Este relato es la continuación de “Profesora particular (6): Unos días de vacaciones (parte 7)”.
Me levanto muy descansada y llena de energía. Muy cachonda. No sé qué habré estado soñando, pero seguro que me lo he pasado bien en el sueño. Me miro al espejo y me veo genial. Me alegra descubrir que mis nalgas ja no están casi enrojecidas y que por fin podré estrenar mi pequeño bikini rosa. Para ello, debo volver a rasurarme bien porque empiezan a reaparecer pequeños puntitos de los pelos y se me verían con las braguitas minúsculas de niña. Pero bueno, en un momento termino y me queda el pubis liso como el de un bebé.
Consigo ponerme el bikini aunque me cuesta. La parte de arriba prácticamente solo me cubre los pezones y las aureolas, pero me deja todas las tetas al aire. Me parece que me han crecido un poco estos días. Me encanta. Las braguitas… bueno, el pedacito de tela rosa consigue apenas taparme los labios y veo que por poco que me mueva, se me verá todo. ¡Qué bien!
En la playa causo sensación. Aunque me hago la distraída, me doy cuenta de que todo el mundo me mira. También me halaga ver que, más o menos disimuladamente, muchos me toman fotos y me graban en vídeo. A ver, a mí no me causan ningún problema. Al contrario, me agrada ver que gusto tanto a los hombres. Y si luego ellos, viéndome en el móvil o en el ordenador, se ponen cachondos, pues mejor para ellos. Sintiéndome tan observada y admirada, hago muchas posturitas sensuales y sexis cuando estoy en la tumbona, cuando juego a palas con los chicos, yendo a meterme en el agua…
Incluso, para alegrar más la vista a mis admiradores, juego con unos niños que hacen un castillo en la arena y así me puedo poner a cuatro patas y enseñar bien el culo a todos, procurando que los pequeños no lo vean, claro. Soy consciente de que, si alguien se fija bien, en algún momento me puede ver el ano, según cómo me ponga. Y seguro que más de uno se fija. Y yo me aseguro de que me lo vean bien. No son pocos los que toman fotos de mi culo.
Después, disimuladamente, en el agua, me aparto unos milímetros la parte de arriba para enseñar un pezón durante unos segundos hasta que hago ver que me doy cuenta y que me avergüenzo y me tapo enseguida. Repito este juego varias veces ante distintos desconocidos. Algunos hacen ver que no se dan cuenta, pero se nota que me miran. Más de un bulto aparece debajo del bañador, incluso estando en el agua fresca. Eso me encanta y me excita.
-Oye, Esther, este bikini…
-¿Qué pasa, mamá? ¿Es que tampoco te gusta?
-A ver, hija, no es que no me guste, pero…
-¡Pues ya está!
-Con lo bonitos que son los bikinis que compramos antes de venir y tú…
-¡Mamá, por favor! ¡Que estamos en la playa!
-¿Pero no ves que todos te están mirando, que parece que…?
-¡Mamá, va, por favor, no me hagas enfadar! – sé que mamá tiene toda la razón en disgustarse, pero no se la puedo dar, claro.
-Tú misma, pero creo que no…
-¡No hago mal a nadie! Yo no me meto con tu bañador, ¿verdad? Que, por cierto, es muy bonito y escotado.
-Ay, hija, pero no…
-Te queda genial. Estás muy sexy con él.
-Pero…
-¡Ya está, me voy a dar un paseo cerca del agua!
-¡Yo te acompaño, Esther!
-Vale, Leo, ¡qué bien! Pero, oye, ¿no le sabrá mal a Bea?
-No, ¿por qué? Ahora mismo está dormida en la toalla.
-Pues vamos, venga.
-Este bikini es una pasada, Esther.
-¿A sí? ¿Te gusta? Es nuevo.
-Veo que también es de niña pequeña.
-No, o sea… a ver… no es que…
-Me gusta, me gusta. En realidad, más que gustarme el bikini, que sí, me gusta tu cuerpo.
-Gracias, Leo, eres muy amable. – camino moviendo las caderas consciente de que muchos me miran.
-Es que es como si fueras desnuda.
-¡No será tanto!
-¡Ya te digo! Este bikini no lo podría llevar una mujer sin un cuerpo así de pivón.
