Mi hermana me provoca todo el día y al final la estreno el culo

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Mi hermana me provoca todo el día y al final la estreno el culo
Mi hermana me provoca todo el día y al final la estreno el culo
Tiempo de lectura: 8 minutos
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Relato

Desde que mi hermana Laura y yo regresamos de Veracruz, donde cometimos el pecado de follar por primera vez, y luego repetimos en el jardín de casa, mis ojos no la ven como a una hermana, sino como un objeto de deseo. Ella me ve ligero de ropa y no se la nota, pero yo la veo en bragas o bikini por la casa, y me cuesta disimular las erecciones, todo el rato pienso en joder con ella.

Nuestros padres trabajan todo el día fuera de casa, y el riesgo a que nos pillen es nulo. Esto es una ventaja, pero también un inconveniente. Llevamos casi una semana follando a diario, y Laura piensa que se está convirtiendo en rutina, en algo fácil y habitual porque las posibilidades son muchas.

Que no haya vuelto a ponerle la mano encima a mi novia, carga de razón a Laura. Mi novia me encanta, está incluso más rica que mi hermana, pero el morbo que Laura me provoca, es mucho mayor.

Discutimos el asunto un buen rato, sin ponernos de acuerdo. Entonces ella me recordó lo ocurrido el día anterior, cuando fui a su dormitorio con ganas de echar un polvo. Eran las once del mediodía, ella apenas se había desperezado y no tenía ganas, pero accedió porque me puse muy pesado y no quería que me sintiera rechazado. Para evitar este tipo de situaciones, propuso el reto de ponerlo difícil, de llevarnos a tal punto de desesperación, que follar se convirtiera en todo un acontecimiento.

No me quedó muy claro lo que pretendía decir. Lo supe el día siguiente.

Fuimos con la pandilla a pasar el día en la playa. A la hora de comer en el chiringuito, mi hermana pasó todo el rato charlando con el amigo que tenía a su derecha. Yo estaba sentado con mi novia frente a ellos, viendo como Laura reía con cualquier comentario del otro. Esto me mataba porque no sabía lo que hablaban.

En un momento dado, mi hermana fue a los aseos. Yo la seguí con la misma excusa y esperé a que saliera.

-Si tengo celos de que lo pases bien con otro, ¿podría llamarse morbo? -pregunté fingiendo la sonrisa.

Laura rio con ganas.

-Yo lo llamaría estupidez más que morbo -respondió mirándome con ojitos burlones -. Morbo es esto, si eres capaz de contenerte -añadió antes de ponerme la mano en el paquete y apretar. Por un momento pensé que me cascaba los huevos.

Se fue sin más, soltando risitas a medida que se alejaba.

Más tarde, mientras todos nos bañábamos, Laura vino a mí con aire misterioso.

-¿Ves aquellas rocas? -Las señaló con el dedo y yo asentí con la cabeza-. Pues allí me gustaría que me follaras ahora mismo, pero no es posible porque todo el mundo nos vería.

¡Joder con la morbosa! Ya tenía claro en mi mente lo propuesto el día anterior.

Esperé pacientemente el momento oportuno para responder a sus provocaciones. Lo hice cuando todos salieron del agua menos ella, mi novia y yo. El agua nos llegaba por el cuello y aproveché la ocasión para abrazar a Laura por la espalda, fingiendo que jugaba a sumergirla. En medio del forcejeo, la cogí de los pechos y los sobé. Luego saqué la verga del bañador, tomé su mano y forcé que me la tocara.

-Esto es lo que te pierdes por calentorra -le dije al oído.

Dejé de retener la mano y ella no la retiró.

-No recuerdo que la hayas tenido tan dura y grande como hasta ahora -dijo ella mientras la acariciaba-. Si nos damos prisa, llegamos a casa antes que los papás.

Reí con ganas y le recordé que habíamos llegado con los demás, que no sería educado irnos por nuestra cuenta, tampoco responsable, porque mi novia me la cortaría si la dejaba plantada.

Nuestros padres ya estaban en casa cuando regresamos.

