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Un viaje en auto
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Relato nuevo mis amores. No se olviden de dejar su comentario y su like. Besos.

No todas las ideas cachondas vienen solamente de mí. Un día, mi esposo y yo estábamos cenando mientras veíamos una película; cuando de pronto y sin que yo me lo esperara, algo que casi hace que me parta de risa, se da la vuelta y me dice:

—¿Sabes de qué tengo ganas? —inocentemente pensé que me hablaría de comida, pero no fue eso lo que me dijo— Quiero que, mientras yo vaya manejando por alguna carretera, tú y Becky se vayan follando en el asiento trasero.

Me quedé mirándolo, y si al principio pensaba reírme, lo cierto es que me comencé a mojar. Solo de imaginarlo mi cuerpo se estremeció y los pezones se me pusieron duros.

—¿Y tú qué harías? —le pregunté.

—Manejar.

—¿Y ya?

—Esa es mi fantasía, Sarah; escucharlas gemir mientras ustedes follan y se besan. Lo que decidan hacer y cómo hacerlo será asunto suyo.

Por supuesto le dije que sí a todo, y al día siguiente le marqué a Becky para agendar cita para el fin de semana. Brinqué de felicidad cuando ella me dijo que aceptaba. Y es que por eso la adoro, porque no importa que la idea pueda sonar bastante descabellada o pervertida, ella siempre me dirá que sí, si se trata de sexo.

Para no hacer la historia más larga, el fin de semana se llegó y después de que Keev y yo hiciéramos nuestras maletas, y una maleta más pequeña en la que guardamos varios consoladores, dildos y dilatadores, nos dirigimos a casa de Becky. La idea era pasar por ella y después Keev manejaría por una carretera llena de montes y árboles hasta la ciudad continua. Planeábamos quedarnos en un hotel una vez llegados a nuestro destino, pasar la noche allí, tener un delicioso trio y después, el domingo en la tarde, regresar a casa.

Cuando Keev se estacionó frente al departamento de Becky y ella apareció, el coño se me comenzó a mojar. Ella llevaba puesta una faldita extremadamente cortita, tanto que si se llegaba a dar la vuelta, se le vería su rico y redondo culo. Cubriendo sus senos no llevaba más que un top sin tirantes en color blanco, su cabello suelto y una maleta que mi esposo le ayudó a subir al maletero.

—¿Listos para el viaje? —Becky se acomodó en el asiento trasero.

—Listos —respondí. Yo llevaba un vestido elástico cortito de color gris, no llevaba sostén por lo que mis pezones se marcaban en la tela. Me encantó cuando entramos a una tienda de autoservicio y el chico que atendía no dejó de mirarme las tetas.

Regresando al asunto del viaje, hablamos durante un rato y apenas el auto salió completamente de la ciudad, Keev se detuvo para que yo pudiera pasarme al asiento trasero en donde Becky me recibió con un beso en la boca.

—¿Esta es tu fantasía? —abrazadas la una a la otra, ella con sus dos manos sobre mis nalgas y yo con las mías sobre sus hombros, le sonreímos a Keev a través del espejo retrovisor.

—Sorpréndanme —nos devolvió la sonrisa.

Después de cerrar los vidrios de las ventanillas, comenzamos a besarnos. Ella jugó con su lengua dentro de mi boca, me chupó los labios y también me dio una pequeña mordida. Adoraba besarme con ella, sentía tan rico que el coño comenzaba a chorrearme. Bajé de su boca y le besé el cuello, solía a perfume y tenía un sabor dulce. Mientras la besaba, ella comenzó a gemir y se recostó en el respaldo del asiento para que yo pudiera besarla más fácilmente. Le succioné el arco de los pezones y volví a subirá su cuello. Lento, suave, sexy.

Becky me acarició por encima de la tela, me tocó la cadera y las tetas. Al darse cuenta de que no tenía sostén, me bajó la tela y mis pezones quedaron expuestos. Estaban duritos y rosas.

—Bastantes ricos —ella me sonrió mientras se agachaba a chuparlos. Me abracé a ella para sentir más a fondo cómo su lengua jugaba con mis botoncitos, mis gomitas jugosas que aplastaba con sus labios.

