Estaba atada a la cama, vendada, en manos de él, mientras desde la puerta en silencio ellos veían como la manipulaba, como la hacía retorcerse buscando sexo.
Yo era amiga de la Flaca. Desde la universidad. Buena para las fiestas, ella y su hermana, eran de las que te decían, “amiga, besos y abrazos no sacan pedazos”. Se las peleaban los compañeros porque eran bonitas también. Al tercer año se tranquilizó, con un novio, y después apareció casada, con otro. Se recibió y al tiempo una hija primero un hijo después. Buen trabajo, en un banco. Todas sabíamos que el marido se tiraba a cuanta secretaria se le pasaba por delante, era productor de eventos con muchas secretarias. Ella, seriecita, dedicada a ser madre, vivía entre el trabajo el gimnasio y el supermercado.
Ahí nos volvimos a encontrar y seguimos siendo amigas, hasta hoy, y seguro mañana. Por eso me choqueo verla esa noche en la casa de la playa, dando tremendo espectáculo con el tipo ese que había abierto la puerta del dormitorio, y la tenía en bolas atada de brazos y piernas a la cama mientras la manoseaba a su antojo. Y ella se le derretía de caliente.
Éramos un grupo de amigas y sus “amigos” que íbamos a una casa en la playa los fines de semana, ocho, a veces diez, ellos mineros casados todos o casi todos. Mucho mar, trago y sexo. O al revés. Todo muy reservado claro, todos adultos de 40 o 50 años. Cuando me contó que la habían dejado por una de 20 años, salimos a tomarnos un trago para pasar la pena y me confidenció que la había quedado la duda de si la habían dejado por ser mala para la cama. Al tiempo la invité a la Casa de la Playa, “hay que divertirse flaquita” le decía, somos todos adultos. Se aguantó mas de un año sola, hasta que ese fin de semana finalmente se envalentonó.
Recuerdo que estuvimos en la playa bañándonos en la tarde y al anochecer la vi conversando con uno de los jefes de ellos, de la minera, era primera vez que venía, pero antes había ido a alguna fiesta a mi casa. Estaban afuera en el balcón oscuro frente a la playa ya oscura, se había tomado dos wiskis porque ella solo toma wiski y se metían mano en la oscuridad del balcón, “bien por ella” pensé, llevaba mas de un año en completa sequía. Volví a jugar a las cartas con los demás, éramos 8 todos emparejados.
Como a la hora, Viento Frío, así le decían al jefe que estuviera fuera con mi amiga, sale del dormitorio al que suponía habían entrado, descamisado, saca un agua mineral, y se vuelve a la pieza dejando la puerta abierta del dormitorio después de mirarnos entre sonriente y cómplice.
Una de mis amigas, curiosa, se acercó a la puerta silenciosa, traviesa, miró y nos llamó, calladitos nos advirtió con señas y nos acercamos a la puerta en punta de pie.
El dormitorio estaba alumbrado solo por velas y en la cama desnuda, los ojos vendados, atada las manos y piernas a los esquineros de la cama mi amiga. Sentado a su lado, Viento Frío con una vela en la mano izquierda y con la derecha recorriéndola del cuello a sus pechos por su estómago y piernas.
Quedé tiesa como todos los que nos acercamos a mirar. Pasada la sorpresa intenté entrar, cerrar la puerta y gritarles que eso no se hace, que era una vergüenza, pero me contuvo la mirada de ellos, sonrientes, burlones mas que sorprendidos. A ellas la Flaquita nunca les gustó, al igual que en la universidad decían que era una pretenciosa, una engreída, y sobretrabajada en gimnasios. Estábamos los ocho amontonados tras la puerta, la cabecera de la cama daba a la pared y la dejaba en medio de la pieza, por el otro lado, opuesto a la puerta desde donde mirábamos se había mediosentado Viento Frío.
Debo reconocer que a la luz de las velas se veía muy bien, tensa como cuerda de violín, apoyada solo en su culo y la espalda a la altura de los hombros, las piernas redondas y firmes con una cintura increíble y de senos nada, casi nada, siempre fue un poco acomplejada por ellos, “plana como tabla” decían nuestras compañeras.
