No soy muy buena para la informática, la computadora de la casa nunca la encendía; a menos que ya estuviera encendida la usaba. Eso fue hasta hace unos años, chatear se puso muy de moda y mis amigas siempre hablaban de entrar al MSN y charlar con personas de todo el mundo.
Un día me decidí y fui a un ciber café que está saliendo de mi fraccionamiento, en una pequeña plaza comercial. Subí las escaleras y toqué a la puerta, el zumbido del mecanismo para abrir la puerta retumbó en el pasillo y entré. A pesar de parecer pequeño por fuera, ya adentro me di cuenta que en realidad era bastante amplio, por las divisiones que se veían, noté que en realidad eran tres locales juntos, adaptados para albergar muchas computadoras, al extremo final lograba oír los gritos de jóvenes, después supe que esa otra parte estaba destinada a juegos de video.
Al entrar me recibió un joven de aspecto de pocos amigos: alto, atlético, cabello largo rizado, barba de tres días, con una playera de la banda Guns and Roses y jeans negros, el típico joven rockero. Las apariencias engañan, en cuanto estuvo frente a mí, con voz grave pero amable me preguntó qué necesitaba. Le respondí que quería usar una computadora para crear un correo electrónico.
Amablemente me llevó hasta un cubículo desocupado y me dijo que esperará, que activaría la computadora en un momento, antes de que se fuera le expliqué que prácticamente no sabía nada de computación y de nueva cuenta con amabilidad me dijo que él para eso estaba y que me ayudaría en lo que necesitase. Se retiró a su “oficina” y de inmediato la computadora dejó de mostrar la pantalla gris que tenía y mostró la pantalla regular con los iconos característicos. Moví el mouse pero no estaba segura de lo que hacía. Me asomé fuera de mi cubículo y vi que el joven daba la bienvenida a otros chicos, les entregaba sus controles para el juego y los escoltaba al final del local. Cuando pasaron junto a mí le pedí ayuda, me dijo que en seguida volvía para ayudarme.
Llegó a mi cubículo y le dije que no sabía cómo acceder a internet, me mostró tres iconos y me explico que esos tres eran para internet y me dio a elegir uno, le contesté que eligiera el mejor y sonreí. Al fin se mostró el internet y de inmediato le pedí que me ayudara a crear un correo. Asomó la cabeza y me dijo que en ese momento no podía ayudarme del todo ya que estaba solo y necesitaba atender a los demás clientes. Pasaron varios minutos, en los que yo hacía prueba y error, movía el mouse aquí y allá, el internet se hacía pequeño, de pronto dejaba demostrarse.
Poco después lo oí decir en voz alta: “Al fin, ¿Acaso había una manifestación, que les tomó tanto tiempo?” Mientras decía eso varios clientes y yo volteamos, vi que entraban tres jóvenes más, un chico y dos chicas, saludaron al rockero y las chicas entraron a la oficina, el otro chico se fue directo al fondo del local. El rockero entró de nuevo a la oficina y después salió, venía directo a mi cubículo y con una disculpa me dijo que ahora sí me ayudaría. Comenzó explicándome acerca de los distintos servicios de correo, elegí Yahoo! Después le dije que me interesaba chatear y me mostró varias páginas para hacerlo, pero me recomendó como mucha otra gente que no diera datos importantes. Como era una experiencia nueva estuve de acuerdo con él.
Y así pasaron los días, cada que podía iba a darme una vuelta al ciber y charlaba con el rockero, cuyo nombre era Luis*, al conocerlo más tuve cierta confianza hacia él, tanta que incluso le invité a cenar. Su comportamiento amable me encantaba.
Terminamos siendo amigos y cuando me dispuse a comprar una computadora nueva él me asesoró y fuimos juntos a comprarla.
Mientras regresábamos recibió una llamada a su celular: -¿Qué pasó?, no, sólo reiníciala, déjame adivinar, ¿es Don Ponchito? Sí, me lo imaginé. Está bien, ciao. Era del ciber, tengo un cliente que siempre ve pornografía y hace que se congele la computadora-. Dijo riendo mientras me miraba y sonreía.
-¿Hay mucha pornografía en internet?
-¡Jajaja, Adela! No sabía que te interesaba el tema; pero sí, en internet es lo que más abunda.