A eso de las nueve, mi padre veía las noticias en la tele y mi madre preparaba la cena en la cocina. Laura y yo coincidimos en el pasillo de la planta superior, donde se ubican los dormitorios.

-Ya no la tienes tan dura como en la playa -dijo al plantarme la mano en la verga. La retiró, la introdujo entre mi pantalón corto, comenzó a masajearla despacio y añadió-. Ya va creciendo, tal y como me gusta. Te la comería ahora mismo -hizo una pausa al escuchar los gritos de mi madre desde la cocina-, pero mamá me reclama. La he dejado a medias con lo que hacíamos, solo por ti, porque me moría por jugar un poquito con tu juguetito.

¡Hija de la grandísima…! La muy zorra me la había puesto dura de nuevo, pero esos diminutivos finales fueron la estocada final. Me encerré en mi dormitorio con intención de hacerme una paja, pero nuevos gritos de mi madre anunciaban la cena. Lo dejé pendiente, mamá se pone muy tonta si nos retrasamos.

El suflé ya se me había bajado al terminar la cena. Laura quedó tumbada en el sofá viendo la tele con mi padre y yo fui a mi dormitorio. Rato más tarde recibí un mensaje de Laura por whatsapp. Preguntaba dónde estaba y qué hacía. Le dije la verdad, que estaba en mi cuarto buscando motivación para pajearme.

Laura no respondió. La pantalla tampoco indicaba que estuviera escribiendo. Me mataba la espera. Lo hizo un par de minutos después, ordenando que dejara las manos quietas, porque se moría por comerme la polla. Añadió que la esperara en el cuarto de baño.

La vi llegar por el pasillo andando de puntillas, entró en el aseo y se puso en cuclillas apoyando la espalda en la pared.

-Es improbable a estas horas, pero vigila por si sube alguno de los dos -dijo cuando me bajaba el pantaloncito y el slip.

Yo saqué la cabeza del marco de la puerta mientras ella me cogía la pija con las manos.

-Me muero por follar ahora mismo -dijo Laura entre lengüetazo y lengüetazo en el capullo-, pero es peligroso habiendo moros en la costa.

La engulló varias veces, luego volvió a lamer el glande y le dedicó varios besitos suaves. Pero Laura es morbosa y provocadora, de las que no saben estar calladas.

-Lo que se está perdiendo tu novia -dijo la muy golfa, con cierto recochineo-. Ahora debe estar metiéndose una zanahoria, una banana o puede que una berenjena, porque seguro que tiene el coño como la boca de un tiburón.

-Creo que estás obsesionada -dije entre jadeos, sujetando su cabeza para que tragara la polla por completo-. Tiempo atrás ni te acordabas de ella.

-Tiempo atrás no tenía que compartir esto con ella -respondió cuando dejé de forzarla contra mí.

Yo no tenía ganas de conversación. Empujé su frente hasta que la nuca apoyó contra la pared, quedó inmóvil y comencé a follarle la boca, procurando hacer el menor ruido posible, solo se escuchaba un leve chapoteo en su boca.

-Es suficiente por ahora -dijo la muy cabrona cuando me faltaba poco para correrme, y se puso en pie con intención de marcharse.

La retuve empujándola contra la pared.

-Me tienes hasta los mismísimos -dije enrabietado.

La hice girar forcejeando con ella, le bajé la braga del bañador y tanteé la entrada del coño con la polla en la mano. Ella no protestó.

-De aquí no te vas de rositas -aseguré antes de penetrarla repetidamente.

Ella controlaba el volumen de los gemidos, pero nuevamente atormentaba mis oídos con su verborrea. Sin venir a cuento, giró la cabeza, me miró a los ojos y preguntó:

-¿Tu novia te deja darle por el culo? Yo nunca lo he probado, pero dice mi amiga Mariloli que es lo más de lo más.

-Mi novia no se deja, pero, ya que le gusta tanto, tendré que probar con la tal Mariloli.

Laura contuvo la risa y negó con la cabeza, afirmando que prefería que lo hiciera con ella, pero no por las bravas, sino poco a poco.