Ella me pidió que escribiera esto, lo que recordaba de esa noche, yo sé que es medio masoquista por eso no me extraño. Y bueno, además ella no vio nada. Yo, personalmente pasé del asombro a la vergüenza y después a la rabia, cómo dejarse exponer así, la muy bruta. El tipo la manipulaba, la manoseaba, le metía mano entre las piernas que ella le abría, le introducía la punta de sus dedos, le abría la vagina y solo le rozaba sus labios y alcanzábamos a ver como ella subía sus caderas buscando su mano, buscando el contacto, jadeando de caliente.
Cuando la respiración ya se le alteraba en demasía y veíamos como se le subían y bajaban los pechos y se ponía roja, en ese momento que sabíamos que venía a continuación, paralizada ya, tensa al máximo, el maldito le dio vuelta la vela sobre su seno y la cera caliente le fluyó desde el pezón hasta la sábana. Hasta a mí me dolió. La Flaca emitió un grito sordo de dolor y sorpresa, se le dibujó la mandíbula tensa, apretó la boca e intentó enderezarse como golpeada por la electricidad y luego encogerse pero las cuerdas se lo impidieron.
Mis amigas a mi lado se encogieron de hombros, alegres, con un uyyy en las miradas mezcla de complicidad y gusto por lo que observaban, “la muy puta” murmuró una. Estábamos agolpadas en la puerta silenciosos, cómplices, felices, disfrutando del espectáculo que daba la flaquita.
“¿Tu creís que sabe que la estamos viendo?” Escuché preguntaba Carmen Gloria su hermana. “Hay que ser muy pata e vaca para hacerle eso a una mina”, murmuró dijo a mi otro lado Joaquín, uno de ellos que se acostaba con Carmen Gloria que estaba adelante en primera fila “pa mi que seguro le gusta, se hace la mosquita muerta la perra” susurro la Carmen.
Verla retorcerse, escucharla gemir en la cama a pocos metros de nosotros fue todo un espectáculo, tensando su cuerpo para que le metan mano, que la manipulen, me recordó los tiempos de universidad que se dejaba manosear por compañeros en fiestas en que apagaban las luces. Sí su matrimonio fue el peor fracaso, sexualmente claro, fue tanto como para ahora entregarse así, o era que simplemente le gustaba este tipo de sexo, que la manipularan, someterse, todo lo contrario a mis amigas que ahora la miraban felices, y que se sabían radicalmente lo opuesto a ella.
Tengo aun presentes los detalles que me pidió escribiera, la cama estaba a pocos metros y olía a cera de vela, el pelo medio le tapaba la cara, la garganta le subía y bajaba y al otro lado de la cama Viento Frío que comenzaba nuevamente a toquetearla, le recorría el cuello, le acariciaba sus pechos, los pezones cubiertos de cerote y bajaba hasta sus piernas metiendo la mano por dentro de ellas. Las cuerdas atadas a sus tobillos algo flojas dejaban que recogiera sus piernas acercándolas a la mano que las recorría. Estaba sudando, le brillaban las sienes, las lágrimas le habían mojado parte de la venda y le corría saliva desde los labios.
Las gotas de sudor caían desde la axila depilada, otras se le juntaban entre los dos pequeños senos que subían y bajaban como desbocados por una respiración agitada. Olía a sexo. La media luz de las velas hacía que pareciera mas puta todavía la pobre que se abría entera. Cuando de tanto manosearla incluso de bajar por atrás los dedos y por abajo metérselos en su colita cuando no aguantaba nuevamente y en el preciso momento de irse volvió a bañarle con la cera derretida su senos.
La Flaca emitía un sonido como de serpiente como un silbido encogiéndose y doblándose como animal que le salió de alma misma, las lágrimas superaron la venda y la cuerda que apresaba el pie hizo que le aparecieran unas pequeñas gotitas de sangre cuando trato de recoger la pierna para protegerse del castigo. De verdad hasta me dio pena. No de dolor, sino de como puedes ser tan puta para soportar todo esto, no me quedaba duda que sabía que la mirábamos, y se entregaba igual. Pero, ¿entregarse a un hombre hasta tal punto?, ¿dejar que la manejara así?, ¿que la usara de esta manera? ¿Le excitaba tanto eso?
