Esta es la segunda y última parte del relato “El jubilado me sorprendió”. Es aconsejable que primero leáis “El jubilado me sorprendió 1”.
Se volvió a acercar más a mí, a la vez que introducía una de sus manos entre mis nalgas. Solo sentir eso me produce como un escalofrío y un respingo. Yo también estoy sorprendido con el nivel de hipersensibilidad alcanzado. Noto como su mano se aplana dentro de mis nalgas para poder colocar su dedo índice sobre mi agujero. Tan pronto noto ese ligero contacto tengo cómo una convulsión y empiezo a temblar. Me siento mareado y entorno los ojos. Él empieza a acariciar mi esfínter y yo empiezo a respirar entrecortadamente y a gimotear. Tiemblo mucho y mi cuerpo se descontrola.
Para poder aguantar el placer tan intenso que siento y que hace que mi cuerpo se mueva sin control, casi involuntariamente, me abrazo a mi hombre. Rodeo su cuello con mis brazos y pongo mi cara al lado de la suya. Me cabeza descansa sobre mis propios brazos (que rodean su cuello) con los ojos cerrados, tratando de controlar mis convulsiones. En esa posición entierro mi cara en su cuello y siento su viril fragancia a hombre. Me siento congestionado y cómo en una nube. Estoy fuera de mí.
El no deja de acariciar mi culito y mi placer va en aumento. La verdad es que no se mi ano autolubrica o es que con la excitación estoy sudando; pero noto mucha humedad en toda la zona dónde ese hombre me está acariciando. Él también lo debe notar porque, poco a poco, noto como empuja su yema del dedo índice contra mi esfínter mientras me acaricia. Yo cada vez noto más punzadas de placer en mi ano y más gozo en todo mi cuerpo. No puedo dejar de moverme y removerme. Estoy tan enajenado que dejo de sentir vergüenza.
Es tanto el descontrol de mi cuerpo debido al placer que necesito sujetarme con más fuerza a ese hombre. Me agarro a él abrazándolo con cada vez con más fuerza. Es tanto el placer que siento, que no puedo atenderlo a él. A duras penas puedo aguantar las oleadas de placer que me vienen sin caerme al suelo. Abrazado a él sintiendo su calor y su olor, me hacen sentir cómo protegido y en un lugar en que quiero estar.
Finalmente, en uno de los intentos, este hombre consigue ingresar la punta de su dedo dentro de mi esfínter. La excitación que llevo, me hace sentir que mi agujero está mojado y abierto. Siento que he sido yo el que ha provocado y causado la profanación de mi culito. Era imposible que durante sus caricias pudiera evitar que su dedo entrase. Prueba de lo que digo es que, su dedo ingresa totalmente dentro de mí, recién ha traspasado su primera falange. No sé si él me lo ha metido o yo se lo he succionado.
Una nueva oleada de placer desconocida me invade. Es tal el deleite que siento que se me hace hasta insoportable de aguantar. He perdido toda compostura y autocontrol. Ingreso con más fuerza mi cara en su cuello. Lo abrazo desesperadamente mientras no dejo de gimotear.
El mantiene el dedo ingresado en mi interior sin apenas moverlo. Lo tiene todo metido dentro y repetidamente hace fuerza con el cómo para meterlo más todavía. No sé que toca en mi interior que todavía consigue arrancar de mi más placer. Cómo ya he perdido todo tipo de vergüenza y pudor, instintivamente, cuando los temblores, los movimientos descontrolados de mi cuerpo y la debilidad de mis piernas me lo permiten; voy separando mis piernas (supongo que para dar más espacio a su manos para que introduzca más su dedo dentro de mí).
Cómo en el resto de ocasiones, él se percata de mis intenciones. Es entonces cuando supongo que él decide, con todo merecimiento y justicia, apuntarse a la fiesta. Saca el dedo de mi culito (dejándome con una sensación de vacío y añoranza instantánea). Me abraza con fuerza y me levanta. De forma instintiva paso mis piernas por detrás de él abrazándolo. Me lleva con mucho ímpetu, fuerza y decisión a unos metros dónde nos encontramos. Yo no sé que quiere hacer y a dónde me lleva (continúo abrazado a él cómo un Koala con mi cara escondida en su cuello). Me siento de nuevo como un niño o cómo una señorita indefensa.
