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La aprendiz de puta
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Tiempo de lectura: 17 minutos

Capítulo 1: F/F

Supongo que todos tenemos al menos un amigo “de toda la vida”. En mi caso se llama Paco y creo que lo conozco desde siempre. Quizás somos tan buenos amigos por nuestra diferencia de forma de ser y de comportarnos. El ejemplo más claro seria, supongo, que a pesar de haber cumplido ambos ya los 30, el sigue estando soltero y sin compromiso mientras yo estoy ¿felizmente? casado desde hace unos años.

Digo esto entre interrogantes porque precisamente todo lo que sucedió vino a tenor de la Gran Pelea. Si, así, con mayúsculas. Me imagino que en la vida de todo matrimonio hay al menos una de estas y, si no lo destruye, siempre deja huellas profundas en ambos. Coincidió que la nuestra ocurría solo un par de días antes de que Paco saliera a volar (es mecánico de vuelo de una compañía aérea) a algún remoto país. Y esta vez decidí aprovechar su oferta e irme con el a pasar unos días al quinto pino.

Antes siempre me había negado, pues no veía bien el irme solo con él de juerga a algún país exótico, dejando sola a mi esposa en la casa. Sobre todo, porque todos sabemos que mi amigo aprovecha estas escapadas para hacer “locuras”. Muchas de las cuales conoce mi esposa, aunque la mayoría quedan entre nosotros.

El caso es que esa mañana me embarque con Paco en el enorme avión, pagando solo un mínimo como concepto de seguro, y sin saber ni tan siquiera a donde nos dirigíamos. El país resulto ser Chile, al otro lado del “charco”. Les aseguro que si en ese momento me hubieran obligado a situarlo en el mapa me habrían puesto en un buen compromiso. Durante el vuelo me presento a Juan, su compañero mecánico, con el que rápidamente trabe una cierta amistad, pues era un tipo simpático y mundano.

Me explicaron que su misión consistía en hacer una serie de pruebas a la aeronave durante el trayecto del larguísimo vuelo. Y, una vez en Chile, pasar un par de días en los hangares revisando diversas aeronaves de la compañía que harían escala en ese país, antes de volver a casa en otro avión al que le harían las mismas pruebas que a este. Yo, mientras me maravillaba de las cabriolas que hacían las compañías para ahorrarse un duro, pasé las siguientes horas viéndoles trabajar, intentando ligar con las bellas y estiradas azafatas (sin éxito, aunque me divertí bastante) y visitando la cabina un par de veces. Fue ameno, y me sirvió para olvidarme en parte de mis líos domésticos.

Al llegar a ese país era ya bien entrada la tarde, y mi amigo me llevo directamente al hotel, donde me dijo que pronto recibiríamos una “grata sorpresa”. Yo, que ya le había oído hablar por teléfono, sabía que la tal “sorpresa” eran un par de putas para hacernos compañía. Por lo visto Paco conocía a una de ellas de anteriores visitas, y Juan, después de oírle describir sus “hazañas” con tanto énfasis insistió en acompañarnos. La puta no se atrevía a estar con los tres a la vez, así que se trajo a una compañera para “ayudarla”.

Yo no quería ser aguafiestas, pero a pesar de nuestra pelea tampoco quería serle infiel a mi esposa, así que me puse de acuerdo con Juan y cambiamos el dormitorio. El paso a ocupar la habitación doble con Paco y yo me quede con la suya individual. Después de una larga y relajante ducha pedí a recepción una botella de champan. Pues ya que no me iba a divertir de una forma pensaba hacerlo de otra. Pero Paco no estaba dispuesto a que pasara la noche emborrachándome a solas, como era mi intención. Y vino a mi dormitorio a insistirme a que me uniera a su “fiesta”.

Me conoce demasiado bien el truhan, y después de mucho insistir consiguió que fuera con él a su dormitorio. Eso sí, asegurándole que no haría nada con las putas, que solo miraría el espectáculo prometido hasta que me hartara. Y que luego me iría a mi cuarto. Lo cierto es que no tuvimos que esperar mucho, ya que apenas habíamos empezado a prepararnos unas bebidas cuando llamaron a la puerta de la habitación. Paco, restregándose las palmas, y con cara de pillo, fue a abrirles.