-¿Y tú las ves?
-Sí, honestamente sí, pero como dije, abunda tanto que aburre rápidamente.
-En cuestión a este tema ¿Qué es lo que nunca te aburre?
-Jajaja, no te voy a responder.
-Vamos, creí que éramos amigos, además no me ofendo ni me espanto.
-Pues… Las medias-. Dijo después de dudarlo un poco.
-¿Las medias?, eso es interesante. ¿Por qué te gustan?
-Siempre me han gustado, desde que era pequeño.
-Está bien-. Sonreí y encendí el radio.
Llegamos 20 minutos después a mi casa, abrió la caja de la computadora; una laptop, comenzó a sacar todo lo necesario y me explicó que iba a dejarla cargando un tiempo ya que era la primera vez que se encendía. Mientras, fue a su local por programas fundamentales y lo más importante para mí, el Office.
En cuanto él salió mandé a mis sirvientas al súper mercado, junto con el chofer, les di una lista larga e instrucciones específicas de lo que debían comprar para surtir la despensa. Así me aseguraba que al menos tendría dos horas libres para lograr lo que se me había venido a la mente. Sin pensarlo dos veces subí a mi habitación, cepillé mi rubio cabello para que estuviera un poco esponjado, me quité la ropa que traía y busqué mi mini vestido negro de una pieza de mangas largas, el cual hace resaltar mis curvas muy coquetamente. Me puse unas pantimedias negras con decorado floral a los costados, eran ultra brillantes. Tacones negros. Volví a cepillar mi cabello mientras contemplaba mi cara en el espejo, un poco larga, me puse rubor en las mejillas, retoqué mis pestañas, mientras lo hacía miraba mis ojos color miel. Acomodé por última vez el vestido y bajé a la sala a esperar a Luis.
Tardó unos quince minutos en ir y venir, cuando llegó abrí la puerta de par en par. Con una pose coqueta lo recibí, subí ambos brazos, arqueé las piernas como si posara para una foto.
Al verme, Luis se quedó paralizado, bajó la mirada y me inspeccionó de pies a cabeza. Jocosamente me preguntó si tenía algún compromiso y sin decir palabra lo tomé de la mano, caminamos a grandes pasos hacia la sala, el sonido de la puerta principal azotándose por haberla aventado de improviso retumbó mientras llegábamos a la sala.
Lo coloqué en medio y me senté lentamente, con las piernas juntas, moviéndolas de un lado para otro, las crucé coqueta y lentamente, alzándolas más de lo normal.
Así sentada, le ordené que se acercara, lo hizo sin pensarlo y después le ordené acariciar mis piernas. Lo hizo lentamente, desde el muslo, hasta llegar al puente de mi pie, el rose de sus manos con el nylon de las medias hacía un lindo sonido, volvió a acariciarme, esta vez en sentido opuesto. Se detuvo en mi pantorrilla y la apretó suavemente, siguió su camino y al llegar al muslo también le dio un pequeño apretón. Después de esas caricias, me quité lentamente los zapatos y acaricié su pierna izquierda con mi pie, sentí el hueso de su espinilla, apreté un poco el pie y se separaron mis dedos enfundados, la costura de la media se expandió, no tenían punta reforzada. Volví a subir, esta vez deteniéndome en su muslo y finalmente llegando a su entrepierna. Sentí su miembro viril, ya estaba erecto y duro, caliente, a pesar de estar escondido dentro de su calzoncillo y sus jeans de mezclilla negra.
Comencé a acariciarlo por encima, lentamente evitando que la media se enredara en la cremallera. Lo hice por unos segundos más y después le ordené que se quitara los pantalones. Así lo hizo, con todo y calzoncillos, de inmediato subí mi otro pie a la altura de su cadera y comencé a acariciar ese pene duro y caliente con ambos pies. Primero estaba apuntando directo hacia mí, lo acariciaba lentamente con los dos pies, aprisionándolo, después bajé mi pie derecho y sentí sus testículos con él, mientras que con el izquierdo acariciaba su pene. Ya estaba más duro y firmemente erecto, esto facilitaba mis caricias que las hacía de arriba abajo.