Recorrido esos pocos metros noto que afloja su abrazo. Yo dejo de abrazarlo con mis piernas y bajándolas vuelvo a apoyarlas en el suelo.
Deja de abrazarme y lleva sus manos a mis brazos (que están enroscados a su cuello). Noto que quiere liberarse de mi abrazo. Yo me desperezo (estaba tan a gusto abrazado a él sintiendo su olor). Me separo poco a poco de él, siguiendo sus indicaciones (no sé con qué intención). Lo primero que noto cuando dejo de abrazarlo es que mis piernas tiemblan y a duras penas sujetan mi peso. Lo segundo que noto es una profunda fotofobia: he estado todo el rato con los ojos cerrados. Supongo que ha sentido un acto reflejo llevado por el insoportable placer estaba sintiendo.
Estábamos recién separando nuestros cuerpos y yo ya encontraba a faltar el sentirme abrazado a él.
Yo empezaba poco a poco a “despertarme” y recuperar la visión. Lo vi a él de nuevo oteando los alrededores. Supongo que no vio nada porque, ni corto ni perezoso se bajó y sacó sus pantalones. Durante el inicio de la bajada de sus pantalones, su polla salto como un resorte. Me quedé muy sorprendido. Su tamaño era notable. Digo tamaño porque, sus dimensiones eran considerables a nivel de longitud cómo de grosor. No miraba al cielo, pero sí que apuntaba algo más alto que la horizontal. Dado al tamaño y al peso que debía tener aquel trozo de carne, era digno de admirar que venciera con tanto poderío las leyes de la gravedad.
Resumiendo, aquel señor mayor, estaba satisfactoriamente bien dotado.
Yo estaba un poco superado por las circunstancias. La excitación y el placer que había experimentado segundos atrás, me habían dejado con una más que notable debilidad física y mental. Estaba aturdido, confundido y falto de toda voluntad. Estaba totalmente en manos de ese hombre. Yo era incapaz de tomar ninguna decisión o/e iniciativa.
Fui consciente y admiré con satisfacción las bondades de su miembro, pero mi estado de confusión y letargo me impedían tomar ninguna iniciativa. En otras circunstancias muy diferentes a las actuales me hubiera encantado saborear y oler aquella bendición de la naturaleza que tenía ese hombre en la entrepierna.
Se saco el pantalón corto como pudo (con algo de dificultad) y quedo solo vestido con sus calcetines y sus botas.
Cogiéndome por la cintura me condujo empujándome hacia un árbol. Me costaba caminar y me flaqueaban las piernas. Agradecí que me guiara. Me dejó en frente del árbol y él se colocó detrás de mí. Buscó con sus manos las mías y cogiéndolas me las llevó al árbol para que me apoyase. Me dejo con las manos apoyadas en el árbol a la altura de mi cabeza. Aprovechó ese instante para besar fugazmente mi cuello.
Aún detrás de mí, me bajo los pantalones. Yo me dejaba hacer apoyado contra el árbol. A pesar de mi estado de confusión, empezaba a intuir cuáles eran sus intenciones. Se agacho para ayudarme a sacar el pantalón de cada uno de las piernas. Ese ejercicio me costó horrores: sujetar mi peso con un sola pierna cuando debía sacar la otra por el agujero de la pernera del pantalón, supuso para mí un gran esfuerzo.
Solo pude hacerlo porque él me ayudaba y porque estaba apoyado en el árbol. Una vez sacado el pantalón, certifiqué que me quería 100% desnudo: me sujeto fuertemente por la cintura y empezó a subirme el jersey. Yo alejé las manos del árbol para ayudarle a llevar a cabo su propósito. Me lo sacó con destreza y yo volví a apoyar mis manos en el tronco.
Él, entonces su puso de nuevo detrás de mí. En esta ocasión, enganchado a mí cuerpo. Lo primero que noté es su caliente cilindro introduciéndose por entre mis piernas (creo que no fue voluntario, si no debido a nuestras pequeña diferencia en las alturas). Yo era un poco más alto que él y además tengo unas piernas largas. Al notar su caliente miembro empotrado entre mis piernas y el pliegue que forma el final de estas, cerré mis piernas para notar más el contacto. Notaba cómo la parte superior de su pene fregaba mi zona perineal.
