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Tiempo de lectura: 3 minutos

Comencé a hacer esto dos años después de mi matrimonio ya que desde el principio me aburrí de la vida rutinaria.

Ya que me encanta comprar ropa tengo muchísima de sobra. Un día estaba aburrida, recién comenzaba mi día y decidí ir a un centro comercial para ver las ofertas de verano. Me puse un vestido floral de una pieza debido al calor y sandalias con suela de corcho de correas azules.

Admito que desde la mañana amanecí un poco cachonda y todo el día estuve soñando despierta. Cada que veía una persona atractiva me la imaginaba tomándome a la fuerza, quitando mi vestido exponiendo mi cuerpo semidesnudo y después ultrajándolo sin que yo pudiera hacer algo al respecto. No importaba si fuera hombre o mujer, yo me lo imaginaba.

Decidí pasar toda la tarde paseando; en esos días era muy solitaria, no tenía muchos amigos y los pocos que tenía trabajaban todo el día.

Me dio algo de hambre y fui a comer, pero he de decir que en realidad tomé más agua de lo que comí. Después de comer me puse a leer un libro que había comprado antes pero después de diez minutos me dieron ganas de ir al baño. Busqué el sanitario más cercano. Mientras me lavaba las manos me recordé una de las imágenes que había tenido antes. Pero esta vez imaginaba que un joven que había visto en el área de comida entraba al baño, se acercaba detrás de mí y me comenzaba a acariciar mis senos, alzaba bruscamente mi vestido, bajaba mis pantaletas hasta mis rodillas y frotaba su pene erecto y caliente entre mis nalgas.

Sacudí la cabeza, pero ya estaba tan cachonda que no podía evitar tocarme, cerré la puerta del baño con seguro y me dispuse a complacerme. Primero me aseguré que no hubiera nadie más dentro del baño. Primero me recargué en el lavabo, metí mis manos debajo de mi vestido y froté mi vagina sobre mis pantaletas, las cuales eran blancas de algodón con un coqueto moño azul como único decorado.

Me mojé rápidamente, ahora no sólo pensaba en ese joven frotando su miembro, también imaginaba a una chica guapa que había visto en una tienda de ropa. La imaginaba con el pecho descubierto, sus jóvenes y firmes senos tocaban los míos mientras ella me besaba como si no hubiera un mañana.

Mientras imaginaba eso mis pantaletas se mojaban cada vez más, sentía el fresco contacto de mis jugos que humedecía la tela, mi vagina cada vez se ponía más sensible también. No podía más, hice a un lado mis pantaletas sin quitármelas y comencé a meter mis dedos índice y medio, lo hacía lentamente imaginando que era el joven quien metía su pene en mi vagina. Metí mis dedos lo más profundo que pude, los movía dentro de mí, mientras que con el pulgar estimulaba mi clítoris con movimientos lentos, mientras lo hacía imaginaba que era la chica que me lamía tiernamente.

Ahora estaba completamente excitada, me frotaba contra el lavabo, movía mis piernas lo cual me hacía subir y bajar, movía los dedos más rápido. Me fui a sentar a un retrete, lo hice con cuidado para evitar accidentes, bajé un poco mi vestido exponiendo mis senos, mis pezones estaban duros y erectos, con mi mano libre comencé a masajear mi pezón izquierdo, mientras que con la otra mano frotaba mis labios menores, los abría y cerraba, mis jugos ya habían empapado mis pantaletas.

Estaba por venirme, podía sentir ese hermoso cosquilleo y esa sensación como de orinar mientras frotaba mi vagina de arriba abajo y frotaba mi clítoris también con la otra mano. Poco después al fin el orgasmo esperado llegó, abrí las piernas y las elevé un poco en el aire, apretaba los dedos de mis pies en la suela de mis sandalias, como evitando que cayeran, mis gemidos hicieron eco en el baño vacío.

Lavé mis manos y me puse un poco de perfume para disimular el olor de mi travesura. Pero de inmediato me asaltó una idea, tal vez debido a que aún estaba cachonda.

Me quité las pantaletas empapadas y las hice bolita, las llevaba en mi manó que cerré en un puño. Así, con mi sexo expuesto, aunque sea debajo de mi vestido podía sentir la más mínima brisa gracias a que mis jugos aun humedecían mi vagina.

Decidí dejar mis pantaletas escondidas en un rincón para que algún afortunado las encontrara e imaginara quién pudo dejarlas ahí.

Salí y caminé un rato, seguía con mis pantaletas hechas bolita en mi puño y después de disimular un poco noté una pequeña banca que estaba cerca de un borde lo cual la hacía perfecta para dejar mis pantaletas escondidas entre la banca y la pequeña pared. Me senté y simulé estar cansada, agité mi mano libre con la cual tenía mi libro. Después con un movimiento calculado lo dejé caer entre la abertura y al alcanzarlo con mi otra mano dejé mis pantaletas y recogí el libro.

Puede que no haya sido mucho, pero esa experiencia me hizo tener un nuevo hobby y ¿quién sabe?, tal vez alguien de aquí ha sido el afortunado de encontrar mi regalito y lo ha atesorado desde entonces.

Espero les haya gustado. Les mando muchos saludos.

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