La historia que vamos a contar nos ocurrió hace algunos años, cuando apenas empezamos a salir con José (mi actual marido). Fue una de las primeras vacaciones donde nos fuimos juntos. Alquilamos un departamento en la playa, de un dormitorio. Unos días antes de salir rumbo a ese paraíso me hablo con mi amiga Elena, que hacía mucho no lo hacía y me contó que estaba bajoneada por la separación con su marido.
Mi relación con ella era buena, pero últimamente no nos veíamos muy seguido. Mientras charlábamos le conté que nos íbamos a la playa con José. Ella me cuenta que le encantaría ir, pero no tiene con quien. No me quedo otra, que decirle si quería venir con nosotros. Suponiendo que iba a decir que no. Que era un viaje de pareja, se negó al principio fue como un alivio para mí, pero después de un rato me dice que si no molesta vendría con nosotros. Que ella no molestaría que hagamos todo lo que teníamos que hacer. Ella me conoce bien, sabe lo que me gusta coger. Aun así, me jodió porque con Elena allí no podría comportarme como siempre.
Le comento enseguida a José, a él no le gustó mucho la idea. Pero le aclaré que no me quedo casi opción más que invitarla. Comenzamos a buscar una habitación para ella y en esos días los pocos hoteles y departamentos que se ofrecían en ese pueblito alejado estaban ocupados. La llamo diciéndole que no conseguíamos lugar para ella y que nuestro departamento era chico, pero tenía un sofá que se convertía en cama. Pensando que iba a decir que no iba a venir. Toso lo contrario, acepto dormir ahí, aclarando que nosotros podíamos hacer nuestra vida como si ella no estuviera.
José se enojó un poco, -Se ha acabado andar desnudo y coger en todo el departamento, me dijo. Y para colmo tendré que cargar con ella.
Él sabía que Elena es tímida, no tiene fama de ser putona, de cuarenta y cuatro años a la que nunca se le había conocido novio más que su marido. Cuando hablamos de sexo, Elena se ponía colorada y cambiaba de tema.
Pero volviendo a ese día, por mucho que intentó José hacerme ver que además de jodernos las vacaciones, Elena se aburriría al estar sola. Y tuvimos que hacernos a la idea de pasar esos días con ella.
Tal y como habíamos quedado, en la fecha, salimos con ella rumbo a la playa. Como a ella no le apetecía conducir en cuanto metimos nuestro equipaje, me dio las llaves de su coche diciendo:
-¿Quieres conducir? Estoy muy cansada.
-Ok, dice José.
Mientras ella se sentaba en el asiento de atrás y yo de copiloto. Ya preparados, nos pusimos en camino. No tardamos en comprobar que Elena no había mentido porque al rato se quedó dormida.
El viaje se tarda unas cuatro horas sin incluir paradas y viendo que no iba a obtener conversación de ella. Con ella roncando a pierna suelta y aunque había mucho tráfico, llegamos a la primera parada en menos de dos horas y como nos había pedido parar para almorzar, directamente me salí de la autopista y entré en la estación de servicio.
Antes de despertarla, José la quedó mirando. Eso le permitió observarla con detenimiento sin que ella se percatara.
-Para su edad está buena, dijo después darle un buen repaso y comprobar que la naturaleza le había dotado de un buen lomo.
En ese momento fue cuando realmente José empezó a verla como mujer ya que hasta entonces Elena era una más de mis amigas, pero ese día José notó que esa ingenua mujer era dueña de un cuerpo atractivo para cualquier hombre. La confirmación de todo ello vino cuando habiéndola despertado, entramos al restaurante y unos hombres presentes en el local nos quedaron mirando embobados nuestros culos, mientras José los miraba y escuchaba lo que comentaban de nosotras.
Ella que ni se había fijado en las miradas que nos echaban, proseguí diciendo: -¡Te están comiendo con los ojos esos tipos!
Al mirar hacía ese lugar y comprobar mis palabras, se puso tensa y totalmente colorada, me rogó que me pusiera de modo que tapara a esa tropa de salidos. Cómo es normal, obedecí y colocándome de frente a ella, llamé al camarero y pedí nuestras consumiciones.
Mientras nos las traía, Elena seguía muy dura y se mantenía con la cabeza gacha como si eso evitara que nos siguieran mirando. Mientras José se reía y le decía a cuál elegiría. Esa actitud, ratificó punto por punto su timidez.