-Al principio duele mucho -aseguró Laura-, y escucharían mis gritos en el hemisferio sur. Según Mariloli, el ano tiene un tope por el propio proceso biológico, y solo es cuestión de abrirlo un poquito más con ayuda de vaselina o algo similar.

Dejé de follarla porque la referencia escatológica me había bajado la moral.

-Bueno, lo piensas y mañana me cuentas -dijo la muy lagarta y se fue corriendo por el pasillo.

Volvió a escribirme media hora más tarde.

-¿Qué hace mi follador favorito? -preguntaba Laura.

-Déjame en paz, que no soy capaz ni con vídeos guarros -respondí añadiendo emoticonos llorones, cabreados y demonios.

Ella envió un par de corazones, seguidos de caritas sonrientes y un stop. Este último resultaba enigmático. Mientras le peguntaba por su significado, Laura irrumpió en mi dormitorio y me pilló con la pija en la mano.

-Menos mal que llego a tiempo -dijo sofocada. Había subido las escaleras y recorrido el pasillo corriendo.

La mandé literalmente a la mierda, asegurando que ya no quería nada con ella. Pero Laura es insistente y se puso a mi espalda, tras la silla giratoria donde yo estaba sentado. Me abrazó el cuello y trató de lamerme la oreja, pero yo retiraba la cabeza para impedirlo. Viendo que esto no le funcionaba, bajó las manos y trató de cogerme la verga, nuevamente se lo impedí forcejeando. Se marchó con cara de patito enfadado y refunfuñando.

Un rato más tarde, la puerta se abrió y ahí estaba ella. Mi cerebro era incapaz de procesar lo que veían los ojos. Estaba apoyada con el hombro en el marco de la puerta, chupando la punta del dedo índice, apretando los labios y poniendo morritos. El cabello negro lo tenía recogido y se había maquillado, destacando sus preciosos ojos marrones, colorete en los pómulos y los labios, chiquitos y carnosos con forma de fresa, con carmín rojo. Lo mejor de todo es que vestía una camisa abierta, dejando al descubierto la mitad de los pechos desnudos, debajo una braguita de encaje y color burdeos.

Dejó de chupar el dedo, se abrió la camisa con él y dijo con un tonito que, madre de dios qué tonito:

-Si piensas rechazarme de nuevo, ahora que voy con pintas de puta para ti, te juro que salgo así a la calle y me follo al primero que pase.

Me hizo gracia el comentario y su iniciativa me había perturbado. Quise saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar, pero tratándola como lo que parecía.

Me bajé el pantaloncito, volví a sentarme y di un par de palmadas en mis muslos. Ella entendió, se acercó a mí y se arrodilló en el suelo. Entre mis muslos esperó mirándome a los ojos. Le hice un gesto con los míos señalando la verga, la cogí del pelo y obligué a que inclinara la cabeza.

-Ahora quiero que me comas la polla -dije al tiempo que empujaba su cabeza, hasta que los labios rozaron el capullo-. Luego ya veré qué hago contigo.

-Haz conmigo lo que quieras -respondió Laura-. He fregado la escalera y he dicho a los papás que no suban antes de media hora -añadió, dejándome perplejo, antes de engullir la polla.

Pensé que la muy lianta se las sabía todas, pero abandoné este pensamiento cuando empezó a demostrarme su maestría con la boca. Primero me lamió el glande con lengüetazos pronunciados y largos. Sabe que esto me gusta y lo acompañó con breves pero intensas succiones, al tiempo que recorría el tronco, arriba y abajo, con la mano derecha. Luego la tragó por completo y me dedicaba la mejor mamada hasta la fecha. Yo le acariciaba el cabello y me admiraba con los leves vaivenes de su culo perfecto. Lo tenía muy salido respecto a la espalda arqueada, la muy cabrona sabía que se lo miraba. Extendí los brazos y se lo sobé con ambas manos, entonces me acordé de la conversación sobre el sexo anal y le dije con tono autoritario:

-Ahora te voy a follar por el coño, pero quiero terminar probando por el agujerito.

Laura levantó la cabeza y me miró con cierto terror en los ojos.