La primera que entro era “normalita”. Talla mediana, delgadita, pelo oscuro lacio y con poco pecho… aunque esto último lo solucionaba con un escote la mar de atrevido. No era muy guapa, pero sabia como maquillarse para que la impresión fuera bastante seductora. Esta debía ser la puta que ya conocía Paco, porque además de abrazarlo con ímpetu le soltó dos sonoros besos en las mejillas que le dejaron unas marcas la mar de graciosas.

Creo necesario hacer un inciso en la narración para aclararles que si bien a esta chica voy a estar llamándola puta a partir de ahora no es como algo sucio o despectivo, ni para humillarla o dejar clara su profesión… es, simplemente, que no recuerdo su nombre. En los días siguientes Paco me lo dijo 20 o 30 veces como mínimo, pero ahora mismo soy incapaz de acordarme, se lo aseguro, por lo que tendré que seguir llamándola puta… para que ustedes sepan en todo momento a quien me refiero.

Luego se dirigió a Juan, que ya estaba presentándoselo Paco, a repetir abrazos y besos. Creo que se los dio, pero ya no estaba prestándoles ninguna… toda estaba en la puerta. Porque allí estaba ella, Jenny, parada en la entrada, con sus zapatos de tacón alto, su minifalda ajustada, su camiseta escotada… y unos ojazos inmensos mirando de un lado a otro, como un cachorrillo asustado, tratando de quedarse con todos los detalles a la vez.

En ese momento la otra puta me sorprendió con su brusco y espontaneo abrazo, y con sus dos sonoros besos, los cuales dejaron la misma huella de carmín en mis mejillas que la que lucían mis sonrientes amigos. Pero igual hubiera dado que me soltara dos besos que dos tortas, mi atención estaba concentrada por completo en Jenny. Tenía los ojos clavados en ella, mirándola con tanta atención que de seguro tenía que resultar hasta patético… pero es que estaba hechizado, y todo lo que me rodeaba había dejado de tener importancia para mí.

Entiéndanme, no quiero decir con esto que fuera Miss Universo ni nada por el estilo. Es guapa, sí, pero sin exageraciones. Tiene ese aspecto de medio mulata de piel canela que tanto nos gusta a los de piel clara. Con un pelo castaño y liso, lindísimo, que le llega por los hombros, y que enmarca una carita ovalada que casi no me atrevo a describir, ya que por mucho que lo intente ni ustedes se van a hacer una idea ni yo voy a estar a la altura.

Su barbilla puntiaguda, unida a su naricilla respingona le dan ese aire travieso que hace que una chica tenga muchos años menos de los que tiene en realidad (y que a Jenny, que dudo que tuviera más de 32 o 33, le hacía parecer una jovencita jugando a ser golfa). Pero sus labios gordezuelos y carnosos le dan otro aire, el de la lujuria, que desmiente lo dicho anteriormente, consiguiendo que su rostro sea una autentica mascara de deseo si ella se lo propone.

Y al final son sus ojos, grandes y castaños, los que hacen que uno la vea de una forma o de otra, pues son tan, pero tan expresivos, que no se ni como decirlo para que se hagan una idea. Basta con asomarse a ellos para perderse, lo digo por experiencia. Disculpen si les he aburrido con esta descripción, sé que les hubiera gustado más leer lo de sus muslos generosos, lo de su pétreo culito o lo de sus firmes y puntiagudos pechos, pero es mi historia y tendrán que conformarse con lo que necesito escribir ¿no?.

Jenny no tardo en imitar a la otra puta y pronto pude sentir en mis mejillas, por primera vez, la calidez de sus labios. Sus besos fueron tan fugaces como los primeros, sin ser tan escandalosos, pero lo que se me quedo metido en la nariz fue el embriagador perfume de la chica… no se cual era, pero olía a fresco y a flores… y se me quedo grabado dentro.