Alucinado porque esa mujer hubiese malinterpretado la situación, me tomé unos segundos antes de contestar:
-¿Eres tonta o qué? Le digo. No te das cuenta que nos están mirando porque los calentamos con nuestras piernas al aire.
Mi respuesta la descolocó.
Fue entonces cuando asumiendo que necesitaba que alguien le abriera los ojos y sin recapacitar sobre las consecuencias, contesté:
-La gran mayoría de las mujeres desearían que las miraran así. Esos tipos te están devorando con los ojos porque seguramente ninguna de sus esposas tiene unas tetas y un culo como el tuyo.
La firmeza con la que hablé le hizo quedarse pensando y tras unos instantes de confusión, sonriendo me contestó:
-Gracias, pero no te creo que sea para tanto.
José le toma la mano y le dice: -No te ha mentido. Si no fueras amiga de Lau, intentaría yo levantarte un día.
En ese preciso momento esa mujer, que sin percatarse que bajo su vestido involuntariamente sus pezones se le habían puesto duros. El tamaño de esos dos bultos fue tal que José no pudo disimular quedarse embobado mientras pensaba:
-¡No me puedo creer que nunca me hubiese fijado en sus tetas! Ni en ella.
Fue el mozo quien rompiera el silencio que se había instalado entre nosotros al traer la cuenta. Todos agradecimos su interrupción, ella porque estaba alucinada por el calor con el que la miraba José y yo por el descubrimiento que Elena era una mujer a la cual había que descubrir.
Al terminar ninguno comentó nada y hablando de temas insustanciales, nos montamos en el coche sin ser enteramente conscientes que esa breve parada había cambiado algo entre nosotros.
Mientras manejaba a José se le notaba una leve erección en su bermuda. Mientras pensaba si Elena se ha dado cuenta de cómo le miraba las tetas.
Durante el resto del camino Elena se mantuvo casi en silencio como rumiando lo sucedido. Solo cuando ya estábamos a punto de llegar, salió de su mutismo y como si no hubiéramos dejado de hablar del tema, nos preguntó:
-¿Por qué ningún hombre se ha acercado desde que estoy sola?
Como su pregunta me parecía una solemne idiotez, sin medirme, contesté:
-Tienes ese cuerpazo, ¡Muéstralo! ¡Olvídate de vestidos cerrados y ponte un escote! ¡Verás cómo acuden en manada!
Confieso que nunca preví que, tomándome la palabra, me soltara:
-¿Tú me ayudarías? ¿Me acompañarías a comprar ropa?
La dulzura, pero sobre todo la angustia que demostró al pedirlo, no me dio pie a negarme y por eso le prometí que, al día siguiente, la acompañaría de compras. Lo que no me esperaba que Elena contestara:
-Es temprano, ¿Por qué no hoy?
Al mirar el reloj y descubrir que tenía razón, contesté:
-De acuerdo. Bajamos el equipaje en el departamento, y te acompaño.
Su sonrisa hizo que mereciera la pena perderme esa tarde de playa, por eso no me quejé cuando habiendo descargado nuestras cosas y sin darme tiempo de acomodarlas en mi habitación, me rogó que fuéramos a un centro comercial y así tener más tiempo para elegir.
-¡He despertado a la bestia! exclamé al notar la urgencia en sus ojos.
Elena soltando una carcajada, dijo:
-He decidido hacerte caso y cambiar. Salimos hacia el pequeño centro comercial que hay en el pueblito, donde compramos cuatro de vestidos para la ocasión, cortos y escotados, dos bikini con la parte de abajo bien diminuta y con una tirita que se enterraba en la cola de Elena y para el final entramos a una tienda de lencería, donde la vendedora nos ofrece unos conjuntos con unas tangas muy chiquitas, transparentes, con solo un hilo para tapar la cola, con cara pícara, me pregunta:
-¿Qué te parece o es demasiado atrevido?
-Seguro que van a quedar estupendas.
Entró al probador para medirse una y me llamó para que de la aprobación. Entré en el pequeño habitáculo para encontrarme a una mujer con solo ese diminuto conjunto transparente.
Confieso que me quedé obnubilada al contemplarla, mirando esos pechos y esa cola que comía todo el hilo, no pude más que mostrarle mi asombro diciendo:
-¡A cuantos vas a coger con esto!
La burrada de mi respuesta, la hizo reír y mientras me echaba para afuera, la escuché decir:
-¡Salí tonta, que decís!