-A ver, yo creo, que cada uno puede ir como le dé la gana, como le guste, tenga el cuerpo que tenga. Y más en la playa.
-No, sí, sí, ya, pero… bueno… quiero decir…
-Te entiendo, que te gusto con el bikinito, ¡je, je, je! Es por eso por lo que lo llevo, ¡para gustar!
-Ya, claro. Oye, Esther, hace mucho calor. ¿Te parece que paremos un momento a tomar algo en el chiringuito este?
-Vale, por mí, sí. Pero pagas tú ¡ja, ja, ja!
-Sí, sí, no hay problema.
Nos sentamos en una terraza en la misma playa. Hay una pareja de turistas cerca de nosotros y el marido no para de mirarme. Yo hago cómo que no lo veo, pero aparto solo un poquito el sostén sabiendo que así se me ven algo las aureolas. Leo se da cuenta de que enseño casi completamente los pechos, pero no me dice nada, solo me los mira y sonríe. El desconocido disimula hablando con su esposa, pero me va mirando, cada vez más descaradamente. Me aguanta la mirada unos cinco segundos. Decido jugar un poco más:
-¡Ay, oh, pero si enseño las tetas! Leo, ¿por qué no me has avisado? – simulando arreglarme el bikini, me lo aparto un poco más sabiendo que así Leo y también el turista me ven los pezones durante un momento.
-¿Yo? Esto… no me había fijado.
-Que me lo creo. ¡Ya está bien! Eso no es ser buen amigo. – mientras me tapo las tetas lo poco que se puede, riño en broma a Leo, pero mirando al marido. – Por favor, tú mira bien y si ves que enseño más de la cuenta, me avisas. ¡Es que este bikini es tan, tan pequeño!
-De acuerdo, te voy a estar mirando fijamente los pechos, Esther. Será un placer.
-¡Ja, ja, ja!
Al cabo de un minuto, aparto un poquito la tela. Pero cuando Leo está a punto de decirme que se me ven las tetas, le hago un gesto para que no me diga nada. Le guiño un ojo. Él se alegra de verme de nuevo casi todo el pecho. Giro un poco la silla para que la mesa no me tape nada y el turista me vea mejor. Es entonces cuando veo que él, haciendo como que mira algo en el móvil, me está tomando fotos. Para que sean aún mejores, me atrevo a separar algo los muslos, sabiendo que a la fuerza él me podrá ver algo el chichi.
El problema es que eso me excita y noto que empiezo a emitir flujo. Bueno, quizá no será un problema, sino que eso gustará más al mirón. Así que separo un poco más las piernas, nada, unos centímetros, pero eso es más que suficiente para que las minibraguitas queden a un lado y le muestre todo el potorro. Veo que Leo se da cuenta de mi jueguecito y hace cara como de reñirme, pero sonríe. Seguro que él también se está excitando.
Para que el turista pueda tomar más fotos de mi cuerpo, hago como que se me cae la servilleta y así puedo levantarme de la silla, darle la espalda e inclinarme un poco, sabiendo que la braguita no obstaculizará que le enseñe bien las nalgas e incluso el agujerito del culo. Alargo unos segundos mi postura, como si me costara recoger la servilleta. Yo cada vez estoy más mojada. Seguro que el mirón se da cuenta. Cuando me siento de nuevo, veo que la mujer del turista le habla enfadada y se levantan de golpe para irse.
Él se da la vuelta un momento para mirarme y yo le lanzo un besito y, por menos de un segundo, me bajo el sostén totalmente debajo de los pechos. Espero que no reciba una bronca muy dura de su esposa y que por lo menos pueda mirar bien las fotos que me ha tomado y disfrutar con ellas.
-Leo, voy un momento al baño y nos vamos, ¿vale?
-Ya se terminó tu exhibición, ¿no?
-Je, je, ya vi que te diste cuenta.
-Me has puesto a cien.
-¡Pues yo estoy a mil! Me gusta que los hombres me miren.
-Sí, sí, ya me di cuenta hace tiempo.
-¡Tienes la braguita empapada!
-Es del agua del mar.
-Ya, ¡ja, ja!
-Bueno, vuelvo enseguida.
-Te acompaño.
-¿Cómo?
-Te acompaño. Voy a pagar y también a los servicios.
-De acuerdo, nos vemos aquí.
