Mi vida como sumisa. Complaciendo a mi amo con sexo oral

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Según las indicaciones de mi amo, entré al salón avanzando a cuatro patas como la perra que soy, con las pinzas apretadas en los pezones, un collar de perra en el cuello, el “plug” en el culo y en el coño, un vibrador controlado por él. Me acerqué a mi amo, que se encontraba recostado en el sofá y me puse de rodillas entre sus piernas abiertas, admirando su presencia con un pantalón negro de traje, una camisa blanca y unos zapatos a juego con el traje. Al ver que le estaba comiendo con la mirada sonrió arrogante, disfrutando de la vista con su puta a sus pies, a la espera de sus órdenes.

Me ordenó chuparle la polla hasta que se corriera en mi boca; me incorporé y, con mis manos, empecé a desabrocharle el botón del pantalón, luego la cremallera y, finalmente, deslizando su pantalón por sus piernas con dirección al suelo, dejé su polla a mi alcance. Empecé a pajearle con mi mano mientras lamía la punta; al sentir su sabor gemí y, sin poder aguantar, me la metí entera en la boca y empecé a mamársela lentamente.

De repente, el vibrador se encendió, haciéndome temblar y gemir como una puta necesitada, deseando complacerle con la esperanza de que me dejara correr, aunque en el fondo deseaba que me torturara y me hiciera sufrir. Intentando ignorar la vibración, me la metí hasta el fondo, ahogándome con su polla y babeándola toda hasta que tuve que separarme para respirar. Mientras jadeaba en busca de aire, empecé a tocarle los huevos y la polla simultáneamente, sintiendo cómo su polla crecía en mi mano; sin apartar mis manos de aquel irresistible trozo de carne, reinicié la mamada.

Al cabo de unos minutos, aumenté el ritmo y empecé a metérmela cada vez más al fondo, al punto de ahogarme con cada embestida; pareció gustarle, ya que le escuché gemir un poco y subió la vibración al máximo. Temblando de necesidad y chorreando el suelo con mis fluidos, traté de contener mi orgasmo mientras continué ahogándome con su polla, al tiempo que le miraba a los ojos con lágrimas y babas chorreando de mi cara.

A este punto, mi cabeza se movía de manera descoordinada, lo que molestó a mi amo, porque tomó la correa y tiró con fuerza pegándome a él hasta casi no poder respirar; me agarró del pelo y empezó a follar mi boca con agresividad, como si de un juguete se tratase, atragantándome con su polla. Yo no podía parar de gemir, temblando de necesidad por como me usaba, sumado a las vibraciones que me volvían loca; me dejé llevar, me era imposible pensar correctamente.

Transcurrió un tiempo en la misma dinámica, él follaba mi boca mientras me decía lo buen objeto que era, recordándome su prohibición para correrme. Sin poder evitarlo, gemí más fuerte a causa de su trato humillante, intente apartarme para respirar, pero él tenía otros planes, me agarró con fuerza y me follo violentamente la boca mientras me ordenó masturbarme rápidamente el coño; así lo hice, mientras la necesidad de esta perra por correrse aumentaba vertiginosamente, conteniendo el intento de orgasmo que llevaba tiempo al borde del clímax, queriendo estallar.

Viendo cómo sufría, llorando de necesidad, retiró su polla de mi boca y se corrió en toda mi cara, dejándome con restos de semen, caliente y espeso, cayendo desde mi frente hasta la barbilla, por mi pelo, ojos y tetas, en una asquerosa mezcla de babas y lágrimas. Una vez satisfecho, me ordenó parar la masturbación, aunque el vibrador seguía encendido a su máxima velocidad; su siguiente orden, no limpiar nada de mi cuerpo, quedé sorprendida, pero no tenía ninguna alternativa, más que acceder a sus deseos como mi único dueño y señor, con todo el derecho de hacer conmigo lo que desee.

Caía la noche y, con ella, la hora de dormir; me metió en la jaula y me ató cada rodilla a un extremo para asegurarse de que no pudiera cerrar las piernas, las manos, a su vez, las ató junto con las rodillas. Retiró las pinzas de mis pezones y las reemplazó por crema vibradora, creando una necesidad incontrolable en mis pezones y en mi clítoris. Finalmente, me puso la mordaza, ordenándome no hacer ruido durante la noche; riéndose de mi situación, me dejó atada en la jaula con el vibrador y la crema con una irónica y humillante despedida: descansa como puedas.

Con sus pasos alejándose de mí, aumentó mi desesperarme por la vibración en mi coño, retorciéndome y tratando de tocarme para aliviar la tortura, algo claramente imposible a causa de mis ataduras. Sin darme cuenta, empecé a gemir cada vez más fuerte, un gran golpe en la jaula me sobresaltó, recordándome de inmediato que debía callarme ya.

Larga noche, pues no pude dormir absolutamente nada, estuve toda la noche temblando de necesidad, llorando y retorciéndome, cuando no de placer, por dolor.

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bbsumisa
Feliz objeto de mi dueño. Estoy aquí para hacer lo que me gusta y para compartir con mis lectores un poco de mi felicidad en forma de relatos.

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