Tengo 45 años, soy madre de una hija de 23, Julia. Cumplimos años el mismo día. Hace mucho que nos hemos acostumbrado a celebrar este evento juntas. Esta noche competimos por ser las más atractivas a pesar de nuestra diferencia de edad.
Estoy muy feliz porque mi marido me satisface cada vez que hacemos el amor y son muchas. Él sabe darle razón a mi vida pero nunca sin ir más allá de la intimidad de nuestra pareja.
Para Julia, las cosas son diferentes. Fue después de una cena, cuando tenía dieciocho años, cuando me pidió la pastilla y desde entonces la he visto salir todos los fines de semana. Tengo la impresión de que sus amantes deben ser una legión.
“Mamá, ya conoces nuestro acuerdo, todos los años festejamos juntas nuestro cumpleaños. El año pasado fuiste vos quien eligió el lugar. Este año he preparado una velada increíble y novedosa para vos.”
Acepté seguirla en la noche que me ha preparado. Se trataba de un pequeño restaurante. Un menú variado con especialidades de la cocina nacional. Andrés siempre nos acompaña, pero esta vez tenía un campeonato de voleibol.
Él es el hombre de vida: después de ducharme, se une a mí y me hace chupar su pene largo y delgado. Me permite exprimirlo en mi boca hasta sus bolas. Me agarra por la cabeza y dirige la velocidad a la que lo chupo hasta que me dispara sus ráfagas de semen. Luego sale de la ducha y sin darme tiempo a nada me lleva a la cama. Es algo que sigue siendo divino, porque me penetra haciéndome alcanzar dos orgasmos antes de que él tenga una eyaculación increíble.
De vez en cuando practicamos sexo duro en nuestros intercambios. Al inicio de nuestra relación, estaba confundida, pero aprendí a gustar e incluso a pedir más porque ese sexo duro es un medio para aumentar mi placer. Me pone en cuatro patas y mi ano se alegra de recibirlo hasta que me vuelve a regar con largas y sorprendentes eyaculaciones.
Estuve a punto de llamar a Julia para posponer nuestra velada, pero cuando me enteré de que Andrés esta noche tendría una semifinal como entrenador del equipo de voleibol que dirige, opté por disfrutar de la noche que Julia organizó.
A las 20 llegamos al restaurante reservado por Julia. La comida estuvo espectacular. No faltó una buena botella de vino tinto. La cuenta pagada por mi hija. Una vez terminada la cena salimos del restaurante para ir a la segunda parte de la velada. Llegamos en su auto a una paralela de 21 de setiembre.
Pensé que mi hija me iba a va a llevar a un cabaret o algo por el estilo. Pero no se veía nada por el estilo ni ningún letrero. Casas de una, dos o tres plantas y dos edificios relativamente modernos.
“¿A dónde vamos Julia?” pregunté.
“Tranquila mami, te voy a llevar a un «club privado».”
“No veo nada que se parezca a un club. Ni veo ningún letrero. Nada.”
“Ya vas a ver.”
Nos acercamos al portón de una casa de tres plantas, pienso que de la década de los 40 o 50. Se abre la puerta sin que Julia toque timbre y un hombre enorme se hace a un lado para que entremos. ¡Mmm! Aquí no entra cualquiera, pensé.
“Buenas noches, señorita Julia, veo que ha traído a una amiga. Bienvenida señorita, ¡diviértanse!”
¡Qué amable, me trató de «señorita», ¡wow!
“Gracias Cristian, nos sacaremos el estrés de la semana, como siempre.”
Atravesamos un telón rojo y fuimos recibidas por una bella mujer en corsé con medias de rejilla y tacones altos que, como Cristian, abraza a mi hija.
“¡Oh! De nuevo Julia, te extrañábamos.”
“Gracias Carolina, el trabajo me ha obligado a aislarme.”