Paco, acostumbrado a estas cosas, no quería perder el tiempo, y ya estaba con la cabeza metida en el cuello de la puta, mientras sus manos se deslizaban por todo su cuerpo con la habilidad de un pulpo. Juan, mas caballeroso, les preparaba una copas, al tiempo que acababa las nuestras. Y yo, con cara de subnormal, me limitaba a mirar a Jenny, como si fuera la primera vez que veía a una chica… provocando con ello sus miradas de reojo, y las primeras burlas cariñosas de Paco.

Este, que no quería perder el tiempo, animo a la puta a que empezaran ya… a lo que esta le replico cariñosamente que en cuanto le diera lo acostumbrado empezarían. Paco, impaciente, nos pidió el dinero estipulado de antemano, y tras reunir la parte de los tres (yo había insistido en pagar mi parte aun sin participar, pues lo veía justo) se la dio, añadiendo una propina bastante generosa de su propio bolsillo para incentivarlas.

La puta, con mucho desparpajo y soltura, contó rápidamente el dinero, separando casi la mitad para Jenny, y guardándose luego ambas su parte en los bolsos. Nada mas hacerlo, y con una sonrisa radiante en el rostro, se giró para nosotros, con sus brazos abiertos, preguntándole a Paco por donde (o por quien) empezar la larga noche.

Paco, con una sonrisa ladina, le dijo que tal si nos hacían un buen baile primero, y la puta, sabiendo lo que esperaban de ellas, nos pidió que nos sentáramos, mientras ella y Jenny se descalzaban y se subían en una de las dos amplias camas de la habitación. Habíamos dejado el televisor encendido en un canal de esos de música de 24 horas, con el volumen lo bastante alto como para disimular lo que iba a pasar, por lo que las putas solo tuvieron que esperar a que empezara una nueva canción para iniciar su número.

Yo he visto ya algunos stripteases en directo, en despedidas de soltero principalmente, pero les aseguro que ninguna de las chicas que he visto hasta la fecha tenía el ritmo y la soltura de estas dos chicas. Les costo solo unos segundos acostumbrarse a la dureza de la cama antes de empezar a mover sus nalgas y sus cinturas con un ritmo seductor.

Jenny, al principio, se veía tensa, por lo que no me extraño que cerrara sus ojazos para dejarse llevar mejor por la música, siguiendo el ritmo con facilidad mientras se movía al compás. La otra puta, por el contrario, parecía en su salsa, meneándose como pez en el agua, agitando su cintura como si no hubiera hecho otra cosa en toda su vida. La puta, a partir de la segunda canción, ya estaba enseñándonos cosas. Mostrando algo de pechuga por aquí, luciendo el escueto tanguita por allá, mientras se soltaba algunos botones y nos dedicaba a los tres todo tipo de gestos y expresiones provocativas.

Yo apenas si reparaba en ella, pues dedicaba toda mi atención al seductor vaivén de las caderas de Jenny. La cual parecía estar entrando ya en juego, pues sus manos ascendían por sus muslos cada vez con mas sensualidad, y en la finísima camisa se empezaban a marcar unos gruesos y prometedores pezones. Lo que, unido al provocativo bamboleo de sus abultados senos, libres de todo tipo de sujetador, empezaba a caldear mi sangre. Estaba tan pendiente de Jenny que ni me había dado cuenta de que la otra puta se había ya desecho de su minifalda y su camiseta, bailando tan solo en tanga y mostrándonos sus pequeños, pero bien puestos, pechitos… y sus tiesos y puntiagudos pezones oscuros.

Después de acariciarse un poco los pechos para nosotros… y supongo que también para ella… se pegó lascivamente a la espalda de Jenny, y empezó a desnudarla lentamente, siguiendo el ritmo de la música. Jenny, nada mas sentir sus manos soltándole la minifalda, abrió los ojos sobresaltada, pero enseguida los volvió a entrecerrar, dejándose llevar de nuevo por la música… y por su descarada compañera.

No sé qué me excitó mas, el breve tanga negro caladito que llevaba o la soltura con que las manos de la otra puta deambulaban por el sinuoso cuerpo de Jenny. La puta no parecía tener ninguna prisa en acabar su faena, metiendo ambas manos bajo su camisa, para dejar a nuestra imaginación que debía de estar haciendo para que Jenny se mordisqueara el labio inferior, mientras lucia una sonrisa complacida.

