Una vez que ya se quedó sola Marisol en la garita, al haberse marchado su compañero Julián, esta comenzó a hacer zapping por los diferentes monitores que conectan con las habitaciones.
En la habitación 4 observa que hay tres parejas muy apuestas y atractivas. Cada una de ellas pone en práctica una postura diferente del Kama Sutra.
La primera pareja está compuesta de un chico de 1,90 m, rubio y con ojos azules. La chica andará en el 1,70 m y es pelirroja y con pecas. Los dos parecen dioses bajados del Olimpo. Ella está de pie, contra la pared, y se agarra a unas anillas. El chico la está empotrando con saña. A veces se la enchufa en el coño y otras veces lo hace por el ano. Va alternando las entradas, pero sin perder la comba y el ritmo.
La segunda pareja la componen un maromo de 1,86 m, rapado al cero y con una copiosa barba. La fulana medirá 1,65 m, pelo corto y con labios muy carnosos e hinchados. Esta pareja también está de pie, con la diferencia de que la hembra está colgada, como un koala, del cuello del mocetón. Las hermosas y contorneadas piernas las coloca rodeando la cintura del chaval. Este, sujetándola bien por las cachas, va marcando el ritmo. Gracias a sus desarrollados y considerables bíceps y tríceps, no le cuesta nada subir y bajar el cuerpo de aquella cortesana, para así proporcionarle placer y su correspondiente orgasmo.
La tercera pareja la forma un chaval de 1,70 m, pelirrojo y algo escuchimizado. La hembra es una auténtica loba. Una rubia despampanante de ojos negros y con el cuerpo lleno de tatuajes. Esta pareja practica la postura del sofá (él sentado y ella a su vez sentada sobre él, pero dándole la espalda). El ritmo del fuelle lo marca la chica. El chico bufa, le cuesta mantener la concentración para no correrse tan pronto. La golfa marca un buen ritmo de mete-sacas. A veces, la furcia, se la mete por el culo, y aunque entra de forma más trabajosa, no por ello baja el ritmo.
Así estuvieron una buena media hora. El acaloramiento les daba un cierto brillo a sus cuerpos desnudos. Los cabellos comenzaban a estar un poco chorretosos, por el sudor.
El primer chaval, cuando se corrió, lo hizo sobre las nalgas de la chica. Esta, después, fue pasando sus dedos por la zona encharcada. Recoge algunos restos de esperma y se los lleva a la boca, para saborearlos. Puso cara de que le agradó.
La segunda pareja se corrió al unísono, quedando enganchados algún tiempo más. Cuando la chica decide descolgarse del chaval para ir a buscar una cerveza, se observa cómo se le va escurriendo el semen por los muslos.
El tercer chaval se vació en el trasero de la manceba. Con las palmas de las manos eleva un poco las cachas de la chica, para tener la holgura suficiente y poder petarle el culo con rudeza y conseguir una eyaculación placentera. Después, la chica, lo mandó tumbarse en el suelo. Ella se colocó en cuclillas sobre su cara y le vació todo el esperma para que lo saboreara, y ya de camino, que le pegara un buen morreo al ano.
Marisol se puso tan cachonda que no pudo resistir el llamar a esa habitación, para que los tres maromos fueran a la garita de seguridad y tirárselos a un tiempo, en su noche de guardia. Los chicos aceptaron.
Mientras esperaba la llegada de los tres guarros, Marisol hizo zapping a la habitación 1. Allí se encuentra una condesa muy peripuesta. Pertenece a la directiva de la mansión El Edén y es una de sus mayores accionistas. Es una mujer de unos 66 años, 1,60 m de altura y con casi 100 kg de peso. Su cuerpo es como un colchón de agua. Es muy fofa, no es de carnes prietas.
La mujer está sentada sobre la cara de un puto. La cama en la que se ubican es de estilo rococó, muy señorial. Ella ni se mueve. No hace el menor gesto de frote intentando buscar su propio placer. Tampoco hacía falta. Por la cara de golfa babeante que pone, se nota que el chico le está trabajando los bajos a conciencia. Aunque no se ve nada (por el inmenso volumen corporal de la señora), es obvio que el gigoló le proporcionó, por lo menos, tres orgasmos en lo que llevan de sesión de cunnilingus.