La Maritza que era la que menos la quería de mis amigas le hacía señas a Viento Frío: la cera en la entrepierna, le apuntaba, a lo que él le preguntó con gestos si era posible hacerlo, siii le decía subiendo y bajando su cabeza con una sonrisa, siii, hazlo.
Estaban felices, excitados todos, compartiendo el silencio, hasta yo estaba mojada ya de puro verla así, verlo a él usándola de esa forma. No sé si me lo perdonará, pero sí, seguro me perdona. Ella sabe que somos todos adultos, y que nadie va a abrir la boca.
Fui a buscarme otro vodka y cuando volví mi amiga se retorcía bajo la mano de Viento Frio que le metía los dedos en su culito, que lo tiene de envidia, y luego se los llevaba a su matriz y luego a su culito que le paraba, que se lo abría para que se los metiera aun mas. “La muy puta pa caliente, ¿desde cuándo no se lo mandaban a guardar?”, murmuró una. “Seguro nunca se la habían trabajado como ahora”, susurró alguien adelante sin dejar de mirarla como se abría, como subía la cadera buscando el contacto de la mano, desesperada ya.
“Por favor” murmuró, comenzaba a rogarle y él se agachó y le dijo algo al oído y volvió a acariciarle las piernas abrirle los labios de su sexo a levemente penetrarla, dilo le susurraba, dilo y ahora decía a media voz “soy tu putina” se escuchó que dijo claro “soy tu putina” y repetía “Soy tu putina” y como seguía estimulándola llegó a exclamar ”por favor por favor hazme terminar, hazme terminar” rogaba y nosotros mas que asombrados atónitos con mis amigas que felices se sonreían, se codeaban admiradas, contentas pero cautas se deleitaban en silencio los ojos muy abiertos, muy puta la flaquita, muy puta.
En verdad después de separarme me he acostado ya no recuerdo con cuantos. A diferencia de la Flaca que hace mas de un año evitaba tener sexo con alguien y estoy segura no había tirado con mas de 2 y 3 tipos en toda su vida. Yo he sido bastante promiscua, lo reconozco, sexo en grupo, con otras mujeres, con mas de un negro para salir de la curiosidad, incluso una o dos orgías pero nunca, nunca, haberme expuesto yo o haber visto como se afilan a una hembra, como se estaban afilando a mi amiga. Me entraba vergüenza ajena el verla allí doblándose de deseo, entregada total, total de caliente, rogando por sexo, eso no, no lo había visto ni lo había imaginado.
El viejo se paró por un wiski mas y nos cerró la puerta. Nosotros volvimos al juego pero todos nos quedamos pensando en lo que habíamos visto. Estuvimos allí un rato hasta que Viento Frío volvió a salir, aun la camisa abierta fuera del pantalón y solo dijo “voy al baño” y dejó la puerta abierta.
Carmen Gloria, su hermana y Maritza fueron las primeras en pararse y asomarse a la pieza y entrar, con un gesto de silencio y travesura nos llamaron. La flaca estaba de pie, con la vista vendada aun, desnuda, bueno con sus tacos altos solamente, de espaldas apoyada en un ropero inmenso como se paran cuando la policía va a revisar, los brazos levantados, las piernas separadas, la cabeza gacha.
La luz de las velas hacía que su cuerpo perlado de sudor le brillara aun, jadeaba cansada, destruida, los pezones de los que se veía su perfil irritados, su cintura pequeña parecía caber en dos manos, la piel de las muñecas y los tobillos con pequeñas gotas de sangre y por la parte interna de las piernas literalmente le chorreaba líquido que caía hasta el suelo. Los hombros le subían y bajaban acompasadamente. Seguro sabía que la mirábamos y no se atrevía a mover.
Nota: le pedí a mi amiga que fue quien me invitó a la casa de la playa que escribiera lo que vio esa noche y solo le hice algunos cambios menores. La versión mía, que era la vendada allí, la escribí en “El bautizo de una sumisa” en la parte una casa en la playa que pueden encontrar entre mis publicaciones.