Apenas entramos veo el error que cometí al acceder a este lugar: en el bar que tengo frente a mí, hay varias parejas. ¡Vaya! Los hombres tienen una toalla alrededor de la parte baja del abdomen y las mujeres se cubren con un pareo de diferentes colores, pero lo suficientemente transparentes para que se vean las intimidades.
Un club libertino, es en un club libertino donde Julia, que parece ser muy conocida por la cantidad de hombres y mujeres que vienen a saludarla.
“Julia, yo me voy, soy leal a tu padre, no hay forma de que lo engañe en un lugar como éste.”
“Vos lo prometiste, cada uno eligió su tipo de fiesta. Él se fue al voleibol, la vez pasada elegiste vos y estuvo perfecto, pero mi club es mejor. Quedate en el bar para observar. Vení al vestuario para cambiarte y ponerte el pareo. Este de color naranja aumenta tu tono de piel bastante blanco. Yo me pongo este azul porque cada vez que vengo y estoy de azul soy la reina de la noche.”
La increíble Julia, mi hija, de quien sabía que era adicta al sexo, dada la rotación de hombres en su vida, es una libertina. Se desnuda frente a mí sin ningún tipo de vergüenza, lo cual es un problema para mí, porque estar desnuda frente a mi hija es impensable.
Irme les dará a los amigos de Julia la sensación de que soy una energúmena. Así que me siento en un taburete de la barra y veo a la tal Carolina pasar a través de una segunda cortina que no puedo saber que hay detrás. Vuelve trayéndome una copa de champagne y cuando le pregunto cuánto debo, la guapa camarera me hace una revelación:
“No bonita, sos la invitada de Julia, ella paga todo, tenés crédito ilimitado.”
Si Andrés se entera donde estamos seguramente saldrá corriendo de nuestra casa.
“Hola Solange, Julia me envió a presentarte mis respetos.”
La toalla atada descuidadamente en la parte delantera me permite ver un pene muy negro de un volumen nunca antes visto. El diámetro y la longitud de todo eso en reposo, me hace imaginar el tamaño máximo de ese artefacto cuando esté erecto.
“Soy Solange, reconozco que eres un hombre muy guapo con todos esos músculos, pero si me permites, me quedaré esperando.”
“Qué lástima, me gustan las mujeres de tu clase.”
Se aleja aparentemente avergonzado por mi negativa, lo que debe ser raro en este lugar de libertinaje. A los pocos minutos después de rechazar tres invitaciones de otros dos hombres y una pareja, cuya mujer que me miraba con cierta codicia, veo a Julia volver de detrás de la cortina.
“Mamá, te niegas a jugar, ¿cómo puedes rechazar la invitación de Pedro?, el semental número uno del club, todas las mujeres se lo han levantado. Yo misma me negué a pasar un rato con él porque te lo reservé para vos. Viví un poco, hacé estallar tu cuerpo, estarás seca antes de tiempo y te arrepentirás toda tu vida de no haber querido pasar un rato con él.”
“¿Y tu padre?”
“¿Dónde está, qué está haciendo? ¿Crees que, como todos los hombres, si una gata bonita pasa a su alcance, se negará a darse placer?”
“Vos sabés como somos con tu padre.”
“Claro que sí. Los he oído cada vez que cogen, te escucho gritar de placer. Aquí hay mujeres como vos que aman a sus maridos. Aquella es Constanza, la esposa de un médico. Esa allí es Faustina, su marido me está esperando, prometió cuidarme esta noche y le dije que sí. ¿Te vas a quedare bebiendo champán?”
Tengo que admitir que mi propia hija me desestabiliza. Veo a Pedro que vuelve a pasar el telón y se acerca a mí otra vez.
“Entonces hermosa mujer, ¿lo has pensado?, ¿estás lista para seguirme al jardín de los placeres?”
“Eeee… el jardín de los placeres…, ¿ese jardín existe en este club?”
“Por supuesto, aunque la mansión tiene muchos años, un arquitecto la reformó y creó ese espacio; diseñó diferentes lugares para que cada uno de nosotros encuentre su punto de interés y deseo. ¡Vení!”