Él, entonces, me abrazo, estando él detrás, asiéndome a la altura de mi estómago. Se apretó a mi todo lo que pudo. Su pubis se acercó más todavía, haciendo avanzar más su polla. Yo notaba cómo se habría camino y ocupaba todo el ancho de mi pierna has chocar con mis testículos. Era impresionante sentir todo aquel ardiente cilindro de carne separándome las piernas con su grosor. Eso me excitó de nuevo.
El empezó de nuevo a besar y a lamer mi cuello y mis orejas. Yo no pude evitar girar mi cabeza para ofrecer mi boca y buscar la suya. Nos besamos y juntamos nuestras lenguas. En esa posición más forzada, el morreo se vuelve más pornográfico y sucio. Creo que eso nos calentó a los dos. Cuanto más nos calentaba. más buscábamos con desesperación nuestras bocas y nuestras lenguas. Él empezó entonces a mover su pubis hacia delante y hacia atrás. Buscaba fregar su polla con mis piernas como un perrillo. Eso me excito y me dio algo de ternura: él también merecía desahogarse. Sentí cómo la necesidad de satisfacerlo y darle placer.
No sé dónde saqué el atrevimiento (supongo que nació de ese deseo repentino de darle placer al hombre que me estaba haciendo descubrir una faceta de mi sexualidad que desconocía). Le estaba agradecido y deseaba darle placer y sentir cómo era yo quien se lo daba. Quise indicarle que podía penetrarme. Intenté separarme de él y él lo capto aflojando su abrazo. Entonces recoloqué mis piernas. Las fui separando a la vez que el me iba dando el espacio necesario para que lo hiciera. A esas alturas, él, de nuevo, captó mis intenciones.
Su manera de expresar su aceptación fue acariciando de nuevo mis nalgas con sus manos. Me sentí alagado y deseado con sus caricias. Abrí mis piernas y encorvé mi espalda para ofrecerle mi culito. Con una mano acariciaba mis nalgas y con la otra, de nuevo empezó a juguetear con mi agujerito. De nuevo volví a comprobar lo sensible que era esa parte de mi cuerpo a sus caricias. Empecé otra vez a sentir punzadas de placer que nacían en mi esfínter y que recorrían todo mi cuerpo. De vez en cuando sacaba su traviesa mano para ensalivar sus dedos, para después volver a acariciarme.
Ya estaba yo de nuevo gimoteando cómo una nena y moviendo el culo nerviosamente debido al placer insoportable que sentía. Era como si mi cuerpo no pudiera aguantar tanto placer y eso me llevara a moverme y convulsionarme (buscando y alejando la caricia). La verdad es que debía ser un espectáculo difícil de describir ver mi culito inquieto moviéndose sin parar. Me metió un dedo con facilidad. Yo resoplé cómo un búfalo cuando noté que su dedo se escurría dentro de mi húmedo esfínter. El empezó de nuevo a dejar el dedo dentro y, en ocasiones intentar introducirlo todavía más.
Yo volvía a sentir un placer imposible de describir. Tocaba en un sitio que me producía una descarga de placer muy intenso que recorría todo mi cuerpo. Me venían oleadas de placer acompañados de sofocos que me dejaban en un estado de desmayo gozoso. En ese estado comatoso, quedaba a la espera de saber a dónde me podía llevar la siguiente descarga de placer. De nuevo mis piernas temblaban y mi respiración era muy entrecortada. Gimoteaba sin parar y parecía que lloriquease.
Me saca el dedo. Al cabo de un instante pasa su mano de nuevo por mi culito pero con algo húmedo y viscoso (por fuerza a de ser saliva). Sus dos manos separan mis nalgas.
Noto la presencia de algo caliente y húmedo en la entrada de mi culito. Imagino que también se ha ensalivado el miembro.
Así, manteniendo separadas las nalgas, empiezo a notar la presión de su prepucio en la entrada de mi culito. En ese momento, despertando parcialmente de mi estado de letargo, soy consciente de la dificultad de la empresa que se va a librar a partir de ahora. ¿Cómo va entrar todo ese pollón en mi virgen culito?
Eso que debería preocuparme, realmente no me preocupa. Estoy borracho de placer y no me preocupa en absoluto lo que pueda o no suceder. Es más, presiento que todo el placer sentido en mi sensible culito ha hecho que esté preparado para la batalla que se iba a librar.