Por su tono descubrí que no se había enfadado por mi exabrupto, de cierta manera se había sentido halagada con esa muestra tan soez de admiración.
Al salir ratificó que no le había molestado tomándome del brazo y con una alegría desbordante, ya en el coche, comentó entre risas:
-Creo que me he pasado. Me he comprado cuatro vestidos, un par de conjunto de lencería y un par de bikinis.
-No, te lo mereces. Vas a ver cuántos hombres se te van a acercar.
La felicidad de su rostro mientras recorríamos el pueblo de regreso al departamento, me puso de buen humor y momentáneamente me olvidé de la amistad que nos unía, llegando al extremo de posar mi mano sobre su muslo. Al darme cuenta, la retiré lo más rápido que pude, pero entonces Elena protestó diciendo:
-Eee, no seas toquetona.
La naturalidad con la que lo dijo, me hizo conocer que quizás nunca había sentido sobre su piel la caricia de una mujer.
Nada más cruzar la puerta, estaba José tirado en la cama esperándonos. Comimos algo y nos fuimos a dormir temprano, por el cansancio que teníamos. Precio a dormir José me cogió despacio para intentar que no escuche Elena que estaba acostada en el sofá. En mi orgasmo apreté los labios para que no salgan mis gemidos y menos mis gritos típicos. Pero seguro que algo escucho, porque la cama crujía en cada empellón que me daba.
A la mañana, al despertar nos tenía el desayuno preparado. Yo me levanto en tetas, con una tanga y José con su malla. Ella estaba con un pareo semi transparente y una de los bikinis nuevos debajo. José al verla de le exaltaron los ojos, y me imagino su mente.
-¡¡¡Guauuu, digo, como nos levantamos hoy!!!
Durante el día estuvimos en la playa, José no le podía sacar los ojos de encima. Cuando nos dejó un rato a solas, le pregunto:
-¿Te cogerías a Elena? Con una sonrisa.
-¡¡¡Claro, que te parece!!! Esta rebuena, nunca la había mirado bien, siempre fue tan insulsa en su manera de vestir que no me llamaba la atención. Pero así bien entangada la veo con otros ojos… Lo que nos causó risas cómplices.
Al llegar la noche, fuimos a un bar a cenar y luego había música para bailar, ella tenía uno de los vestidos, le quedaba sensacional, sexy y seguro me imagine que llevaba una de las tangas nuevas. Entre charlas, nos dice:
-Ustedes hagan como si yo no estuviera, no nos quiero incomodar.
José le responde: -Si no estuvieras yo andaría en bolas todo el día… jajaja
-Bueno eso tal vez no le guste a Lau, dice.
-Para nada, digo. La que no queremos que esté incomoda sos vos.
José me susurra al oído: -Vamos que te quiero coger fuerte esta noche.
Volvimos al departamento caminando, con unas cuantas copas encima, ella se quedó como para darnos tiempo de coger tranquilos. Pero nos demoramos en otro bar. Al llegar empezamos a coger con todas las ganas acumulada que teníamos, fue uno de esos polvos hermosos, donde solté con todas las ganas mis gemidos, mis gritos, sin darnos cuenta que Elena había llegado y claramente escucho todo.
Al darnos cuenta, José me pregunta suave al oído:
-¿Con lo que escucho se estará masturbando? Lo que nos provocó curiosidad.
Al acercarnos a la puerta para escuchar y espiar si había algún movimiento de ella, la encontramos viendo una película por el reflejo del televisor, que estaba en mute. El morbo de espiar que es lo que hacía, nos hizo imaginar que si se estaba masturbando. Sabíamos que nos podía descubrir, pero aun así José necesitaba verla mejor y por eso agachándose, gateó hasta poder verla. Estaba bajo la sabana, pero vio que se tocaba uno de sus senos apretándolo con la mano izquierda mientras la derecha segura estaba en su mojada concha. Enseguida volvimos a la habitación a dormir.
A la mañana siguiente José ya con más confianza y como desafiándola se levanta en bóxer y yo igual que el día anterior, solo con mi tanga. Ella ya había preparado el desayuno y solo tenía la otra bikini nueva.
Al vernos, nos dice:
-¡Que nochecita tuvieron! Jajaja.
-Uy… le digo. No te escuchamos llegar. Perdón, pero estaba en lo mejor del polvo. Jajaja
-Ya les dije, hagan como si yo no estuviera, nos dice.
