto.
Cuando llegó agosto del 2022, La señorita Vanessa se fue unos días de vacaciones con su amiga Silvia, a Lloret de Mar (Girona).
Yo me quedé con su madre, que quiso ir a Becerril de la Sierra a descansar.
Yo con la señora Isabel estuve encantada, pues sabía como tratarla, sabía lo que le gustaba y hacia todo lo posible por tenerla siempre contenta.
En el chalet de Becerril, tenían piscina particular y allí se ponía todos los días la señora Isabel a tomar el sol, en su tumbona.
Yo me acercaba muchas veces, para preguntarle si deseaba tomar algo…Y casi siempre era agua lo que me pedía.
Pero una mañana, me pide una cerveza, yo se la sirvo rápidamente… y me dice:
–¿Dónde está mi aperitivo?
–Ahora mismo se lo preparo, señora Isabel, le digo yo.
–Eso ya lo tienes que tener preparado… me contestó.
Yo enseguida abrí una lata de mejillones y se los puse sobre unas patatas de bolsa y rápido se lo serví pidiéndole perdón.
Me puse en plan sumisa, y sólo me faltó ponerme de rodillas, para suplicar que me perdonara.
A la señora Isabel le gustaba mi sumisión, le agradaba que yo estuviese pendiente de Ella, siempre tratándole de usted, con mucho respeto y educación.
Esa misma mañana me dijo que quería comer en el jardín, yo por supuesto le monté su mesa en el jardín como ella quería y le serví allí su comida, una ensalada Cesar y un salmón con champiñones. Yo le puse su buen vino, su postre, le serví allí su café y la verdad es que cada vez más y más me desvivía, por contentar a mi jefa Isabel. Ella por supuesto se debió dar cuenta, pues después de tomarse el café, entró al chalet, se sentó en el sofá para ver la tele… Y cuándo yo le dije si me necesitaba, pues iba a ir a comer… La señora Isabel, cómo en broma me contestó: Hoy deberías estar castigada sin comer, por haberme fallado ésta mañana con el aperitivo.
Yo sumisamente le comenté a la señora Isabel, que tenía toda la razón, que le volvía a pedir perdón y que por supuesto no iba a comer, cómo castigo.
La señora Isabel, me dijo: Así me gusta, que aprendas que los fallos tienen su castigo… Así la próxima vez estarás más atenta.
Yo sinceramente, no me esperaba eso de la señora Isabel. Pero no quedó ahí la cosa…
Yo le comenté, que es que ya tenía la comida preparada… Sólo faltaba calentármela…
Y la señora Isabel se levantó, se fue conmigo a la cocina y me dijo: A ver… ¿Dónde está tú comida?
–Aquí la tengo señora Isabel. Y se la enseñé.
La señora Isabel, cogió mi plato y lo que tenía, una rodaja de salmón con ensalada, lo tiró a la basura y me dijo:
–¿Has visto que fácil es la cosa? Así de simple… Si no hay castigo, no vas a prender nunca, me dijo sonriendo.
–Yo lo siento por el salmón, señora Isabel. Ya que lo tenía hecho… pero tiene usted razón. Tengo mucho que aprender y seguramente que me tendrá que castigar muchas más veces…
–No te preocupes por eso, yo encantada de castigarte todas las veces que haga falta… Obviamente por tu bien, terminó diciendo con algo de ironismo.
El caso es que ella se volvió a sentar en el sofá. Yo le pregunté: ¿Desea algo más señora Isabel?
Y ella me contestó: Pues ya que hoy no vas a comer por estar castigada, deberías darme un masaje en los pies, mientras veo la tele, a modo de castigo, pues quedarte sin una comida, es muy poco castigo.
Yo enseguida me arrodille a sus pies y le dije: Tiene toda la razón señora Isabel, una vez más le pido perdón y me quedo aquí arrodillada a sus pies para servirle y hacer lo que usted quiera mandar…
–Muy bien. Me dijo la señora Isabel. Y añadió… De momento trae un taburete o una silla, para que yo pueda apoyar mis pies…Mientras tú me los masajeas.
Yo le obedecí, coloqué una silla, para que sobre ella pudiera descansar sus pies. Yo me puse frente a ella, arrodillada y así estuve un buen rato masajeando sus pies.
Sinceramente mi jefa Isabel tiene unos pies preciosos y yo de no haber estado arrodillada hubiera disfrutado dándole ese masaje. Pero no estaba acostumbrada a estar arrodillada y a la media hora ya me empezaban a doler las rodillas.
Mi jefa notó que estaba incómoda… Me preguntó porqué me movía tanto…
–Yo le dije, que es que me dolían las rodillas…
Y mi señora me contestó: Es normal, los primeros días, suele suceder. Tendrás que irte acostumbrando, si quieres ser una buena criada.
Sí mi señora Isabel le contesté yo, perdóneme.
Ella al verme tan sumisa, tan vulnerable… No se apiadó y me tuvo otro rato bastante largo arrodillada a sus pies, dándole el masaje.