Creo que los tres jadeamos al unísono al ver asomar por primera vez los maravillosos pechos de Jenny a través de la camisa desabrochada. No solo por su belleza, sino por la sensualidad con que su compañera se los estaba acariciando, masajeándolos con cariño a la vez que retorcía sus gruesos pezones entre sus largas uñas. Luego la puta le dio la vuelta, poniéndose delante suya, y de espaldas a nosotros, para darle el beso mas largo y sensual que yo haya visto jamás. Devorándole los labios con un ansia y frenesí que me tenía tan perplejo como excitado.

Supongo que a mis amigos les pasaría igual, pues Juan tenía la voz algo ronca cuando le hizo a Paco una pregunta que se me quedo grabada en la cabeza…

-¿Pero tú no decías que las putas nunca besan?

A lo que mi amigo respondió, con la voz también enronquecida…

-A nosotros no, idiota, pero entre ellas ¿por qué no?

Hasta ese momento había creído que la frase era un tópico, sacado de la escena aquella de Pretty Woman, pero si Paco lo decía debía de ser cierto. Ya les digo que esa escena se me quedo grabada, pero en ese momento estaba mucho mas pendiente de lo que tenía delante. Pues Jenny, a pesar de seguir con los ojos medio cerrados, estaba empezando a devolver el beso a su compañera con idéntica pasión con que lo recibía, aferrándose a sus nalgas desnudas mientras se devoraban mutuamente.

Fue la otra puta la que, después de despojar a Jenny de su camisa, rompió el increíble beso. Deslizando sus labios poco a poco por su cuello hasta alcanzar su seno izquierdo. No se anduvo por las ramas y en cuanto lo tuvo a tiro se lío a besarlo por todas partes, ascendiendo por la divina colina hasta llegar al pezón, y devorarlo luego con ansia.

Jenny le dejaba hacer, sujetándole amorosamente la cabeza mientras la otra, con el culo en pompa hacia nosotros, empezaba a quitarse su tanga hábilmente. Aun no sé como pudo sacárselo por los tobillos sin caerse y sin dejar de amamantar del grueso pezón de Jenny, pero lo hizo. Separando a continuación sus piernas para que todos tuviéramos una buena vista de su almejita depilada, donde pronto empezó a deslizar uno de sus largos dedos.

La puta metía la mano entre sus piernas, hasta alcanzar la parte de arriba de sus nalgas, y después deslizaba el dedo del medio lentamente por toda la rajita, hasta sacarlo por delante. Repitió la operación varias veces, mientras alternaba entre un pecho de Jenny y el otro, saboreando sus gordezuelos pezones con un hambre infinita.

Luego, a la vez que bajaba la cabeza, fue besándola por toda la barriga, deteniéndose un instante en su ombliguito antes de llegar donde ella quería. La puta, ya arrodillada a los pies de Jenny, tardo solo unos segundos en despojarla de su tanga. Fue tan rápido que ni tan siquiera lo vi, claro que yo estaba mirando tan fijamente los pechos brillantes de saliva de Jenny, que subían y bajaban hipnóticamente al ritmo de su respiración agitada, que no es de extrañar que me lo perdiera.

Tampoco lo es que Jenny tuviera la respiración alterada, ni que tuviera que sujetarse a los hombros de su compañera para no perder el equilibrio; pues esta, insaciable, le estaba devorando la almejita con autentico frenesí, aferrándose a sus prietas nalgas con una mano mientras con la otra hurgaba en su intimidad. No podíamos ver muy bien como lo hacía, pero si sus efectos, pues Jenny jadeaba ya con la boca abierta, temblando como una florecilla al viento mientras la otra puta le arrancaba su primer orgasmo con inusitada facilidad.

Capítulo 2: 3M/2F, C

Luego se levantó de la cama, y relamiéndose los labios, nos preguntó que quien era el siguiente. Paco se incorporó de la silla como si tuviera un muelle debajo del culo, y para cuando llego junto a la puta ya tenía los pantalones por las rodillas. Mas que cogerla la derribo sobre la otra cama, donde ambos se enzarzaron en un violento combate amoroso del que apenas si preste atención.