-¿Tiene que ser ahora? -preguntó con tono ronco.

Sonreí al tiempo que fruncía el entrecejo.

-No es una imposición, salvo que te conformes con follarte al primero que pase por la calle.

Laura recordó su comentario anterior y asintió con los ojos.

La pedí que se arrodillara en el borde de la cama, pero ella se negó, temía que quisiera encularla sin ayuda tras follarla el coño, y propuso hacerlo en su dormitorio, donde tenía algo que podría servir como lubricante.

Cedí, fuimos a su habitación, se quitó la braguita y se arrodilló en el borde de su cama. Me puse detrás de ella, forcé a que abriera las piernas y le fui metiendo la verga en el coño hasta enterrarla del todo. Comencé a follarla enrabietado, motivado porque tenía su espléndido trasero ante mis ojos. Mientras la embestía una y otra vez sin compasión, introduje el dedo corazón en el ano y lo metí y saqué varias veces, luego probé con dos, añadiendo el índice, y ella lo admitía sin quejas, se limitaba a moverse adelante y atrás, a mi ritmo y gimiendo de gusto.

-Saca eso que decías que sirve como lubricante -ordené fuera de control-, que ya tengo ganas de llenarte el culo de leche.

Laura saltó de la cama y tomó del tocador un botecito transparente.

-Es un aceite hidratante -dijo al tiempo que me lo daba-. Es similar al que se usa con los bebés. Creo que servirá para intentarlo.

La volví a joder por el coño al tiempo que abría el botecito, eché un buen chorro en el ano y lo esparcí por la zona.

-Entra muy despacio -dijo Laura-, luego ya veremos.

Me eché otro tanto de aceite en la polla y coloqué el glande en la entrada. Ella me abarcaba la verga echando la mano hacia atrás, controlando la profundidad a medida que yo entraba. Varias veces se quejó con leves gritos, pero aseguraba que de momento todo iba bien, que pasado el glande había superado lo peor. Cuando entré hasta la mitad, quise sacarla para entrar de nuevo, pero ella se quejó amargamente, asegurando que le quemaba, que dolía más al salir. Probamos varias veces con el mismo resultado.

Yo estaba desesperado por correrme y tomé una decisión drástica. Volví a follarla el coño hasta que noté que me iba, la saqué en el momento justo y se la volví a clavar en el ano sin avisar. Ella protestó, asegurando que le dolía, al tiempo que trataba de librarse yendo hacia adelante y yo la sujetaba para evitarlo. No le dio tiempo a más porque ya estaba soltando la leche.

-Eres un cabronazo -dijo Laura conteniendo las ganas de gritarlo-. Te he dicho que pararas.

-Tú me has estado tocando los cojones todo el día, y pienso que estamos a la par -respondí y volví a penetrarla el coño, impidiendo que ella se retirara.

Dejó de intentarlo a medida que el placer se apoderaba de ella, y no tardó en alcanzar el orgasmo poco después. Al menos, sirvió para que dejara de refunfuñar.

Luego, cuando ella se hubo aseado la zona en el cuarto de baño, vino a mi dormitorio vestida con la braguita y la camiseta corta con que duerme.

-A pesar de los pesares -dijo en clara referencia al hecho de forzarla-, para mí ha merecido la pena esperar todo el día.

-Yo también lo he pasado mal por cierta toca huevos -respondí con una sonrisa cómplice-, pero también ha merecido la pena para mí.

Pasamos un rato aportando ideas para sorprendernos en adelante, pero ninguna resultaba seria, estábamos tan felices que solo soltábamos tonterías.

Sin embargo, mientras yo trataba de conciliar el sueño, estuve pensando seriamente en formas de sorprenderla y surgió una con tintes interesantes.

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Laura y Alex
Somos Laura (22 años) y Álex (25 años), hermanos, de madre mexicana y padre español. No hace mucho que mantenemos relaciones, pero nos gusta a pesar de los riesgos que implica. Lo mantenemos en secreto frente a todo el mundo, pero nos excita que los desconocidos conozcan nuestra historia de amor y sexo. Esperamos que disfruten con nuestras historias.

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