No tengo la fuerza para resistirlo cuando toma mi mano. Me lleva por un pasillo con habitaciones a los costados, tengo tiempo de ver a mi hija en un jacuzzi interior en manos de dos hombres que parecen estar muy interesados en su anatomía.
Mi seductor me lleva hasta donde hay una puerta con una caja para digitar un código.
“Mira, este botón abre la parte inferior, si una o más parejas usan este espacio sin querer ser molestadas, escribe un código de cuatro dígitos y se bloquea la entrada de otras personas. Si quieres permitir la entrada de visitantes no pones un código y el lugar está abierto para todos.”
Escribí 6969, seremos los únicos que podremos pasar por aquí. Se abre la puerta y descubro «El jardín de los placeres». ¡Las revelaciones de mi hija Julia! Esta noche después de una excelente comida en un pequeño restaurante me llevó a un lugar de perdición. A mí, la mujer fiel que he sido con mi esposo Andrés. Él, como muchas noches, está dirigiendo un equipo de vóleibol con posibilidades de obtener el campeonato.
Entré con Pedro hacia el jardín de placer. Un lugar extraordinario, un verdadero jardín cuadrado de unos 20 metros de lado con flores, césped, un banco y un pequeño jacuzzi. A ambos lados de este patio interior el diseñador colocó unas falsas ventanas. Todo decorado: el techo simulando una noche estrellada, las paredes pintadas como si fueran edificios que nos rodean.
“Mirá mujer bonita, si me aceptas como tu pareja por un tiempo haremos el amor imaginando que estamos bajo las estrellas. Por ahora, vení y sentate en el banco, pero permitime quitarte el pareo, el decorado tiene todo el derecho a tener la misma suerte que yo ahora contigo.”
«Semental» pero galán. Me encuentro completamente desnuda frente a él. El diseñador del lugar ha planeado todo, incluso el banco donde me siento: se calienta cuando la temperatura es fría.
Ahora mismo, son mis pechos los que tienen la atención de este hombre al que he aceptado. Sabe muy bien que me estaba muriendo por ser poseída por él. Entonces, me deslizo frente a él y, mientras abre sus piernas haciendo dejando caer su toalla, su pene salta hacia mí en etapa de crecimiento.
“Bueno querida, veo que estás lista para cuidar a «Moisés» quien te ha estado esperando desde que entraste aquí.”
Me río del nombre que Pedro le dio a su sexo el cual parece autónomo de su cuerpo.
“Es grande, pero siento que vas a poder llevártelo a la boca.” Me dice.
Es con dificultad, a diferencia del sexo de Andrés, que lo hago ingresar en mi boca. El glande pasó, ¡¡entró «Moisés»…!! Soy un ganso blanco en balanceo, pero he sido muy buena succionando, chupando, acariciando con mi lengua el único sexo que he tenido disponible para mí. Así es como el de Pedro alcanza rápidamente su pico de tensión, lo cual me asusta un poco.
Mi amante, porque me convertí en su amante, al cabo de unos minutos me hace levantarme para acostarme en el banco con las piernas colgando en el suelo dejando mi vagina abierta de deseo a su disposición. Siento que estoy mojada como nunca antes y cuando se ocupa de mi vulva, por primera vez, es una caricia de su lengua gruesa lo que ataca mi clítoris.
Percibo una sensación completamente diferente al que me daba mi esposo. ¿Será lo prohibido la causa del escalofrío que comienza desde el fondo de mí? Estalla en mi botón y esa lengua que lo encuentra y que lo acaricia con insistencia me da un primer orgasmo adúltero.
El jardín de los placeres, aquí todo es diversión. El banco calefaccionado, el jacuzzi. Lo cierto es que entré en un mundo completamente nuevo. Sueño despierta hasta que Pedro me levanta, se acuesta en el suelo sobre la hierba fresca y me lleva de la mano hacia ese tronco que estoy a punto de montar sin pudor.