Yo estaba mirando a Jenny, la imagen misma de la sensualidad, con su frente perlada de sudor, arrodillada en la cama, recuperando la respiración mientras pasaba uno de sus dedos por la depilada almejita, deslizándose con facilidad por su encharcada cuevecita.

Pero todo eso perdió importancia en el momento en que sus ojos entraron en contacto con los míos. Estos, bellísimos e inmensos, estaban fijos en los míos, prestándome tanta atención como yo a ella. Sabía lo que me pedían en silencio, pero yo no me sentía con ánimos para engañar a mi esposa… todavía no.

Cuando Juan paso a mi lado, ya prácticamente desnudo, algo se me arrugo en el pecho. Quería detenerlo, quería ocupar su lugar, quería que estuviéramos solos… quería tantas cosas a la vez que al final no hice nada, solo mirar, mientras él se situaba cómodamente a su espalda y se preparaba para penetrarla. Pude ver claramente en sus ojos pardos cuando se produjo ese momento, y me odié a mi mismo por la decepción que pude leer en su mirada.

Durante los siguientes minutos nada cambio, seguía prendido en sus ojos, olvidándome de lo que pasaba en la cama de al lado, y casi ajeno a los furiosos empujes que Juan le daba a Jenny cada vez que entraba y salía de su intimidad. Me sentía realmente estúpido, allí sentado, con una dolorosa erección entre mis piernas y con mil cosas dando vueltas por la cabeza… pero no dejaba de mirar a Jenny, ni ella a mi. Nuestros ojos parecían soldados, y ninguno apartaba la mirada.

Les aseguro que no recuerdo haberme levantado de la silla, ni haberme desecho de mis pantalones, solo recuerdo su mágica sonrisa mientras me acercaba a ella, y la luz que de pronto brillaba en sus ojos. Cuando llegue a su altura ya me esperaba relamiéndose. No hubo palabras, tan solo me quede de pie a su lado, apartando un mechón de su frente, para poder seguir perdido en sus ojos mientras su boca se adueñaba por fin de mi rígido miembro.

Dado que a mi esposa este acto le da nauseas, hacía ya muchos años que ninguna chica me hacia una mamada… pero les aseguro que ninguna de ellas era rival para Jenny. Había gula, había dulzura, había ansia, había cariño, había diversión… en esa mamada había tantas cosas que me siento torpe tratando de describir algo tan intimo que si no te lo han hecho no lo puedes entender, y si te lo han hecho sobran las palabras. Lo que si les puedo decir es que yo allí, apoyado en su cabecita, y perdido en sus ojos, no me daba cuenta de nada de lo que sucedía alrededor.

Ya saben que eso no es del todo cierto, no podía dejar de ver a Juan cabalgándola con frenéticos empujes, arrodillado detrás de ella mientras jugaba con sus senos siempre que podía. Incluso veía a veces por el rabillo del ojo retazos del fogoso encuentro que Paco tenía con la otra puta… pero eran como adornos en un cuadro, cosas sin importancia.

Reconozco que Juan sabía lo que hacía, pues fue capaz de arrancarle a Jenny un nuevo orgasmo antes de eyacular, haciendo que perdiera el control por unos instantes de su lengua y sus labios sobre mi rígido chisme, mientras emitía apagados gemidos de placer. Pero enseguida lo recupero, volviendo a dedicarme toda su atención, aplicando tanta pasión en lo que hacía que tarde bien poco en correrme en su boca. No tuve que avisarle de que iba a eyacular, sabía que Jenny ya lo sabía, y sabia también que no le importaba que lo hiciera dentro… es más, sabía que lo estaba deseando… casi tanto como yo.

No me pregunten porque sabía tantas cosas, es algo que no se puede explicar, pero que se veía clarísimamente en ese momento. Mas que eyacular explote en su boca, solté tanto semen en esas descargas que pensé que me iba a vaciar por dentro… pero no crean que eso fue problema para Jenny, ella logro tragárselo todo como si llevara siglos sedienta, no dejando que se le escapara ni la mas mínima gota. Al acabar su lengua y sus labios seguían trabajando con tanto ahínco que logro el milagro de volverlo a resucitar en pocos instantes, algo que hacía tiempo que no me pasaba.