Estoy en el lavabo de señoras. Necesitaba mear urgentemente. Veo que es verdad que tengo el bikinito rebosando de mis jugos. Ahora me avergonzará un poco andar por la playa porque seguro que se nota a la legua que está mojado y no precisamente de agua del mar. En fin.
-Oye, Esther, abre, abre un momento.
-Leo, espera, ya termino.
-No, no, abre, por favor.
-¿Pero qué pasa?
-¡Una urgencia!
-¿Cómo? A ver, espera. – me subo la braguita y abro. -¿Qué?
-¡Que estoy que me van a explotar los huevos!
-¡Leo!
-¡Toda la mañana exhibiéndote en la playa y ahora aquí en la terraza! ¡Te voy a follar! -se baja el bañador y tiene la verga empinada y con la punta rezumando.
-No, Leo ¡y menos aquí en un lavabo!
-Pues me haces una paja, va, ¡por favor! – me quita el sostén y se amorra a mis pechos, me los chupa, parece que me los va a arrancar de tanto que sorbe.
-Venga, va, sí, una paja rápida, que no quiero que nadie nos descubra. Y porque estoy también muy cachonda. Mira, siéntate en la tapa del váter, vale, así, muy bien. Espera, que me aparto las braguitas, así, a un lado. Ahora yo me inclino y acerco mi culo y mi coño a tu cara, hmmm, va, huéleme, lame mi chocho y yo te agarro la polla, oh, qué caliente está, y te acaricio los huevos, duros y llenos de tu leche y te masturbo, lame, lame mi ano, Leo, aprovecha, que es todo para ti, cielo, chupa mi chichi caliente, méteme la lengua, va, sé que te gusta el sabor de mi culo… lámelo… corre… ay… yo ya… casi… oh…
-Córrete, córrete en mi cara, Esther… guau, sí, sí, hum, qué rico… venga, mastúrbame con más fuerza, sí, sí, ay, ay… que me la vas a arrancar, Esther… me gusta, me gusta… ya, ya… oh, ¡ah!
Se corre en mi mano y cuando la tengo llena de su esperma, me la llevo a la boca mientras le sigo masturbando ahora con la otra mano hasta que también me la llena y me la limpio con la lengua y labios. Él me sigue sorbiendo, besando, lamiendo y mordisqueando el sexo y me corro varias veces en su cara. Él se bebe todas mis ambrosías aunque no consigue secarme
-Va, uf, ya… ya está, Leo, va, que nos van a descubrir.
-Esther, la polla no me baja… deberás chupármela y a ver si así… -alguien desde fuera intenta abrir la puerta – ¡oh, vaya!
-Oye, chica, ¿estás bien? Es que debo entrar, ¡que me meo!
-Ya, ya salgo, ya… es que… ¿Y ahora qué hacemos, Leo?
-¿Pues qué vamos a hacer? Tendremos que salir tan dignamente como podamos.
-¡Oh, qué vergüenza, Leo! No tendrías que haber entrado.
-Bien que te ha gustado. ¡Te has corrido no sé cuántas veces!
-Ya, sí, es cierto. Pero…
-¡Señorita, por favor! ¡Que no aguanto más!
-Es que no hay manera de meterme la polla en el pantalón, es que no me cabe.
-Debemos salir. Va, abro la puerta.
-Oh, pero… ¡ahora entiendo!
-No, no, de verdad que no es lo que parece. Es que el otro servicio, el de hombres…
-¡No me vengas con cuentos, niña! ¡Pero si apestáis a sexo! ¡Vaya una guarra!
-¡Es usted una maleducada! -le contesta Leo.
-¿Qué, qué pasa, Herminia?
-¡Estos dos, que estaban follando aquí mientras yo casi me meo encima!
-No, de verdad que no… o sea…
-¡Calla y vístete un poco, guarra! ¡Hueles a semen, puerca!
-¡Herminia, no te pongas así, mujer!
-¿Pero no ves qué bikini lleva esta guarra? ¡Y no te la mires tanto, Casimiro!
-No, si yo no…
-Anda, señora, entre y mee tanto como quiera. ¡Vámonos, Esther!
-¡Vete, guarra! ¡Os voy a denunciar a la policía, gamberros!
-Herminia, déjalo, mujer, que te va a subir la presión.
