Recibí a mi sobrina como de costumbre, un fin de semana, es una chica de piel morena, alta, con senos enormes y una vagina que sabe a gloria, tiene 23 añitos… Sí, se imaginan lo correcto, es mi amante desde hace poco tiempo cuando descubrí que no era una santa como todos creían.
Llegó a mi casa un sábado por la tarde, vestida de manera provocativa, con una blusa que solo cubría su pecho, una falda de cuero bastante corta y un hilo debajo de toda esa belleza. No perdimos tiempo, llegó, nos dimos un abrazo, me dijo que me extrañaba y me pidió la bendición de una manera perversa, con una mirada pícara y enseguida puso su mano en mi paquete.
La tomé del cuello y le dije: “te voy a preñar, te voy a dar duro”, (la verdad no habría penetración, pero somos muy vulgares cuando tenemos nuestros encuentros), a lo que ella sonrió, soltó todo su cuerpo y dejó que la tirara en la cama.
Me acerqué colocándome encima de ella, sin sentarme completamente para no lastimarla, bajé el cierre de mi pantalón y saqué mi pene, estaba duro, velludo y olía muy fuerte, no tenía pensando tener sexo pero todo llegó de sorpresa (al menos ese día no la esperaba en casa), luego, ella excitada extendió uno de sus brazos, tomó mi pene y comenzó a masturbarlo suavemente, rozando sus dedos por mi glande que estaba babeando, y yo, sin dudarlo me acerqué más, abrí su blusa rompiendo los botones, y quedaron sus enormes pechos descubiertos, los apreté y acaricié, ¡estaban tan blandos!…
Luego, empecé a mamarlos uno por uno, ella gemía y yo no podía detenerme, así que usé una de mis manos para introducir mi dedo en su vagina que ya estaba mojada y demasiado tibia, pasaba mi dedo por el borde de su clítoris, y variaba entre eso y meter el dedo en su interior mientras hacía movimientos circulares, eso la excitaba tanto que sus piernas comenzaron a temblar y se orinó, no paraba de gemir y de vez en cuando me decía que no parara, que quería seguir viniéndose mil veces de esa manera.
Aún, ella sostenía mi pene que estaba a punto de explotar por la masturbación que desde hace un rato estaba recibiendo por sus tiernas manos.
Pasaron unos minutos y de tanta estimulación y con ayuda de palabras obscenas, llegó nuestro momento de orgasmo, comencé yo, cuando al sacar mi dedo de su vagina me lo llevé a la nariz, y olí sus fluidos, en ese instante la señal llegó a mi cerebro y mi pene no aguantó más, me vine sabroso sobre la mano de mi sobrina, y parte del semen caliente cayó sobre su ombligo, mientras que ella al sentir mis fluidos aprovechó para masturbarse usando dos de sus dedos, y masajeando su clítoris logró venirse. Mientras sus fluidos salían de su vagina y ella se retorcía de placer, yo mamaba sus senos sin pausa.
Cuando ambos terminamos de descargarnos, nos relajamos, nos arreglamos la ropa como pudimos y nos quedamos acostados uno al lado del otro, viéndonos sin decir ni una sola palabra, mientras nos tomábamos de la mano, temerosos y con muchos pensamientos de arrepentimiento en nuestras cabezas porque sabíamos muy bien que teníamos ganado el infierno.