Jenny ponía tanto empeño en su “trabajo” que despertó la envidia de Juan, el cual, con su largo chisme aun chorreando de semen y medio empalmado, se dirigió a la cama de al lado, dispuesto a que la otra puta le hiciera algo similar mientras mi amigo Paco seguía cabalgándola incansable. La otra, tumbada boca arriba, lo acepto sin problemas, acomodándolo al lado de su cabeza y dejando que ambos compañeros compartieran sus pechos mientras llenaban sus dos orificios a la vez.

Capítulo 3: M/F, C

La visión era excitante, lo reconozco, pero no era lo que yo quería en ese momento, así que separé con cuidado a Jenny de su “juguete” y le dirigí la palabra por primera vez… preguntándole si quería acompañarme a mi cuarto. Ella no lo dudo ni medio segundo, recogiendo sus cosas con rapidez y colocándose la ropa de cualquier forma mientras me seguía hacia la puerta. No nos molestamos ni en despedirnos de nuestros amigos, los cuales estaban tan entretenidos entre si que dudo que repararan en nuestra ausencia hasta un buen rato después.

Fuimos en silencio hasta mi habitación, dos plantas mas abajo, mirándonos de reojo sin decidirnos a romper el encanto que había entre nosotros con palabras vacías. Nada mas entrar, al ver Jenny la botella de champan en su cubitera, se le soltó la risa, y me pregunto si había adelantado la Navidad.

Yo, con una sonrisa de oreja a oreja, le respondí que era mi bebida favorita (no quise añadir que en mi país no hacía falta que fuera Navidad para beberlo). La bendita botella había roto el hielo entre nosotros, por lo que me apresure a servirle una generosa copa a Jenny mientras yo me preparaba otra igual. El brindis (por ti, por ti) no fue original, pero no teníamos necesidad de decirnos nada más, solo de mirarnos a los ojos para saber la sinceridad de esas simples palabras.

-Me siento sucia… ¿puedo darme una ducha? fueron sus primeras palabras.

Pues claro, le respondí, indicándole como un idiota donde estaba el lavabo. Sin duda el ejemplo más claro de la facilidad de Jenny para cambiar de niña buena a gata traviesa que puedo darles es el del momento en que, girándose en la puerta del aseo, me miró fijamente a los ojos y me dijo… ¿no vas a enjabonarme?

Les juro que un escalofrío me recorrió la espalda al oír sus palabras, y ver reflejado en sus ojos de gata las mil promesas de placer que implicaban. El aseo, como ya imaginaran, no era precisamente amplio, por lo que el desvestirnos el uno al otro fue algo mitad complicado mitad divertido… y aun así Jenny consiguió que me excitara como un animal con el simple toque de sus dedos por aquí y por allá.

El que se adueñara de mi rígido trasto con su manita y me metiera dentro de la ducha tirando de él como si fuera un perrito fue algo de lo mas simpático. Yo la deje hacer, pues bastante trabajo tenía tratando de abarcar sus dos magníficos melones con mis manos. Ahora que por fin los tenía solo para mi no podía dejar de manosearlos y de jugar con ellos, dedicando una especial atención a sus rígidos y duros pezones, los cuales era una delicia tener entre mis dedos.

Mientras yo me divertía con su delantera ella se limpiaba la intimidad a fondo, con una entrega y meticulosidad que decía mucho acerca de lo poco que le gustaba lo que Juan le había podido dejar dentro de su conejito. Les aseguro que nunca había visto a nadie lavarse con tanto esmero y cuidado. Creo que de no haber estado allí dentro con ella habría seguido limpiándose durante horas.

Pero la estrechez de la bañera hacía que mi afilado dardo se clavara en la enorme diana de su pétreo trasero cada dos por tres. Lo cual, unido a mis continuas caricias, lograron que Jenny encontrara lago mejor que meterse en su almejita que sus dedos empapados en jabón. Y vaya si lo hizo. Solo tuvo que atraparla y deslizarla entre sus piernas para que ella se metiera, casi sólita, en su cálida gruta.