–Siempre habrá clases, cariño. Siempre habrá quien esté arriba, gozando de los placeres de la vida y de buenos orgasmos, y quien esté abajo, haciendo el trabajo sucio de lamer culos y rajas ensangrentadas. Por lo menos, conmigo, no tendrás la preocupación de si te vas a tragar restos de la menstruación, ¿verdad? –dijo la condesa, con sorna, y soltó unas carcajadas.
Por fin llegaron los tres chicos a la garita. Aunque Marisol solo tiene 26 años no se amedrenta ante tanto macho musculado. Al que mide 1,70 m, por ser 5 cm más bajito que ella, lo convertirá en el esclavo del grupo. Le encanta utilizar a uno de sus amantes, cuando monta orgías, como chivo expiatorio, y así vengarse de la sociedad patriarcal en la que le tocó vivir.
Marisol se desprendió de su uniforme en un santiamén. Ellos venían en albornoz y quedaron en pelotas en un plis plas, también. Sus rabos, en vivo y no a través del monitor, se veían más grandes y gordos. Se nota que utilizan bombas de vacío para muscular y alargar, más aún si cabe, aquellas nada despreciables pollas.
Marisol, al ver la copiosa barba de uno de ellos, se acordó de que tenía que pedir cita con la habitación 25, que es una sala de rasuración (una mezcla de salón de belleza, peluquería y barbería). Marisol acude a este lugar una vez por semana. Cambió al monitor 25, para observar qué ocurría en la Sala de Rasuración.
La Sala de Rasuración tiene 20 sillones. Un biombo separa los sillones utilizados por hombres de los utilizados por mujeres. Allí se rasura la parte del cuerpo que el cliente pida. Las zonas más rasuradas en esta sala son las axilas, el pubis (con todo su contorno), y las piernas.
Los y las maestros tienen unos ayudantes. Hay ayudantes que se dedican a utilizar sus bocas y lengua a modo de bálsamo. Lamen y besan las zonas del cuerpo recién depiladas, para que las clientas no sientan demasiado el escozor. Cuando el rasurado se practica a navaja o con cuchilla, que es la mayoría de las veces (en contadas ocasiones se utiliza la cera o el láser), pues hay otro grupo de ayudantes que se dedica a cambiar los cuencos (que suelen contener agua caliente), por otros nuevos, cuando ya el agua está turbia y con abundantes micro pelos en el fondo del recipiente o flotando en la superficie.
Pero en esta mansión nada se desperdicia y esta agua turbia los ayudantes la vacían en sus gargantas. Beben con ganas. Se relamen recogiendo los micro pelos que pudieran quedarles en la comisura de sus labios.
La segurata estaba tan salida (viendo las guarradas que los ayudantes de los maestros exponen con tanta lascivia), que se puso de inmediato manos a la obra con sus putos, los cuales ya tenían sus rabos en posición de firmes.
Al rubio de ojos azules lo mandó tumbarse en el suelo. Marisol lo montó, dándole la espalda y metiéndose por el culo la verga del mancebo. Bombeó con rabia aquella tranca, durante unos minutos. Después se recostó un poco y ordenó al calvo de barba copiosa que se la metiera en el coño. Estuvieron practicando este peculiar sándwich un buen rato. El pelirrojo escuchimizado en ocasiones le metía el rabo en la boca a Marisol y otras veces hacía de mamporrero, metiendo en sus orificios correspondientes las pichas que por descuido se salían y lamiendo los bajos de los tres actores en acción.
Marisol decidió darse la vuelta. Ahora en el suelo se colocó el pelirrojo. La segurata se enchufa su verga en el coño. Se inclina un poco para lamer los pezones y el cuello al chaval. El rubio, aprovechando que Marisol tenía en pompa y bien abierto el trasero, se le acerca y la ensarta por el culo en dos estocadas. Con esta modalidad de sándwich (a diferencia de la modalidad anterior), es el esfínter anal el que recibe con furia las emboladas, mientras que el coño solo se limita a albergar la polla. El chico de abajo apenas se puede mover y bastante hace con conseguir que la polla no se desinfle.