Pronto comenzó a secretar el líquido pre-seminal. Mojó la punta de mis dedos primero, pero con mis caricias, la planta del pie comenzó a humedecerse rápidamente. De pronto sentí ambas manos de Luis en mis tobillos, juntó mis pies y comenzó a hacer movimientos coitales en mis pies, los aflojé un poco, sentía los fuertes empujones atravesar mis plantas que se iban humedeciendo cada vez más con su húmedo pene. “Penetraba” más lentamente, pero con más fuerza. Dejaba unos instantes el cuerpo de su pene entre mis plantas, después lo jalaba, lo volvía a empujar abriendo mis pies en el proceso. Seguía con ese movimiento cuando de pronto se detuvo, y con unos espasmos, eyaculaba en el puente de mis pies, algunas gotas caían más lejos que otras, la cantidad más grande cayó directo en el peine de mi pie derecho. Me acomodé de manera que pudiera alcanzar mis pies, con un poco de la ayuda de Luis para no caer, comencé a lamer ese semen de mis pies. El sabor agrio y ácido invadía mi boca.
Después de unos momentos de tranquilidad, en los que observaba cómo pulsaba su pene y se tambaleaba de arriba a abajo y a los lados, Luis me tomó por las caderas, subió mi vestido, exponiendo así mi enfundado trasero, lo acariciaba con ambas manos, metió sus manos en mi entrepierna y comenzó a masajear mi intimidad. Lo hacía lentamente, acariciando mis labios inferiores, buscando mi punto débil. Abrí más las piernas para facilitar la búsqueda, frotaba con toda su mano de arriba abajo, el panti no tenía puente de algodón así que sentía muy bien todo el proceso de búsqueda de mi punto débil. Al fin se detuvo y comenzó a estimular mi clítoris, que ya estaba hinchado y mi intimidad completamente húmeda, sentía la frescura que daban mis pantimedias húmedas al colarse la más mínima corriente de aire. Movía los dedos en círculos, frotaba con la mano completa, dejó de hacerlo y sentí su lengua tocar mi intimidad, lamía a través del nylon. Las pantimedias se humedecían más y más. Sentía cómo movía la lengua sin parar, a intervalos distintos.
Terminó de lamer y volvió a agarrar mis caderas, bajó un poco las medias, hasta llegar a los muslos, abrí las piernas lo más que las medias me dejaban y al fin sentí ese miembro entrar lentamente, comenzó lento, penetraba y dejaba dentro el pene unos instantes, peor súbitamente aumentó la velocidad. El golpeteo del choque de sus caderas con mis nalgas inundaba la sala, debo admitir que no suelo gemir mucho durante el coito, pero esta vez lo hice muy fuerte debido al calor del momento. Ese sonido me excitó mucho. Después de varios minutos de perrito, cambiamos a misionero, Luis iba bajando poco a poco mis medias, debido a que no podía abrir muy bien las piernas, al fin las pude flexionar cuando Luis las bajó hasta mis tobillos, pero no las sacó del todo. Tenía las rodillas flexionadas, los muslos abiertos y mis pies tocándose entre sí. Me encantaba sentir ese pene caliente entrar y salir, llegaba hasta mi cérvix estimulándome aún más. Una vez más comenzaba a penetrar fuertemente, a lo que tuve que tomar sus brazos para aminorar el forcejeo que causaba.
Se detuvo y después de un pequeño contratiempo debido a mis medias, pudimos colocarnos en el suelo, é se recostó y yo subí un poco más mis medias, me acomodé de pie y me agaché en cuclillas para poder tener acceso a su pene de nuevo, las medias permanecía estiradas en su vientre. Me senté cuidadosamente, me detuve un momento al sentir su pene hasta el fondo, instintivamente coloqué mis manos en su pecho para mantener el equilibrio y comencé a sentarme rápida y fuertemente. Lograba oír ese húmedo sonido cuando el pene entraba y salía de mi vagina.
Después de diez minutos sentándome sobre ese rico pene, logré llegar al orgasmo, apreté mis manos, los dedos de los pies y tuve deliciosos espasmos en todo mi cuerpo. También Luis llegaba a su orgasmo, sentía los espasmos de su pene dentro de mí.
Estuvimos en esa posición unos dos minutos y al final me levanté, sin limpiarme, subí mis medias y ajusté mi vestido de nuevo, Luis tomó sus pantalones y al fin revisó mi nueva computadora, la cual quedo muy bien equipada.