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La panty de mi vecina
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hace seis meses me mudé a un edificio de departamentos a las afueras de mi ciudad, el cual cuenta con una área de lavado de ropa para aquellos inquilinos que no tenemos lavadora/secadora propia en nuestro departamento.

Al principio, cuando bajaba a lavar, lo hacía con normalidad sin siquiera fijarme en la ropa que estaba tendida en las sogas del área de secado, hasta que un día vi tendidas unas panties que despertaron en mí un instinto muy bajo y unas ganas tremendas de masturbarme con ellas. Al principio solo fue una fantasía que no llevé a cabo, pero con el paso de las semanas, y al ver que constantemente había panties deliciosas, empecé a idear el plan para hacerlo con la justa medida de adrenalina y precaución.

Cabe resaltar que la zona de lavado es como si fuera un departamento más, necesitas una llave para entrar y está completamente cubierto de la vista de otros departamentos. La única forma de que te vean es por la ventana trasera que da a un jardín común en el que casi nunca hay nadie. Por tanto, el plan consistía en entrar, ir directo a la zona de secado con el pretexto de recoger algo de ropa mía que hubiera dejado ahí, tomar una de las panties de mis vecinas, bajarme los pantalones y empezar a masturbarme.

En caso de que alguien quisiera entrar, me daría el tiempo suficiente para escuchar las llaves y el momento en que estuvieran abriendo la puerta, por lo que podría subirme el pantalón, dejar la panty y continuar “recogiendo mi ropa”. Y así lo hice…

Cierto día que estaba muy caliente, bajé al área de lavado y entré sin más inconveniente, encontré una panty azul de esas que tienen corte trasero que muestra medio culo, y empecé a contemplar con mucha lujuria el material de mis pasiones ocultas.

Con la adrenalina a tope y el corazón latiendo fuerte, me bajé el pantalón y los boxers hasta los tobillos, y empecé a manosear mi pene para lograr una erección. No tardé prácticamente nada en lograrlo debido a la gran excitación que traía acumulada, y acto seguido procedí a colocar la panty alrededor de mi pene, pasándola por mis huevos y masturbándome suavemente. Quería ser lo suficientemente cuidadoso como para no mancharla, pero a la vez quería sentir la suave tela entre mis genitales.

Me pasó por la mente la sucia idea de venirme en esa panty, pero me contuve y terminé en el suelo, cuidando de no manchar ninguna parte de la tela. Esa primera vez fue muy excitante, breve y llena de adrenalina, pero no se compara con lo que pasó la siguiente vez…

A la semana siguiente, al bajar a lavar me encontré con una panty negra de encaje que me cautivó desde que la vi. Pronto el corazón empezó a latir con fuerza, y un impulso más fuerte que la decencia salió desde lo más profundo de mí. La tomé del tendedero, la escondí entre mi ropa limpia y subí a mi departamento. Al llegar a mi habitación procedí a desnudarme por completo, y mi primer impulso fue ponerme la panty.

Obviamente tenía una erección enorme, y por alguna razón me excitó demasiado verme a mí mismo desnudo, erecto y con la panty de la vecina. Mis testículos salían por un costado y mi pene por la parte de arriba. Esta vez no me importó ensuciarla. La restregaba por completo en mi verga, humedeciéndola poco a poco con mi lubricante natural. Por momentos me la quitaba y la enrollaba alrededor de mi pene mientras me masturbaba, y después me la volvía a poner y me tallaba con una almohada. Intenté durar lo más posible antes de venirme, porque no quería que esa sensación terminara pronto.

Sabía que ya no había vuelta atrás, y que tendría que lavar de nuevo esa panty antes de dejarla de nuevo en el tendedero, así que decidí ir con todo. Después de unos 20 minutos de lo que considero una de las masturbaciones más ricas de mi vida, me vine de forma abundante sobre la parte delantera de la panty, mientras aún la traía puesta. Fue una gran cantidad de semen que se extendió por toda el área ya mojada anteriormente por mi lubricante pre-seminal, por lo que la panty quedó completamente ultrajada.

Al final tuve que lavarla nuevamente antes de regresarla al cuarto de lavado, aunque con un olor distinto de suavizante al que tenía originalmente. No sé si la dueña de esa panty se habrá dado cuenta, pero desde ese día no he vuelto a ver esa panty ahí. No sé si es porque no coincidimos en días de lavado, o ya no se atreve a dejarla nuevamente al alcance de traviesos como yo.

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