Mientras vamos regresando a la playa con los demás, es genial ver como todos me miran. Yo sigo muy cachonda. Leo me confiesa que ha decidido acompañarme para ver si me podía follar porque estaba muy cachondo. Me agrada saberlo y noto que empapo más la microbraguita, que no puede contener tanto flujo y me resbala algo por los muslos. Me gustaría que se dieran cuenta los hombres que me miran y me toman fotos, pero no sé. Antes de encontrarme con mis padres y amigos me meto en el mar y así cuando me vean, ya no notarán que tengo la braguita empapada de mis jugos.
Leo, aun con la verga empinada, me acompaña al agua y, aunque todo el mundo nos vea, nos besamos y abrazamos. Pegamos nuestros cuerpos y noto su pene duro en mi barriguita. Él disfruta de mis pechos en su piel. Me pone una mano en las nalgas y yo la mía en su paquete y me acompaña un poco más adentro hasta que el agua nos llega un poco más arriba del ombligo. Sé que también ahí hay quien nos mira, pero no impido que Leo me baje la braguita hasta los tobillos y me acaricie el sexo y el culo. Enseguida le saco su miembro del bañador y lo masturbo con las dos manos.
En ese momento, a un par de metros de nosotros, saca su cabeza del agua un joven que va con unas gafas de bucear. Yo le guiño un ojo y pego más mis tetas a Leo. El chico vuelve a sumergirse y me pongo muy cachonda al saber que está mirándonos bajo el agua. Entonces, decido separar mi cuerpo al de Leo, sin dejar de masturbarle, y me pongo de cara al mirón. Me bajo el minisostén bajo los pechos para que me vea bien las tetas. Leo me da mucho placer al tocar mi clítoris y meterme varios dedos en la vagina y en el culo.
Cuando el buceador aficionado vuelve a meterse bajo el agua después de respirar, aparto un momento la mano de Leo para enseñarle bien mi coño abierto. Cuál es mi sorpresa cuando el joven se corre con gemidos y gruñidos y eyacula en el mar. Yo le saco la lengua y me relamo mirando fijamente su tranca bajo el agua, cómo diciéndole pícaramente que lástima que se desaproveche su semen. Me vuelvo a pegar a Leo y doy la espalda a nuestro espectador, sabiendo que ve que mi amante tiene casi la mano entera en mi ano. Al cabo de unos minutos, Leo explota en un orgasmo y yo empiezo mis conciertos de ayes y uyes en varias corridas.
No me corto un pelo y no evito gemir escandalosamente, sabiendo que mucha gente nos mira, pero que nadie me conoce. Cada vez estoy más feliz de ser una chica multiorgásmica. Cuando estamos a punto de salir del agua, oímos una voz desde la arena:
-¡Leo, eh, venga, ya está bien! – es Bea -Has estado mucho rato de paseo sin mí ¡Va, ven!
-Bea ¡hola! Entra, entra en el agua, amor, ¡que está buenísima! – cuando dice esto me mira los pechos.
-¡No, no, sal tú, va, cielo!
-¡Métete, va, verás que está buena! – el muy cabrón me toca el culo al decir eso.
-¡Vale, va! ¡Ya voy!
La novia de Leo se mete en el agua y viene nadando hasta nosotros, dónde su novio ha eyaculado, así como el buceador mirón, y dónde yo he lanzado cantidad de mis ambrosías. Muy mimosa y cariñosa, hace como que riñe a Leo por haberla dejado más de una hora sola y él se excusa diciendo que es que estaba dormida y eso. Empiezan a besuquearse y abrazarse, él le dice que ya la echaba en falta y eso. Yo les digo que ya salgo, que estoy cogiendo frío, aunque no es verdad. Al caminar por la arena, me parece que la gente me mira incluso más que antes. Hay quien me mira mal, con cara de reprobación.
Me temo que bastante gente se ha dado cuenta de lo que hicimos en el agua, pero tampoco me importa mucho. Me pregunto si nos grabaron en video. Con las cámaras de los móviles de hoy en día se pueden tomar fotos y grabar a mucha distancia. Bueno, si es así, que disfruten viendo las imágenes. Siempre y cuando no lleguen a verla ni mis padres ni mi novio, claro. Eso sí que sería un problema. Decido que iré con más cuidado a partir de ahora. Pero eso no impide que me contornee y mire sensualmente a más de uno. Incluso hago una pose ante un hombre que me está fotografiando descaradamente y le miro a los ojos.