Después de casi una hora de rodillas masajeando sus pies, mi jefa me pregunta si me gustan sus pies y yo le digo que sí, que tiene unos pies muy bonitos, muy finos y elegantes…
Isabel me dice: Bésamelos y cálzame las zapatillas. Creo que por hoy es suficiente castigo.
Yo veo el cielo abierto… Le beso sus pies con devoción varias veces, le calzo sus zapatillas y le doy las gracias por su castigo.
Mi jefa me sonríe, y me dice que he estado muy bien, para ser mi primer castigo.
Así quedó la cosa.
Pero a la noche después de cenar, la señora Isabel se levanta para ir al baño a lavarse la boca. Y enseguida me llama, para que vaya.
Yo acudo a su llamada y veo un rollo de papel higiénico en el suelo del cuarto de baño.
Mi señora Isabel me dice: ¿Crees que está bien ese rollo de papel en el suelo?
–No mi señora Isabel. Le contesté. Y lo recogí del suelo y lo coloqué en su sitio.
Obviamente yo no lo había puesto en el suelo. Me pareció muy extraño. Y sinceramente pensé enseguida que era cosa de mi señora Isabel, pero obviamente no me atreví a decirle nada, y me limité a pedirle perdón.
La señora Isabel me dijo: ¿Otra vez te tengo que perdonar?
Yo me volví arrodillar otra vez ante ella y le supliqué sumisamente perdón.
Estábamos las dos aún en el cuarto de baño. Cuando mi señora Isabel me vio de rodillas ante ella, se quedó algo sorprendida, pero enseguida me puso su mano en la cara y me dio pequeños cachetes diciéndome: ¿No sé qué voy hacer contigo?
Voy a tener que volverte a castigar…
Si mi señora Isabel, lo que usted mande… Le juro que yo no lo he tirado.
Y mi señora Isabel me contestó: Tú no lo habrás tirado, pero estaba ahí en el suelo. Y ese no es su sitio.
Yo no te tengo a ti para que estén los royos de papel por el suelo… ¿Lo entiendes? Me dijo mi jefa.
Yo seguía de rodillas, sabía que mi jefa estaba dando el paso de quererme dominar… Se lo puse fácil, pues no le había protestado jamás. Todo lo contrario, siempre me puse a su favor y aquella noche mi jefa cogió las riendas de la situación.
Yo que seguía arrodillada ante ella, la miré rogando, suplicando su perdón.
Ella con su fina y elegante mano me dio su primera bofetada en pleno rostro.
Yo de alguna manera esperaba esa bofetada, pero no tan fuerte…
Me agaché, me incliné ante ella besando sus pies…
Pero mi señora Isabel, me cogió de los pelos y me hizo mirarle de nuevo a la cara, mientras me decía:
–Ya me besarás los pies después… Ahora mereces un castigo, lo sabes…
Sí señora Isabel, lo que usted mande, lo que usted quiera, lo que usted decida…
Me volvió a dar otro tremendo bofetón y me dijo:
–Creo que tú y yo lo vamos a pasar muy bien, a partir de ahora… Y añadió…
Bueno, obviamente yo lo voy a pasar mejor que tú… ¿No te parece?
–Sí señora Isabel, haré todo lo que usted quiera… para ser mejor criada suya.
La señora Isabel, dándome otra bofetada bastante fuerte me dijo:
–No quiero que me llames señora Isabel. Quiero que me digas ama, dueña, diosa Isabel.
A partir de ahora soy tu dueña, tu ama, podré tratarte como quiera, castigarte como me plazca…
¿Te gusta la idea?
Sí mi ama, haré todo cómo quiera usted. Está en su derecho de poder castigarme como lo desee, quiero aprender a ser la mejor criada para usted.
Mi señora me sonrió una vez más, y yo la notaba que le gustaba todo lo que estaba pasando en ese chalet de Becerril de la Sierra.
Mi ama, mi dueña Isabel, despacio, con elegancia me cogió de la barbilla y me dio repetidos bofetones…
Quizás ocho, tal vez, diez… No los pude contar, estaba sintiendo algo maravilloso a cada bofetada que mi dueña me daba.
De repente paró, me ordenó quitarme la camisa… y empezó a pellizcar mis pezones una y otra vez… Yo me retorcía de dolor.
Era el 5 de agosto, hacía mucho calor… Y aquella situación era un volcán de pasiones, de sentimientos nuevos y hasta extraños.
Mi dueña Isabel volvió a darme cuatro o cinco bofetadas y después me pellizcó los mofletes, tenía la cara totalmente roja.
Me cogió de los pelos y a cuatro patas tuve que seguirle hasta su habitación.
Ella se sentó al borde de su cama y yo frente a ella tuve que soportar nuevos bofetones… Mientras me dijo:
Mira cómo tienes de caliente a tú ama… Quiero que me lamas el coño ya, puta perra, me tienes encendida…
Yo lamí su clítoris, metí mi lengua hasta lo más profundo de su coño y sentí cómo se corría en mi boca.
La vi llena de placer a mi dueña y yo me sentía contenta de ver a mi divina ama Isabel tan feliz.