“Vamos, es tuyo, disfrutalo al ritmo que quieras. «Moisés» está aquí para vos esta noche. «Moisés» hará lo que vos quieras. «Moisés» es tuyo, ya ni siquiera me pertenece.”
Cierro los ojos negándome a ver lo qué voy a hacer: abro mi sexo para ubicar el eje de la máquina que admito haber deseado desde los primeros momentos que la vi. Estoy tan mojada que lo introduzco dentro de mí sin ningún dolor. Mi vagina se abre como corolas de flores. Gano unos centímetros más subiendo rápidamente hacia la cima de este Everest que quiere entrar de lleno en mí. Se necesitaron tres idas y vueltas para que me sienta sobre él, orgullosa de haberlo asimilado todo.
“Bueno, bueno, eres una de las pocas que esconde totalmente a «Moisés». Está bien, evita moverte por unos segundos mientras saboreo tu hazaña.”
Estoy orgullosa del cumplido… Apoyo mis manos en su musculoso pecho para hacerlo entrar y salir dentro de mí. Cuántas veces he disfrutado, cuántos kilómetros he subido hasta la cima de la montaña más alta del mundo.
Agotada me voy a separar, pero Pedro aprovecha que su pene está casi completamente afuera para tomarlo en su mano y colocarlo en mi ano. Debo de haber perdido la cordura, porque en lugar de evitarlo, me apoyo en él, sintiendo que entra unos centímetros como lo hizo en mi vagina. Por primera vez desde que accedí a entrar en este hermoso jardín de mis placeres, mi boca emite sonidos que pensé que no podría pronunciar.
Me acabo de convertir en una puta que descubrió lo que es el verdadero placer. Volvería y le daría mi culo como ahora, ¡uy!, voy a acabar, siento que me voy…!!
Así es como el pene de mi amante, escondido en mi ano, hace que mi cuerpo se estremezca en todas direcciones. Agotada pero satisfecha con el placer que este hombre que supo darme, desinhibirme y que eyacula dentro de mí.
Es tiempo de descansar. Acabo de coger por primera vez con alguien diferente al que le había prometido fidelidad. ¡Hija, ¿qué has hecho conmigo?!
Puede que me arrepienta, pero lo disfruté tanto que la visión de mi hija viendo lo degradada que me ha puesto es completamente indiferente para mí. Saber que soy vista como una puta en mi propia mente se va volando porque todos mis tabúes de engañar a alguien a quien he jurado lealtad se han ido.
Andrés se estará divirtiendo mucho dando órdenes a sus jugadores mientras yo me divierto en el Jardín de los Placeres. Salimos del jardín. Él me lleva por el pasillo, sigo a Pedro hasta la barra sin darme cuenta de que dejé el pareo debajo del banco. Estoy desnuda, ¡¡brindo por mi iniciador al libertinaje!!
“Entonces mamá, ¿qué piensas de esta noche?”
“Principio y fin, sería indecente continuar un momento tan placentero aunque Pedro y «Moisés» sean amantes maravillosos.”
Ahí es cuando se me acerca la linda rubia que me había invitado con su marido, me toma de la mano y me lleva al otro lado de la cortina. Sin que yo haga el menor gesto para hacerle entender que a mí las mujeres no me gustan.
“Entrá al agua, te daré un masaje. Conozco bien a Pedro aunque también entró por mi puerta como vos. Julia me dijo que tu nombre es Solange, me encanta tu nombre, me llamo Adela.”
Mi hija, ¡de nuevo mi hija! y Adela que tuvieron que presenciar la renuncia a mi fidelidad para saber que mi sexo ha aceptado los veinte centímetros de él. Sin mencionar este diámetro bastante más grande que mi única referencia hasta la fecha.
El agua del jacuzzi está a buena temperatura, es con gusto que me sumerjo en ella con mi nueva amiga. Es entonces cuando se enciende una de las tres lámparas ubicadas sobre el jacuzzi.
“Aquí, hay algunos que acaban de entrar al jardín de los placeres como tú lo hiciste antes.”