-Oh, perdona, yo… -me dice avergonzado.
-No, tranquilo, señor, no me importa. ¿Está bien así? – voy cambiando de postura como si estuviera en una alfombra roja.
-Sí, sí, muy bien. Oye, es que eres muy guapa, hija.
-¡Y muy cariñosa, señor! – le guiño un ojo.
-¡Qué amable!
-¡Gracias, señor!
-Te he visto en el agua con tu novio. Toda la playa os ha visto.
-Ah, bueno… o sea… no es mi novio en realidad.
-Ya, los jóvenes no le llamáis novio.
-No es eso, es que él no es mi novio. O sea, mi novio no está aquí, está trabajando.
-Ah, me estás diciendo que tienes novio y que aun así…
-O sea… en realidad, sí, tengo un novio al que quiero mucho.
-Ya, pero…
-Ese es solo un buen amigo. Ahora está con Bea, que sí es su novia.
-Vale, vale, ya entiendo.
Después de tomarme fotos por delante, por detrás, así y asá, le digo que me gustaría tenerlas. Él me dice que claro, que me las va a enviar. Se atreve a pedirme si puede tomarme fotos en toples y yo le digo que nunca hago toples en la playa.
-Pero bueno, como es usted tan amable… -me quito el microsostén para que me haga las fotos que desea.
-¡Qué guapa eres!
-Bueno, no será tanto.
-Oye, ya puestos y viendo que no tienes muchos reparos, ¿no me dejarías tomarte unas fotos de…?
-A ver… la verdad es que me gusta enseñar mi cuerpo, pero… aquí… o sea…
-Solo será un momento, nadie se va a fijar…
-¡Venga, va!
Me doy la vuelta y aparto unos centímetros la minibraguita para que me pueda fotografiar bien el culo. Me inclino para que me vea también la figa, que noto empapada. Luego, me siento en una toalla enfrente de él, con las piernas flexionadas y las separo durante un momento. Seguro que más de uno aprovecha para tomarme también fotos y para grabarme, pero mejor para ellos. Y para mí, porque eso me excita.
Registramos nuestros números de móvil con el caballero. Su nombre es Joaquín. Joaquín Garboz. Se le ve todo un señor tan amable. Me despido de él con un par de besos. Antes de llegar a mi tumbona, ya recibo las fotos. La verdad es que estoy irresistible en ellas. Pero también me envía unos vídeos de cuando he estado en el agua con Leo. La imagen es muy clara lo que confirma que el zoom de su móvil es magnífico. Me pone cachonda ver la escena con Leo, pero empieza a preocuparme que quizá demasiada gente pueda tener esas imágenes. ¡Quién sabe cuánta gente nos ha grabado corriéndonos en el mar!
Me porto bien en lo que resta del día. Incluso, me cubro un poco con la toalla, algo preocupada de tanta exhibición. Cuando ando por la arena y cuando juego con Fernando y los otros, procuro que no se me mueva mucho el bikini. Leo y Bea tardan mucho en volver. Me pregunto si es que han estado discutiendo o, por el contrario, él ha repetido con su novia lo que hizo conmigo. No creo que Bea se atreva ni que él exponga así a su novia. Me estoy dando cuenta de que a ella la trata como a una señorita y a mi como… bueno, de manera distinta.
Comemos en unos de los mejores restaurantes de la zona. Tengo la mala suerte de tener a Lucas al lado en la mesa y me pone una mano en el muslo. Se la aparto, pero él, muy descarado, me la vuelve a poner e incluso la sube algo bajo la faldita. Antes de que se dé cuenta de que no llevo bragas, las del bikini me apretaban demasiado, le lanzo una mirada asesina y le indico que o para o Juani se va a enterar y él, por fin, me deja en paz.
Por la tarde, decido echar una buena siesta para estar en forma para la fiesta de Raúl y sus amigos. Iremos todos los jóvenes y los mayores irán al teatro. Cierro la puerta de la habitación para que nadie me moleste. Mañana ya volvemos a la ciudad y quiero pasármelo muy bien en estas últimas horas.
Te cuento cómo terminaron mis deliciosas vacaciones en “Profesora particular (6): Unos días de vacaciones (parte 9 y última)”.