De monja a putita (parte 2)

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Una vez que Laura traspasó la barrera del rechazo, una vez que sintió que el sexo era algo amigable, placentero, cariñoso y no entrañaba peligro, una vez que se sintió confiada y cuidada por un hombre, todos los deseos reprimidos se desataron incontrolables. Me preguntaba de todo y quería experimentar todo.

Su sexualidad se expresó abierta y volcánicamente. Sus besos pasaron de piquitos a labios cerrados a comerme la boca y recibir mi lengua con pasión y cariño, su renuencia a involucrarse en la actividad sexual dio paso a una hembra hambrienta de sexo, de caricias, de juegos y de nuevas sensaciones. Parecía una adolescente que se inicia en el sexo y quiere devorarlo todo y aprenderlo todo.

Cada vez que me mamaba la pija era como si estuviera poseída en la devoción a una deidad a la cual le ofrendaba todo su fervor. Ponía un esmero puntilloso en aprender cada tacto, lamida, beso o caricia a la cual mi pene respondía tensándose y en poco tiempo se convirtió en la mujer que me ofreció el mejor sexo oral de mi vida, a la vez que me miraba como una puta golosa mostrándome en forma evidente como disfrutaba de hacerlo. Cuando supo que a mí me gustaba mucho, le encantaba hacerme acabar en su boca para mostrarme después como se tragaba mi semen para volver a lamerme hasta limpiarme el miembro de leche.

Cada posición en la cual intentaba colocarla encontraba de parte de ella una rápida respuesta, abiertamente decidida a dejarse llevar y darme todos los gustos que me complacieran. Es adecuado decir que yo hacía lo mismo con ella. Todas las variantes, todos los juguetes, todos las implementos que aportaba para el juego sexual eran recibidos complacientemente de su parte.

Un mes después de nuestro primer coito y después de una intensa sesión de sexo, me preguntó porqué nunca había intentado con ella el sexo anal. Le expliqué que tenía temor que le costara y pudiera volverla a cerrar. Me confesó que si, que tenía terror a esa práctica porque siempre lo había sentido violento y doloroso. Su marido lo hacía por la fuerza y una sola vez después de separarse lo intentó y también se sintió forzada sin disfrutarlo.

-“¿Se puede hacer de manera suave y placentera o siempre duele?.

-“Laurita, hay mujeres que les cuesta mucho y tienen que soportar un inicio de dolor para después disfrutarlo, hay otras que lo gozan de entrada y existen quienes no pueden pasar el umbral del dolor y no pueden realizarlo. Por eso es algo para encarar con paciencia y ternura, esperando el tiempo necesario para que la dilatación que produce el deseo permita que la penetración sea suave e indolora. Quizá tengamos que intentarlo dos o tres veces antes de poder hacerlo, o no, o quizás no logremos hacerlo. ¿querés probar?”.

-“Si, tengo amigas que dicen que lo disfrutan más que otro tipo de sexo y con vos estoy tranquila en cuanto a que me vas a cuidar”.

-“Ok. Entonces intentemos, dejame guiarte y, si sentís dolor me avisas y paramos”.

Empecé por besarla y mimarla, besar sus pechos y jugar con mi mano en su conchita, bajar a lamerla y jugar con mis dedos en su vagina hasta que sentí como se iba calentando. Usé un vibrador apoyado en su clítoris mientras chupaba sus pezones hasta llevarla cerca del orgasmo. Volví a lamerla y besarla mientras con mis dedos llenos de lubricante, incursionaba en el anillo de su ano. En los primeros momentos se cerró, instintivamente. Pero de a poco se fue aflojando. Me llevó largos minutos y muchas caricias para poder introducir la punta de mi dedo. Lo dejé allí mientras mis chupadas y lamidas la llevaban a una acabada.

No saqué mi dedo mientras, con más caricias y juegos, volvía a sentir que se movía al compás de los estímulos. Saqué mi dedo y fui introduciéndole en el ano, suave y delicadamente un dildo especial para iniciar un culito. Cuando el mismo entró hasta la mitad, le apliqué el vibrador mientras seguía con mi boca en su conchita. Empezó a tensarse y apretar mi cabeza contra su pelvis a la vez que el dildo entraba cada vez más hasta tenerlo todo dentro. La hice poner boca abajo y, mientras con una mano la masturbaba, con la otra jugaba con el dildo en su cola. Después le saqué despacio el juguetito, la puse de lado, me acosté tras ella y le apoyé la punta de mi pija en ese agujerito ya bastante dilatado.

El brazo que pasaba bajo su cuello fue a tomarle un pecho y masajearlo mientras le decía al oído que me tenía muy caliente y que tenía muchas ganas de disfrutar con ella su culito. Que sintiera como me tenía la pija al palo en la puerta de su colita. Que era la putita más deseable que conocía y que tenía ganas de penetrarla toda. En medio de eso, de golpe, la cabeza de mi pene entró en su cola y ella dio un respingo, un gemido y se quedó quieta.

-“¿Te duele Laurita?”.

-“No mi vida, me sorprendió y hubo una leve sensación de dolor, pero ahora ya no. ¿entró toda?”.

-“No mi amor, solo la cabecita, pero el resto es una cuestión de paciencia, tu colita se tiene que abrir sola”, le dije a la vez que la besaba y la acariciaba. “Sos mi putita divina Laura y tenés un culito hermoso.”.

De a poco, muy lentamente y con todo el cuidado de esperar que su culito me permitiera entrar sin presionar, fue penetrando mi pene hasta estar totalmente dentro de ella. Nos quedamos quietos un momento y le dije que ella se moviera cuando se sintiera a gusto. Al rato empezó suavemente a mover su cola para sacar y meter muy lento y muy poco mi miembro. Pero este ritmo se fue intensificando y terminamos cogiendo con todo, saliendo casi entero de su cola para volver a entrar mientras ella se acomodaba para recibirme.

-“Me gusta, me encanta tu pija en mi cola. No pares. Cogeme todo el culo, haceme tu puta. ¡Dios!”, dijo a la par que se encorvaba y gemía en un intenso y fuerte orgasmo.

Cuando se repuso, le di un beso en la nuca y le pregunté si lo había disfrutado. “Mucho”, me dijo. Que no creía posible que el sexo anal diera tanto placer y que maldita la suerte de no haberme conocido antes.

-“Me parece fenómeno, no solo porque pienso disfrutarlo muchas veces, sino porque aún no acabé y pensaba seguir cogiéndote ese culito divino que tenés”.

No dijo nada, se dejó llevar por el peso de mi cuerpo acostándose boca abajo, alzó la cintura a mi indicación para ponerle una almohada que levantar su cola, me subí a su espalda y empecé a culearla en forma intensa y fuerte mientras ella se contorsionaba abajo mío, sus manos se agarraban como garras a las sábanas y levantaba más su cola para que la penetración sea mayor. Los dos acabamos entre gemidos, jadeos y gritos ahogados.

-“Me llenaste el culito de leche. Me encanta sentir como te volvés loco dentro de mí. Esta lo vamos a repetir muchas veces, ¿no papi?”

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