En parte estaba en lo cierto; con relativa facilidad, el glande de mi amante se desliza dentro de mí. Percibo con placer y orgullo el momento en el que el prepucio de la polla de mi amigo traspasa la frontera de mi esfínter. Noto esa húmeda profanación.
Mi hombre, viendo que ya tiene apuntalada su polla, suelta mis nalgas y coloca sus manos a cada lado de mi cintura. Al soltar mis nalgas, lo primero percibo es el grosor de su miembro al quedar embutido entre ellas. Me resulta agradable notar sus manos asiendo mi cintura.
Avanza un poquito más, he ingresa algo más de su polla dentro de mí. Cada vez que hace un avance, da un tiempo para que mi culito se aclimate. Empiezo a tomar consciencia de la dificultad de ingresar ese pollón dentro de mí. No siento dolor, todo lo contrario, es placentero sentir como su miembro se va introduciendo en mi interior (noto la fricción de su polla en las paredes de mi esfínter). No siento dolor, pero sí que empiezo a notar que las paredes de mi ano se van tensando aún cuando ese hombre, todavía no ha ingresado ni una tercera parte de su miembro.
Esa tensión/presión en mi ano hace que me tenga que esforzar en facilitar su entrada. Tengo concentrar mi atención en aflojar mi culito para favorecer la entrada de ese obús. Siento que estoy haciendo un esfuerzo para facilitar la penetración. Es una situación de tensión sexual, deseada, pero que exige un esfuerzo y conlleva un cansancio.
A este hombre le debo agradecer la paciencia. Se estaba comportando cómo un caballero. A pesar de su aspecto introvertido y huraño, en todo momento, se había comportado de forma impecable. No solo había sido comprensivo y atento, si no que, con su manera de hacer, había propiciado que hubiera yo llegado a dónde había llegado.
Aunque mi cotidianidad es heterosexual, desde que tengo uso de razón, siempre había fantaseado con tener relaciones sexuales con un hombre 100% activo, tomando yo un papel 100% pasivo. Soy tímido y muy vergonzoso, y estaba seguro que nunca iba a conocer o experimentar esta otra forma de sexualidad. Este señor, no sé muy bien de qué forma, me había llevado a dónde ahora me encontraba.
Yo resoplaba por el esfuerzo. De hecho estaba empezando a sudar (hasta entonces, a pesar del calor, debido a mi estado de casi desfallecimiento gozoso, recuerdo haber tenido más frío que calor). Mi amante, sin prisa pero sin pausa, iba poco a poco ingresando su polla dentro de mí. En serio, notaba que mi anillo estaba tensado al máximo. No sabía si podría aguantar ese nivel de presión en las paredes de mi esfínter. Eso sí; a pesar de la dificultad y la tensión que conllevaba el ingreso de la polla de ese hombre, la sensación era placentera.
Sentía placer a través de me culito, por muy tensionado que éste estuviera. Sentía de nuevo un hormigueo en la zona de mi agujerito y un calor que se transmitía hacia todo mi cuerpo. Lo que era increíble e indescriptible era, a medida que ese hombre empotraba su falo dentro de mí, la sensación de sentirme lleno. Sentía como embutía su polla dentro de mis intestinos y eso, además de producirme placer, también me hacía sentir pleno. Es difícil de explicar: además de sentir un íntimo y profundo placer, también sentía algo de orgullo y mucho agradecimiento.
Poco a poco iba entrando y llenándome por completo. La situación era también excitante, sexual y totalmente pornográfica. Yo con el culo en pompa, totalmente ofrecido y siendo desflorado por aquel macho. En ese momento, un fugaz pensamiento pasó por mi cabeza: deseaba que aquel hombre me preñase con su semen. Quería que dejara todo su esperma dentro de mí.
No sé qué longitud de polla tenía ya dentro de mí, lo que sí sé es que tocó con su polla un punto dentro de mi recto que me envió una descarga de placer. A partir de ahí, a cada avance, la descarga de placer era más intensa. Empecé a boquear y a gemir ostensiblemente.
Aunque no lo veía, el debía estar muy excitado porque al oír mis gemidos, con un golpe de cintura, me clavo de golpe todo lo que quedaba de polla (suficiente paciencia había demostrado hasta entonces). Note el contacto de su bajo vientre en mi culito. No me hizo daño, todo lo contrario, me sentí lleno y realizado.