Creí por un momento todo había terminado. Yo le estaba dando besos en los muslos a mi dueña Isabel.
Mi ama entonces me preguntó: Perra… ¿Quieres correrte?
Yo casi fuera de mí, le dije: Si mi ama, si mi dueña, Sí divina diosa Isabel… Me quiero correr…
Y mi dueña, dándome otro fuerte bofetón me contestó:
Pues yo no quiero que te corras… Ese será tú castigo, por no haber recogido a tiempo el rollo de papel.
Ahora vas a ser mi esclava y te prohíbo correrte sin mi permiso.
Vas a saber lo que es jugar conmigo… Voy hacer de ti, una esclava perfecta.
Mi ama se recostó sobre la cama y me ordenó lamerle los pies.
Estuve así un buen rato… Hasta que noté de nuevo cómo mi ama volvía a encenderse.
Sus latidos, sus jadeos, no dejaban duda de lo que estaba sintiendo mi dueña Isabel.
Por supuesto volvió a correrse en mi boca otra vez.
Se sintió agotada, se extendió sobre la cama y me obligó a dormir con ella en su habitación.
Ella sobre la cama y yo en el suelo. Era verano… y lo aguanté bien.
Tardé mucho en dormir, pues había estado de alguna forma muy excitada y mi ama Isabel, no me había dejado correrme.
Pero es que a las 6 y media, mi ama me despierta, para que le vuelva a dar otra vez placer.
Vuelvo a lamer su coño, su pipa, su clítoris… Me bebo todos sus jugos… Vuelvo a sentir cómo disfruta una y otra y otra vez mi dueña.
Ese día mi dueña no me dejó desahogarme. Yo estaba loca de deseo…
Pero mi ama me prohibió disfrutar.
Si me permitió correrme al siguiente día.
Hasta que regresó su hija Vanessa de vacaciones, mi dueña Isabel me tuvo día y noche a su servicio.
Me humilló, me azotó, me abofeteó infinidad de veces… Yo misma estaba sorprendida de mi aguante.
Por primera vez sentí lo que el poder de una ama. A partir de ese agosto de 2022, mi vida cambió por completo.
Dio un cambio radical, pues era imposible esconder nuestra relación ante la señorita Vanessa.
Su madre, mi divina dueña y ama Isabel, algo le dejó entrever a su hija… pero ni una cuarta parte de lo en realidad era el dominio al cual me tenía sometida mi dueña Isabel.
Pronto se fue dando cuenta la señorita Vanessa. Pronto empecé a sentir también su dominio.
La señorita Vanessa es bastante más refinada de su madre. Me castiga muy severamente y es mucho más dominante y caprichosa que su madre.
Varias veces, estuve a punto de dejar esa relación, pues ya no podía soportar los castigos de mi ama Vanessa.
Sobre todo cuando me castigaba con sus zapatillas o sus chanclas. Entonces su madre, muchas veces tenía que salir en mi defensa, pues los zapatillazos que su hija me daba, eran tremendos…
Han pasado ya tres años y sigo siendo esclava de ellas. Tengo mucho que soportar, lo sé… pero es maravilloso poder ser la esclava de dos bellísimas mujeres.
Mi ama Isabel la verdad es que se comporta muy bien conmigo, no siempre lógicamente, pero la entiendo muy bien como mi ama que es… Y la hago mucho disfrutar, sin tanto castigo y sin tantos miedos.
Hay veces que mi ama Isabel me regala blusas, ropa suya usada, pero que está muy bien.
La señorita Vanessa, no me puede dar su ropa, pues ella es muy delgada y más alta que yo y no me vale nada de ella.
A veces me trata mejor… Pero sigue castigándome bastante.
Gracias a Dios, desde septiembre del año pasado, mi ama Vanessa viaja mucho tocando el piano en diferentes ciudades y hay semanas que sólo la veo dos o tres días.
Me gusta, realmente estoy loca por ella, pero sé que es algo imposible tener una bonita relación con ella, pues enseguida le entra su lado dominante y noto que conmigo sólo disfruta humillándome y castigándome duramente.
Yo lo aguanto principalmente por su madre, pues me sabe dar una de cal y una de arena.
En otra entrega os hablaré más detalladamente de Vanessa, de los castigos y humillaciones que le tengo que soportar.
Realmente me gusta mucho, pero han pasado tres años y su dominio sigue siendo el mismo.
Ahora no me da tantos zapatillazos en la cara, pero me castiga a tener que estar horas enteras de rodillas, escribiéndole frases que ella me dicta.
Por ejemplo: “Solo valgo para lamer el divino culo de mi ama y dueña Vanessa”. Eso me lo hizo copiar 500 veces, la semana pasada, copiárselo de rodillas y sobre granos de arroz. Es un castigo muy molesto y doloroso, pues acabas con un fuerte dolor de rodillas, y también de brazo, pues 500 veces copiar la misma frase se hace monótono y desagradable. Espantoso para el brazo, que no está acostumbrado a esos castigos y deja su huella…