Me volví medio loco de lujuria cuando su férreo estuche de carne se adueñó de mi verga, y empecé a embestirla como una fiera desde atrás. Pero les aseguro que Jenny no me iba a la zaga y, apoyándose en la pared de enfrente de la ducha, empujaba contra mi como si quisiera empalarse en mi lanza, jadeando y gimiendo en cada penetración.

Yo me aferraba a sus pechos como un marinero a la deriva, usándolos para que no se me escapara la fiera que se debatía contra mi cintura. Aun así, la estrechez del lugar, y lo resbaladizo del suelo, eran del todo inapropiados para nuestra lívido desatada; por lo que haciendo un acto supremo de autocontrol decidimos detenernos, antes de que uno de los dos se hiciera daño al resbalar. Y secándonos mutuamente con las toallas, a toda prisa y de cualquier manera, nos dirigimos como dos fieras en celo hacia la cama.

La ropa de arriba de arriba acabo hecha un montón en la esquina del cuarto, y Jenny, tomando el control, me derribo boca arriba sobre la cama, lanzándose como una salvaje sobre mí. Yo la deje hacer, ayudándola por la cintura a que se empalara ella sólita en mi rígido estoque.

No hicimos el amor, pues esto no era amor, era puro sexo destilado. Durante las horas siguientes (si, no exagero, estuvimos casi dos horas en esa postura) me sujeto las manos contra la almohada, me araño el pecho, me mordió y beso por igual los hombros y el cuello, mientras yo (como ya imaginaran) le hacía de todo a sus divinos pechos, desde las mas tiernas caricias, hasta los mas traviesos pellizcos a sus durisimos pezones… hasta acabar Jenny exhausta sobre mi pecho, totalmente agotada después de haberme arrancado dos increíbles e inolvidables orgasmos sin salir de su cálida gruta y de haber obtenido ella algunos mas (no sé exactamente cuantos), encharcados ambos en sudor.

Y entonces fue cuando metí la pata, pues dejándome llevar por mi subconsciente le dije:

-Chica, a sido el polvo mas de puta madre que he pegado en mi vida.

Esas palabras groseras y malsonantes rompieron el hechizo, además de que las interpretara mal. No sé exactamente que entendió Jenny, o si fue la mención de la palabra puta la que le hizo recordar donde y con quien estaba. Solo sé que el efecto fue fulminante.

La pobrecilla se dejó caer a mi lado en la amplia cama, y enterrando la cabeza contra las sábanas rompió a llorar en silencio. Estoy convencido de que si no hubiera estado tan sumamente agotada se habría levantado en ese mismo instante de la cama y habría huido de la habitación. Me sentí mal, mal como no me he sentido en toda mi vida. Nunca unas palabras mías habían hecho tanto daño a nadie, y nunca me sentí tan torpe e inútil como entonces.

Empecé a acariciarle la espalda de seda, dejando que mis dedos hablaran por mi. No soy un engreído ni un presuntuoso, pero acariciar es una de las pocas cosas que se me dan bien… y les aseguro que me emplee a fondo, trate de ser lo mas dulce posible, mientras intentaba pensar que podría decirle que no sonara idiota.

Tenía la mente en blanco, así que me arrodillé entre sus piernas y seguí acariciándola, con el corazón encogido al ver que Jenny seguía derramando lágrimas en silencio, sin saber que diablos había pasado para llegar a esta situación. Poco a poco me fui relajando, disfrutando del suave tacto de su piel de canela bajo mis dedos, desplazando mis manos por su espalda y por sus nalgas una y otra vez.

Precisamente la visión de su glorioso trasero fue la que logro el milagro de volver a la vida a mi verga, la cual ya creía del todo muerta. Pero el roce contra su piel cuando mis manos subían a sus hombros ayudo a que levantara de nuevo la cabeza. Y, al hacerlo, se deslizaba por la parte superior de sus muslos cuando yo me movía. Llegando a entrar alguna que otra vez en la hendidura de sus nalgas, aumentando así mi placer.