Comprendo que esas lámparas se utilizan para advertir a los presentes que algo comienza en aquel lugar.
“¿Para qué sirven las otras dos lámparas?”
“Mi dulce querida, para enterarte tendrás que ir allí, pero de momento aprovecha lo que hiciste con Pedro para esta noche y del masaje que te voy a dar.”
Me rendí. Me entregué al hermoso Pedro con una vara que me hizo desear tanto que lo seguí al Jardín de los Placeres. Me cogió como a la puta en la que me he convertido, aceptando que me pusiera su pene en mi vagina y en mi ano que se relajó sin mucho problema, sorprendiéndome a mí misma.
Para que penetrara en mi vagina dejé entrar esos 20 centímetros hasta tocar sus bolas. Ahora me doy cuenta que creyendo estar a solas con mi amante, hay muchos libertinos advertidos por las lámparas que se encienden en el club ejerciendo el voyerismo.
De vuelta en el bar, tengo la firme voluntad de dejar de engañar a Andrés. Pero la guapa rubia que se me acercó con su marido me sugiere que me vaya a bañar con ella. Camino detrás de la cortina y en el jacuzzi siento sus manos entrar en contacto con mis pechos, que inmediatamente se elevan.
Mis tetas son muy sensibles sobre todo cuando Andrés en nuestros momentos de sado me las agarra con pinzas para hacerme gritar. Un día eran dos pinzas para la ropa que colgaban de cada una de ellas haciéndome sufrir ignominiosamente, pero al cabo de un rato el placer que vi en su rostro me trajo una sensación de plenitud.
Por mucho que hubiera sido impensable para mí, así como le di mi trasero a Pedro, los labios de Adela en los míos terminaron rápidamente con su lengua buscando y encontrando la mía. Mis manos exploran su cuerpo y es un gran placer que dos de mis dedos entren en otra vulva que no sea la mía.
“Continúa Solange, tus dedos han sabido encontrar el camino de mis deseos que se dispararon en mí tan pronto como te vi. Tengo un sentido especial para encontrar lesbianas que se desconocen como tal, como parece ser en tu caso.”
“¡Wow!, eres la primera mujer que beso y acaricio su vagina, si esta noche cuando salí de mi casa me hubieran contado todo lo que me iba a pasar, no lo hubiese creído.”
“Siéntate en esos escalones donde mi lengua va a cuidar tu botón que vi cuando te levantaste de tu asiento en la barra y que me parece que se está desarrollando con fuerza.”
Siempre tuve un clítoris tan grande que de niña se lo comuniqué a mi ginecólogo, convencida de que estaba discapacitada.
La hace reír y me explicó la función de este botón que entra sin problema en la boca de quien noto desde ese momento se convierte en mi amante. Voy a tener que tirar de las orejas a mi hija que en este momento entra a la habitación con el marido de Adela y con Pedro quien parece haberse recuperado.
Mi vista se nubló bajo la carga de esa lengua traviesa que rápidamente elevó la tensión en mi cuerpo. El estremecimiento que siento es distinto al que me estalló cuando Pedro me penetraba. Siento que mi cuerpo está reaccionando de manera diferente.
Especialmente cuando mete tres dedos en mi vagina. Todo hierve dentro de mí hasta que salen chorros inundando el rostro de mi nueva amiga.
“Oh Solange, eres una mujer manantial, es raro y me encanta. Déjame tu lugar, verás que yo también puedo hacerlo.”
Me dejé deslizar en el agua reconfortante, mi privacidad en gran medida está en demanda desde que la zorra de mi hija me arrastró a este lugar de perdición. Mi voluntad de detenerme allí se pone cada vez más a prueba, especialmente porque la posición en la que estoy ahora me permite verla responder a los asaltos de sus dos amantes.
Pedro se ha posesionado de su vagina mientras que el segundo hombre la enhebra por el ano. Tomada entre dos hombres, ¿por qué no?, para eso tendré que volver a engañar a Andrés nuevamente, pero los espasmos que parecen atravesar su cuerpo me dan ganas.