El hizo un amago de sacar la polla (debió sacar unos 5 cm) y lentamente volvió a introducir la parte que había sacado. Yo sentí un calambre de placer que recorrió de nuevo todo mi cuerpo. Gimoteé de nuevo y sufrí un estertor que me dejo una debilidad en las piernas. Volvía de nuevo a sentirme en una nebulosa y en un estado de abandono.
El volvió a sacar unos centímetros de su polla, volviendo a ingresarlos con lentitud dentro de mí. De mi boca salió un: -Ohhh!!
Era imposible sentir más gusto.
Entonces él, ya no hizo ninguna pausa. Empezó a sacar y a meter su polla con continuidad. Eso fue para mí devastador. Las punzadas y descargas de placer se iban repitiendo una tras otra llevándome a un estado de éxtasis. Volvía a sentir que no podía aguantar tanto placer. De nuevo me sentía húmeda íntimamente. Las piernas a duras penas me mantenían de pie.
Él se percató y enderezándome, me volvió a abrazar por detrás. Me tenía fuertemente sujeto por la cintura mientras iba empujando y clavando su polla sin contemplaciones dentro de mí. Mis brazos colgaban y con los empellones que me estaba dando, se zarandeaban. Me sentía como un trapo. Cada vez me agarraba y me abrazaba más fuerte. Era cómo un monigote en sus manos.
El también gemía y emitía rugidos casi guturales. Cada vez iba más rápido. Me estaba sometiendo a una follada salvaje. Estaba totalmente fuera de sí. Había sido muy correcto y comedido hasta entonces, pero ahora se había enajenado. Tanto deseo acumulado le había sacado el instinto animal. No paraba de rugir cómo un salvaje.
Os podéis imaginar cómo estaba yo; a cada estocada de su polla, una descarga de placer. A cada descarga de placer, mi estado de desmayo gozoso aumentaba. Empezaba a notar una especie de calor infinito que se adueñaba de todo mi cuerpo. Era la primera vez que sentía esto. Tenía la impresión que llegaría un momento en el que no podría aguantar tanto placer y que estallaría.
Así fue: en uno de sus empellones, mi cuerpo no aguantó más, y colapse de placer. No se puede describir, por más que lo intente. El punto de inicio fue mi culito, pero la devastación del placer explotó en mi cabeza y después en todo mi cuerpo. Creo que me desmayé. Me desmadejé. Mi hombre tuvo que sujetarme. Mi tronco se inclinó para adelante y mis piernas no hacían ninguna fuerza.
En esa posición de casi desmayo, mi hombre me tenía sujeto por sus brazos. Tuvo que abrazarme más fuerte para evitar que cayera al suelo. Sujeto así, el continuó empalándome sin contemplaciones. En esa posición, su penetración todavía era más profunda. Rugía como un animal. Aunque mi estado era de semiinconsciencia notaba como mi culo estaba lleno de él y cómo él me practicaba salvajemente el coito. Por cómo me tenía sujeto, no podía separarse. Pero notaba que eran sus brazos los que secuencialmente me empujaban hacia él. También notaba los golpes de su cadera.
De repente, me medio despertó un rugido salvaje. Noté como un golpe dentro de mi recto. Como si algo en mi interior me hubiera golpeado las paredes de mi intestino. Cómo si su polla me hubiera dado una patada. Notaba que su pene se movía dentro de mí (os lo juro). Mi hombre no paraba de rugir. Su polla de no dejaba de tener convulsiones y moverse exageradamente dentro de mí. Empecé a notar que algo ardía en mi interior. Era evidente que se estaba corriendo salvajemente. No pude evitar decirle: -¡¡Córrete cariño, córrete!!
Madre mía; no sé cuántos chorros de semen me inyectó, solo sé que su polla no paraba de contraerse y de darme patadas. Os puedo asegurar que me inundó de esperma. Me dejó satisfecho y preñado.
Espero que os haya gustado.
Hola me gustaría conocerte, ***no se admiten datos personales en los comentarios***
Hola a todos. Soy el autor del relato. Me gustan los hombres mayores exclusivamente activos ya algo dominantes. Si hay algun hombre/macho mayor por la zona de Cataluña (España) que le apetezca tener un amigo, que contacte conmigo: ***no se admiten datos personales en los comentarios***