Pasamos otra vez el día en la playa. Cuando José fue solo a caminar y quedamos solas, en una de esas le pregunto:
-¿Te vas a coger a alguien si se presenta la oportunidad?
-Mmmm, no sé, no creo.
-Bueno si no se aparece ese alguien ¿Te cogerías a José?
-Nooo, como crees que te voy a hacer eso Amiga!
-Elena, con José somos abiertos, hemos hecho intercambio con una pareja, y vos me conoces bien, sabes que me cogí a todos los que puede. Y él lo sabe.
Trago saliva, se sonrojo, sonrió, y enseguida cambio de tema.
Llego la hora de la cena, ella estaba en la cocina preparando unas ensaladas. Nada más verla, a José le iba a resultar complicado no babear mirándola porque se había puesto cómoda poniéndose una bata negra de raso, tan corta que apenas le tapaba el culo.
La certeza de que Elena estaba desbocada y que de algún modo intentaba seducir, nos hizo mirarnos con José, mientras él trataba de que no notara la atracción que sentía por ella. Abrí el refrigerador y saqué una cerveza. Todavía no la había abierto cuando de pronto se giró y dijo:
-Tengo una botella de vino enfriando.
Dejando la cerveza, saqué la botella mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Al mirarla, descubrí que ya se había bebido la mitad.
Serví dos vasos. Al darle el suyo, se le abrió un poco la bata dejándome descubrir que llevaba puesto uno de los conjuntos que habíamos elegido esa tarde. Mis ojos no pudieron evitar el recorrer su escote y ella al notar que la miraba, sonriendo me soltó:
-Me he puesto el conjunto que tanto nos gustó-tras lo cual y sin medirse, se abrió la bata y modeló con descaro a través de la cocina la lencería que llevaba puesta.
Por mucho que intentó José no verse afectado con esa exhibición sentado en una silla. Sabía que estaba medio borracha pero aun así bajo en su pantalón su pene salió de su letargo y como si llevase un resorte. El tamaño del bulto que intentaba ocultar era tal que Elena lo advirtió y en vez de hacer como ni no se hubiera dado cuenta, acercándose a mí, dice con voz alcoholizada:
-¡Parece que le gustó a José como me queda!
-¿Tú crees que los hombres se fijarían en mí? Pregunto Elena
Con sus pezones a la vista por la transparencia del conjunto y con la tanga que se descubría a cada rato con la bata. José intentaba aparentar una tranquilidad que no tenía, con voz temblorosa, respondió:
-Si no se fijan es que son maricas.
Ella sonrió al escuchar su respuesta y disfrutando de la parálisis de José, que tuvo que hacer un verdadero ejercicio de autocontrol para no saltar sobre ese par de nalgas que con tanta desfachatez mostraba.
Vamos a vestirnos y vamos a bailar un rato al bar, dijo José. Nos vestimos y salimos. Mientras bailamos los tres se acercó un hombre que la bailoteo un rato. Se la veía contenta y borracha. Mientras José me susurraba al oído que vayamos al departamento que me quería hacer la cola esta noche. A lo que respondí enseguida:
-Claro vamos ya.
Nos íbamos desnudando a medida que llegábamos, al entrar me tira boca abajo en el sofá que dormía ella, y me empieza a lamer el culo, especialmente el ano, intentando penetrarlo con su lengua. Nos dirigimos a nuestra cama dejando la puerta abierta en la calentura, tomo mi gel lubricante, mi vibrador y se lo paso por su verga dura, para que entre fácil. Muy rápido llegue a mi orgasmo con mis tradicionales gritos y gemidos, mientras José me daba chirlos y desparramaba su leche en mi espalda.
Todavía en cuatro patas me doy vueltas y la veo apoyada en el marco de la puerta. La miro y le digo:
-Uyyy, no te escuchamos llegar. ¿Qué paso que volviste enseguida?
Ella se dio media vuelta y se tiró en el sofá. Mientras José desnudo paseo su pija delante de ella y se dirigió al baño para una ducha.
-Era un boludo el tipo este, me invito a su departamento de una. Yo no estoy para eso. Me dijo Elena.
Me senté junto a ella y le pregunté:
-¿No estás caliente? Como para cogerte a alguien.
-Ahora sí, con lo que vi recién. Sonriente con cara de picar y borracha.