La chica besa al pelirrojo y le lame las orejas. El calvorotas se coloca enfrente, para que Marisol le haga una felación. La muy guarra no se lo piensa dos veces y engulle aquel falo de 18 cm, al completo. Estuvo practicando una buena garganta profunda con aquel rabo alrededor de un cuarto de hora. Las babas que se le iban escurriendo por la comisura de los labios y deslizándose por los huevos del barbudo, caían en la cara del pelirrojo. Marisol, en ocasiones, se sacaba la polla de la boca y soltaba unos abundantes y espesos espumarajos sobre la cara del chivo expiatorio.
–Abre la boca y trágatelo todo. Es un alimento muy nutritivo, mi amor –le dijo al mancebo escuchimizado, guiñándole un ojo.
Decidieron cambiar de postura. En esta ocasión lo harían de pie. Marisol se cuelga del pescuezo del barbudo y con sus piernas lo abraza por la cintura. El fulano se la clava en el chocho. El rubio se coloca detrás de ella y abriéndole bien las nalgas se la calca por el culo. Hicieron un sándwich, pero esta vez de pie. Marisol levitaba, los chicos la sujetaban por los muslos, nalgas o por la cintura. Entre los dos podían, con cierta comodidad, manejar bien a aquella hembra endiosada.
El pelirrojo se coloca bajo palio y va lamiendo todo lo que se le pone a tiro. Cuando algún rabo se sale, el chaval le pega unos cuantos chupetones y lo vuelve a incrustar en su agujero correspondiente.
Los chavales sudaban lo suyo dándole fuelle fuerte a la chica. Los dos, a un tiempo, la clavaban y desclavaban de sus respectivos orificios. Sincronizan sus movimientos de emboladas. Marisol empalmó tres orgasmos seguidos. Tan intensas fueron sus corridas, que le provocaron unos espasmos salvajes. Su squirt no se desperdiciaría. Lo recoge el pelirrojo en su boca. Coloca los morros al modo de estar bebiendo de un botijo. También lame los cachos de polla que van quedando a la vista y los huevos de sus compañeros, buscando restos de squirt. Lo paladea, saborea y después se lo traga todo. ¡Es el mejor champagne del mundo!
A los veinte minutos de estar trajinándose a la hembra en esta posición, los chicos deciden ponerse de acuerdo y correrse al unísono. Se concentran, y al rato, inundan las entrañas de esta zorra insaciable de una ingente cantidad de esperma. Después de correrse siguen con sus pollas en el interior del coño y el culo de la potranca, hasta que, con el paso de los minutos (al volverse flácidas), fueron saliendo de sus escondrijos ellas solas. Detrás de ellas salieron unos buenos chorros de líquido viscoso. Los que salían del chocho mantenían su original color blanco, pero los que lo hacían por el trasero, eran de un color más oscuro, como de café con leche.
El guarro pelirrojo lo sorbía y tragaba todo con sumo placer. Los chicos seguían sujetando a la furcia en aire, para que el pelirrojo pudiera lamerle el ojete y el conejo a gusto, buscando los restos de las cuajadas de sus colegas. También chupeteó los capullos de sus pichas, extrayendo las últimas gotas de oro blanco.
Cuando Marisol se bajó de su particular tiovivo, se puso de rodillas y le comió el rabo al pelirrojo. Este estaba tan cachondo que se corrió enseguida. Marisol hizo unas gárgaras y luego escupió en una copa toda la lechada. Volvió a meterse todo el líquido en la boca y volvió a hacer otra sesión de gárgaras. Lo escupió en la copa. Esta vez había más contenido, pues al semen había que añadirle una buena cantidad de saliva espumosa. Marisol puso en práctica una tercera sesión de gárgaras, volviendo a sorber el líquido de la copa.
Cuando lo escupió por tercera vez, la copa estaba prácticamente llena de semen y espumarajos. La golfa se lo dio a beber al pelirrojo. Este se tragó todo, sin dejar una sola gota en el interior de la copa. Los restos de semen y saliva espumosos que quedaron pegados en los laterales de la copa, los recogió con un dedo y se lo fue chupando.
Marisol quedó encantada con este chivo expiatorio. Contactaría con él sin dudarlo, para otros encuentros. No es fácil conseguir a un excelente cuckold con el cual poner la guinda a una morbosa y excitante sesión de sexo duro. Se despidió de los tres dándoles un fabuloso morreo y les agradeció la sesión de sexo que le habían regalado.