Y el de Jenny, que tampoco era insensible a su roce. No me dijo nada, pero cuando su culito vino al encuentro de mi chisme, alzándose un poco para que se deslizara mejor, supe enseguida lo que ella quería… y lo que yo estaba loco por darle. Así que con infinito cuidado me acomode mejor, y deje que mi duro trasto se volviera a introducir en la húmeda cueva que tan bien empezaba a conocer. Jenny no me rechazo, emitiendo un pequeño suspiro cuando por fin estuvo metida por completo en su interior, señal inequívoca de que ella anhelaba lo mismo que yo.

Esta vez era diferente, esta vez no había prisa ni había lujuria, así que me apoye en mis codos (no por cansancio, aunque lo tenía, sino para poder acercar mi cabeza a su oído) y empecé a derramar piropos y cosas bonitas en su interior. Meneaba las caderas muy despacio, haciendo que en cada arremetida mi verga saliera y entrara casi por completo, tratando así de que me sintiera todo lo posible… uniendo en la medida de lo posible mi cadencia a los dulces halagos que le susurraba cariñosamente.

Jenny dejo de llorar, aunque no volvió a abrir sus ojos, Jenny empezó a acompañarme en el movimiento de caderas, y Jenny termino por emitir un quedo suspiro cuando volví a eyacular en su interior… muchísimo rato después. Al acabar me pidió que no me fuera, cosa que no tenía intención de hacer. Así que la envolví con mis brazos y, poniéndome a su lado, me quede dormido (supongo que de puro agotamiento).

No pudo ser un sueño, sé que no lo fue. Los cálidos labios que sentí sobre los míos no me los pude imaginar. Ese aliento de flores que absorbí, y la dulzura de la lengua que paladee no me los puedo hacer inventado. Pero mi mente se negaba a creer que algo tan maravilloso pudiera ser real, así que permanecí con los ojos cerrados, rogando al cielo para que si eso era un sueño no me despertase jamás.

Y debía de haberlo hecho, porque al no hacerlo me quede sin ver a Jenny. Cuando desperté ya no estaba, ni ella ni su ropa… pero si su dinero. Me había devuelto hasta el último dólar, dejándolos sobre la mesilla de noche. Pase los dos días siguientes deambulando por todos los bares de la ciudad, preguntando una y otra vez en recepción si había algún recado para mí, atosigando a Paco para que dejara avisos en el teléfono de la otra puta… la cual tampoco daba señales de vida.

Hasta justo antes de embarcar. Un rato antes de hacerlo la puta apareció en la sala de espera del aeropuerto… sola. En teoría venía a despedirse de Paco y de Juan (y mas después de la alocada noche que tuvieron los tres), pero sabía que era a mi a quien tenía que hablar. Sus primeras palabras me dejaron de piedra…

-¿Qué le has hecho a mi prima?

¿Su prima? ¿Jenny era su prima?

-¿Por qué?… pregunte con un hilo de voz, mientras mi mente intentaba asimilar todavía el parentesco que unía a las dos chicas.

-Porque era la primera vez que trabajaba conmigo, y me ha dicho que ya no quiere volver a hacerlo, que es la última vez que trata de ser puta.

Yo iba a explicarme, iba a decirle mil excusas, iba a suplicarle perdón… pero no hizo falta. Pude ver en su mirada irónica que ella sabía de sobra lo que había pasado. Así que me marche con Paco en el avión sin decirle nada, sabiendo que mi cara y mi actitud eran de sobra elocuentes, y que cuando ella hablara con Jenny esta entendería lo que pasaba por mi mente.

Pero llevo horas sentado en este maldito avión, y creo que si no escribo esto algo va a explotar dentro de mi. Regreso a casa si, dispuesto a continuar la vida con mi esposa… pero ya nada será igual, nunca podré volver a llenar este hueco que Jenny ha dejado en mi interior.

Me da igual si mi historia les parece cursi o ridícula… es la mía, y la escribo solo con la esperanza de que Jenny llegue a leerla algún día. Y que, si lo hace, me recuerde, aunque solo sea con una ínfima parte del cariño con que yo la recuerdo a ella.

Para Jenny, con todo mi corazón.

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