Adela acapara mi atención. El mechón rubio que me presenta es muy bonito de ver. Adelanto mi boca como ella lo hizo conmigo. La puedo chupar haciéndola reaccionar como había reaccionado yo hace algunos minutos.
He visto sus dedos y sentí la parte superior interna de mi sexo masajeado cuando ella los curvaba, lo que desencadenó la expulsión de secreción que Adela había apreciado.
“Más fuerte, sí más fuerte, tenés talento, ya te lo había dicho. ¡Oh! sí, ya voy…”
Ella está en la imposibilidad de terminar su frase y mi boca está mal colocada al momento en que los chorros son propulsados, es mi cara la que ella inunda.
Me reacomodo y acelero mi movimiento, lo que hace que vuelva a salir un nuevo torrente…
“Excelente Adela, como siempre veo que has encontrado una boca para recibir tus jugos del amor.” Así se expresaba mi hija Julia.
“Sabés, Julia, tu linda mamá también es una mujer chorreante. Me llenó la boca antes de que la vieras honrarme como lo hizo ahora.”
“Casi no pude ver todo. Mamá, tendrás que intentar que te hagan una doble penetración.”
“Para eso, tendría que volver y me es imposible engañar a tu padre nuevamente.”
“Mañana le diré que hemos decidido que en lugar de tener una noche de chicas todos los años, saldremos todas las semanas.”
“Prefiero que sea una vez al mes, sería mejor.” ¡¿Qué estoy diciendo, todo está empujando en mi cabeza?!
En el vestuario con mis nuevos amigos, agradezco que Adela al ponerse el vestido me demuestre que es capaz de cosas impensables para mí. Sin bragas, con su sexo al aire, así vino y así se va. Su mirada de desaprobación me hace dar un paso más en mi decadencia de mujer burguesa. Es casi la una de la madrugada, cuando salimos nos besamos en los labios con Adela.
“Hasta la semana que viene, me gustaría verte coger con mi marido.”
“Sabes que esta noche fue excepcional, pero creo que será única en mi vida. Amo a mi esposo y lo engañé por falta de voluntad a pesar de que mi cuerpo dijo que sí a todas vuestras peticiones.”
“Dame tu número de teléfono te llamaré durante la semana. Nos vemos en un restaurante, las invito a ambas.” Es Jorge quien envía la invitación.
Cuando llegamos a nuestro apartamento, me voy a duchar después de haberle dado las gracias por la velada haciéndole entender que la aprecio mucho pero que será única en mi vida.
* * * *
Después de refrescarme y maquillarme, me puse el conjunto más seductor que tengo. En mi cabeza, vestirme de una manera más elegante y atrevida será el toque ligado al cambio que reconozco que tengo que hacer para mantenerme en el espíritu que me han inculcado Pedro y Adela, mis amantes.
En la cocina está mi hija, que también se va al igual que Andrés. Ella está más resplandeciente que de costumbre. Haberla visto hacer el amor con dos hombres me podría preocupar, pero no. Nuestros estilos de vida están lejos.
“Mamá, le pregunté a papá, si él está de acuerdo en que salgamos todas las semanas que él va al voleibol.”
“Cada semana no, es mucho, una ida a un restaurante por mes será suficiente.”
“Tenemos partido el próximo sábado, así que pueden disfrutar.”
Es una locura, esta palabra «disfrutar» suena a estímulo a volver al club libertino y sobre todo los sábados, el día que cierro mi agencia de viajes.
Estando n mi negocio suena mi teléfono.
“Hola, ¿Solange?”
“Sí, soy yo.”
“¡Qué bien!, soy Adela. ¿Estás libre al mediodía? Jorge está de guardia hasta las 19 h. Te paso por WhatsApp la dirección exacta. Voy a prepararnos un almuerzo romántico. ¿Qué te parece?”
“De acuerdo, al mediodía cerramos y voy para ahí. ¡Te quiero!”