Ya para entonces estaba bastante caliente, la aparté de mí y recosté en el asiento. Comencé a retirarle la faldita y contemplé su hermosa conchita que cubría la tanga.

—Preciosa —se la froté por encima de la tela, sintiendo cómo se mojaba.

—Vamos mamita, lléname de esos besitos que tanto me gustan —Becky me acarició el cabello, se bajó el top y liberó sus tetas.

No lo pensé dos veces, me retiré el cabello de la cara y me agaché. Le di varios besitos sobre la tela, la acaricié y finalmente le retiré la tanguita. Me moría de ganas por probarla. Deslicé mi lengua sobre su raja, le chupé la campanita y la penetré con dos de mis dedos mientras la seguía lambiendo. Becky se sujetó de los asientos, tenía los ojos brillantes y las mejillas rojas.

La disfruté un poco más, le chupé la conchita y jugué con mi dedo alrededor de su ano. Estaba deliciosa. Mientras la lambía, le soplé tantito y volví a llevarme su coñito a la boca.

—Poco me falta para detenerme y follármelas a las dos —de ves en cuando, Keev nos miraba a través del espejo. Si los autos pasaban junto a nosotros, ni siquiera lo notábamos, la temperatura había subido tanto que pronto comenzamos a sudar.

Cuando terminé de chuparle la panochita, Becky me tiró sobre ella y me empezó a besar. Mi rodilla chocó contra su coñito y sus fluidos mezclados con mi saliva se pegaron a mi piel. Necesitaba frotar mi coño con el de ella, o terminaría enloqueciendo.

Terminé de quitarme el vestido y me quedé totalmente desnuda como ella, pero antes de que pudiera acomodarme entre su cuerpo, Becky me detuvo. Me pidió que me arrodillara sobre el asiento y parase el culo. La obedecí y un segundo después hundió su rostro entre mis nalgas para chuparme el coño desde ese ángulo. No pude evitar soltar un gemido que más bien terminó en grito, y el cual provocó que mi esposo se riera.

Becky siguió chupándome, lambiendo y penetrándome con uno de sus dedos. Yo gemí, me agarré al asiento y sentí como mi jugo escurría entre mis piernas. Estaba muy cachonda.

—No te muevas, Sarah —Becky se apartó de mí, abrió la pequeña maleta en donde cargábamos los consoladores y sacó un pene de plástico de color negro. Se lo puso a la altura de su coñito depilado y después lo introdujo en mi coño, moviéndose adelante y atrás como si fuese un hombre el que me estuviera penetrando.

—Oh… sí…. Ah… Qué rico, sigue así… sigue… —tomé una de mis nalgas y tiré de ella para que mi concha de puta se abriera más.

—Utilicen el dildo doble, quiero verlas llenas a las dos.

Becky obedeció a Keev, se recostó sobre el asiento y luego de introducirse la mitad del dildo doble, tiró de mis caderas para que me sentara. El dildo se resbaló en mi interior fácilmente, debido a que ya estaba bastante mojada. Entonces comencé a follarme, adelante y atrás, provocando que Becky también lo disfrutara.

Después de un rato así, me di la vuelta y me lo introduje en la vagina, montando a mi amiga y cabalgando sobre ella.

—La tengo durísima —Keev sonrió, pero no apartó su mirada de la carretera.

—¿Y si nos follas un rato tú? —le preguntó Becky.

—¿Y quién va a manejar?

—Anda, nos vendría bien una polla caliente y un poco de leche.

Las dos nos reímos.

Pero él no se detuvo y nosotras seguimos penetrándonos hasta que llegamos al orgasmo. Debido al pequeño espacio que teníamos, casi no podíamos movernos, pero eso no impidió que nuestros jugos se mezclaran y nuestros cuerpos sudaran. Cuando me saqué el dildo, mi coñito palpitaba. Deseaba ser penetrado otra vez pero eso no se daría hasta que llegásemos al hotel.

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Autor
Sarah Dafne
Sarah Dafne
Sarah Dafne es el seudónimo bajo el cual relato momentos candentes de mi vida. Quiero que conozcas esa parte juguetona de mí, y te adentres junto conmigo, al lugar en el que todo está permitido. Quizá mis aventuras sexuales no sean tan interesantes como la de otras personas, pero es algo que realmente me gustaría compartir contigo.

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