-¿Te gustó ver como José me daba por el culo? ¿Te vas a masturbar o quieres que José te coja?
-¡Nooo, que decís loca! contesta rápido.
-Cualquier cosa tengo mis dos consoladores y mi vibrador… jajaja
-Salí de acá loca. Jajaja
Me fui a bañar junto con José que ya había terminado, saliendo y pasando otra vez delante de ella con su pija al aire.
Nos acostamos, y otra vez la duda nos carcomía. Si Elena se iba a masturbar o no… José se duerme enseguida, pero yo demore un rato y vi por la puerta de la habitación que no estaba del todo cerrada que prende el televisor. La curiosidad me consumía. Fui a espiarla, vi que tenía las piernas abierta con las rodillas altas debajo de las sábanas. Con los ojos cerrado, mordiendo sus labios y con una mano acariciando sus tetas.
Me acerque, hasta que abrió los ojos, como para mirar la tele, ahí me vio y se sobresaltó. Yo al mirar la tele vi que era una peli porno. Donde había sexo anal interracial, donde un negro con una tremenda polla se la daba por el culo a una rubiecita flaquita. Antes que diga algo, le dije suave:
-Seguí, dale llega a tu orgasmo. Acaba.
-No, no puedo y menos con vos mirándome. Ahí me contó que le cuesta mucho llegar al orgasmo y que nunca había practicado sexo anal.
-¡Ufff!… No sabes lo que te pierdes, si quieres te presto mis juguetes, con ellos seguro vas a acabar… le dije.
-No, no, vamos a dormir dijo.
A la mañana siguiente, en la cama le cuento lo que paso anoche con Elena, la pija de José explotaba con cada palabra que describía lo ocurrido. Él sube la apuesta y va al baño desnudo, con la pija como una roca. Elena todavía en la cama, despierta, lo ve pasar, hoy no había preparado el desayuno.
José se pone el bóxer, yo la parte de abajo del bikini y ella su bata con solo una de las tangas, desayunamos y partimos como todos los días hacia la playa, durante la tarde charle con ella.
-¿Cómo que te cuesta acabar? ¿Cómo nunca te hicieron una anal? Le pregunte. Porque me había quedado eso dando vueltas en mi cabeza.
-Sí, soy así, tuve pocos orgasmos en mi vida. No sabes lo que te envidio Lau cuando siento como acabas con José. ¡Me vuelvo loca! Y mi ex marido intento muchas veces cogerme por el culo, pero nunca lo deje, por tonta, por miedo al dolor, no sé. Creo que no tenía que haber venido junto con ustedes. A lo mejor por mí no pueden coger todo lo que quieren.
-Jajaja.. Nosotros cogemos, no te preocupes, y a José lo estas calentando mal, no sé si te diste cuenta. Aparte por lo que ocurrió anoche, no te preocupes. Fue mi culpa, no debí interrumpir mientras te tocabas mirando la pija del negro en la tele. Le dije, guiñando un ojo y sonriendo.
La conversación me estaba subiendo la temperatura y le propongo ponernos en toples.
-Nooo, me da vergüenza.
-Dale tonta vamos a mostrar la mercadería. Le digo sacándome el corpiño y dejando mis tetas al sol y mi lado perverso para ver como saldría de esta.
Enseguida unos muchachos se nos acercan y nos gritan: -Lindas tetas y menudo culo tienen tías!
Al alejarse ellos y con la mayor naturalidad del mundo, hizo lo mismo que yo con la parte superior de su bikini. Ya en topless, me miró diciendo:
-¿Es esto lo que querías?
No pude ni contestar porque mis ojos se habían quedado prendados en esos pechos que siendo enormes se mantenían firmes, desafiando a la ley de la gravedad. Sacó la crema solar y se puso a embadurnar sus tetas y yo las mías. Todavía no me había recuperado de la sorpresa cuando escuché:
-Ahí viene José.
Continúa.
Vivir la experiencia como hombre de coger la novia de uno y su amiga es algo inigualable es un trío soñado y más si sacan su lado lésbico 😈😈😈
Muy lindo relato.
He tenido una experiencia similar a la tuya..
Cuando mí amiga se acercó mucho a mí pareja también llamado José, sentí celos.
Luego todo fluyó y el la cogió.
Ella lo negó pero tengo la certeza que también le entró por el culo. ( Era casi diario hacerlo conmigo .
Belu